ENTREVISTA A FONDO

Marita Ballesteros y la vida después de la muerte: "Arriba me están esperando mis padres y mi marido, que fue mi gran amor"

La prestigiosa actriz se abrió a una charla profunda con Pronto, en donde habló de su presente, de la soledad, el amor, el dolor por la muerte de su marido, el médico Julio Laurindo, el paso del tiempo y su casamiento a los 55 años. "El me ensanchó el alma y lo extraño todos los días", confió

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Escrito en ESPECTÁCULOS el

Este año se lució con su trabajo en la novela de Telefe El primero de nosotros, donde compuso a Adriana, pero en su prolífico currículum figuran programas como Cien días para enamorarse, Amar después de amar, Historias de corazón, Mi amor mi amor, Valientes, Vidas robadas, Malandras, Los simuladores, Como pan caliente, El amor tiene cara de mujer, Alta comedia, Manuela, Amigos son los amigos, Mesa de noticias y Aprender a vivir, entra tantos otros. En cine rodó una veintena de películas y en teatro gastó el taco, como se dice comúnmente, en varias obras.

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Actualmente, Marita Ballesteros (71) forma parte de dos espectáculos distintos: por un lado, le da vida a Marco Antonio junto a Moria Casán en Julio César, en la versión libre de José María Muscari que se presenta los sábados y domingos a las 17 en el Teatro El Plata, en Mataderos. Y por otro lado, los miércoles a las 20.30 le toca interpretar a una anciana de 89 años en la pieza Torna Amore, en el Teatro El extranjero (Valentín Gómez 3380). En una charla súper íntima con Pronto, Ballesteros no solo habló de su presente ligado al teatro sino que recordó a sus padres, se refirió al paso del tiempo, el dolor por la muerte de quien fuera su marido, Julio Laurindo, y cómo son sus días post impacto emocional de la pandemia.

Marita Ballesteros

-Vayamos por parte. ¿Cómo combinás las dos obras de teatro: una en el circuito comercial y la otra en el under?

-Es un momento hermoso y estoy súper agradecida. Torna Amore es netamente teatro independiente y Julio César pertenece al circuito oficial, con dependencia del Teatro San Martín. Me encantan las dos propuestas y si me gusta la obra y el elenco, me sumo siempre. No me importa es lugar donde me toque trabajar: pensá que venimos de actuar en Mérida, España, para tres mil personas en un festival al aire libre y ahora me toca en una sala preciosa del Abasto. Para mí es lo mismo que haya tres personas que tres mil. Te lo digo sinceramente, aunque siempre me pongo nerviosa cuando me toca hacer teatro.

-¿Nerviosa por qué?

-Porque es en vivo y no solamente me da nervios el día del estreno sino siempre. Practico la letra un montón y el teatro es un lugar delicado para mí. Porque es en vivo y tenés que solucionar en el momento. Lo de la viejita es más fácil porque es mucho más coloquial. Julio César, en cambio, es teatro clásico y me lleva otra preparación. Vamos los sábados y domingos a las 17 en el Teatro El Plata, con Moria Casán a la cabeza y un gran elenco que completan Malena Solda, Vivian El Jaber, Fabiana García Lago, Mirta Wons, Alejandra Radano, Mariano Torre, Mario Alarcón y Payuca Del Pueblo. Estoy con gente que admiro desde siempre y tanto Moria como Muscari son dos grandes líderes positivos.

-¿Muscari es exigente?

-Sí pero bien. Es un capitán de barco extraordinario porque no pierde la calma, es una persona receptiva y que te acepta inmediatamente lo que le proponés si le gusta. Y si no, te dice que no sin problema. Además, todo el tiempo ve las funciones y te corrige. Es una persona muy dedicada y mirá que tiene 80 mil espectáculos. Fui a ver Perdidamente y Sex y me encantaron las dos. Lo que tiene es que siempre está como contento y tiene un humor que a mí me va. Estoy muy contenta porque las dos obras que estoy haciendo son muy diferentes y las dos me producen una gran satisfacción. Julio César me desgasta mucho más porque son arengas políticas y un lenguaje muy diferente y no tan coloquial como Torna Amore.

Marita Ballesteros

-¿De qué va Torna Amore?

