Oriundo de Olivos, cuenta que ya de chiquito fantaseaba con la idea de ser actor pero que no se animaba a expresarlo y por eso dejó en un segundo plano su deseo. Cuando creció y terminó el colegio, se anotó en la facultad para estudiar márketing pero su pasión fue más fuerte y se terminó dedicando al arte. Nacho Di Marco tiene 30 años y un interesante recorrido en el mundo del espectáculo: debutó con una escena junto a Lali Espósito en Esperanza mía, luego participó en Los ricos no piden permiso, actuó en Golpe al corazón, posteriormente en Simona y se mudó a Perú por una propuesta que no pudo rechazar: ser uno de los actores centrales de la telenovela Los Vilchez, que causó furor en el altiplano.
Tan bien le fue en Perú que se terminó quedando por tres años y regresó a la Argentina el año pasado para sumarse a la segunda temporada de ATAV Argentina tierra de amor y venganza, por Eltrece. Allí le dio vida al pizzero Charly y ahora forma parte de la obra de teatro Wasabi, que se presenta los martes a las 20 en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza. “Wasabi es una comedia muy actual y trata sobre las problemáticas que uno va llevando en la cabeza y que no se anima a contarlas porque las tiene ahí guardadas, tanto para con uno mismo como para con su pareja. Se reúnen un grupo de amigos para festejar el cumple de uno de ellos (Daniel Pacheco) y somos tres parejas, que estamos yendo al cumple con cositas que tenemos guardadas y los trapitos van saliendo al sol a través de un juego que propone Bárbara (Luly Drozdek). Es un juego en el que cada uno tiene que escribir en un papel una pregunta, de manera anónima, y las vamos respondiendo todos. El que no quiere contestar, se tiene que tomar un shot. Es un juego de reunión, estamos comiendo sushi, tomando tragos y el wasabi va poniendo cada vez más picante la cosa. Son preguntas profundas, que incomodan a los invitados”, relata Nacho.
-¿Y qué rol te toca jugar en la obra?
-Mi personaje es Damián y está en pareja con Marina, que la interpreta Mechi Bove, quien es la autora también de la obra. Soy un maestro mayor de obras, un tipo de barrio, humilde, bonachón, súper buen tipo y servicial. El tipo que va a arreglarte el auto o el lavarropas cuando lo llamás.
-¿Tiene algo en común con vos?
-No, nada. Tengo algunos familiares que me sirven para componer a mi personaje pero es muy distinto a mí. Damián se crió en una familia muy humilde, es un tipo de barrio y siempre tuvo lo justo y necesario. Con su pareja tienen gemelos y de las tres parejas somos los únicos que tenemos hijos. Estamos muy atareados entre el trabajo, los nenes y lo corto de guita que estamos.
-¿En qué familia te criaste?
-Soy de Olivos y nada que ver con mi personaje. Nunca me faltó nada, gracias a Dios. Tampoco es que nos sobraba pero sí tuve un pasar cómodo en mi infancia. Mi vieja, Patricia, es profesora de Historia y psicóloga y mi papá, Marcos, es ingeniero y tiene una empresa de construcción. Tengo dos hermanos más grandes y uno más chiquito, de diez años, por parte de mi viejo. Mis papás se separaron cuando yo tenía cinco años.
-¿Hay algún otro artista en tu casa?
-No, nadie. No tuve ninguna referencia dentro de la familia pero yo siempre quise ser actor. El tema es que lo tenía muy interno, muy para adentro. De chico, miraba las novelas de Pol-ka a la noche y cuando crecí, en la adolescencia, me enchufé con las novelas de Cris Morena. Miraba Casi ángeles y era mi inspiración. Yo quería ser Peter Lanzani y estar ahí. Ya de chiquito me llamaba la atención la actuación, creo que desde los seis años.
-¿Y estudiaste teatro?
-Fui de chico a unos cursos pero casi no tengo recuerdos. En la adolescencia me empezó a picar el bichito con más consciencia pero no me animaba, entonces lo tenía como muy tabú y muy mío. Recién a los 21, mientras estaba estudiando márketing en la facultad, me animé y me lancé. Se lo confesé en una charla a una amiga bailarina pero nunca antes lo había hablado porque tenía miedo de que me juzgaran o que me gastaran mis amigos. Era más chico, tenía otra cabeza y me daba miedo pero sentía que en algún momento lo iba a hacer. No tenía en claro ni cómo ni cuándo ni dónde pero sabía que iba a ser actor.
-¿Dejaste la facultad?
-No, la continué pero me metí a estudiar teatro. Y mi primer bolo fue en 2015 en Esperanza mía con Lali Espósito. Subí a Instagram esa escena que hice y ahí se enteró todo el mundo. ¿Cómo llegué a esa tira? Estudiaba teatro con un maestro que además es representante y me consiguió ese bolo. Fue una locura, estaba muy nervioso y ese fue el puntapié inicial y me decidí a contárselo a todo el mundo.
-De ser fan de Casi ángeles a actuar con Lali: ¿lo podías creer?
-No, cero. Estaba en las nubes. Al día de hoy me sigue pasando. Al año, me tocó actuar en Los ricos no piden permiso y mis escenas eran con Nico Riera, a quien también lo veía en Casi ángeles y pensé: “Qué loco esto, hace un par de años lo veía en Casi ángeles y ahora estoy acá, jugando mano a mano con toda esta gente”. Era muy loco para mí. Es mágico cuando se materializa algo que deseaste toda tu vida. Además del deseo, siempre tuve mucha convicción.
