LA PRINCESA DEL PUEBLO

Se cumplen 25 años de una noticia que paralizó el mundo: la trágica muerte de Lady Di

Diana Spencer se casó con el príncipe Carlos para ser Reina de Inglaterra pero terminó viviendo un calvario a su lado. Murió en un accidente de tránsito mientras la hostigaban los paparazzis. Esta es la minuciosa crónica de sus últimas horas antes de volverse mito

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En la agonía, Lady Di siguió luchando por vivir. Hasta el último estertor buscó aferrarse a esa vida que había dignificado tantas veces, incluso pagando el precio de renunciar a la posibilidad de ser reina para no abdicar de sus sueños y convicciones. Los bomberos tardaron una hora en sacar su cuerpo atrapado en la parafernalia de hierros retorcidos a los que había quedado reducido el Mercedes Benz S-600 en el que viajaba junto con su novio, el millonario egipcio Dodi Al Fayed (42), y dos hombres de confianza de la princesa: Henri Paul, un empleado de seguridad del Hotel Ritz y Trevor Rees Jones, guardaespaldas de la princesa y único de los ocupantes del auto que no murió. Lady Diana Spencer, de 36 años, fue trasladada por una ambulancia al Hospital La Pitié Salpetriere de París, donde su corazón terminó por apagarse, pese a los esfuerzos de los médicos por mantenerla con vida. Habían pasado cuatro horas desde la brutal colisión...

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UNA PESADILLA

La noche que iba a morir, la princesa de Gales había estado cenando con su novio en el Ritz, frente a la Place Vendome. Habían llegado esa tarde del sábado desde Portofino en un avión privado. La pareja decidió luego regresar a una lujosa residencia que Dodi posee en el distrito XVI, el más exclusivo de Paris. En ese momento se percataron de la presencia de un grupo de paparazzis y opta- ron por tomar un camino al- ternativo, que bordea el río Sena. Ya habían sido foto- grafiados por la tarde en Champs Elysees y no querían nuevas invasiones a su intimidad. Sin embargo, esta particular raza de reporteros gráficos no se iba a dejar despistar tan fácilmente. Montados en varias motocicletas, los paparazzis fueron en pos de más fotos de la princesa y su novio, sin sospechar que minutos después iban a poder sacar una mucho más cotizada y trágica. A instancias de la princesa, el chofer conocido por todos como monsieur Paul apretó el generoso acelerador del Mercedes Benz para escaparse de las motos que como molestas moscas revoloteaban a su alrededor buscando posiciones favorables para el flashazo. Cuando entraron al túnel de Puente del Alma (allí la avenida tiene tres carriles por mano y carece de guardrail que separe ambas direcciones) la vorágine de la persecución había alcanzado ribetes cinematográficos. El auto andaba a más de 200 km (allí el límite de velocidad es 50 km) y los paparazzis apelaban a todo tipo de piruetas para no perder posiciones. En la desmesura del vértigo nadie presintió que una tragedia era cada vez más posible. Al llegar a una bajada en la que hay una curva, una de las motos avanzó zigzagueante y habría pasado frente al Mercedes. En su desesperado intento por esquivarlo, el chofer de Lady Di realizó una maniobra brusca, perdió el control y se estrelló violentamente contra los pilares de concreto del túnel. Otra de las versiones dice que el conductor venía esquivando al tránsito lento. Pero de lo que no se duda es de que Paul manejaba en estado de ebriedad. Los análisis dictaminaron que el conductor tenía encima una cantidad de alcohol equivalente a 9 medidas de whisky, Monsieur Paul y Dodi Al Fayed murieron en el instante en que la aguja del velocímetro se clavó en 193 km/h. Lady Di sufrió la fractura de un brazo, politraumatismo de cráneo y heridas en las piernas. Tardaron una hora en sacarla del auto. Cuatro después, ya en el hospital, una hemorragia masiva en el tórax le provocaba un paro cardíaco. La muerte de Diana se propagó en instantes y generó una obvia conmoción mundial. El príncipe Carlos de Inglaterra, ex marido de Lady Di, estaba descansando en el castillo de Balmoral cuando recibió la terrible noticia. Los mensajes de congoja llegaban desde todo el mundo. En el hospital Salpetriere se encontraban el ministro del Interior de Francia, Jean Pierre Chevenement y el embajador de Inglaterra, sir Michael Jay analizando los pasos a seguir. El propio director judicial de la policía parisina se puso al frente de la investigación. Los siete fotógrafos - seis franceses y un macedonio- quedaron detenidos. El testimonio de Trevor Rees Jones -único sobreviviente del accidente gracias a que usaba cinturón de seguridadserá fundamental para esclarecer el caso. La vida del guardaespaldas está fuera de peligro, aunque sufrió contusión en el cráneo, lesiones en el pulmón y heridas en la cara. El primer comunicado oficial señalaba que, "según la primeras constataciones, el accidente sería la consecuencia de una circulación a gran velocidad en el túnel del puente de Alma, cuando el vehículo accidentado era seguido por fotógrafos en motocicletas.

