SE HARTÓ

La furia de María Valenzuela: "No hablen más que si estoy flaca, demacrada o enferma"

La actriz expresó su malestar por quiénes hacen comentarios sobre su salud y su aspecto físico

Por
Escrito en ESPECTÁCULOS el

Llegó a pesar 38 kilos. Llegó a pedirles a sus hijos que la internen. Llegó a estar dos meses en una clínica psiquiátrica por depresión. Llegó a reconocer que si fuera por ella se quedaría todo el día encerrada en su casa en pijama. María Valenzuela tuvo la valentía de contar lo que le fue pasando y especialmente de enfrentarlo. Logró armarse para salir de su casa aunque más no sea movilizada por una pasión que ni los fantasmas más densos pudieron extinguir: su  amor por actuar, por el teatro. Y lo sigue haciendo, porque es una de las protagonistas de Eva y Victoria, junto a Sabrina Carballo, que desde el 8 de enero puede seguir viéndose en el Teatro Multiescena.

Claro que el hecho de que la actriz haya expuesto públicamente su sufrimiento, eso no debería habilitar a que reciba el permanente hostigamiento en las redes sociales de quienes la interpelan por su apariencia o quieren hacer diagnósticos remotos a partir de una foto. La propia María expresó su enojo por esta situación. "Porfi no hablen más que si estoy flaca, demacrada o enferma! No quiero seguir bloqueando gente! Gracias", escribió a modo de reto pero también de súplica en una historia de instagram, harta de agresiones y comentarios hostiles.  

Esto no busca desmentir que Valenzuela haya sufrido situaciones que la han afectado, de hecho ella misma lo ha reconocido. En septiembre de 2019, María fue tapa de la Revista Pronto bajo el elocuente titulo "Si fuera por mi me quedaría todo el día encerrada en casa sin sacarme el pijama",  reflejo inequívoco de la situación que atravesaba. En esa charla se animó a ahondar en las razones que ella creía que la habían llevado a ese lugar oscuro.

"Siento que es algo que me tenía que pasar porque sostuve muchas situaciones dolorosas que anímicamente me hacían  daño y yo con mi fuerza y sin bajar los brazos, le daba para adelante. Eso fue así hasta que falleció un íntimo amigo mío, que era como un hermano y eso me destrozó. Además, yo estaba viviendo cerca de Luján, armando un proyecto de hotel y restaurante en el campo, para lo cual puse todos los ahorros de mi vida y los perdí. La muerte de mi amigo sumada a la quiebra económica me mataron. Ahí caí.

-¿Tan amiga eras de él?

-Sí, hermanos. Se llamaba Gaspar Mulet, había sido actor en otra época y éramos amigos de toda la vida. Nuestras madres eran amigas, nos criamos juntos y primero fui amiga de su hermana, que tiene mi misma edad. Después nos hicimos amigos con Gaspar, que tenía 3 años menos. De repente, le dio un infarto y murió así, inesperadamente.

-¿Quién te dio la noticia?

-Me llamó por teléfono un amigo en común a las 6 de la mañana. Estaba durmiendo, agarré el auto y me fui adonde vivía Gaspar, me encontré con su amigo, fuimos a la comisaría, hicimos los trámites, el cementerio y demás. Perder a un ser tan querido es tremendo. Soy hija única y tengo amigos que son como hermanos. Gaspar era como un hermano, conocía todos mis secretos, yo conocía toda su vida, mis hijos lo llamaban tío y lo amaban.

-¿Ahí caíste en el pozo depresivo?

-A lo que pasó con mi amigo siento que se sumó también que tenía acumulado mucho dolor por el derrame de mi hija Malena, en 2003. Como tuve que sostener la situación y salir a trabajar, no había podido procesarlo y acumulé mucha angustia y depresión que no pude sacar. En un momento se juntó todo, no te olvides de la muerte de Pichuqui y exploté.

-Cuántas muertes cercanas a tu vida.

