DOLOROSO

Marie-Anne Erize: la trágica historia de la modelo que fue tapa de Gente, almorzó con Mirtha Legrand y terminó siendo una desaparecida

A comienzos de los 70, las revistas de moda y diseñadores se la disputaban por su belleza tan distinta y salvaje. Ella prefirió dejar un mundo de zapatos de taco y pasarela para caminar con los pies sobre la tierra. Su opción de vida terminó de un modo siniestro.

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Primavera de 1972, Tete Coustarot tiene 22 años y es una de las modelos más requeridas por los diseñadores de alta costura. Manuel Lamarca, el más famoso, la convoca para uno de sus desfiles. Ahí están ellas, bellas entre bellas. Elegantes, distantes, conversan, intercambian consejos estéticos, chismosean, cuentan alguna cuita sentimental. Nada demasiado serio, todo con cierta pátina superficial. Irrumpe una joven con un aire salvaje, marca de su infancia en la selva misionera. Lleva el pelo corto, no usa maquillaje, no viste con ropa cara ni de marca sino con descuido. Tan única como diferente impacta entre mujeres que impactan, sobresale entre modelos que sobresalen. “Fresca, bellísima es absolutamente distinta al resto” piensa Teté, la ve “libre muy libre. Se nota que no le importa la opinión de los demás”.

Mientras se pintan las uñas, la joven no habla de esmaltes ni de colores, no se queja no critica, pero se enciende cuando cuenta de esos chicos a los que les da clases en un barrio pobrísimo en el Bajo Belgrano. "¿Cómo te llamás?" le pregunta Teté. “Marie-Anne Erize” y sale. Ni Teté, ni Mora Furtado, tampoco los que la ven y la conocen pueden prever que esa joven que desfila con la misma gracia de una canción que se eleva por el aire protagonizará una historia de esas que atenazan la garganta y nos dejan llorando para siempre.

Marie-Anne es una de las modelos más buscadas de la época. Delgada por genética -de chica la apodaban Tacuarita- su hermosura diferente impacta. Unos publicitarios conocidos le arman un book de fotos para lanzar su carrera de modelo. En abril de 1972 participa en el concurso de belleza que organiza la revista Siete días y se lleva la corona de primera princesa. A la semana ocupa la portada de Gente y pocos días después almuerza con Mirtha Legrand. Los anunciantes más codiciados se la disputan: Avianca y Jockey. Para la marca de cigarrillos filma un comercial dirigida por Carlos Martin. Posa para catálogos, protagoniza producciones de fotos.

Pero ella sabe que no es modelo sino que trabaja de modelo. A su casa la llaman fotógrafos, agencias, pero también desubicados que hoy detentan su verdadero nombre: acosadores y ella detesta. Cuando desfila deslumbra con su alegría pero ella es feliz en otro lado. Al igual que otras jóvenes de su tiempo -como Cris Morena y Chunchuña Villafañe- realiza trabajo social en un barrio pobre. Diseñadores y marcas saben de su compromiso social, cuando pide modificaciones de horarios para ir a trabajar a la villa, acceden. Ella no concibe ser feliz si los demás no lo son.

Con 20 años decide ir a París. Parte con una guitarra y un amado poncho de colores. Pasea, conoce gente, hace amigos. Hacia fines de octubre, se compra un pasaje y vuela a Nueva York. Se presenta en agencias, no la contratan y ayuda a Paco de Lucía a promover su espectáculo en el Carnegie Hall. Vuelve a París, el centro de la ebullición intelectual. En perfecto francés discute sobre el capitalismo, el Che en Cuba y Allende en Chile. La acusan de “burguesa”, la apodan “Madre Teresa”. Regresa a su lugar en el mundo: Argentina.

Intenta acomodarse al mundo de los desfiles pero sabe que lo que la hace feliz no es caminar con tacos sobre pasarelas sino con los pies sobre la tierra. La superficialidad la agobia. Deja el modelaje, comienza a trabajar en Austral y se inscribe para estudiar antropología en la UBA. Son tiempos de revolución y de revolucionarios, tiempos de “poner el cuerpo” y militar en el mundo real y no el inexistente mundo virtual. Hoy resulta incompresible pero buena parte de una generación encuentra en las organizaciones revolucionarias su lugar de pertenencia. Marie-Anne se siente identificada con los que se prefieren “libres o muertos, pero jamás esclavos”. No le interesa la violencia. Cree en Perón y en lo que representa para los más pobres.

Para 1975 el clima de violencia es irrespirable. Ella no participa en acciones violentas. Con Daniel Rabanal, su pareja y militante, deciden instalarse en Mendoza. El 6 de febrero su pareja es detenida. Su familia y la de su novio le piden que se vaya a Francia, pero ella no concibe dejar el país. Cuando su mamá le suplica que vuele bien lejos le responde “Pero yo no hice nada. No soy una terrorista. No formo parte de la agrupación. Solo quiero ser pobre entre los pobres”.

Se muda a San Juan. Se hace llamar Lucía y a veces, Sofía. Intentando pasar desapercibida se corta el pelo y se lo tiñe. Es imposible su belleza sigue siendo inocultable. Para sobrevivir da clases de castellano y de francés, pero la plata no alcanza y la joven que fue princesa y portada, decide trabajar de cosechera. La modelo que conoció el brillo de las pasarelas y las noches de Mau Mau duerme en una carpa, traslada el agua en baldes y solo come arroz, pastas y alguna conserva.

A media mañana del 15 de octubre de 1976 lleva a arreglar su bici al local de Domingo Palacio. Tiene un problema de frenos o en una cubierta, nada grave. El arreglo será rápido y el bicicletero le dice que regrese en un rato. Marie-Anne vuelve, paga, saluda, sonríe, se va. En la vereda un hombre vestido de civil se le acerca de manera violenta. Ella se resiste. Palacio intenta ayudarla, pero tres hombres lo inmovilizan contra la fachada del negocio. Uno lo amenaza con un arma y le ordena: ‘Guardá la bicicleta, seguro que alguien va a venir a buscarla’. Marie- Anne grita, grita, grita, son los aullidos de la que se descubre una presa acorralada. Dos de esos hombres ya no actúan como hombres, se convirtieron en cazadores y la meten a la fuerza en un auto. En la calle tirados quedan sus anteojos y uno de sus zapatos.

Marie-Anne permanece desaparecida. La justicia actuó 35 años después. Determinó que los responsables de su secuestro, violación y desaparición son Daniel Vic, Jorge Olivera, Osvaldo Martel, Carlos Malatto y Eduardo Cardozo, que eligieron actuar como violadores y asesinos en vez de como hombres. En el 2021 a Olivera le otorgaron la prisión domiciliaria. Malatto reside impune en Italia. Dicen que es útil aprender a entender el propio pasado. Mentira, es útil, pero también tremendamente doloroso.

Fuente: “La desaparecida de San Juan”, de Philippe Broussard.