-Torna Amore es en el Teatro El Extranjero, que queda cerca del Abasto y es una comedia deliciosa escrita por Agustín Meneses y dirigida por Sebastián Irigo. Se trata de una historia de amor, vivimos en un pueblo y mi hija, que tiene 50 años, se va a encontrar con el amor que dejó y que no se fue con él en el momento en que ella estaba enamorada. El triunfa como locutor en Buenos Aries y vuelve con su hijo al pueblo. Mi hija es Mayra Homar, el enamorado es Rubén de la Torre y su hijo Benicio Chendo. Soy una mujer mayor de 89 años y ella se queda cuidándome; además tenemos una vecina que es Malena Resino. Es una historia de amor y si bien mi personaje está medio ido, no es nada dramático y aunque hay momentos sentimentales, es básicamente una comedia y la gente se ríe mucho.

-Para hacer de una mujer de 89 años, te caracterizás y adoptás otra postura.

-Sí, claro. La postura desde ya: camino muy diferente porque a los viejitos se les va poniendo la columna rígida, con lo cual camina y habla diferente. Me pongo una peluca y trabajo a cara lavada, sin nada de maquillaje. Me encanta componer personajes y es un gran desafío.

-En Julio César compartís cartel con Moria Casán. ¿Cómo es tu vínculo con ella?

-Extraordinario. Moria es muy fácil. Siempre está contenta, es sumamente positiva y cuando estamos atrás, esperando para salir a escena, Moria se ríe de cosas de sus compañeros que ya vio 50 mil veces. Moria es muy fácil para trabajar y es una más. No se cansa, no se queja y si tiene que trabajar mil horas, lo hace. Valoro mucho esa dedicación al trabajo, como también tienen Muscari y mis compañeros. Estoy rodeada por artistas a los que admiro, son gente de muchos años en teatro y a todos los he ido a ver en un millón de obras. Para mí es un placer eso, más allá de mis nervios personales.

Marita Ballesteros

-Tenés una escena muy jugada en la que te besás apasionadamente con Moria.

-Para mí es una escena más. Es un beso y ya. La gente imagina mil cosas pero entre nosotras dos no pasa nada porque estamos actuando. Es un beso que parece pasional pero para mí las escenas de beso y de sexo no son más difíciles que otras. Es como una escena de tomar un café; no me modifica en nada. Porque jamás me sucede algo por fuera de la ficción. No es lo mismo la intimidad con tu pareja o la persona con la que estás saliendo que con 50 mil personas adelante. El beso es lo que menos nos costó, además Moria es lo más divino que hay. Jamás me costó en la vida, ni cuando era joven.

-¿De joven tampoco te inhibían esas escenas jugadas?

-No, nunca. No tengo ese tipo de problema. No ahora, que ya estoy grande y por mi edad no me dan escenas de sexo o de pasión. Antes me tocó jugar escenas de mucha pasión con otros actores, que para afuera parecían cosas impresionantes y a mí no me pasaba absolutamente nada. Ese es justamente el trabajo de la actriz: que vos crees una realidad para el público sin que te afecte en lo personal. Otro ejemplo: si mi personaje está histérico por equis motivo, yo tengo que estar relajadísima como actriz para que me salga esa histeria lo mejor posible. El personaje está histérico, no yo.

-¿Cómo viviste la experiencia de actuar en España con Julio César?

-Divina porque nos atendieron como reyes. Estábamos en un hotel cinco estrellas y nos tocó actuar en ese teatro donde están las almas y los fantasmas de miles de años. Es un teatro espectacular, al aire libre con tres mil personas. ¡Rarísimo! Una vez me tocó trabajar con Alfredo Alcón en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín y había 1500 personas que nos venían a ver pero es raro que en un teatro se junten tres mil personas; esos son más bien recitales. Ahí era impresionante la cantidad de gente en un teatro de ensueño. Tal es así que nos emocionamos cuando lo vimos. Era una cosa impresionante actuar ahí. Y salió de la manga porque es un festival de teatro clásico y por eso nos invitaron a participar.

Marita Ballesteros

-¿Pudieron recorrer o compartir momentos extra laborales?

-Sí, claro. Si bien no somos amigos, nos llevamos excelente como compañeros y no hubo un solo problema. Salimos a comer en Mérida, paseamos y todo muy tarde porque anochece a las 22.30, o sea que terminábamos re tarde de trabajar. Íbamos a comer juntos y lo bueno de un grupo cuando se lleva bien es que somos todos independientes y a la vez compañeros. Es como en la vida: no creo en los apegos. Cuanto más querés, más desapegado sos en el sentido de que estás porque querés y no porque necesitás. Fue un viaje inolvidable.

