Fin de año lo coloca a Gabo Usandivaras (35) en un lugar muy especial, de sensaciones encontradas. Primero porque se acaba de cumplir el primer año de la muerte de su hermana Giselle, quien el 28 de diciembre del año pasado decidió quitarse la vida y le dejó al bailarín un dolor infinito y una herida que tal vez nunca cerrará. Cuando sucedió la noticia, Gabo estaba viviendo en México y luego regresó al país para ordenar un poco su vida y estar más cerca de su papá, quien vive en Córdoba.
En lo laboral, después de un tiempo alejado de la exposición pública, aceptó la propuesta de José María Muscari para sumarse al espectáculo Sex Recargado y este verano es uno de los protagonistas en la versión que encabezarán Iliana Calabró y Juan Palomino en el Teatro Melos de Villa Carlos Paz.
“Estoy muy bien y contento de reconectarme durante estos meses acá con el país. De vuelta retomé mi carrera y me llegó esta invitación de Muscari para irme de temporada a Carlos Paz. Estoy haciendo Sex recargado en una plaza en la que nunca había hecho temporada así que eso también me entusiasma”, arranca Usandivaras.
-¿Sos cordobés y nunca habías hecho temporada en tu provincia?
-Nunca. A ver: cuando empecé a bailar, allá por 2003, hice una temporada como bailarín ahí con Cacho Buenaventura pero vivía en Córdoba, era re niño y fue mi primera experiencia laboral. Tenía apenas 16 años, era un adolescente y la escuela la rendí libre. Tuve una familia muy rara en ese sentido y siempre apostó un montón a mis sueños. En época de entrenamiento muy fuerte, me permitieron rendir la escuela libre y enfocarme a mi carrera que en ese entonces era patín artístico.
-¿Entonces no terminaste la escuela?
-Concurrí hasta quinto grado y de sexto en adelante la rendí libre. No terminé el secundario, llegué hasta tercer año y mi maestra era mi mamá. Era con quien me preparaba para todas las materias con el programa estudiantil y yo iba a mitad de año y en diciembre a rendir todo. Así hasta tercer año y luego no continué. Hubo un punto en el que mi familia no me pidió las exigencias básicas de toda persona y dejé. Al contrario: me dejaron ser y me dijeron que siguiera mis sueños. Así que no estuve muy adentro del sistema.
-¿Te quedó esa cuenta pendiente?
-No. He visto tanta gente con tantos títulos y a su vez con tareas tan pendientes que es relativo todo. No es lo mismo ser una persona civil que cumple con todos los mandatos sociales del deber ser que otra que se enfoca en cumplir directo con sus propósitos y sus sueños. Yo voy por este segundo lado y así evito perder tiempo en cosas que no me interesan. Con esto no estoy diciendo que los chicos dejen la escuela, eh. Claro que no. Pero mis viejos tuvieron una visión muy libre y me apoyaron todo lo necesario para que siguiera mis sueños.
-¿Cuándo se despertó tu sueño?
-Siempre desde chico fui muy artista. Mi vieja siempre decía que la palabra que más usaba de chico era embellecer. Esto es cierto: ella me estimulaba a mí con el embellecer. En vez de decirme: “Andá a poner la mesa”, me lo cambiaba por: “¿Qué tal si embellecés la mesa?”. Sabía que con una orden yo no funcionaba pero con una pregunta más amable, me convencía y yo ya iba y hacía toda la parafernalia.
-¿En qué barrio de Córdoba te criaste?
-En Córdoba Capital, en el barrio de San Vicente. ¡La República de San Vicente! Ahí cerca de donde está el templo de la Mona Jiménez. Era vecino de la Mona, a unas cuadras del monumental Sargento Cabral. Ahora es un barrio más picante pero en la época en que vivía ahí, era tranquilo y jugaba en la calle a la pelota con mis primos. Era otra historia, no es el presente de hoy. Las plazas que veo hoy cuando voy a visitar el barrio, no tienen la misma magia que en los 90. Es otra cosa.
-¿Quién te quedó ahí?
-Mis primos. Ahí vivía mi hermana pero ya la tengo en el Universo directamente a ella, así que ella era el último parámetro que me quedada ahí.
-Definiste a tu familia como “rara”. ¿A qué se dedicaban?
-Mis viejos eran raros en que estaban muy predispuestos a romper el molde del sistema. Como unos rebeldes pero en formato Ingalls. Mi viejo, Roberto, carpintero y mi mamá, Graciela, contadora. Trabajaban juntos y siempre un concepto de familia muy unidos. Éramos los cuatro para todos lados, muy mosqueteros. Desde ese lugar, muy presentes. Los recuerdo a mis padres en todos los actos escolares y las izadas de bandera hasta en mis presentaciones de patín.
