Dos años pasaron de aquel día en que se sentó frente a su computadora y comenzó a escribir diálogos sueltos. Idea que le venía, idea que plasmaba en su primer documento digital. Con el tiempo esos textos fueron cobrando forma y hoy, dos años después, se convirtieron en una obra que se llama Cómo provocar un incendio y que se presenta en el Multiteatro de la calle Corrientes. Gonzalo Heredia (41) no solo es el autor sino que también protagoniza la pieza que dirige Eva Halac y en la que comparte las tablas con Eugenia Tobal, Laura Azcurra y Nicolás García Hume. El actor, que además está en plenas grabaciones de una nueva serie de Flow llamada El sabor del silencio, tiene la agenda apretadísima pero así y todo llegó con tiempo y se predispuso a una charla relajada con Pronto en la que habló de todo: su presente profesional, sus 14 años de amor con Brenda Gandini (39), la paternidad de Eloy (12) y Alfonsina (6), el mote del galán, el paso del tiempo, el vínculo con su suegra Daniela Cardone, su amor por la escritura, la infancia en Munro, sus inicios en el medio, el fanatismo por Vélez y la deconstrucción machista en los tiempos que corren.
-¿Contento?
-Sí, en un lindo momento. Esta obra empezó hace dos años, cuando me senté a escribirla. No es que me llamaron, me convocaron y vine a actuar. Esto lo gesté yo hace mucho tiempo ya. A diferencia de mis dos novelas anteriores, Construcción de una mentira y El punto de no retorno, en este caso escribí Cómo provocar un incendio pensándola como una obra de teatro.
-¿Cómo nació?
-Empecé a construir todo a través de los diálogos. Antes no me había pasado. No sabía ni siquiera qué características tenían los personajes: empecé directamente a dialogar y a escribir tonos, formas de decir, de pensar, conversaciones sueltas. Con las novelas fue distinto porque construí todo a partir de una imagen. Quería escribir algo sobre la familia: una novela, una obra, lo que sea. Es una comedia con mucha ironía, acidez, cierto humor negro y es un lugar que me hace sentir muy cómodo. A través del humor podemos vernos reflejados completamente.
-¿Qué cuenta tu obra?
-Son los padres en los 80 con sus hijos que están en la casa, se juntan a comer en el quincho y ahí transcurre parte del relato. Laura y yo somos una pareja y la otra son Eugenia y Nicolás, con sus hijos. En el segundo acto son los hijos que crecieron y ahora están con sus propios hijos; entonces nosotros primero hacemos de los padres y luego de sus hijos ya crecidos y siendo padres. Uno es a finales de los 80 y la otra parte en la época actual. Es un linaje familiar que va pasando a través del tiempo.
-¿Hablás de la deconstrucción social?
-Eso es relativo porque creo que nadie está del todo deconstruido al día de hoy. Eso es algo que en la obra se habla y se muestra, se pone sobre la mesa. A través de estos personajes se puede ver ese falso progresismo y esa falsa deconstrucción porque todavía falta un montón. Aparte estos personajes tienen una cierta postura bastante estúpida ante eso, cosa que me gusta contar porque es una pose. Deconstruirse no es de la noche a la mañana y no es desenchufar un cable y ya. Es un cambio de paradigma, un rompimiento de estructuras.
-¿A vos te falta mucho?
-Sí, seguramente. Me doy cuenta de que tengo cosas machistas aún que a veces las identifico y a veces no y me las señalan. El mejor lugar que uno puede tener es el aprendizaje constante y cotidiano. Después, cuando cerrás algo y decís: “Yo sé, ya estoy deconstruido”, es muy temible.
-¿Por qué le pusiste Cómo provocar un incendio?
-Porque el fuego es un elemento presente en estas parejas, suceden cosas al comienzo cuando juegan con fósforos y con fuego, están asando en la parrilla y las llamas están presentes. Además, algo que se prende fuego para reconstruirse también es una forma de romper una estructura y construir algo nuevo. En ese sentido, es muy simbólico.
-¿Cuánto te llevó escribirla?
-Un año, seguro. En mi casa tengo mi escritorio pero no estoy aislado de lo que sucede. Trato de escribir como sea y no quiero tener ciertos requisitos a la hora de leer o escribir. No es que necesito estar aislado para inspirarme y que haya un silencio absoluto.
-¿Qué estás leyendo ahora?
