UNA COMEDIA NEGRA

Teatro Político: Las manos sucias, una obra poco frecuentada por el teatro local llegó a El San Martín

Estrenada en París en 1948, la obra teatral que dirige Eva Halac se presentó con Daniel Henedler, Guido Botto Fiora y Flor Torrente en los papeles protagonistas.

Las manos sucias, obra de teatro
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El pasado 23 de junio, bajo la dirección de Eva Halac, el Teatro San Martin estrenó Las manos sucias, la obra del francés Jean Paul Sartre con un texto original muy respetado en la historia de época. Con un elenco conformado por Daniel Hendler, Florencia Torrente, Guido Botto Fiora, María Zubiri, Ariel Pérez de María, Guillermo Aragonés, Nelson Rueda, Juan Pablo Galimberti y Ramiro Delgado.

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La historia se desarrolla en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, donde si bien el autor detallaba que no es una obra política, en la pieza se abordan varias cuestiones relacionadas con ella. En 110 minutos y mediante un aire de desconfianza entre hombres y mujeres con alianzas partidarias, un joven secretario se presenta a un fuerte líder político con la intención de matarlo.

Las Manos sucias se estrenó en Paris en 1948 como una denuncia del stalinismo. Donde el autor dijo que había sido un malentendido y sometió las representaciones de su texto a la aprobación del Partido Comunista para su estreno en cada país.

Este jueves 30 de junio se realizó la función de prensa de la obra con varios famosos invitados. Esta obra podrá disfrutarse de miércoles a domingos a las 20 horas, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.

 

SINOPSIS.

En un país imaginario se abre una grieta ideológica dentro de un mismo partido. Un joven se presenta como secretario del líder político. Ha sido enviado por una facción contraria con la secreta misión de eliminarlo. Son tiempos de la Segunda Guerra Mundial, de objetivos claros y precisos. Pero las certezas que conducen a la acción se revelan inestables. La realidad parece impostada como en el teatro, y el joven que debe cumplir la misión siente al caminar, los pasos falsos. Borges escribió que nuestro destino no es espantoso por irreal, sino por irreversible. La posibilidad de estar representando un rol, de ser otro, nos concede la ilusión de haberlo inventado. Para Sartre, es la ilusión de ser libres.