Saltó a la popularidad con el papel del Pantera en El marginal, la exitosa serie carcelaria que protagonizan Juan Minujín y Nico Furtado, y desde entonces su carrera tuvo un giro de 180 grados. A los 33 años, Nacho Sureda logró hacerse un nombre dentro de la nueva camada de actores jóvenes y hoy pela lomo y sensualidad en Sex, viví tu experiencia, la transgresora obra de José María Muscari que se presenta en el Gorriti Art Center y que también está de gira.
Sureda es del elenco que gira por las provincias argentinas, junto con Christian Sancho, Ginette Reynal, Celeste Muriega, Mario Guerci, Soledad Bayona, Sebastián Francini y Maxi Diorio, entre otros. “Desde principios de abril estamos con la gira, que estaba pautada por tres meses pero fue un éxito rotundo, se convirtió en un hit y se extendió hasta mediados de octubre. Increíble lo que pasa con la obra. Es un fenómeno que no sucede muy seguido en el teatro y a cada lugar que vamos llenamos. Vamos a pueblos re tranqui y de golpe se llena la sala, cosa que no sabemos por qué sucede y pensamos que va directamente todo el pueblo a ver el show”, reflexiona el actor.
-¿Qué explicación le encontrás al fenómeno?
-Hay varios factores que influyen: el producto está muy bien pensado y está funcionando hace más de tres años. Se hizo muy popular, se habla mucho de Sex y la gente tiene intriga por lo que pasa porque el sexo es un tema muy tabú. Las figuras que convoca y con las que Muscari arma los elencos atrae a la gente. En las provincias y los pueblos del interior no es tan común como el Capital que te podés cruzar con la gente de la tele y eso también genera atracción. Es un espectáculo muy completo, con baile, canto, actuación, las coreografías de Mati Napp son buenísimas y los bailarines la rompen.
-Y hay transgresión, que los diferencia del resto de los espectáculos.
-Exactamente. De hecho, el público va muy curioso por ese tema también y se encuentra con una experiencia que por ahí no vivís en otra obra de teatro. Hay una cuestión de cercanía con el público y es una experiencia literal, como dice el título.
-¿Cómo te sumaste a la troupe?
-Estaba en Mar del Plata arrancando el año, gozándola y sin muchas preocupaciones en mi mente. Estaba disfrutando del verano, había tenido un año bastante complejo porque el 2021 a nivel laboral estuvo bastante parado y cuando uno está quieto, se come la cabeza en esta profesión en la que encima no hay ninguna certeza. Me fui a fines del 21 a Mardel, pasé las fiestas, recibí el Año Nuevo, tenía pautada una obra para empezar a ensayar recién a mediados de febrero y me cayó la propuesta de Muscari a los 15 días de estar en Mar del Plata.
-¿Te llamó él directo?
-Sí y me sorprendió gratamente. Estaba disfrutando mucho del sol, de la playa y recorriendo Mardel con mi auto, cosa que me fascina porque amo manejar y pasear en mi auto. Y saliendo también; me gusta mucho salir. Me estaba divirtiendo con amigos y cuando me llama Muscari, la dudé un poco. “Tenés que venir ya, mañana tenés que estar acá en Buenos Aires, ensayás un día y el jueves estrenás”, me dijo. La estaba pasando tan bien en Mardel y mi idea era quedarme hasta fin de mes, más sabiendo que en febrero tenía otro espectáculo para hacer, que eso me hizo dudar. Encima se venía la semana de los casi 50 grados de calor en Buenos Aires y ni ganas de venir a Capital.
-¿Cómo lo resolviste?
-Me fui al mar, que el mar siempre me despeja y aclara el panorama cuando estoy medio confuso. Me fui a la playa, me senté a meditar un poco y a ver qué me decía el Universo: si tenía que ir o quedarme. Sentí que tenía que venir, lo llamé a Muscari y le dije que aceptaba. Al día siguiente estaba ensayando y el jueves estrené. Así fue. Al principio iba a ser por dos meses, lo que quedaba de enero y febrero y quizás una semanita de marzo. Se extendió marzo porque anduvo muy bien ahí en el Gorriti Art Center y luego apareció la propuesta de la gira y aquí estamos. Ya son siete meses con Sex, un montón y estoy re contento.