-A un escritor austriaco que se llama Bohumil Hrabal y son sus relatos, de una editorial independiente nueva llamada Pinka. Son relatos sueltos de su infancia, mucho de la posguerra. Me gustaría, tengo ganas de escribir relatos. Entonces estoy copiando lecturas.
-¿Recordás el primer libro que leíste?
-Sí, El túnel, de Ernesto Sábato a los 14 años. Fue en mi casa, no en la escuela. En el colegio recuerdo que leí La metamorfosis, de Kafka. Me encantó y me llamó mucho la atención. Lo que me pasó con Sábato fue que la lectura invadió mi pensamiento cotidiano, mi día a día, se me metían los personajes en ese momento, dejaba el libro y seguía pensando en la historia.
-¿En tu casa se leía?
-No, nunca. No había biblioteca y tampoco se leía. No había un incentivo. Pero eso de incentivar es raro porque ahora en mi casa tengo una biblioteca que he construido con el paso del tiempo, leo en mi casa y a mis hijos no les gusta la lectura. No agarran libros. A veces Eloy cuando tiene que leer algún libro para el colegio se engancha pero me encantaría que les guste más la lectura. Igual la obligación no va de la mano de esta generación; no es el camino por ahí.
-¿Usan celular?
-Alfonsina no porque es chiquita pero Eloy, sí. Es una generación híper comunicada la que estamos educando y criando. Pensá que tengo 41 años y soy de una generación que vivió el último coletazo del romanticismo. Sé lo que es escribir una carta y esperar un llamado en el teléfono de línea. También sé lo que es la espera y la paciencia porque no hubo inmediatez en mi época. No existían las redes sociales, fui criado de esa forma y ahora educar a una generación híper comunicada, que puede ver 15 videos en 5 segundos, es todo un desafío.
-¿Ponés límites?
-Sí. No me cuesta eso. Yo soy el que dice que no o el que tiene el no más firme. Mucho más que Brenda.
-¿Por qué se llama Alfonsina tu hija?
-Nos encantó el nombre. No se podría llamar de otra manera porque ya construyó una personalidad alrededor del nombre hermoso que tiene. Es fuerte, con profundidad, fragilidad y dulzura. No podría llamarse de otra forma.
-¿Les costó elegirlo?
-No, no lo elegimos: lo elegí yo. Brenda se va a enojar por esto pero es verdad. Mucho tiene que ver Alfonsina Storni como Tomás Eloy Martínez con el nombre de nuestro hijo Eloy. Tenemos un perro que se llama Bukowski. Hay siempre una referencia a la literatura.
-¿Es de la calle o de raza?
-Es un Jack Russell al que fuimos a buscar a un criadero. Lo adoptamos y ahora tiene 8 años; ya se está poniendo grande. Bukowski es el del medio: vino Eloy, luego él y finalmente Alfonsina.
-¿Cómo te afecta el crecimiento de tus hijos?
-Eso es lo que me marca el tiempo real. Más allá de que me veo canas o arrugas, los que me marcan el paso del tiempo real, sin vueltas, son mis hijos. Con sus preguntas, sus intereses, sus tamaños. En casa tenemos una pared en la que marcamos todos los meses el crecimiento de cada uno. Es muy estúpido pero nos encanta. Marcamos el crecimiento de los cuatro.
-Pero vos ya no crecés más, ¿o sí?
-No, ¡yo me estoy achicando! Ahora Brenda y yo empezamos a bajar mientras que Eloy y Alfonsina suben y suben. Eloy es muy alto; le debo llevar poco menos de una cabeza. En mi familia no hay nadie alto; viene por el lado del padre de Brenda.
-Es pre adolescente. ¿Sale a fiestas?
-Empezó, sí. Ya está yendo a cumpleaños y esas son situaciones que me marcan el paso del tiempo. El otro día tuve que esperar hasta las 12 de la noche para ir a buscarlo a una fiesta. Y me escribió y me puso: “¿Me podés venir a buscar antes?”. Sí, obvio, salí volando. Me la paso con el teléfono en la mano, súper pendiente, salí todo entredormido.
-¿Te da miedo que salga de noche?