INTRIGAS PALACIEGAS

El ataúd con los restos de Diana, embanderado con el estarte real -vaya paradoja-,  un símbolo de los honores que le habían negado en vida, fue trasladado al aeropuerto militar de Northolt, en Londres, en un avión BA416. Alli lo subieron a una carroza fúnebre escoltada por una guardia de honor. A la ceremonia asistieron el principe Carlos, la plana mayor de la monarquía y el gobierno británico, encabezado por el premier laborista, Tony Blair, mientras millones de personas la veían - tristes y aún incrédulas- por televisión. Los hijos de la princesa, Guillermo (15) y Enrique (12), permanecieron en Escocia. En tanto, Dodi Al Fayed fue sepultado el domingo en un cementerio de la localidad de Woking, en el condado de Surrey. Desde el primer momento comenzaron a tejerse numerosas conjeturas acerca de si la princesa de Gales tendría o no un funeral real. Pese a la enorme popularidad de Diana, la reina Isabel II decidió que la ceremonia, a realizarse el sábado próximo a las 11, no tenga las categorías reservadas a los miembros de la familia real. Esta decisión se tomó después de un intenso debate entre representantes de la realeza en el Palacio de Buckingham. Como Diana es la primera esposa que se divorció de un heredero al trono, no existían antecedentes para decidir si ameritaba un funeral real. "Será una ceremonia especial y única", dijo un escueto comunicado real. El féretro será llevado en procesión por el centro de Londres hasta la Abadía de Westminster y de allí lo trasladarán en automóvil hasta la mansión de Althorp, al norte de Inglaterra, donde Diana será enterrada junto a su padre. Cuatro libros de condolencias estarán a disposición en el palacio londinense de Saint James para quienes quieran rendirle tributo a Lady Di. Hasta el día de la inhumación de los restos, el ataúd permanecerá en dicho palacio y las banderas serán izadas a media asta en toda Gran Bretaña hasta el dia de las exequias.

La princesa estaba feliz. Por primera vez desde su separación del príncipe Carlos parecía haber encontrado el amor. El afortunado era Dodi Al Fayed, un multimillonario egipcio, hijo de Mohamed Al Fayed, dueño de la prestigiosa cadena Harrod's y de la de hoteles Ritz Carlton, lugar de la última cena para la princesa. Dodi había conocido a Diana diez años atrás en ocasión de un partido de polo. Y al igual que en la vida, el millonario compitió con el príncipe inglés. Nadie recuerda el resultado del match, pero a la larga Dodi se quedó con el primer premio: Diana, princesa de Gales. La escapada que concluyó con la muerte de los amantes en París significaba la tercera vez que Lady Di se tomaba vacaciones en un año con Dodi. La prensa británica, conocedora como nadie de las intrigas reales, decodificó un claro mensaje de Diana: “Este es mi hombre. Y no me importa que lo ataquen porque es árabe. O que su ex novia llore en televisión". La ex novia de Dodi es Kelly Fisher, una espléndida modelo californiana, quien llamó a conferencia de prensa para denunciar que Al Fayed le había regalado un anillo de bodas y que le había propuesto casamiento. Y lo que es peor, que había hecho todo eso muy po- to co antes de mostrarse a los h besos con Diana por las pla- d yas de Saint Tropez, en el sur p de Francia. Kelly pidió una te indemnización de un millón su de dólares por el despecho di (aunque después del acciden- b te declinó iniciar juicio), cifra que a Dodi no le movió un ce pelo. Su familia es tan multimillonaria que el yate en el que paseaba con Lady Di está valuado en 40 millones de dólares y su fortuna personal era de 1.500 millones, algo así como la deuda externa de un pais chico. Amén de disfrutar de la hacienda familiar, Dodi se encargó de aumentarla merced a su trabajo de productor cinematográfico. Ganó e hizo ganar millones con su participación en los filmes Carrozas de fuego (que ganó el Oscar en 1981); El mundo según Garp; F/X, efectos especiales, y Hook, el regreso del Capitán Garfio. Un verdadero playboy, Al Fayed tenía mansiones en Londres, Nueva York, Los Angeles, Suiza, así como también un garaje lleno de autos de lujo como Jaguars, Mercedes Benz, BMWs, Rolls Royces y Bentleys. Vivía como vive James Bond en sus mejores películas: lujo, mujeres, acción, deportes y mucho glamour.