-¿Qué personaje jugás en la obra?
-En la obra hay varios roles y si bien no hay personajes puntuales porque todos jugamos a seducir, lo que hago lo encaro bastante desde mí mismo. No compongo demasiado porque considero que tengo algo que le queda bien a Sex y a mí Sex también me queda bien. Tengo cierto sex appeal, hay una cuestión de algo sexual que tengo innato y que es lo que se juega en la obra. Soy actor, tengo monólogos, soy presentador también, bailo coreografías que puedo llevar a cabo y ciertos cuadros particulares. No tengo un personaje sino que soy yo en modo Sex. Explorando ese código que propone Muscari.
-¿Te desnudás en escena?
-Cuando estaba en el Gorriti Art Center, sí me desnudaba pero acá en la gira, no. No sé por qué, no se dio y la versión de la gira es distinta. En Gorriti está pautado como un café concert con mesas y gente bebiendo mientras que en la gira es una versión teatral y eso marca otra distancia con el público. El show está planteado de otra manera, aunque hay algún que otro desnudo muy breve. Es más suave que la que está en Capital.
-¿Nunca te dio vergüenza desnudarte?
-No, no. Antes hacía un cuadro que estaba muy bueno, un adaggio que bailaba Silvina Escudero y nosotros teníamos una situación en una ducha con Christian Sancho. Después de eso, me quedaba bailando en un sector y ahí me quedaba en bolas. Se dio de manera natural y lo que hago en Sex se dio siempre de manera instintiva, sin que esté pensado mucho. Me dejé llevar, me fui dejando fluir con las situaciones y siempre dejé que mi cuerpo explore. No es como en otros laburos que se piensa de antemano antes de encararlo. Acá me dejo llevar solo. Nunca tuve rollos con andar desnudo y siempre fui así, desde chiquito.
-¿Posta?
-Sí, siempre fui así y se ve que tengo ahí algo medio salvaje o animal tal vez y hasta exhibicionista. Siempre fui de andar desnudo y en mi casa en verano siempre estoy en bolas. Quizás en invierno me abrigo un poquito más pero qué se yo, me siento cómodo así. De más grande estoy más recatado en ese sentido pero tampoco fui de exhibirme delante de mucha gente, como sucede en un teatro lleno. En una época tomaba mates en bolas en el balcón de casa y ya no lo hago por los vecinos y porque ahora soy más conocido. De más pendejo, me chupaba más un huevo y no me importaba si me miraban de otro balcón. Ahora me cuido un poco más porque estoy más grande.
-¿Cómo te llevás con tu edad?
-El 30 de agosto cumplí 33 años, la edad de Cristo. Y me llevo hermoso. Cada año que cumplo es mejor que el anterior. Siento que crezco y no me molesta por el momento. Me siento bien con la edad que tengo y con todo lo que logré hasta hoy. Me pega muy bien, hermosos 33.
-¿En qué momento de tu vida estás?
-Siento que en el mejor. Así lo siento, por varios factores. Si bien tuve buenos momentos y hace unos años con lo que fue El marginal, como ser humano personalmente estaba en otra situación. Hoy creo que estoy mejor plantado, un poco más grande, me han caído algunas fichas, he madurado y evolucionado. Y creo que estoy en el mejor momento por eso, más allá de lo laboral. Este es un gran momento desde lo personal, de plenitud y equilibrio total.
-¿Qué te queda por lograr en lo profesional?
-Respecto a mi carrera como actor, me gustaría poder hacer más cine. Siempre me gustó cómo se trabaja en el cine y hasta ahora hice dos películas pero tengo ganas de mucho más. Tener la oportunidad de hacer alguna buena peli con un buen director o una serie en Netflix u otra plataforma también sería un gran sueño. Hoy va todo más por ahí porque la televisión abierta cambió mucho. Me encantaría también mudarme y trabajar un tiempo afuera. Estoy pensando en la idea de viajar y mover por otros lugares.
-¿Adónde?
-Estoy pensando en España para irme en un tiempito no muy lejano. A fines de 2017 estuve en México pero solo por un mes, antes de hacer El marginal. En aquel momento hice tres castings para El marginal y me fui a México porque ya tenía pautado el viaje y dije: “Ya fue, me voy y si se tiene que dar, se dará“. La idea era irme a vivir allá por un tiempo y a los 15 días me llamaron para la serie. Me había ido a probar suerte, sin nada fijo y a las dos semanas pegué la vuelta.
