Repartida entre la música y el teatro, Patricia Sosa (66) tiene una agenda completísima: de miércoles a domingo se sube a las tablas del Multiteatro para actuar en Perdidamente, de José María Muscari, donde comparte el escenario con Leonor Benedetto, Julieta Ortega, Ana María Picchio y Karina K, y con la que tiene previsto presentarse la próxima temporada veraniega en Mar del Plata, de la mano del productor Carlos Rotremberg. A su vez, no dejó de lado su carrera musical y sigue brindando sus conciertos tanto en Buenos Aires como en el resto de la Argentina.
“Me presenté hace poquito en el Auditorio Belgrano y venía de hacer dos conciertos en Uruguay, así que re contenta con eso. Me presento con mi banda en vivo, repaso mis grandes hits y toco temas nuevos también, que compuse durante el encierro de la cuarentena”, confió Patricia, quien está en pareja desde siempre con Oscar Mediavilla, padre de su única hija: Marta. Y agregó: “Muchas canciones que toco me las piden por Instagram y eso es novedoso: empecé a armar mi repertorio a la carta, a partir de lo que la gente me pide por las redes sociales. A veces me piden canciones tan retro que de algunas ni me acuerdo, ja”.
-Pasaste la pandemia con Oscar en Córdoba, ¿no?
-Ay, sí ¡y la pasamos tan bien! En ese momento me puse a escribir mucho. No tenía ni una guitarra ni un piano ni nada, ¿entonces sabés lo que hacía? Componía por teléfono, los llamaba por celular a mis músicos, les cantaba y ellos tocaban algo que se suponía que era; después me lo mandaban grabado por WhatsApp y así. ¡Era un desastre, pero sabés qué lindos temas compusimos!
-¿Te inspirabas con el entorno de las sierras?
-Sí: el lugar es maravilloso y, además, para serte sincera, teníamos mucho tiempo libre con Oscar y estábamos al pedo. No había nada que hacer. Aparte, el vecino más próximo está a cinco cuadras y se me venía toda la música a la cabeza. Hicimos de todo ahí. ¡Hasta le corté el pelo a Oscar en vivo por camarita! Lo dejé medio pelado de un lado, pobre. Después nos pusimos a jugar entre nosotros y la pasamos bomba.
-¿Sintieron miedo?
-No porque estábamos los dos solos y era imposible contagiarnos de nada. Nos cuidamos mucho y en un momento, cuando nos permitieron volver a Buenos Aires, tomamos la decisión de emprender el regreso. Eso fue cinco meses después y empezamos con los streamings porque no se podía hacer nada presencialmente. Los músicos la estaban pasando muy mal porque nadie laburaba y fuimos activando por ese lado.
-Al estar solos en la montaña, ¿se redescubrieron como pareja desde otro lugar?
-¿Vos sabés que sí? Nosotros no vivíamos juntos desde 1996, que fue cuando cada cual se fue a vivir por su lado hasta que el otro te llamaba porque se le quemaba el pollo y entonces ahí sí íbamos a darnos una mano. Pero acá empezar a vivir juntos fue toda una experiencia. Al comienzo, dijimos: “Bueno, 15 días no son nada, es como estar de vacaciones”. Pero después nos dimos cuenta y dijimos: “Qué suerte que pasó el tiempo”. Los dos teníamos el ego tan domado, los dos sabíamos quiénes éramos, los dos nos amábamos mucho y además yo me tomaba mis clases de meditación diarias y Oscar respetaba mis tiempos absolutamente de silencio. Y cuando yo salía él siempre me estaba esperando con un mate cocido. A mí me gustaba verlo trabajar en la computadora, inventando cosas y planificando. Fue hermoso todo. Y nos empezamos a descubrir de otra manera, desde el ser adulto.
-¿En una nueva etapa de sus vidas?
-Totalmente. Nosotros habíamos convivido cuando éramos chicos, muy jovencitos y la nena era muy chiquita. Y ahora somos personas grandes y está hermoso necesitar el hombro del otro. El ir a la cama, mirar una película y decir: “Qué suerte que estoy con mi amor”.
-¿Después de Córdoba siguieron viviendo juntos en Buenos Aires?
-Sí. Cuando llegamos de Córdoba, en el edificio donde vive Oscar había muchos casos de Covid y como yo vivo en un lugar bastante más campo, le dije: “Por favor, quedate en casa”. Entonces, se quedó y se lo tomó al pie de la letra porque todavía no se fue. Estamos haciendo una remodelación de la casa así que supongo que viviremos juntos de aquí a la eternidad.
