Jimena Monteverde nunca ocultó que su infancia estuvo marcada por el esfuerzo y la creatividad de su familia para salir adelante. La reconocida chef y conductora creció en una casa donde la comida no siempre abundaba, pero su madre, Leticia Calvo, encontró una ingeniosa manera de evitar que sus hijos notaran las carencias.
“Mamá había inventado un juego para que fuésemos a dormir sin saber que no teníamos para cenar”, recordó Jimena, revelando uno de los momentos más difíciles que atravesaron.
La estrategia de su madre consistía en organizar una “meriencena” los domingos a la tarde, uniendo lo poco que tenían en casa: pan casero, alguna torta improvisada y zapallitos de la huerta. Para los chicos, era una actividad divertida, pero en realidad, era la forma de ahorrar una comida sin que lo notaran.
A pesar de las dificultades económicas, Monteverde asegura que en su casa nunca faltó amor. De hecho, fue en ese ambiente donde nació su pasión por la cocina.
Desde pequeña, inspirada por su nonna Nina, encontró en los alimentos un refugio y una manera de demostrar cariño. Su habilidad en la cocina comenzó casi por necesidad, adaptando recetas con los pocos ingredientes disponibles, algo que con los años se convirtió en su sello personal.
Hoy, con una carrera consolidada y tras haber pasado por la televisión y la literatura gastronómica, Jimena sigue defendiendo la idea de que la comida es más que solo alimentarse: es una forma de transmitir emociones.
“Todavía tengo muy presente la decepción de ver una alacena vacía, por eso siempre intento compartir recetas accesibles para todos”, afirmó.
Monteverde, que lleva más de 30 años casada con Mariano Monteverde y es madre de dos hijos, sigue cocinando con la misma filosofía con la que creció: hacer lo mejor con lo que se tiene.
Aquellas estrategias de su madre, pensadas para aliviar momentos difíciles, se transformaron en el corazón de su cocina y en el mensaje que hoy transmite a su público.