-No. La situación está complicada pero si nos ponemos a pensar, nunca no estuvo complicada la cosa. Parece que en cualquier época siempre existió el miedo, la inseguridad y que pueda pasar cualquier cosa. Pero eso siempre fue así. Es real que esta es la primera vez que me pasa a mí porque son mis primeras experiencias como papá de un pre adolescente que comienza a salir. Las primeras veces siempre te dan más incertidumbre y miedo. Seguramente con Alfonsina no voy a tener el mismo miedo que con Eloy. Trato de no atemorizarlos o sobreprotegerlos; quiero que también vivan sus experiencias.
-Alfonsina se ve muy parecida a vos físicamente.
-Sí, re. La veo muy parecida. Brenda, pobrecita, sueña con que la nena se parezca a ella pero no, es mi calco. Eloy, en cambio, tiene ojos claros y tira más para el lado de la mamá. En las personalidades son al revés: Eloy tiene mucho de los dos y cuando se enoja es igual a Brenda. Aparte ellos tres son leoninos, cumplen los tres en agosto y yo en marzo, pisciano, nada que ver. Hay un poco de papá y de mamá en la personalidad de cada uno y hasta en lo físico también. En el enojo y las pasiones se detecta claramente qué es de quién.
-En marzo, cuando cumpliste años, escribiste en Instagram: “Gracias por tanto y perdón por tan poco”. ¿Por qué?
-Puse esa frase de forma irónica. Las redes sociales son eso y me da gracia escribir con doble sentido o ironía. Reírme de situaciones. Es una frase hecha, no tiene un trasfondo más importante. No hay un doble sentido pero el gracias por tanto es por la familia hermosa que tengo.
-¿Estás contento con eso?
-Claro. No solo contento: me siento un privilegiado por mi familia. Te digo más: no solo un privilegiado sino totalmente contenido. Extraño a mi familia y quiero volver a mi casa para estar con ellos. Me gusta también extrañarlos y me siento parte de algo hermoso. Es un engranaje maravilloso y no siempre es tan común que suceda eso de sentirte parte de algo. No solamente en la familia: quizás no te gusta el trabajo donde estás, el grupo de amigos, tus compañeros de laburo… Sentirte parte de algo es hermoso.
-¿Acá cerrás o te gustaría un hijo más?
-No, no. Ya estamos. No hay chance. Con dos estamos perfecto; más es al pedo. Brenda tampoco quiere. Está súper hablado. Por momentos, a ella le dan ganas pero sé que en el fondo es un no. Ya empezamos a vivir un poco también porque la primera etapa de la crianza de los hijos te consume mucha energía: los pañales, la teta, la noche, el llanto y sobre todo para las madres. Sé que no y ahora estamos saliendo de todo eso.
-Llevan más de una década juntos y son una pareja conocida, famosa. ¿Cómo lo manejan? ¿Cuál es la fórmula?
-A la pareja la construimos todos los días. Primero, es real y luego la construimos en base a esa realidad que vivimos. Nos elegimos en ese sentido. Somos bastantes compañeros y muy complementarios, sin tener tanta conciencia de serlo. Somos más complementarios de lo que creemos. Eso a veces es muy beneficioso y muchas veces muy tedioso también. En lo opuesto también hay un encuentro.
-¿Por qué nunca se casaron?
-En su momento, me hice el romántico y le pedí matrimonio y ella me dijo que sí pero llegó la pandemia y no se pudo hacer nada.
-¿Cómo fue tu propuesta?
-¡Eso fue hermoso! Estábamos en un viaje los cuatro y preparé toda una cosa romántica en la playa, con un barquito y todo. Estábamos ahí, fue un momento simple pero lindo. Todo muy pacífico, muy amoroso. Imagino que en algún momento haremos una celebración para festejar esto de compartir tanto tiempo con una persona. Todavía me lo imagino, seguro va a suceder en algún momento.
-¿El casamiento?
-Sí, la celebración del amor. A los dos nos gusta y no lo descartamos. Brenda se emocionó, yo también, lloramos los dos, estábamos con nuestros hijos…
-¿Los chicos qué decían?
-Por primera vez se portaron bien y no decían nada. Se pelean bastante y eso que hay diferencia de edad. Pelean mucho, sí. Después cayó la pandemia, se modificó el mundo y nuestras agendas también por supuesto. En algún momento va a suceder; lo sé.
-¿Cómo atravesaste la pandemia?