-¿Imaginabas al regresar el fenómeno en el que se iba a convertir El marginal?
-Algo me imaginaba porque ya venía de una temporada muy power, que había sido la primera y había ganado Martín Fierro. Era un producto que sabía la iba a romper porque toda la gente lo estaba esperando pero mi desafío como actor era mostrarme con todo porque me estaban dando la oportunidad de mi vida y que busqué durante años. Mi desafío era romperla. Tenía que entrar y hacer goles. Me preparé a full y así lo hice. Me enfoqué ciento por ciento en Pantera y durante cuatro meses no me importó más nada. Me puse a entrenar, a laburar el personaje en casa, me encerré y no vi más a nadie. Entré en una, como se dice ahora, y fui Pantera cuatro meses adentro y afuera del set. De esa manera lo encaré al personaje.
-Era una apuesta jugada, ¿no?
-Muy. Pantera tenía que ser el más malo de la cárcel y meter miedo pero a la vez era tartamudo. Tuve que buscarle una vuelta porque en esos personajes estás en el límite de hacer algo que esté muy bueno o una cagada. El tartamudo podía gustar mucho, como gustó por suerte, o podían decir cualquier cosa. Me la jugué y salió bien. Fue muy aceptado el personaje por el público y por Sebastián Ortega y la productora. Iba a estar solo por la segunda temporada y al final moría pero me llevé una grata sorpresa.
-¿Qué te pasó?
-Iba a grabar el final de la segunda temporada y en el libreto no encontraba la muerte de mi personaje. Lo encaré al director y le pregunté cómo moría Pantera porque no estaba escrito. “Ah, ¿no te dijeron? No digas nada pero no se muere, seguís”, me respondió. No lo podía creer, me dio una alegría inmensa, se estrenó, explotó y fue un éxito. El personaje gustó mucho y mi vida cambió totalmente. Eso fue muy loco también.
-¿El golpe de popularidad?
-Claro. Yo había laburado y había hecho cosas en tele pero nada tan masivo y popular. Aparte con un personaje tan fuerte. Empezó a salir el programa y en la calle me comenzaron a saludar como Pantera. Una locura. Explotó todo de golpe. Mi familia lo vivió con alegría y muy contentos porque me vieron durante años sacrificarme en pos de eso: tomarme mil bondis, estudiar teatro, hacer castings, tener tres laburos a la par. Fue mucho reme durante mucho tiempo y cuando se dio esta oportunidad y pasó lo que pasó, fue felicidad absoluta.
-Tu papá es actor, ¿fue una felicidad extra para él?
-Sí, sin dudas. Mi viejo, Fernando, fue el que me subió a un escenario por primera vez cuando tenía cinco años. Me dijo: “Vení, vamos a hacer teatro” e hicimos una obra con su grupo. El orgullo de mi viejo es enorme. Soy tercera generación de actores en la familia: el abuelo Cacho arrancó con todo, mi viejo la siguió y ahora yo. Cacho se vino en los años 40 de un pueblito del partido de Necochea llamado Santamarina a vivir a Buenos Aires con el sueño de ser actor. Al tiempo de estar en Capital, enganchó laburo en el Teatro Cervantes. Laburó un par de años y participó en algunas pelis pero después conoció a mi abuela, formaron su familia y archivó al actor porque se puso a laburar de otras cosas.
-¿Nunca más volvió a actuar?
-Lo dejó guardadito al actor por un tiempo pero después, ya de grande, cuando nací yo, en el año 89, decidió abrir una sala de teatro en Escobar. Se llama Teatro Girona y concretó su sueño postergado. De grande volvió a actuar ahí y renació el actor que había dejado guardado. Actuó en la primera obra que hice con mi viejo. Se llamaba Sentido contrario, escrita y dirigida por mi papá, con todo su grupo de alumnos de actuación y nos llamó a mi abuelo y a mí para dos personajes. Laburamos los tres juntos y lo conservo como un hermoso recuerdo. Mi abuelo falleció en 2013.
-¿Tu papá sigue actuando?
