La vida de Ana Rosenfeld relacionada al mundo de los medios está vinculada a la abogacía y a Marcelo Frydlewski, su amor de toda la vida. A ese hombre con quien estuvo durante 37 años. Sin embargo, antes de eso tuvo otra vida, de la que se sabe muy poco y de la que, cada tanto, va soltando detalles.
Días atrás, Rosenfeld sorprendió al sacar una foto de cuando tenía 30 años. En la postal –en la que está irreconocible- se la puede ver un diario italiano que tiene en su tapa a Diego Maradona. Claro, no pasó desapercibida y todos hablaron del tema.
Ahora, habló de una de las etapas más dramáticas de su vida, antes de que el destino la cruzara con Frydleweki. Ella estaba en pareja, pero pegó un portazo y se fue luego de una consulta médica. “Decidí dejar a mi primer marido cuando los médicos me diagnosticaron un año de vida”, comenzó en una charla con Infobae.
Contó que se divorció en 1987, cuando salió la ley que lo permitía, y que el de ella fue uno de los primeros. y agregó que se mudó sin llevarse nada a la casa de sus padres. Una vez instalada, lo llamó por teléfono y le dijo que no quería seguir con la relación. El hombre estaba por comprar una casa para mudarse juntos, pero ella le dijo que no lo haga, porque no iban a seguir. “Fui honesta”, remarcó.
“Necesitaba a otro tipo de persona a mi lado. Alguien que, en esa delicada situación, me contuviese de un modo diferente. Si iba a construir una familia, me haría falta un pilar más sólido. Me había dado cuenta de que jamás sería el hombre de mi vida”, agregó.
A continuación sacó a la luz un gran gesto que tuvo la persona en cuestión más allá de que en aquel entonces terminó muy enojado. “Yo creo que él nunca entendió el motivo de mi determinación. Jamás terminé de explicarle muy bien la razón. Tal vez se entere al ver esta entrevista. No volvimos a vernos, pero fue el primero en llamarme cuando murió Marcelo”, agradeció.
Por otro lado, dio los detalles de la enfermedad: “Me detectaron un tumor en la cabeza del fémur derecho y los pronósticos eran pesimistas. De hecho hubo radiografías fallidas que indicaban metástasis. No llegué a necesitar una prótesis sino que rellenaron con materia ósea de mi propia cadera. Me operaron en agosto y recién pude volver a caminar el 3 de octubre... ¡Y con muletas! Entre todo lo que pasó por mi cabeza, lo primero que decidí fue mi separación. No me sentí acompañada. Yo era quien cuidaba de mi pareja y no al revés”.