"Un día gané cuatro millones de dólares en el casino". Jacobo Winograd supo ser el jugador de ruleta más importante del país. Antes del Jacobo mediático, antes del romance con Silvia Suller, los chistes y la canción del chizito, antes del Jacobo de las frases que se volvieron populares como "billetera mata galán" o "no son gatos, son pumas de bengala", antes de sus peleas bizarras con Guido Suller. Allá por fines de los 80, los albores del menemismo, Winograd tenía en el Hotel Sheraton de Retiro un local que alquilaba autos de alta gama a los huéspedes millonarios que paraban todos allí, en tiempos donde la oferta de hotelería de lujo de la ciudad de Buenos Aires era muy limitada. No había Faena ni Hilton ni Haytt. Todos iban al Sheraton.
Por esos años el nombre de Winograd apareció con fuerza en los medios cuando compró la Ferrari que subastó el gobierno nacional. Menem la había recibido de regalo pero la ley impedía que aceptara como primer mandatario un obsequio tan costoso. En esa época, Jacobo era un jugador compulsivo. Todos los mediodías tomaba un avión para ir a jugar al Casino de Mar del Plata y volvía horas más tarde. En esa época no existían los casinos que hay en la zona del amba, ni el barco que está en la Costanera ni el de la zona de Tigre.
El día que ganó cuatro millones de dólares, Jacobo fue noticia en todo el mundo. "Hice saltar la banca", le cuenta a Gastón Pauls en su programa Seres libres, al que fue a hablar de su adicción al juego. "Soy la única persona que saltó la banca en Mar de Plata en el año 88. Era un enfermo del juego", afirma y lo describe con una figura contundente. "Yo soñaba en vez de con una mujer con el 23, 26 , 29 y 32."
Antes de narrar su colapso económico, Jacobo dará detalles de aquel día de gloria. "Salí en los diarios más importantes del mundo. New York Times, Washington Post, Le Fígaro y Le Monde de París, en Las Vegas hay una foto mía. Salté la banca en el casino de Mar del Plata con 40 personas. Compraron las fichas antes y a la última hora fuimos a jugar a la especial, vino el 32 y cobré casi 4 millones de dólares. Está todo asentado con cheques, todo real", dice.
Desde ese día, le aplicaron derecho de admisión y no pudo entrar más al casino, por haber jugado en complicidad con 40 personas. "Yo no hice trampa, pero le di plata a la gente para que a la tarde vaya al gallinero, que es la sala común de Mar del Plata, compraron la de chance porque hay diez colores, no se puede jugar más y fuimos a la especial. Yo había ganado 45 días atrás y guardé esa plata para jugarla. Antes fui a la enfermería para tomar una pastilla porque estaba muy nervioso. Tenía taquicardia, era así la pila -levanta los brazos hasta donde puede-, cuarenta personas, nunca lo hizo nadie."
Sus tiempos de empresario exitoso se derrumbarían y la fortuna acumulada la terminaría dilapidando en los casinos. Antes de contar su colapso personal, Winograd cuenta que tuvo conocidos que se quitaron la vida en la ruta volviendo de Mar del Plata angustiados por haber perdido dinero y generado deudas que no tenían como pagar. "El juego es una enfermedad", afirma. "Hay mucha gente que va a buscar la diaria", dice en referencia a quienes juegan buscando llevarse lo que necesitan para vivir un día más. "No saben que el que juega por necesidad, pierde por obligación. El Casino tiene tiempo, resto y te espera. La ruleta es el juego más noble que hay. No hay trampa, no hay mula. Pero no le podés ganar", sentencia.
Jacobo en algún momento dejó de ser afortunado en el juego y lo fue en el amor. No en el de pareja, porque él mismo afirma que "nunca viví con una mujer ni me enamoré". El amor, el único además del juego que se terminó, se llama Nazarena. "A mi la que me hizo cambiar todo fue mi hija. Nació el 96 y estuve 14 años sin jugar por amor a mi hija", cuenta. Después si, describirá cómo fue la caída. "Yo ganaba mucha plata y hacía muchos negocio, tenía la empresa Car Rental que era mía, y ganaba mucho dinero. En esa época yo soñaba con el juego. Entraba a las 3 de la tarde al casino de Mar del Plata y me iba a las 3 de la mañana. Comía ahí. Cuando ganás, Gastón, te sentís el hombre más importante del mundo; cuando perdés grande como perdí yo muchas veces, te sentís la peor", asegura.
