LA MADRE DEL FÚTBOL

A 10 años del día más triste en la vida de Diego Maradona: la muerte de Doña Tota

La relación entre ellos fue más que especial. Por eso, en un nuevo aniversario de su fallecimiento, el recuerdo más crudo de lo que vivieron hasta el último día.

Por
Escrito en ESPECTÁCULOS el

Un día como hoy, pero de 2011, la luz de Dalma Salvadora FrancoDoña Tota para todo el mundo- se apagó. Había ingresado al Sanatorio Los Arcos un día antes con diversas complicaciones de salud que no pudo superar. Finalmente, luego de ingresar en coma aquel sábado 19, a los 82 años, falleció por una afección cardíaca.

Diego Maradona, por aquel entonces estaba dirigiendo en los Emiratos Árabes, al Al Wasl. Apenas supo de lo que estaba pasando con la salud de su madre, voló rumbo a Argentina. Cuando llegó ya era tarde, su corazón había dejado de latir en el momento en el que él estaba en pleno vuelo.

Faltó la despedida en vida, esa última mirada de madre e hijo, el último beso, y eso fue un puñal en el pecho de Diego. La particular relación que tenía con ella, ese amor incondicional que no tuvo con nadie más, fue su principio del fin. Diego Armando Maradona también murió aquel sábado 11 de noviembre de 2011. Respiraba, continuó trabajando, peleándose con quien se interpusiera en su camino, pero ya no era él. Una parte de su corazón se fue con la Tota.

El bautismo de Diego

“Mi vieja está muy mal, sólo le pido a Dios que no me la lleve. Por favor, que no me la lleve porque sería terrible para mí. Que nos dé otra oportunidad de poder verla en casa, comer con ella, tomar mate con ella, darle un beso. Ojalá que los médicos hagan un milagro, se los pido de corazón”, había implorado ante la prensa días antes del desenlace El Diez.

“La madre del fútbol”, como se la llamaba desde el 20 octubre de 1976, cuando el hijo pródigo debutó en la Primera de Argentinos con 15 años para luego convertirse en ídolo de multitudes, descansa en el Jardín de la Paz, en Villa Vista. A su lado están Don Diego, su pareja de toda la vida, y Diego Armando. Los tres juntos, como una familia, como lo fueron siempre.

Diego con sus padres

No fue solamente su madre, fue muchos más ¿se puede? En alguna oportunidad la definió como: “Mi mamá, mi novia, mi todo”. Un resumen más claro y preciso sobre la unión que tenía no se consigue. No hay otra frase que la pueda equiparar. No le encontraba defectos.

La madre del fútbol

Nacida en Esquina, Corrientes, se crió ahí y en la adolescencia conoció a don Diego Maradona. Chitoro para los amigos. Él trabajaba de una pequeña embarcación pesquera, el dinero no sobraba, y decidieron irse a probar suerte a Buenos Aires, ya con dos hijas: Ana María y Lili. Se instalaron en Villa Fiorito para empezar de nuevo y buscar otros rumbos.

Doña Tota al frente del hogar

Primero viajó ella con su mamá y su hija más chiquita. Consiguieron trabajo limpiando casas y planchando. Cuando se organizaron, viajó don Diego y su hija mayor. Antes de hacerlo, vendió su barco por 3500 pesos. Cuando llegó, se encontraron con la casa que les había sido asignada estaba usurpada, por lo que tuvieron que salir a buscar otra. Finalmente dieron con una sin luz, sin ningún servicio.

La familia se fue agrandando con el nacimiento de Rita (Kitty) y María Rosa, y posteriormente llegaron  Diego, Raúl  (Lalo),  Hugo  y Claudia (Cali). Ya el padre de la familia tenía un trabajo estable y les alcanzaba para vivir, pero no mucho más. Sin ir más lejos, cuando el pequeño Diego se fue a probar a Cebollitas, el dinero se lo dio el técnico que lo probó (Francis Cornejo), para que se pudiera tomar el tren.