-¿Cómo vivieron tu popularidad?
-Mi mamá con babero directamente y los dos con mucho cariño y admiración. Cada vez que vas creciendo en la carrera, te vas aprendiendo a manejar de otra manera y te va afectando todo de distinta forma. Cada vez te llevás menos los quilombos del trabajo a tu casa y desde ese lugar, como padres a ellos les importaba mucho de qué manera me afectaba a mí permanecer en este medio.
-¿Tu papá cómo está?
-Bien, en Córdoba. Mamá falleció hace tres años, en 2019 y papá está en donde siempre. Esta felicidad de que ahora pueda hacer temporada en Carlos Paz es aún más grande porque sé que voy a estar cerca de mi viejo. Es un volver a mi ciudad después de haber viajado tanto y dejarme querer por mi gente. Estar cerca de papá me ilusiona y está bueno cómo se presentó todo.
-La muerte de tu hermana te encontró afuera y a tu papá cerca de ella, en Córdoba.
-Sí. Es una experiencia muy traumática que nos ha tocado como familia y lo sigue siendo. Por más que pase el tiempo, todo es muy reciente y duele mucho. El 28 de diciembre, que es la semana del mismo estreno de la obra, se cumplió justo un año de lo de mi hermana. Encima cayó para Navidad y ya pasar las fiestas es un montón. El 28 fue el aniversario de cuando mi hermana decidió ya no formar más parte de este plano. Entonces, hoy en día se vive desde otro lugar pero en su proceso llegará a ser una fecha de amor y celebración a su modo.
-Será con el tiempo, ¿no?
-Sí, tal cual y cada año tendrá un modo de vivirlo. Mi hermana se quitó la vida el 28 de diciembre, que justo es el día de los Santos Inocentes. Lo pensé mucho y lo tuve en este tiempo como una forma de humor negro con mi hermana, de decirle: “Dale, loca, decime que esto fue un chiste”. Pero también poniéndole esa perspectiva para desdramatizar un poco justamente el drama enorme que también es la vida. Y poder verle ese juego de lecciones que tiene. Es lo que mi vida me lleva a transitar. Un poco fuerte pero aquí estoy, dispuesto a ponerle el pecho.
-¿Le hablás a tu hermana en voz alta?
-Sí. Le hablo. Recién ahora he vuelto a incorporar de nuevo esta comunicación, entendiendo que no es tan solo mi proceso sino también el suyo del otro lado. En otro plano, ella también llevará adelante su proceso. No somos los únicos en transición los que nos quedamos y hay un trabajo muy grande para los que se van. Sé desde qué lugar yo como compinche y hermano de ella también la puedo acompañar y tratar de no aferrarla porque por algo tomó la decisión de no estar más acá. Sí, hablo, por supuesto. Con la que tengo más comunicación es con mi mamá porque lo tengo más transitado y llevado más afondo. Es una comunicación con el más allá y ya me siento ET directamente.
-¿Hiciste mucha terapia para ponerlo en palabras? Se te nota entero pero el dolor imagino que no se va.
-Seguro. El dolor no se va para nada y este desafío al que me lleva Muscari con el estreno de Sex es un montón para mí. En lo emocional es muchísimo porque no es simplemente prepararme para una temporada y estar bonito y con mi artista dispuesto al éxito. Sino también hay un montón de cuestiones que como ser humano y como artista he vivido acompañado y entrelazado por mi familia. Esta vuelta es por mí y por el recuerdo de ellos. De repente siento vacíos y tendré que estar dispuesto a registrar otra calidez y con las redes sociales de a poco me estoy empezando a compartir nuevamente. A aceptar ese cariño del público y a nutrirme del amor de las nuevas fuentes, que son las redes. El amor presente de madre y hermana que tenía en cada proyecto, por más que yo busque tener una comunicación, ya no está físicamente.
-¿Te enojaste mucho con Dios?
-Creo en el Universo y por supuesto que creo en una energía superior de nuestro Dios. A ver, fueron distintos duelos: con mi vieja lo viví y lo acepté desde otro lugar pero con mi hermana sí me llevó una transición de enojo. Incluso hasta no hace mucho estuve enojado. Es muy reciente y se transita mucho enojo. Sobre todo cuando te cambia tanto la vida, que no estrás en ese terreno conocido que es simplemente tu casa. Entonces, todo eso duele mucho y hay que modificar un montón. No creo haberme enojado con Dios pero sí estar yo enojado. De tener ese desencanto. Como sagitariano, siempre tuve mucha chispa y ganas de vivir, muchos sueños. Y ahora me sentía con la batería en cero y en otro matiz de color. Y es también aceptarse desde ese lugar y darse el tiempo de entender los nuevos colores y las nuevas emociones. Los enojos. Y de a poco trabajar el volver a conectar con lo que uno a pasar a ser nuevamente. Ya no existe el otro Gabo que yo conocía de mí. Soy un nuevo Gabo porque todo fue mutando.