-No, por el momento está en stand by con el actor y armó un centro cultural en Escobar. Se llama Lúdica y es una manera de mantener vivo al artista. Lo inauguró hace poquito y tiene actividades como teatro, canto, baile, pintura, yoga y muchas cosas más. Está con eso. El lugar quedó tremendo: era un local desocupado y ahí nació Lúdica.
-¿Vivís con tus padres?
-No, vivo con Kayla en mi casa de Escobar. Kayla es mi perra hermosa, que la amo. Mi fiel compañera. Es una cosa increíble, una pitbull de 9 años y es la pitbull más dulce y más bebé que vas a ver en tu vida. Es una bebota y yo le digo “la vieja bebé” ya que el 1° de agosto cumplió 9. Es el vínculo de más amor que tengo en mi vida; el amor más puro y sincero. Somos muy compañeros.
-¿Cómo hacés cuando te vas de gira?
-Me la cuida mi mamá. ¡Digamos que la dejo con la abuela! Kayla llegó a mi vida de manera inesperada. Sus primeros años los pasó con mi hermana, Lucila, que vivía cerca de casa y cada vez que iba a lo de mi hermana era estar con Kayla todo el tiempo. Después me la empecé a traer para casa y como mi hermana no estaba mucho, no le daba demasiada atención. La perra se fue encariñando cada vez más conmigo, yo con ella, me la quedaba un par de días y cuando volví de México, ese mismo día la fui a buscar y le dije a mi hermana: “Kayla se queda conmigo, le encanta estar en casa y me eligió a mí; dejámela”. No le quedó otra, me la dejó y al tiempo mi hermana se fue a vivir afuera, así que hace cinco años ya que estamos juntos.
-¿Cómo sigue tu año?
-Tengo Sex hasta octubre y después hay alguna que otra propuesta dando vuelta, pero nada concreto. En televisión lo último que hice fue Masterchef Celebrity, la primera edición en 2020. Fui el primer eliminado y me quedé con un poquito de ganas. Fue un año muy particular el 2020 y fue un flash salir de estar guardado tantos meses e ir a un estudio de televisión y hacer ese programa, tan ajeno a lo mío. Iba a ir a cocinar a un reality y aunque siempre tuve cierta distancia con los realities, me animé. Fue lo que tuvo que ser y me gustó ser el primer eliminado del primer Masterchef Celebrity: siento que marqué un récord. Después volví en la revancha, me quedé una semanita más y me saqué las ganas.
-La última, ¿es cierto que sos fan del automovilismo?
-Sí, re. Otro de mis sueños es ser piloto de carrera. Mis dos pasiones son la actuación y el automovilismo, desde muy chico ambas. De niño mi sueño era ser piloto de carrera y no lo pude desarrollar del todo porque necesitaba un capital que no lo tenía. Quedó ahí, en stand by y de vez en cuando iba, me alquilaba un karting y corría. Me gustó siempre andar en el auto y cuando tengo una ruta enfrente, me gusta pisarlo. Soy muy bueno al volante y ahora se dio la oportunidad a través de contactos y es muy probable que empiece a correr.
-¿De manera profesional?
-Sí, es la idea. Voy a arrancar con una categoría tranqui y veremos qué me depara la vida. Es un gran sueño y está pronto a cumplirse. Tengo un sponsor que me va a hacer el aguante y lo estamos armando. No me da miedo la velocidad. Al contrario, me provoca mucho placer y no me da miedo para nada. En ningún momento siento miedo porque manejo muy bien y encuentro seguridad al volante. De muy chico manejo bien y me encanta. Conducir un vehículo a alta velocidad es una de las cosas que más placer me generan en la vida.
-¿Y en lo personal?
-Sueño con estar cada día mejor, evolucionar como persona y ser humano. Seguir aprendiendo y puliéndome en lo mío. Obviamente en lo personal me gustaría poder viajar, conocer bastante el mundo y a futuro construirme una casa diseñada por mí. Lo veo un poco lejano pero es un sueño. Y en algún momento anhelo tener una familia. Hoy no está en la lista de prioridades pero más adelante tal vez me gustaría hacerlo.
Por Nicolás Peralta
Fotos: Album personal Nacho Sureda
La entrevista completa con Nacho Sureda y otras más están en la edición digital de septiembre de revista Pronto y se puede descargar y leer de forma gratuita haciendo click en este enlace