El dólar estadounidense, históricamente considerado la moneda más poderosa del mundo, está comenzando a perder terreno en varios países que decidieron restringir o directamente prohibir su uso en ciertas operaciones.
Esta tendencia, conocida como desdolarización, avanza con fuerza en Europa y otras regiones del planeta. El objetivo es claro: reducir la dependencia de Estados Unidos, proteger las economías locales y evitar el impacto de sanciones o crisis externas.
En los últimos años, especialmente tras el conflicto entre Rusia y Ucrania y la reconfiguración del comercio mundial, la idea de desprenderse del dólar como moneda principal se volvió cada vez más común.
De hecho, el euro se fortaleció en los últimos días, superando los 1,11 dólares por unidad, mientras algunos gobiernos preparan medidas para evitar una posible recesión y contener la inflación. Al mismo tiempo, el yuan chino gana peso como alternativa en acuerdos internacionales.
Entre los países que ya aplicaron restricciones al dólar figuran varios de Europa, como Rusia, que impulsa acuerdos en monedas locales, y Bielorrusia, que limita el acceso al billete verde.
Turquía y Serbia también aplicaron medidas similares, favoreciendo el euro y sus propias monedas. Incluso Hungría se sumó a esta tendencia, reduciendo el uso del dólar en operaciones financieras clave.
Fuera de Europa, China también lidera la desdolarización. No solo promueve el uso del yuan en sus transacciones, sino que impide algunos pagos en dólares.
Lo mismo ocurre en países sancionados como Irán, Venezuela, Corea del Norte y Cuba, que establecieron regulaciones estrictas para eliminar al dólar de su sistema financiero.