-¿Con Cris Morena nunca laburaste?
-No pero me pasa algo re loco. Todo el mundo que me conoce me dice que re doy con el physique du role para trabajar con Cris pero no la conozco y me encantaría laburar con ella. No se ha dado pero amaría. No logré acceder, ella no me conoce y ese es mi sueño realmente. Aparte pienso que si no es ahora, no sé cuándo va a ser porque la edad se va pasando.
-Cumpliste 30 años. ¿Te pegó el cambio de década?
-Mi cumple fue el 18 de octubre y un poco me cayó la ficha. Me pega bien porque estoy bárbaro pero debo reconocer que ya me siento un tipo, no soy más un pibe. Esa es la primera diferencia que encuentro. Por más que la gente grande me dice que soy un pendejo, a los 30 ya no me siento chico y siento que estoy plantado en la vida en muchas cosas. En otras me falta aprender pero ya soy un adulto.
-¿Qué te gustaría hacer por fuera de lo actoral?
-Me gustaría a futuro producir, dirigir, escribir y también tener alguna inversión que me permita resolver el tema económico sin tener que depender de lo actoral. Pero hoy lo artístico está muy fuerte y sigue siendo mi prioridad. Le estoy metiendo con todo al actor y al músico, que estoy empezando a desarrollar. Canto y toco la guitarra. Me quiero lanzar como cantante y todavía estoy armando las bases para eso.
-¿Cómo viviste la experiencia de grabar ATAV?
-Fue alucinante. Soy Charly, el pizzero. Ya se termina y lamentablemente no le fue como esperábamos a la tira. Todos teníamos muchas expectativas con este proyecto pero así es el mercado y a veces no responde como un creía. Igualmente más allá de que estoy en la novela, la vi como un espectador más y me gustó mucho. Estoy muy contento y orgulloso con el proyecto que hicimos. Crecí mucho como actor gracias a ATAV.
-¿Estabas en Perú cuando te surgió la novela?
-Sí. Estaba en Perú laburando hacía tres años y medio y con mi vida muy armada allá. Tenía ganas de cambiar de aire y un plan era regresar a la Argentina, así que me vino genial que surgiera la tira. En la pandemia se murió el mercado y mi representante de Argentina me propuso hacer un casting para ATAV, fui a la prueba y quedé. Así fue que me volví.
-¿Qué hiciste en Lima?
-Me fui para actuar en una novela, Los Vilchez, que fue muy fuerte. Iba a ser por cuatro meses pero nos fue tan bien que hicimos una segunda temporada. Fue muy exitosa, medía 25 puntos y me terminé quedando en Lima. Luego me fueron saliendo más telenovelas y no pude parar. Una vorágine de laburo que no paró y en Perú me hice muy conocido. Cuando mi mamá me fue a visitar, yo llevaba tres días nomás con la novela al aire y en la calle me saludaba todo el mundo. Nunca había vivido algo así. Al día de hoy me siguen diciendo “Bicho”, que era mi personaje. Pegó mucho. Luego estuve en dos novelas más a las que les fue muy bien también.
-¿Te fuiste solo o estabas de novio?
-No, me fui solo a Perú y recién al segundo año de estar viviendo en Lima me puse de novio. Mis primeros amigos fueron mis compañeros del elenco y gente del medio que fui conociendo. Me adapté muy rápido y a los argentinos nos tratan muy bien en Perú. A los dos años, me puse de novio con una chilena que se llama Cata Vallejos y nos separamos justo antes de que me viniera a Buenos Aires.
-¿Ahora cómo estás?
-Sigo soltero y muy tranquilo. No soy muy noviero, eh. He estado de novio pero relaciones de un año y medio; no duro más que eso. Ojalá llegue alguna que me deje más tiempo pero por ahora no me pasó. Me gusta estar así porque valoro mi libertad, sobre todo no tener que dar explicaciones y hacer mi vida libremente. Siempre me manejé así. Me gusta tomar mis decisiones y que no me anden persiguiendo. Podés tener una relación libre pero al estar en pareja alguna que otra libertad se te corta, obviamente. Estoy cómodo así pero si aparece la persona, me tiene que romper la cabeza y ahí me pongo de novio con todo.
-¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
-Escuchar música y lamentablemente debo reconocer que se me va mucho tiempo con el celular. El teléfono me atrapa y se me va mucho ahí, entre las redes sociales, los chats de amigos, lo laboral, los grupos de WhatsApp. Me gusta también entrenar mucho y eso es prioritario también en mi vida, entonces hay dos horitas diarias que se van ahí.
-¿Todos los días entrenás?
-Sí. Me cuido mucho y me gusta. No me cuido en las comidas pero sí en el entrenamiento y le meto todos los días al gimnasio. Hago fierros y juego al fútbol con amigos de manera amateur. Más allá de mi laburo, lo hago porque me gusta entrenar, verme bien y sentirme bien. Soy estético y no tengo problema en admitirlo. Nunca anduve con el rollito y el día que lo tenga, me cuidaré con las comidas.
-¿Qué es lo que más te piropean?
-No sé, che. Creo que los ojos. Pero no hay algo particular que me elogien. De chico, todo el tiempo me elogiaban los ojos pero la verdad es que no le presto atención a eso.
Nicolás Peralta
Fotos: Album personal Nacho Di Marco