-Con mucha incertidumbre. Ahora también pero ya se abrió el mundo, por suerte. El teatro se potenció, se maximizó el potencial y la industria teatral ha superado al 2019 y el 2018, sin lugar a dudas. Hay una cantidad inmensa de propuestas, muchísimas obras y está buenísimo eso. Pero la pandemia fue una incertidumbre total porque nos encerramos en marzo, pasó abril, mayo y ahí ya nos empezamos a preguntar cómo íbamos a seguir. “Si esto sigue, vamos a tener que inventar algo porque los dos hacemos lo mismo”, pensamos con Brenda.
-¿Tenías ahorros, sos un tipo previsor?
-Veníamos de hacer juntos temporada en Mar del Plata con la comedia Desnudos, nos había ido bien y estábamos en esa. Teníamos programada una gira pero no sabíamos cuánto iba a durar la pandemia. Entonces, vivimos una etapa de incertidumbre y después por suerte se fue abriendo.
-Ahora estás con tu obra y una serie.
-Sí, que se llama El sabor del silencio y es un thriller medio policial que cuenta la historia de un chef que tiene su restaurante exclusivo, al que van políticos y personalidades influyentes pero en un momento hay un punto de quiebre. Se pone sobre la mesa la justicia por mano propia. Ahí le cambia la vida rotundamente al chef y se hace policial. Son ocho capítulos y es la primera vez que hago una serie para Flow. La idea es que salga antes de fin de año. Y mi vida es así: o trabajo todo junto como ahora o no hago nada.
-¿Y cuando no hacés nada, en qué te ocupás?
-Escribo. Leo. Tengo mi familia. Ya con eso soy muy feliz. En este momento, por ejemplo, siento mucho orgullo de ver mi obra en un teatro tan importante de la calle Corrientes. A veces me olvido de eso y creo que tengo que valorar un poco más lo que hago. Y también en este afán de la inmediatez y de seguir con lo que viene, uno no se detiene a pensar en lo que hace. Debería hacerlo un poco más.
-Cuando la estabas escribiendo, ¿imaginabas también en actuarla?
-Sí, sí porque es una historia que a mí me atraviesa. Soy de esa generación que tuvo a esos padres, tengo esa herencia y también me pasa de estar criando a esta generación híper comunicada. Está esta cosa de no querer ser como mi papá pero a la vez, sí y tener ese gen y no poder sacarlo. Casi como si fuese una especie de cárcel silenciosa e invisible en la que todos estamos metidos. Esta es una obra multi generacional porque se va a seguir repitiendo y acá son dos generaciones, pero podrían ser diez sin ningún problema. Cambia el contexto social, económico y las modas pero siempre se va a repetir el trasfondo.
-¿Vos elegiste al elenco?
-Sí y a la directora la fui a buscar también yo. Pude armar el grupo de trabajo y la productora es la de Javier Faroni. Me gusta ir paso a paso y trabajando a conciencia. Es la primera vez que escribo una obra y la actúo y todo se va dando paulatinamente.
-¿Qué te pasa cuando te tildan de galán?
-(Gonzalo se ríe) Me causa gracia. Ahora me río pero en su momento me lo tomaba muy en serio todo. Quería que me relacionaran con el prestigio y todas esas estupideces que no iban de la mano de ser galán. Son etapas y ya las pasé. Nunca renegué del galán pero hay una cosa rara ahí porque el galán siempre quiere que lo traten como un actor prestigioso. Está la lucha en ese sentido y quiere que lo tomen en serio. La belleza está relacionada con algo superficial, popular, momentáneo y el galán quiere hacer textos comprometidos, clásicos y que se lo valore o se lo tome en serio. Cuando me empezó a pasar lo de la exposición, las tapas de revista y el mote de galán, caí en esa y fue duro porque me tomaba muy en serio a mí mismo. Quería demostrar otra cosa; una estupidez.
-Hoy lo ves así pero te habrá costado.
-¡Un montón! En ese momento lo sufría un poco, sí, no te lo voy a negar. Se ve que me faltaba vivir un poco más y estudiar, seguir caminando y creciendo. Hoy agradezco muchísimo que me digan galán y todas esas cosas lindas que me encantan.
-¿Tenés amigos en el medio?
-No, no soy tan amiguero. Me cuesta frecuentar las amistades. Te puedo nombrar a Luciano Castro y Ariel Staltari pero no mucho más. Después tengo algunos más con los que me llevo o los veo pero no son amigos amigos. No soy tanto de la cosa social.
-¿Tus papás vieron tu obra?
