FAMILIA

El monopolio en el manejo del dinero en la pareja: ¿violencia invisible?

La licenciada Analía Forti reflexiona sobre uno de los puntos de conflicto más comunes en las relaciones.

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Las relaciones humanas siempre han sido y por definición, seguirán siendo bastante complejas. Existen tantos tipos de relación como vínculos afectivos hay y cada una tiene sus propios códigos.

Ahora bien, el tema del dinero y su administración suele ser un punto de conflicto. En general, hay uno de los dos que aporta mayor cantidad (y a veces, en su totalidad) y eso suele generar discusiones. Si bien hoy por hoy hay cosas que están cambiando y mucho, la realidad es que en muchas familias el hombre suele ser quien brinda seguridad emocional y económica.

Consultamos con la licenciada Analía Forti al respecto y ella nos cuenta: "El hombre se apropia del rol de único administrador del dinero en la relación de pareja, se puede anticipar que el cuento no tendrá un final feliz porque el príncipe se ha transformado en capitán y ha monopolizado el control de gastos dentro del vínculo. Cada vez que un hombre en una relación de pareja se arroga el lugar de único administrador de los gastos y es quien da dinero a la mujer todos los días".

- ¿Y qué sucede en esos casos?

Se establece una situación de dependencia por parte de la mujer que la deja desautorizada, infantilizada y posicionada implícitamente en el lugar de “sospechosa de posible mala gestión administrativa”, “incapaz de llevar adelante un control de gastos”, “no apta para aprender cómo hacerlo” y la paridad de la relación de pareja se rompe.  Posicionar a un adulto en el mismo status que a un niño (incapaz de generar su propio dinero y de administrarlo) dejándolo en la situación de “pedir” es un claro ejercicio de violencia.

No se trata aquí de que la mujer trabaje fuera del hogar y genere dinero para que se “gane el derecho a disponer de él”. Son muchas las mujeres que trabajando fuera del hogar y generando dinero no pueden disponer de él porque los gastos deben ser “aprobados” por el “hombre-administrador”. Otras aceptan este ejercicio monopólico del poder económico porque al trabajar solo en el hogar (dejo explicitado que el trabajo en el hogar, es trabajo no remunerado), sienten que al no “generar dinero” no tienen autoridad para disponer de él (y muchos hombres se lo hacen creer).

- ¿Por qué hablamos de violencia invisible?

Ese posicionamiento de la mujer en un rol mendicante es violencia, ese lugar de “niña” que debe consultar sobre los gastos que realiza o debe “pedir” dinero la degrada y la infantiliza. Sin embargo, es preciso destacar que nadie puede colocarnos en una posición sin que lo aceptemos. El hombre puede asignar a la mujer dentro de la pareja el rol de “niña” pero si ella no lo asume, el juego no puede continuar porque siempre es un juego de dos.

La violencia económica es una violencia naturalizada, sin embargo, esa dinámica vincular de “dar-pedir” constituye uno de los juegos destructivos en la pareja. Cuando la mujer se descubre “ocultando” gastos, realizando compras “a escondidas” y pidiendo “aprobación de gastos” por parte de su pareja para poder disponer del dinero común, comienza un lento y desgastante proceso de frustración, impotencia y resentimiento. Cuando este proceso se cronifica se inicia la etapa del “ajuste de cuentas afectivas” y la mujer ejerce el único poder que cree tener, alejándose emocionalmente de su pareja pudiendo llegar a restringir la vida sexual como “sanción” al ejercicio abusivo del poder económico. Cuando la violencia es invisible y se soporta sin ser nombrada ni visibilizada, el rencor se acumula y los miembros de la pareja se resienten en un silencio a gritos que se pone en escena a través de actitudes y conductas que lo evidencian.

- ¿Cómo se puede salir de esta dinámica?

De la misma forma en que se ha entrado. Para que el mecanismo de administración único del dinero común se instale, la mujer en algún momento renunció a ejercerlo y delegó ese rol en el hombre, asumiendo el rol de “la adulta infantilizada que pide lo que le pertenece”. Por tal, la manera de salirse del juego es disponer del dinero común sin pedirlo, dejar de solicitar aprobaciones de gastos y no esconder compras asumiendo que son una “transgresión”. Cuando la mujer se posiciona en el lugar de “par” (pareja = pares) se sale del rol que el hombre le ha asignado y ella había asumido y ahí es cuando comienza un nuevo escenario, por cierto, conflictivo. La diferencia es que una vez que la mujer se rebela a esta situación de “dependencia” y aparece el conflicto, entonces surge la posibilidad de hacer nuevos acuerdos en relación a la administración del dinero que resulte satisfactorio para ambos y entonces se podrá reestablecer el equilibrio y salir de la situación de violencia que implica toda desigualdad. La negativa por parte del hombre de compartir la administración del dinero genera dependencia por parte de la mujer, quien sometida a un ejercicio abusivo del poder sufre un deterioro en su personalidad como consecuencia de no poder tomar decisiones. 

Ni el dinero es “cosa de hombres” ni tampoco “contamina la pureza femenina”. Ni el dinero es tema de hombres ni los niños tema de mujeres. El dinero y los hijos son temas de la pareja, que debe ser equilibrada en la distribución del poder y en el ejercicio de los roles para que sea fuente de plenitud y bienestar y no de frustración y resentimiento.

Legitimar la desigualdad de género en la administración del dinero en la pareja es legitimar la violencia económica y estas historias de desigualdades maquilladas de “amor” suelen terminar infelices en el palacio de tribunales.

Licenciada en Ciencias para la Familia, Consultora Psicológica, Especialista en Crianza y Salud, Mediadora Familiar, Escritora y Conferencista.

 

Lic. Analia Forti
Licenciada en Ciencias para la Familia
Consultora Psicológica
Especialista en Educación Familiar y Crianza
Mediadora Familiar
Escritora
Conferencista

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