-O sea que la pandemia les cambió el pensamiento y aunque antes no convivían, ahora eligen hacerlo.
-Exacto. Al de arriba lo llamo el titiritero mayor y pienso que el de arriba dijo: “Ah, ¿no quieren vivir juntos? Tomá”. Hay épocas para todo. Hay épocas en las que uno necesita la independencia o la individualidad y otras en las que no. Recordá que estamos juntos desde los 16 años y cuando nos separamos fue porque necesitábamos alejarnos. Es más, siento que la separación salvó mi pareja.
-¿Cuánto tiempo estuvieron separados?
-Separados sin hablarnos, divorciados con papeles y todo estuvimos tres años. ¿Si lo extrañé en ese tiempo? ¡Mucho! Mucho pero todavía a los dos nos dominaba el ego y el orgullo. Hasta que un día empecé a meditar y a meterme para adentro. Todo el mundo me mandaba a hacer terapia y fui al psicólogo pero no tenía ganas de hablarle a nadie. No quería contar lo que me pasaba y necesitaba recuperarme a mí. Había conseguido un éxito rotundo, había salido justo en esa época Aprender a volar y la primera vez que dormí en mi casa soñada dos noches seguidas, habían pasado tres meses. Me había convertido en la producida de mi productor y las discusiones sobre el laburo eran eternas. Yo no quería eso para mi vida sino otra cosa; no tuve la culpa del éxito.
-¿No supiste manejarlo?
-Tal cual. No lo supe manejar. Era una piba de Valentín Alsina y de Barracas que me gustaba cantar y andar por la calle. Entonces, empecé a dominar mi ego, a domarlo, a ponerlo abajo, a descubrirme y un día, después de los tres años, lo llamé por teléfono a Oscar.
-¿Vos lo llamaste?
-Sí, yo. Lo llamé porque había aprendido que uno tiene que poner el ciento por ciento de uno para mantener las relaciones. Y yo me daba cuenta de que lo amaba a Oscar, entonces dije: “Voy a poner mi ciento por ciento. Después, si resulta o no es una cuestión del otro”. Entonces, levanté el teléfono y le dije: “Mirá, Oscar. Empieza el año 2000, no sé en qué andás vos, no tengo ni idea si estás con alguien, si no estás con alguien. Lo que te quiero decir es que mis sentimientos están intactos como cuando tenía 16 años. Me encantaría empezar el milenio con vos porque es la familia que soñé”.
-¿Qué te respondió?
-Se hizo un silencio total. Entonces, me dijo: “En 20 minutos te llamo”. Ahí pensé cualquier cosa y dije: “Bueno, debe estar con alguien y tiene que irse para otro lado, ordenarse, pensarlo”. A los 20 minutos me llamó y me dijo: “Contraté un crucero, ¿nos vamos?”.
-Qué emocionante.
-No sabés lo que fue. Nos fuimos al Caribe pero no piensen que ahí sonaron los violines y fuimos felices para siempre. Ahí hubo que empezar un remo y no fue fácil porque al principio también era pasarse facturas. Era decirnos: “Me pasó esto, te pasó aquello, porque vos querías imponer y yo no…”. Bueno, nos peleábamos y volvíamos a estar juntos porque sabíamos que estábamos peleando por un amor. No es que estábamos peleando por un status social ni por el reconocimiento de la gente ni por vender más discos. ¡Era por un amor!
-¿En ese impasse siguieron trabajando juntos o no se vieron más?
-Hicimos un disco al principio y no dio resultado. Artístico puede ser, ni me acuerdo, pero nos sentíamos mal. No, no, no quise. Lloré más de lo que canté, te digo. Recuerdo que estábamos en Los Angeles, había terminado de meter mi última voz y me volví sola. No la pasé bien y Oscar tampoco. Ninguno de los dos la pasó bien, no era una época para estar juntos. Necesitábamos estar separados.
-En esos tres años, ¿pudieron rearmar sus vidas amorosas?
-Mirá, de esa parte nosotros hicimos un pacto de no hablar. Cada uno ha tenido su libertad y su posibilidad de conocer a otras personas para palear la soledad o para ver si resultaba. En ninguno de los dos casos resultó nada. Entonces, gracias a Dios pudimos reencontrarnos.
-¿Cómo vivió esa etapa tu hija, Marta?
