Si solo contamos las películas que dirigió Clint Eastwood podemos decir que la octogenaria estrella hizo mas o menos un film cada dos años. El caso de Richard Jewell llega para cerrar a modo de broche de oro una década que, salvo algunas excepciones, lo encontró explorando hazañas humanas, descubriendo héroes y mostrando flamear decenas de banderas estadounidenses.
El caso de Richard Jewell, tal como su título lo indica, sigue de cerca el episodio que condenó a un guardia de seguridad de un recital a la opresión de una sociedad entera a causa de un malentendido y la manipulación de la información. La historia está basada en un artículo que la escritora Marie Brenner publicó en Vanity Fair y narra los días de Richard Jewell desde que logró su sueño de convertirse en policía y evitó una catástrofe mayor a causa del atentado de Atlanta del ‘96 hasta que fue juzgado erróneamente por los medios, el gobierno y el pueblo estadounidense como culpable del acto.
La última película de Eastwood -sacada del horno a los piques- es la más sólida de todas aquellas que, por h o por b, comparten una suerte de patrón: La Mula, 15:17 Tren a París, Sully, Francotirador o J Edgar. El entramado de El caso de Richard Jewell sale a flote a fuerza de buenas actuaciones -sobre todo de la dupla Walter Hauser y Rockwell, Kathy Bates y John Hamm- y de una serie de críticas mucho más expuestas y punzantes que en otros casos de la obra del director. La película no deja a nadie limpio: ni los medios, ni los políticos, ni nadie escapan de las manos, en este caso justicieras, del viejo Clint y de sus inocentes protagonistas.
Puntaje: 7/10