Diego Maradona y Doña Tota

Eran felices con eso, no necesitan mucho más. Pero Diego empezó a crecer, a deslumbrar futbolísticamente, y sus vidas cambiaron. Lo que vino a nivel deportivo no hace falta redactarlo. Hasta el que no es futbolero lo sabe de memoria, con lo bueno y lo malo. “Era una familia normal a la que se le vino el mundo encima por culpa mía”, solía decir Maradona.

Amor incondicional 

El quinto hijo de la familia nació el 30 de octubre de 1960. Seguramente nadie se imaginó lo que iba a venir, salvo ella, que lo presentía. Ese día, luego de las contracciones y le trabajo de parto, caminaron tres cuadras hacia la estación de tren de Fiorito y se bajaron en Lanús. Recorrieron otros 150 metros e ingresaron en el Policlínico Evita.

Antes de ingresar, en la puerta –ya había roto bolsa- se agachó para agarrar una medallita, una estrella con perlas que le llamó la atención por como brillaba. No era de valor, pero brillaba mucho. “Me puse la estrella en el pecho. Al ver esa estrella que brillaba supe que me hijo iba a ser especial”, dijo ella en algún momento. A los 10 meses ese pequeño ya caminaba y no se despegaba de la pelota, su único juguete.

Diego Maradona y su mamá

Ella fue su referente, la única persona a la que le hacía caso. Cuando Doña Tota hablaba el silencio era pleno, no volaba ni una mosca. Todo lo que hizo por su familia, pero sobre todo por Diego, hizo que el lazo fuera fuerte. Nunca se rompió más allá de todo.

 “Yo me di cuenta a los trece años de que a mi vieja le dolía el estómago todas las noches porque la comida no le alcanzaba y allí lloré mucho. Era mentira, lo hacía para que comiéramos nosotros. Para ella, comida no había. Quería que comiéramos nosotros”, contó en La noche del 10.

Hablar de un recuerdo, inmediatamente se le venían a la cabeza las milanesas napolitanas que hacía la vieja. “Nosotros comíamos carne una vez por mes, los días cuatro que era cuando cobraba mi viejo y la vieja se hacía unas milanesas napolitanas riquísimas”. De grande, hasta el fatal desenlace, cada tanto iba a su casa para que le preparara esa comida de su infancia.

La primera retribución fue cuando firmó contrato con Argentinos y le pagaron su primer sueldo. “Con esa plata la llevé a comer a mi vieja a una pizzería en Pompeya, como novios. Fue una cita, no una salida así nomás. Salí de ahí sin un peso, pero no me importaba nada”.

El casamiento de Diego y Claudia

El momento más complejo se dio cuando él tenía 10 años y se cayó a un pozo ciego. “Me caí corriendo detrás de una pelota. Quedé hundido hasta el cuello en la mierda, pero no intenté salir. Seguía buscando la pelota y me hundía”, finalmente lo rescató un tío, pero sobre ese hecho, la Tota declaró: “Si Diego moría yo me tiraba con él”.

“Para mí, mi mamá es lo más grande que Dios me dio en la vida. Ella no se equivoca nunca. Está bien lo que hace y lo que dice”, la definió. Palabras desde el corazón que repitió hasta el hartazgo. Nadie lo movió de ese pensamiento. Porque en definitiva, solo ella supo comprenderlo y abrazarlo en los buenos y malos momentos.

Era tan especial lo que vivieron, como los celos que sentían por terceros. Él hasta de su propio padre y ella de todas las noviecitas que traía. Claudia Villafañe lo sufrió en carne propia desde el primer momento en el que empezó todo.

Diego Maradona enterrando a su madre

“Ella era muy celosa. Tuve que esconder a Claudia un tiempo, pero yo ya estaba comprometido”, contó en una entrevista Diego al referirse a su mamá a la cual toda su vida la saludó dándole picos en la boca. “Yo siempre digo que mi viejo llegó primero, sino yo me casaba con ella”.

Fue su luz, esa que no se apagó nunca en su alma y que lo acompañó y recordó siempre hasta aquel 25 de noviembre de 2020, fecha de la muerte física de Pelusa. Hoy están los tres unidos como cuando vivían en Fiorito, sonriendo y disfrutando de pequeñas cosas. Porque en definitiva, eso fue lo que siempre los unió.