El 22 de agosto, a escasos ocho días de su muerte, Diana Spencer y Dodi tomaron un avión Gulfstream rumbo a Saint Tropez con la intención de blanquear, de alguna manera, una relación prohibida. A nadie del establishment a británico le gustaba la idea de que la mujer que había sido elegida para ser reina de Inglaterra "se acostara con un árabe". Asi la acusó la prensa sensacionalista de derecha cuando tomó estado público la primera noche que pasó con Dodi. Con él pasó, en la suite Imperial del Ritz Carlton de Paris, "las mejores 24 horas de su vida”, según los diarios ingleses. Diana compartió una noche de amor y ternura con su amante en una suite de 10 mil dólares por día. Luego del mutuo descubrimiento de sus cuerpos, la pareja decidió hacer un crucero a Córcega y a Cerdeña, a bordo de un yate. Allí fueron fotografiados besándose y abrazándose por el paparazzi italiano Mario Bruni. El Palacio de Buckingham reaccionó con prontitud y envió un mensaje: "Diana es la madre de Guillermo, futuro rey de Inglaterra, y no puede establecer relaciones si éstas no tienen por objetivo culminar en un casamiento a corto plazo". Diana, quien nunca se dejó amedrentar por la Reina Isabel, esta vez coincidió con la madre del Principe Carlos. "La próxima vez que vea a Dodi espero que sea con un anillo de compromiso", confesó a un selecto grupo de amigas, quienes olían el anuncio oficial de casamiento para los próximos días de septiembre.  

LOS AMORES DE DIANA

En 1981, Carlos se casó con Diana pero su corazón latía por Camilla Parker, una aristócrata que lo acompañó durante toda su vida. Antes y después de casado, Lady Di soportó esa humillación por siete largos años, hasta que en 1988 se conoció la noticia de que dormían separados. Claro que ella no perdió el tiempo. Desde 1985 hasta 1990, Diana tuvo un amante, el apuesto profesor de equitación James Hewitt, otro que solía jugar al polo con el príncipe Carlos. Partido por el dolor, Hewitt salió de su ostracismo  para decir llorando a la prensa mundial: "Amé a Diana y seguiré amándola toda la vida. Este es un día que el mundo no olvidará jamás". 

También había rumores que la vinculaba al rugbier Will Carling, quien en marzo del año pasado dijo, a través de su propia esposa, que había tenido un romance de siete meses con la princesa de Gales. Pero en noviembre el rumor decía que el médico cardiocirujano paquistanía Hasnat Khan era el nuevo novio de Diana. La versión duró hasta julio. Un mes después, Dodi AL Fayed, otro hombre de tez cetrina, conquistó el corazón de la princesa que quería vivir.    