-Mi mamá todavía no, mi papá sí. Y mi hermana, Paula, también. ¿Si son críticos? Me dijeron que les gustó y la pasaron bien aunque mi hermana me comentó un par de cosas porque se sintió un poco reflejada.
-¿Tu papá sigue con el taller mecánico en Munro?
-Sí. Se llama Julio y trabaja en el taller. Y mamá, Alicia, es ama de casa. Vinieron mis sobrinos también y seguramente vengan mis hijos. Eloy va a entender todo y Alfon seguramente se pierda algunas situaciones pero igual a ella le encanta el teatro. Con Brenda siempre que podemos la llevamos a ver algún infantil. Se ha subido al escenario y le encanta.
-¿Tiene genes artísticos?
-Manifiesta que le gusta. Y si a futuro me dice que quiere ser actriz, buenísimo. La acompañaría en todo lo que me pida y que esté al alcance de mi mano. No estudia teatro pero en el colegio se la incentiva mucho desde lo artístico.
-¿Y Eloy?
-No, él está muy con el fútbol. Juega en un club chico y está a full con sus amigos con el fútbol. Lo que pasamos todos en algún momento. Yo de chico jugué pero muy poco. No tenía la pasión.
-En tus inicios participaste de Reality Reality por Canal 9. ¿Qué te pasa cuando mirás para atrás?
-Me divierto. No reniego de nada de lo que hice. Todo me dio experiencia y herramientas de las que pude aprender. Ese fue un proyecto de Quique Estevanez y fue re divertido. Si lo pasan en algún lado, me cago de risa.
-¿Por qué te metiste ahí?
-Tenía 19 años y me pagaban un montón de plata, ¿cómo no me iba a meter? Encima venía de la fosa del taller mecánico de mi papá. ¿Cómo no iba a hacer eso? No había terminado el colegio, trabajaba en el taller y de repente apareció ese programa.
-¿No terminaste el colegio?
-No. Dejé en tercer año. Me faltaba un montón y me puse a trabajar. Mi papá me dijo: “Estudiás o trabajás”, y elegí trabajar. Dejé la escuela porque quería conocer el mundo y mis viejos no se opusieron. Mientras laburaba en el taller mecánico, estudiaba teatro y me metí a hacer castings. Después empezó a suceder todo y no paré.
-¿Hubo resistencia en tu casa?
-No porque me veían apasionado, veían que iba a las clases de teatro, que tenía constancia y responsabilidad. Ahí fue el: “Ah, bueno, vamos a apoyarte”. Sobre todo mi papá. Con Reality Reality gané re bien porque el dólar estaba a 1,70. Recuerdo que en ese momento me fui a vivir solo a un departamento por primera vez y pagué seis meses por adelantado. Gané independencia.
-¿Qué te falta hacer en tu carrera?
-Creo que un montón de cosas. Si me das a elegir, quiero escribir un libro de relatos. Hoy te puedo decir eso. Después, no sé. Los sueños se trabajan y se construyen trabajándolos: levantándote temprano, por ejemplo. Este sueño, el de Cómo provocar un incendio, lo construí levantándome todos los días a las seis de la mañana a escribir. A las siete ya estaba frente a la computadora intentando escribir.
-¿Cómo es tu vínculo con tu suegra, Daniela Cardone?
-Genial. Ahora hace mucho que no la veo, tiene que venir a ver la obra. Se mudó hace poco, está muy en esa. Daniela es genial, nos llevamos bárbaro. Viene a casa o vamos adonde está ella. A veces salimos a comer todos juntos también con mis viejos. Se llevan súper bien. La pasamos lindo. Y ella es muy cómplice con los chicos. Con Alfonsina tiene una cosa especial, con los brillos, los maquillajes y todo eso.
-¿Seguís hincha de Vélez?
-Sí, claro, re hincha. Ahora hace mucho que no voy a la cancha pero cuando podemos, vamos con Eloy. El es mucho más fanático que yo y lamenté un montón no haber podido ir a la despedida de Fabián Cubero. Ese día mi hijo tenía un compromiso y le mandé un mansaje a Poroto disculpándome. Solemos ir a la cancha y si voy es porque Eloy me insiste. Vamos a volver cuando pase esta vorágine de laburo.
Nicolás Peralta
Fotos: Gentileza Martina Valías y álbum personal de Gonzalo Heredia