-Hace poco declaraste que en el último tiempo fuiste perdiendo la alegría. ¿Es tan así?

-No es que la perdí pero sí siento que después del coronavirus, que lo tuve además, algo cambió. Cuando me contagié, no tenía gusto ni olfato pero tenía aire y lo pude pasar en mi casa. Soy grande, tengo 71 años y pudo haber sido peor. Eso no fue lo que me modificó, siento que fue después que vino lo peor. Es como que quedó una secuela fea. Soy una persona con mucho humor y lo sigo teniendo pero después del coronavirus me quedó una cosita en el alma que la tienen otras 58 mil personas más. Todos te hablan de lo mismo. Es algo raro. Quizás el estrés de lo nuevo de una pandemia; qué se yo. Ya estoy mucho mejor, por suerte, y me salva que tengo un fondo alegre. No es que perdí el humor porque eso me salva la vida. Pero son secuelas de algo nuevo porque el coronavirus es nuevo y su paso no fue gratuito para nadie.

-¿Siempre fuiste positiva?

-Siempre. Nací así. Algunos vienen con un fondo nostálgico o triste o no sé qué pero yo siempre fui alegre. Por supuesto que pasé 200 mil dolores y situaciones de la vida como todos pero mi fondo es así, alegre. Cuando estoy normal, soy naturalmente positiva. Después me pasan dolores y situaciones tristes como cualquier otro mortal. La vida se trata de sortear obstáculos. Siempre aparecen pruebas y hay que pasarlas. La vida no es nada fácil pero elijo ver siempre el vaso medio lleno. Estoy mejor por suerte y es parte del estrés que hemos vivido.

Marita Ballesteros

-Tenés 71 años. ¿Cómo te llevás con el número y el paso del tiempo?

-Mirá, no me gusta ser vieja. Esa es la verdad. Todavía no lo tengo resuelto y no es que te voy a decir: “Qué lindo es envejecer”. ¡No, no, no! Creo que todo esto que pasó puso en videncia lo que ya sabíamos: que todo es efímero, que la muerte está a la vuelta de la esquina y mirá que yo soy de las que creen que todo sigue y que tengo gente que adoro esperándome arriba.

-¿Quién te está esperando arriba?

-Mi marido, Julio, que es el amor de mi vida y se murió jovencísimo. También mis padres. No es que tengo una visión de que acá se termina todo. No, no. No creo para nada en eso. Creo que todo sigue pero la vida sigue porque nos la pasamos saltando obstáculos. Y hay veces que todo es más fácil. De vez en cuando, como dice Serrat, la vida toma conmigo un café. Y a veces es más difícil. Esto es así para todos: yo nunca me quiero sentir diferente ni dramática porque a todos nos pasan cosas. Jamás me victimizo. A algunos les pasan cosas más crueles que a otros pero a todos nos suceden cosas. Tuve un destino bastante bueno en ese sentido y no hay alternativa: o te morís o envejecés. No hay otra manera. Para colmo, mi madre, Delia, vivió hasta los 100 años y yo viví la vejez muy de cerca.

-¿Hasta los 100 años vivió tu mamá?

-Sí, muy longeva y, además, llegó re sana. Al final se decayó y no tenía más ganas de hacer nada. Viví su vejez de cerca porque mi madre vivía a cuatro cuadras de mi casa y estaba mucho con ella. Mamá murió a los 100 y papá, Eduardo Alberto, a los 89, que casualmente es la edad de mi personaje en Torna Amore. Es increíble eso, ¿no? También era grande. Uno no puede entender la vejez hasta que la empezás a vivir. Por más que me digan que estoy bárbara y lo entiendo porque estoy vital y me siento bien, los años van pasando y lo noto. Quizás haya excepciones, pero a la mayoría no le gusta envejecer. Esto es la vida.

-¿A Julio lo sentís presente?

-Sí y lo extraño muchísimo. Lo tengo en mi alma. Ese hombre fue el amor de mi vida y siento que fuimos almas gemelas. Te lo digo sinceramente. Fue el amor de mi vida. Era un médico de alma, compasivo y siempre le decía: “Qué suerte que sos médico” porque a un médico que sabe mucho pero no es cálido o compasivo con el otro, yo no iría. Me parece que parte de la curación tiene que ver con el paciente y con cómo es el médico también. Julio sabía muchísimo, estudiaba todo el tiempo y era lo más humilde que había. Cuando tuve que remover el consultorio, que fue lo peor que me pasó en la vida desde el dolor y el llanto, encontré doctorados que había hecho y que jamás me había contado. Era cero manda parte de nada. A veces me pasa que algunos de sus pacientes, que sabían que estaba casado conmigo, me paran por la calle y me dicen cosas divinas de él. Eso me llena de orgullo.