El Mercedes Benz en el que viajaba Diana junto a Al Fayed y dos guardaespaldas

Cuando sólo era Diana Spencer, una adolescente de belleza tenue perteneciente a una familia noble pero sin corona, soñaba con vivir en un palacio junto con un príncipe azul. Se imaginaba una vida distinta, gozando de los placeres, y seguramente de los privilegios que otorga la realeza, pero sin dejar de lado una conducta acorde con su sensibilidad, con su capacidad para conmoverse y ser conmovida por las tragedias de sus semejantes. Conocía a Carlos desde los 15 años, pero la rigidez del tradicional recato impuesto en Buckingham le impidió aparecer a su lado hasta que cumplió los 18. Desde su casamiento, el 29 de julio de 1981, se esforzó por mantener una relación llevadera con su nueva familia: cumplía paso a paso con las formalidades establecidas y se desenvolvía casi mejor que su marido en el mundo del nada sencillo protocolo de la monarquía británica. Pero al poco tiempo, todo cambió. Las peleas con Carlos se hicieron cotidianas y el clima en el palacio se cortaba con una tijera. Se asegura que en 1988 el matrimonio no tenía regreso: dormía separado y sólo se mantenía en pie por sus herederos, Guillermo y Enrique. El principio de mantener la intimidad protegida entre las paredes doradas del palacio lo violó el escritor Andrew Morton y ya nada fue igual. Lady Di descubrió que su cuento de hadas no tendría un final feliz y que se había convertido en una trama de traiciones e infidelidades. Lloró mucho, intentó todo - hasta el suicidio- y se dio cuenta de que no le quedaba otro remedio más que reaccionar ante las formas anticuadas y tediosas que le imponía su condición de princesa. Con mucho rencor, no aceptó la proposición de ser relegada a un segundo lugar silencioso y sombrío. Se tomó revancha y se ocupó de que millones de personas se enteraran de las aventuras de alcoba del príncipe con su antigua novia, Camilla Parker Bowles.

Fue la reina madre de Gran Bretaña quien, rodeada de su séquito, aseguró que de haber atravesado esa situación doscientos años atrás, no hubiese dudado en ordenar decapitar a Diana. Ella siguió adelante con lo que dio en llamar “su nueva vida en busca de la felicidad", mientras su popularidad crecía en forma arrolladora. La acusaban de no renunciar a los privilegios de la clase a la que hostigaba, y como respuesta la princesa inició los trámites de divorcio, en febrero de 1996. Ya nunca sería una reina y perdería todos los honores oficiales dentro del palacio. Pero al mismo tiempo transformaba a Carlos en el primer príncipe divorciado de la historia de Gran Bretaña. La prensa, a la que muchas veces había utilizado con astucia para mojarle la oreja a la familia real, se le echó encima. Si era cierto que tenía tres amantes, le endilgaban seis. Peter Settle, un profesor de oratoria, y James Hewitt, el polista que le enseñó a cabalgar, confesaron estar enamorados de ella y haber compartido más de una noche con ella. 

Pero Lady Di siempre tu muy en claro sus prioridades. Y el cuidado de sus hijos encabezaba la lista. "He resuelto educarlos de manera tal que conozcan los problemas de la realidad y vivan menos pendientes de los problemas de la monarquía que de los del mundo real”, dijo una vez. Pero lo importante, lo que la llevó a Diana a ganarse la simpatía de todo el mundo, fue que ella pusiera en práctica antes que nadie esta filosofía. Se la recuerda suplicando a los paparazzi que no publicaran una foto del pequeño Guillermo orinando en la calle para evitar que se viera envuelto en un escándalo: "Tengan en cuenta que es una criatura y que por insignificantes que parezcan algunas cosas, pueden perjudicarlo”, pidió entre lágrimas. Los fotógrafos, aquella vez, entendieron lo que Diana les estaba diciendo y jamás se publicó esa imagen. Pero además, la princesa acompañó nada menos que a la Madre Teresa de Calcuta y sus misioneras en el Bronx neoyorquino -el barrio símbolo de la pobreza y la marginalidad- y realizó una donación millonaria. Organizó colectas en favor de los enfermos de sida en todo el mundo y hasta llegó a subastar costosísimos vestidos en favor de esa causa. Cuando estuvo en la Argentina, en noviembre de 1995, pasó largas horas conversando con los niños internados en el Instituto de Rehabilitación del Lisiado. Y últimamente, ya de novia con Dodi Al Fayed, viajó a Bosnia por tres días para rogar por el alma de las víctimas de las minas explosivas y abogar contra el uso de esas armas y su desactivación. Por eso la conmoción internacional que provocó la noticia de su muerte trágica. Por eso la multitud que se acercó espontáneamente hasta el portón de Buckingham a dejar flores, rosarios y velas prendidas. Por eso las primeras reacciones populares la elevan a la categoría de Santa Diana, le piden milagros y le regalan oraciones. Por eso la profunda tristeza de saber que Lady Di fue una princesa que quiso vivir... y no pudo.

(Crónica publicada en Revista Pronto el 3 de septiembre de 1987)