-Muchas. Siempre sentí que la parca me estaba rondando. Tengo muchas muertes de muchos seres queridos que se han ido, incluyendo a mis padres también: mamá, Lucía Haydeé, murió en 2002, justo un año antes de lo de Malena, y papá Osvaldo, murió 10 años antes que mamá.

-¿Te costó poner la palabra depresión en tu boca?
-No. Lo acepté rápido. La depresión es muy común hoy en día. Es una enfermedad silenciosa y si no la tratás, puede ser
gravísima. Cada vez conozco más gente que está con psiquiatra, medicada con gotas de cannabis y con medicación para
combatir la depresión. Yo sigo tomando las gotitas de cannabis todos los días.

La internación en el psiquiátrico

La muerte de su amigo había sido en 2016 y fue ahí cuando María cayó en un abismo. A mediados de ese año la internaron en la clínica Las Heras. Ella misma relató en otra entrevista de Pronto el día que pidió ayuda. "Estuve internada dos meses en un  un neuropsiquiátrico. Pero me hizo muy bien. Y cuando salía a tomar un cafecito, me daba cuenta de que hay más locos afuera que adentro. Era tremendo el contraste: veía a la gente corriendo, los autos, los semáforos. Entrar a la cínica era mi refugio.


 

Octubre de 2016. Le dan el alta de la clínica, acompañada por un productor

-¿Cómo fue que te diste cuenta que tenías que internarte?
-Le pedí a Malena que me internara. Todo empezó con un ataque de pánico. Tenía que ir al psiquiatra y no podía. Me había quedado a dormir en lo de mi hijo Juan y no podía moverme de la cama, temblaba, llorara. Mis hijos me habían querido internar y yo no había querido, en su momento. Creo que es uno quien tiene que decidir internarse. Estar bien depende de uno. Por eso decidí internarme.

-Ahora que pasaron unos meses, ¿qué reflexión te merece lo que viviste?
-Fue una gran tristeza, melancolía, nostalgia. Todo originado por la muerte de Gaspar que más que amigo era un hermano. Un profundo dolor hizo que cayera en una profunda depresión. Y eso afectó mi alimentación: porque yo no comía. Sólo desayunaba
y nada más. Me pasaba el día tirada en una cama. Hasta que Fabricio, mi productor, llamó a mis hijos.

María y sus tres hijos: Julián, Juan y Malena, año 2017

 

Es innegable que María está delgada, más allá de que no esté como en sus peores momentos. "Pesé 38 kilos durante la internación en la clínica de salud mental. Me daban un polvo mezclado con leche, eso me hacía engordar y suplantaba una comida. Era un batido mágico que me ayudó mucho. Es más: en mi casa tengo uno de chocolate y cada tanto lo tomo. Pero sí, 38 kilos no son nada; estuve muy flaquita. Mi hijo Julián, que es grandote, cuando me viene a ver y me abraza, me toca los huesos de la espalda para controlarme cómo estoy de gorda. Como estamos en invierno, con la ropa no se ve nada y entonces
él chequea los huesos de las costillas y el omóplato. Y me dice: “Mariquita, hay que comer”. Me cuidan mucho mis hijos. Están
pendientes de mí todo el tiempo", contaba hace dos años.

En agosto de 2020, por caso, hizo un posteo que reflejaba, con dolorosa ironía, lo complicada que es la lucha.

 

Su presente es mucho mejor. Continúa haciendo teatro, ha hecho viajes, se apoya en sus hijos y sus amigos. La lucha sigue, de hecho en agosto de 2021, en el programa PH, conducido por Andy Kusnetzoff admitió que "me miro al espejo y estoy bien pero, como todo el mundo, con altibajos”, y dio a entender que seguía con su tratamiento. Se sabe, los fantasmas de la depresión siempre están al acecho. Por eso, poco y nada la ayuda la falta de empatía de quienes la agreden en las redes sociales. Aunque terminen bloqueados, el daño ya está hecho.