Un bizcochuelo perfecto esponjoso, alto y liviano puede arruinarse en segundos si no se tiene en cuenta un detalle clave: el momento de retirarlo del horno.
Este paso, aunque parece simple, es fundamental para conservar el volumen y evitar que la masa colapse. Y lo mejor: con un pequeño cambio en la rutina, se puede lograr un resultado impecable cada vez.
Uno de los errores más comunes es abrir el horno antes de tiempo. Si el bizcochuelo no está completamente cocido en su interior, el ingreso repentino de aire frío y el cambio de presión hacen que se hunda en el centro. Por eso, es importante no abrir la puerta durante los primeros 30 minutos de cocción y verificar la cocción solo cuando la superficie esté firme y dorada.
Pero incluso si está bien cocido, hay un paso final que no se puede saltear: dejarlo dentro del horno apagado con la puerta entreabierta durante 5 a 10 minutos. Esto permite que el bizcochuelo se enfríe de a poco y que no sufra un choque térmico brusco. Sacarlo de golpe a temperatura ambiente puede generar que se baje o se agriete.
Otro punto clave es el molde: no hay que desmoldar el bizcochuelo ni moverlo mientras esté caliente. Esperá a que se enfríe completamente antes de pasarlo a una rejilla o plato. Además, asegurate de que la masa haya sido bien batida y aireada desde el comienzo, ya que un batido pobre también puede contribuir al colapso.