Agustín fue un personaje bastante controvertido en esta edición de Gran Hermano. En su primera salida, se fue con un alto porcentaje e intentó explicar una estrategia de juego realmente insólita, por la que según él, había planificado hasta su propia expulsión. En el repechaje volvió a ingresar pero sus compañeros no terminaban de aceptar su postura arrogante, con excepción de Marcos, su gran aliado en la casa.
El domingo, fue eliminado nuevamente y justamente su amigo no lo resistió. Minutos después de que Agustín dejara la casa y le dijera unas palabras muy sentidas frente a todos, Marcos fue al confesionario y se quebró por completo.
Gran Hermano quiso saber si esa salida lo había tomado por sorpresa, pero él no pudo responder con seguridad. "Sí y no porque creo que en cualquier momento nos podemos ir todos. Acá es como que nunca se sabe quién está bien posicionado y quién no".
Sobre su relación con Agustín, explicó: "Yo me sentía muy a gusto porque sentía que de verdad podía abrirme por completo con él. Cada uno es como es... hay que disfrutar todos los días más y más".
En su discurso, iba y venía, perdido en sus pensamientos y sin poder completar las ideas. Al final, se retiró del confesionario y se fue directo a dormir. La Tora, al verlo tan angustiado, se acercó a consolarlo: “Solo te voy a decir una cosa: ‘Dios no le pone a sus guerreros, batallas en la espalda que no puedan cargar. No tenés culpa de nada".
La frase final apuntó a los sentimientos encontrados de Marcos ya que fue líder de la semana junto con Romina y tuvo que acordar con ella la salvación de un compañero, pero la mala relación que ella tenía con Frodo hizo imposible el rescate.
Conmovido, Marcos le agradeció y se quedó ahí, ahogando sus penas mientras el resto de la casa especulaba con la posibilidad de que bajara los brazos y se retirara de la competencia.