Después contará como son las penurias del apostador derrotado. "Los prestamistas estaban, eran muchos, la plata costaba el 10% semanal para jugar. No la pedís para operarte ni para comer, la pedís para jugar y te cobran el 10% semanal. Y pagás o pagás. O pagás con plata, o pagás con tu vida. En Las Vegas lo mismo. Vos vas a pedir un crédito, ¿no pagás? No hay problema, andá tranquilo, después atenéte a las consecuencias."
A Jacobo le gusta hablar usando frases con aires de refrán, de sabiduria de la calle. Dirá entonces que "la plata del juego es sagrada", "la plata hay que pedirle como rey y devolverla como rey", o "sos taura para jugar, sos taura para pagar". Después dirá también que el juego es la peor porquería. "Yo a la gente le aconsejo que no juegue, que es terrible. No le podés ganar al casino, es imposible. Si vas a buscar la diaria y te vas en el momento que ganaste, podés ganar. El problema es la permanencia en el casino".
A la hora de hacer las cuentas, Jacobo se sincera y relata las millonarias pérdfidas que le causó su adicción al juego. "Perdí un chalet en Los Troncos en Mar del Plata. un piso en Libertador y Salguero, la casa de Martínez deonde se filmó Johny Tolengo con Juan Carlos Calabró, una casa de tres mil metros, la mejor casa de Martínez donde el Negro Monzón jugaba a una cuadra al chinchón y después se quedaba a dormir en mi casa, perdí un campo, 10 BMW, 10 Mercedes Benz...Antes yo estaba muy bien económicamente, había heredado una fortuna y me la jugué toda en ocho meses. Yo paraba en el Hotel Dos Reyes y los gastos de comida y de estadía de cuatro o cinco personas que estaban conmigo las pagué, porque no tenía plata, con un Mercedes Benz 0 kilómetros. Le firmé el 08 y le entregué el auto al dueño", cuenta.
Tiempos de una vorágine alucinante y enloquecedora en la que una fortuna se fue dilapidando. Y nadie cerca de Jacobo para ayudarlo a frenar esa inevitable caída. "No tenía familia. Mi madre todos saben que se escapó de Auschwitz, fuimos a Chile, yo no soy argentino, soy chileno y mi papá también. Vinimos acá y mi mamá nos abandonó porque no estaba bien de la cabeza por los nazis. A los seis años me abandonó, mis hermanas fueron a un asilo de la AMIA, yo a Burzaco. A mi papá lo perdí, que es el amor de mi vida, el más grande hasta que vino mi hija. Y si mis amigos me venían a decir algo, me enojaba, yo quería jugar, jugar, jugar. He entrado con dos bolsas de basura Manliba a jugar. He hecho locuras, todos los prestamistas me daban a la plata a mí. Me esperaban, pagaba fortunas. Yo jugaba en seis , siete mesas al mismo tiempo".
En otro tramo de la charla, Jacobo así como asume su ludopatía y la define como una enfermedad, asegura que jamás tomó drogas ni tomó alcohol. Hoy Jacobo admite que cada tanto va al casino pero de otra manera. "A veces voy al barco a jugar, no seguido. Extraño la adrenalina del juego. Todavía sueño con el juego, con las bolas que voy a cobrar, cuantos números tengo que jugar. Pero ya no tanto, a mí me cambió mi hija, Nazarena. Tiene 25 años, vive conmigo ahora. Antes de que parta de este mundo, Dios me hizo conocer el amor. Nunca conviví con una mujer. Me encantan las mujeres, hacer el amor, pero no convivir".
Finalmente dirá que aunque de vez en cuando juegue, no teme recaer en la compulsión. "Ya no, además las condiciones económicas ya no son las mismas. Ahora voy a jugar para distraerme, pero no puedo jugar lo que jugaba hace 30 años. Y todavia siento la adrenalina cuando gira la bola en la ruleta."