-Marta fue una nena muy amada. Oscar como papá es el padre más presente, y hasta te diría hinchapelotas, que existe en esta tierra. Siempre ha sido un padre muy muy presente y yo como mamá también. Soy una madre que abraza, que besa, que no se guarda nada. Entonces, Marta no sintió el dolor de la separación. Y cuando le preguntaban en el colegio por el estado civil de sus padres, ella no tenía ni idea. “No sé, uno vive en un lado y el otro vive en el otro”, respondía ella. “Son mis papás, no sé”, decía.
-Qué importante que la pudieron proteger.
-Sí. Siempre con ella hemos tenido una relación de padres maravillosa, súper presentes y entre nosotros mismos estuvimos en función de eso. Si había que ir a una fiesta escolar, un cumpleaños, un festejo o algo, siempre estábamos todos juntos.
-¿Se divorciaron y no se volvieron a casar?
-No. No nos volvimos a casar. ¿Si estuvo ese proyecto? A veces jorobamos con eso pero para lo único que serviría, la verdad… No, no sé para qué serviría la verdad. Lo único sería para hacer una linda fiesta. Te voy a contar más, una anécdota hoy graciosa pero que en su momento Oscar me pareció un ridículo total.
-Te escucho atentamente.
-Resulta que estábamos en pleno juicio de divorcio, fuimos a Tribunales, yo con mi abogado y mucha cara de culo. Hacía como dos años que no lo veía. De repente, Oscar aparece con un ramo de flores. Lo miré con una cara tremenda porque me parecía un ridículo y le pregunté: “¿Y esas flores?”. Y me respondió: “Son para agradecerte los años de felicidad”.
-¿Te mató de amor?
-No, ¡al revés! Me dio rabia y ganas de partirle el ramo de flores por la cabeza. Le respondí: “Encima que estoy enojada, ¿me estás cargando?”. Cuestión que entramos a Tribunales, estaba la jueza que nos iba a separar y cuando estábamos ahí, me salió del alma decirle: “¿Uno se puede volver a casar con quien se divorcia?”. La jueza le dio un golpe al escritorio y dijo: “Bueno, bueno, ¿qué está pasando acá? ¿Ustedes están tomando a broma esto?”. Claro, yo entré con un ramo de flores y parecíamos dos locos.
-¿Pero se divorciaron o no?
-Sí, sí. Firmamos el divorcio y después de poner la firma, me dijo Oscar: “¿Desayunaste?”. Le respondí que no y me invitó a hacerlo. “¿Vamos a tomar la leche juntos?”, me propuso. “Tengo un nudo en el estómago que no puedo más”, agregó. A mí me pasaba lo mismo y nos fuimos a desayunar juntos.
-O sea que se estaban separando, aun amándose mucho.
-Sí, claro. Aparte acordate que nosotros somos vocacionales con la música desde que nacimos. Entonces, no solamente era el amor de la pareja sino también de hacer cosas juntos. Era el amor del salir a tocar, él agarrar la guitarra, yo ponerle la voz y la música que nos unía. Todo se terminó, todo. En ese momento justo me llamó Ariel Ramírez y me fui dos años a cantar con él pero no quería ni cantar una canción mía porque todo me traía un recuerdo de Oscar.
-¿Es errado se si dice que sos un producto de Oscar Mediavilla?
-En realidad, no sé si está tan errado. Porque Oscar me fue moldeando. Le entregué una materia prima. Soy una cantante y Oscar me fue guiando por diferentes lugares y yo me dejé guiar porque me daba cuenta de que él tenía razón. Pero para darme cuenta de eso, tenía que pelear mucho porque también quería imponer mis cosas. Entonces, al final encontramos un punto medio y ahora estamos en el punto exacto. Puedo decir que estamos a punto caramelo.
-¿El produjo a otras figuras importantes?
-Oscar tiene a más de cien artistas, que ya venían hechos pero él los terminó de apuntalar, ¿se entiende? Desde Los Pimpinela hasta los Divididos. Ha hecho cosas de Calamaro y miles más. A todos los guió bien y los hizo grabar. Cada cual ha sido exitosísimo en lo suyo. Oscar es un tipo con un oído y una intuición única. Es muy difícil encontrar a alguien que agarre al artista y le diga: “No, no, andá por este lado”. El artista lo cuestiona pero lo hace y termina sacando lo mejor.
-Tu familia te habrá visto sufrir mucho con la separación y a Oscar seguro que también. Cuando decidieron volver, ¿les influyó la opinión del entorno?
