Veinte años pasaron de aquel inolvidable 29 de noviembre de 2002, día en que Mónica Ayos y Diego Olivera tomaron la decisión de sellar su amor en una ceremonia religiosa ante la presencia de sus seres más queridos. El lugar elegido fue la Iglesia Guadalupe, en Palermo, a la que la actriz ingresó tomada de la mano de su hijo Federico, quien por entonces tenía 10 años. La pareja de artistas se había conocido poco más de dos años antes en las grabaciones de Matrimonios y algo más y el flechazo fue inmediato. Hoy, a 20 años de aquel gran día, Ayos habló con Pronto desde México -donde vive desde hace muchos años con su marido y sus hijos Federico (30) y Victoria (18)- y recordó su gran casamiento con Olivera.
-¿Qué significa esta fecha tan especial de sus 20 años de casados?
-El 29 de noviembre del 2002 fue la fecha que elegimos hace 20 años para celebrarnos y sabemos que en lo simbólico nos pone en contexto y nos da una noción del paso del tiempo habiéndonos elegido en cada etapa. Pero el gran día fue cuando nos dimos cuenta de que nos estábamos enamorando mucho: eso fue un año antes de casarnos; ese fue el verdadero punto de inflexión.
-¿Cómo recordás aquella noche del "sí quiero" y la fiesta?
-Fue una noche inolvidable. Fue una fiesta hermosa con ambas familias ¡hasta que salió el sol! Estaban nuestros abuelos, mi hijo Federico tenía 10 años y fue quien me acompañó hasta el altar. Un momento único para los 3. Recuerdo también el cariño de gente en la calle, pendientes y en total conexión con lo que estábamos viviendo. Realmente no esperaba a esa multitud en la Iglesia Guadalupe de Palermo, saludando desde los balcones mientras llegábamos. Y varias calles cortadas alrededor de la plaza Freud por la cantidad de personas agolpadas.
-¿Cómo fue la propuesta de casamiento?
-No hubo previa convencional, si es al anillo de compromiso y al pedido te referís. Nosotros siempre nos corremos de la estadística. De verdad, las decisiones más grosas las hemos tomado en lo cotidiano, entre nosotros y sin formalidades. Solo recuerdo a Diego cuando nos pusimos de novios, escribiéndome una suerte de nota/confesión profunda y hermosa en una servilleta de papel, algo de verdad muy genial y tomando un café con leche. Tal vez ese día pudo haber sido uno de los impulsos de más envión en ambos para lo que después vendría. Una vida juntos... ¡ni más ni menos!
-¿Tu balance de estos 20 años juntos?
-Un camino de alquimia hermoso que nos transformó en el equipazo que somos. Una apasionada y loca mezcla que hizo de ambas energías una excelente mancuerna.
-¿Existe una fórmula del amor para perdurar en el tiempo?
-No lo sé... No sé realmente si existe una fórmula. Gustarnos, nunca dejar de ser nosotros mismos, no perdernos en la vida del otro, amaestrar al ego, seguir con esa impronta apasionada, admirarnos y elegirnos a consciencia cada día. Todo eso garpó bastante. Fue eso y también abrirnos a los cambios y desafíos que trae el proyecto de vida, el crecimiento en general, los propósitos en común y también los individuales. Sentirnos plenos y felices era la premisa.
-¿Por qué Diego es el hombre de tu vida?
-Es que para mí la pregunta en mi mente es: ¿Por qué Diego Olivera no lo sería? Dame un motivoooo jajajajaja. Más leo el diario del lunes de la vida y más me doy cuenta de que fue uno de mis grandes aciertos, en todos los sentidos.
-¿Alguna anécdota o momento especial de la fiesta que recuerdes?
-Sí: ¡miles! Pero la de alto impacto y menos contada es que el tercer año de casados perdimos los anillos yo en Telefe (estábamos laburando a full pero en diferentes ficciones) y él lo perdió en Canal 13. Si alguien los vio nos chiflan.
-¿Qué soñás a futuro con tu marido?
-Sinceramente trato de vivir el aquí y ahora porque siempre fui muy ansiosa y aprendí a controlar esa parte que me hacía estar siempre distraída en "lo que vendrá". Estos años cumplimos un montón de metas y anhelos tanto personales como en pareja y familiares, así que por ahora no puedo más que agradecer al universo haberme dado la valentía de animarte a tomar los riesgos y desafíos que vengo tomando de unos años a esta parte, y junto a ellos la posibilidad de elegir y diseñar la vida que quiero y que me gusta.
-De adolescente tuviste un hijo, en circunstancias difíciles. ¿Te imaginabas este futuro?
-Sabía que había un destino mejor para Fede y para mí. Yo con 19 años y un bebé en circunstancias nada fáciles ni gentiles en mi entorno, ya tenía en claro que mi búsqueda principal sería primero estar a salvo los dos y después comenzar un camino de crecimiento. Aunque te confieso que nunca proyecté estas maravillas que me brindó el destino.
-Fruto de tu trabajo personal, Mónica.
-Tuve etapas no tan pintorescas, elegía distinto porque tenía otra perspectiva y todavía no conectaba con el merecimiento sin algo de drama y/o sacrificio. Con los años fui una muy buena alumna de la vida y las experiencias, aprendo rápido y no me acomodo en lugares que me invitan a repetirme o a estancarme arando en falso. Siempre supe que había una forma de romper esa especie de alianza con el dolor. Y a partir de despejar mis puntos ciegos pude avanzar acorde a mis ganas y las fichas que yo misma puse en mí. Eso es esencial: creer en uno mismo, como siempre lo hice. Está en mi esencia buscarle la vuelta a esta existencia para tratar de ser muy feliz todo el tiempo posible.
La entrevista con Pronto la llevó a Mónica a repasar una de las noches más emocionantes de su vida y abrió el baúl de los recuerdos, en el que se encontró con un montón de imágenes de su historia de amor con Diego. Y gentilmente compartió con nosotros las postales más significativas junto a Olivera y sus hijos Victoria y Federico.
Por Nicolás Peralta
Fotos: Archivo revista Pronto