-¿En qué estabas cuando te llamó Muscari y te propuso hacer Sex?
-Tuve un primer llamado con Jose no bien llegué a la Argentina, los primeros días de febrero para hacer Sex en la gira. Pero no me sentía muy preparado. Era una oportunidad buenísima para arrancar y sentir ese chip ahí y activar pero necesitaba un tiempo de drenaje, de estar escondido y de adaptación conmigo mismo. Quería adaptarme de nuevo a la Argentina, a las amistades. Estuve en México siete meses y en Estados Unidos entre entradas y salidas otros ocho meses más. Fue más de un año y medio viajando, casi dos años.
-¿Fue una búsqueda personal?
-Sí. Salí en principio por tres meses y después terminó siendo un viaje medio de escape hacia adentro. No quería volver, eso sí lo sentía clarísimo, y siempre era cada vez más yo. Entonces, desde mis 9 años que entreno mi artista desde el patín y la danza con mucha responsabilidad y compromiso, que ahora estar viviendo algo para mí, para mi Gabriel y sin drenaje del cuerpo ni aplausos externos, era una perspectiva de estímulos completamente distinta. Estoy chocho de haberlo transitado.
-¿Afuera trabajaste en una plantación de marihuana?
-Mirá, no trabajaba en una plantación de marihuana sino que me fui a aprender a cultivar de a poco y a fumar porro gratis. Eso fue en California. Soy muy curioso y viajando aprendo mucho más. Esa cuota de ser anónimo, que es algo que acá tengo el placer de no disfrutar, te da otro plus. Tiene su parte y su parte. Acá al ser conocido, perdés unas capas y ciertas chances, que estando afuera en el anonimato podés explotar más. Desde la libertad del anonimato, me permití conocer a un montón de gente, de verme con otras personas y fue una experiencia muy linda.
-¿De qué trabajabas y cómo te sostenías?
-Fui con algunos ahorros y llevo muchos años trabajando en esta profesión. Además, recibí un poco de ayuda por parte de mi vieja porque se fue y me quedó algo de herencia. En la ciudad buscamos todo el tiempo de qué manera ahorrar o invertir y en mi plan de vida era lo contrario: ver de qué manera tener una semana más en determinado lugar. Entonces, vivía al día y así la percepción de cambia. Acá soy una loca con un placard enorme y un garage convertido en guardarropas y ahora iba solo con una valija. Es mucho lo que vas soltando y el desinterés. Estuvo buena la experiencia.
-¿Dónde vivías?
-Me fui de intercambio a vivir en una montaña y ahí aprendía a cultivar. Me pagaban la comida, eran conocidos y fue dentro de una comunidad, que buscaba básicamente sacarnos el chip de que somos ciudadanos que necesitamos muchas cosas materiales. Volvernos un poquito más humanos. Fueron unos meses de otras costumbres que estuvieron buenas. Y ahora volver a la rutina de funciones de martes a domingos, de otra activación y de reconectar con todo eso. Debutaremos el 22 de diciembre en el Teatro Melos de Carlos Paz. Iliana y Palomino serán los host y lo que se va viendo dentro de su química es muy hermoso. Estuve en el primer Sex del Gorriti Art Center y como artista me ha perturbado en hermoso sentido. Rompió mi estructura de manejarme en escena y Sex fue súper liberador.
-¿Te animás al desnudo total?
-Es algo que hemos estado hablando con Muscari. Las libertades son distintos planos y no quiero quemar cuál es la parte de mi libertad dentro de esta obra. Sí te puedo decir que soy la faceta queer de Sex, el chico no binario y mi propuesta artística es llevar al espectáculo todo lo que tiene mi colectivo LGBT+. Cada artista dentro de Sex se lleva una bandera que va con su personalidad y todos se van a sentir identificados. Si vamos a hablar de sexo, es infinito y va de acuerdo a las miles de personas que lo habitamos. Por ese lado voy a tener mi parte hot y vuelvo recargado y atrevido.
-¿Llegaste a Córdoba soltero o en pareja?
-Estoy soltero. Me vine a Córdoba conmigo, con un montón de laburo físico con Sex y de laburo personal por lo que significa volver a mi provincia. Estoy más conmigo que nunca, bien acompañado con mucho amor de mis amistades y mi ex pareja, que es un gran compañero. Tengo a mi viejo y mucha contención por ese lado. Pero en plan pareja, no: voy solito a ver qué tiene la villa para ofrecerme. Lo más lindo de volver a la Argentina fue reencontrarme con los argentinos. ¡Qué lindos que son, chicos!
Por Nicolás Peralta
Fotos: Album personal de Gabo Usandivaras