-No. Lo que pasa es que mi familia a Oscar lo quiere como si fuera su hijo. Mi mamá tiene 92 años e imaginate que lo conoce a Oscar desde los 16. Nos criamos todos juntos nosotros, entonces fue muy triste para la familia nuestro divorcio. Y cuando decidimos empezar a volver, mi mamá me dijo: “Hija, andá con cuidado”. Me quiso proteger y recuerdo que me dijo eso. Del lado de Oscar, le dijeron: “Si es el amor de tu vida, jugate y andá”.
-¿Cómo está tu mamá?
-Espléndida. Está bárbara, con 92 años está divina y vive conmigo. ¡Y ahora también con Oscar! A mis papás me los llevé a vivir conmigo hace cerca de 25 años. Porque mi papá se empezó a enfermar y tuvo cuatro ACV pero milagrosamente estaba siempre bien de la cabeza y muy alegre y divertido. Entonces, me compré una casa más grande y me los llevé a vivir conmigo y con Martita. Creíamos que papá no iba a durar más de uno o dos años y vivió 20 años más. fueron 20 años más súper alegres, con fiestas y pidiendo que hagamos jodas. El tipo con su andador se paraba y quería bailar. Mi viejo fue divino y murió en 2015, rodeado de todos sus afectos.
-¿Por qué te los llevaste a vivir con vos?
-Fue una decisión personal, muy mía y les dije a mis hermanos: “Miren, chicos, yo decidí que mis papás son míos. Si ustedes quieren que sean de ustedes, también ocúpense. Pero yo decido que son míos y me los llevo a casa”. Tengo dos hermanos y viven en Buenos Aires. Tenemos una familia muy linda y mamá, con 92, los necesita mucho y todos se ocupan mucho de mimarla.
-¿Qué hace durante el día tu madre?
-Se la pasa haciendo sopas de letra, gimnasia todos los días y tenía un entrenador personal pero cuando empezó la pandemia ya no vino más. Entonces, tiene una instructora por YouTube con la que hace gimnasia para la tercera edad todos los días. Es sentada y dura una hora y media. ¡Todos los días! A veces, ni yo le puedo seguir el tren. Yo la conecto a la compu o sino la ayuda Marta y es importante que esté así de activa.
-¿Se ve con gente de su edad?
-Sí. Hay un centro de jubilados que es el mejor de Iberoamérica, que se llama Puerto Libre y queda en Martínez, y es para la gente que vive en la Zona Norte. Son cuatro hectáreas en el río y mamá va para allá. Tiene pileta climatizada, cine con debate, folklore, ¡hasta karaoke! Es muy divertido, con gente de su edad y se siente muy bien. Además, para ella es ley mirar a Marcelo Tinelli. ¡Lo ama! Cada vez que empieza un programa, me dice: “Mandale a Marcelito un mensaje por favor”. Entonces agarro el teléfono y le digo: “Marce, mamá te manda un beso y que tengas mucha suerte y muchas bendiciones para este nuevo ciclo”. Y Marcelo siempre le responde muy cariñoso. “Gracias, mi amor”.
-¿Es coqueta?
-¿Qué? ¡No sabés lo que es! Es muy coqueta y siempre me está diciendo: “Ay, Patricia, arreglate un poco más”. Me miro y para mí estoy bomba pero ella siempre me pide que me arregle más. ¡Siempre quiere más! “¿No te podés poner una pollera más corta?”, me sugiere y yo le respondo: “Mamá, ya soy grande”. Pero siempre me retruca: “Callate, acá yo soy grande”. Cuando hice la campaña de ropa interior, ella estaba chocha. Mirá que a mí me tuvo que llamar Machado para convencerme y decirme que me iba a recontra cuidar en las fotos. No quería saber nada y mamá estaba fascinada.
-¿Cómo seguís en lo laboral?
-Perdidamente sigue funcionando maravillosamente bien en el Multiteatro y debutamos en enero en Mar del Plata, donde estaremos durante enero y febrero de la mano de Carlos Rottemberg. La idea es instalarme en la costa y en ese tiempo Oscar va a estar yendo y viniendo. Todos van a ir y venir porque su laburo está acá.
-¿Dejás un tiempo en stand by a la cantante?
-No, no. Tengo un arreglo hecho con mis compañeras y con Rottemberg también, que cuando tengo conciertos me voy y me reemplazan. Recordá que tengo 12 personas trabajando conmigo en la música y no puedo ni quiero desarmar eso.
Por Nicolás Peralta
Fotos: Gentileza Patricia Sosa