Marita Ballesteros

-¿Lo más doloroso fue desarmar el consultorio?

-Sin dudas. Fue terrible. Peor que desarmar mi casa. Yo me mudé una vez que Julio murió. No quise quedarme en la casa, la vendí y me vine a Palermo, a una zona llena de jóvenes y cerca de un polo gastronómico con mucha movida. Está lleno de bares y restaurantes. La muerte de mi marido fue un golpe enorme porque nunca lo había visto enfermo. ¡Nunca! Y a los 55 días se murió.

-¿Qué le pasó?

-Tuvo cáncer y fue fulminante. Uno entiende que todos tenemos un destino y yo le estoy agradecida a la vida por haberme regalado a ese hombre. Agradecidísima. Antes, cuando recién se murió, no podía decir esto porque estaba en medio de un ataque. Ahora que lo procesé puedo decir que estoy agradecida de haberlo tenido en mi vida porque me ensanchó el alma y el amor fue tan fuerte que me hizo crecer. Nosotros nos casamos de grandes.

-¿A qué edad?

-Lo conocí a los 52 y nos casamos a los 55. Ya vivíamos juntos y todo. Ninguno de los dos tenía hijos, nos casamos así porque quisimos y fue hermosa la ceremonia y la fiesta. Se vino Omar Calicchio con un show que era como estar en el mejor espectáculo de Las Vegas. No sabés lo que fue ese casamiento. Todo el mundo nos decía: “¡Qué belleza de casamiento!”. Tocó una orquesta, nos casamos en un hotel de Pilar que ya no existe más y la gente estaba feliz porque tenía que cruzar la plaza central. Yo había puesto fanales con un caminito en la plaza sin pedir permiso, ¡una loca total!

Marita Ballesteros

-Cumpliste tu sueño de ponerte el vestido blanco.

-Sí, todo, como si fuera a los 20 pero a los 55. Además, estaba toda la familia y éramos un montón porque calculá que tengo 19 sobrinos nietos, una hermana que tuvo cinco hijos y muchos sobrinos. Entré con Julio y todos nos esperaban en el lugar; fue impresionante. Todo pasó y siempre me queda en el alma ese recuerdo imborrable. Soy una persona que me ocupo de querer, no de que me quieran tanto. Querer te da una gran felicidad y después si lo demás te quieren o no, ya es un agregado. No me fijo en eso, no me importa.

-Con este amor tan grande, ¿nunca fue un plan ser mamá?

-No, jamás. Ahora no es nada porque todas las chicas dicen cosas pero en mi época, cuando dije que no quería ser madre, por poco me tratan de loca. Nunca en mi vida fue mi objetivo casarme y tener hijos; nunca. En mi época eso era rarísimo pero ahora todos lo dicen. Cuando era joven no se decía: “No quiero tener hijos”. Un montón de gente fue padre sin sentirlo y a otros les agarró la vocación cuando tuvieron a sus hijos. Mi hermana tuvo cinco porque desde chiquita quería ser madre. No fue mi caso.

-¿Y tus padres qué opinaban?

-No, nunca me hincharon mucho porque en ese sentido mis padres fueron muy amorosos y abiertos. Para los demás, la gente de alrededor, era rarísimo. Te hablo de cincuenta y pico de años atrás. La sociedad cambió mucho y ahora las chicas dicen la verdad, por suerte. No tenía vocación de madre y nunca la tuve, a pesar de que me encantan los chicos. Pero no para hijos. Siempre seguí mi música y lo que yo quería; eso es bueno. Porque hay veces que hay mandatos y uno los sigue a rajatabla por miedo y por no querer cambiar. Claro que el cambio trae dolor e incomodidad pero es así la vida.

-La última, ¿cuándo volvés a la tele?

-Por ahora nadie me ofreció nada y estamos muy bien así, ¡dejemos tranquilos a los astros! Con las dos obras de teatro estoy más que contenta y más sería mucho. Igual no es que dije que no a la tele: no me ofrecieron nada por el momento y está todo tranquilo.

Por Nicolás Peralta

Fotos: Gentileza Marita Ballesteros y Alejandro Duche prensa

Marita Ballesteros
Marita Ballesteros con Luciano Castro y Damián De Santo