Adriana Szusterman había decidido ser maestra jardinera desde chica, porque el amor por los niños era algo parte de su naturaleza y porque quería generar una conexión con ellos, poder escucharlos y regalarles sonrisas.
Cumplió ese sueño y decidió que podía soñar aún más grande: grabó un disco con los éxitos infantiles que se cantan en las salitas de las escuelas, algo que otros veían como inalcanzable. Para ella, no había límites y logró su objetivo, sin saber que luego llegaría un proyecto que logró conquistar a chicos y grandes por igual: Cantando con Adriana.
A los 57 años, Cantando con Adriana se presenta el 16 de diciembre en el teatro Broadway. Tendrá una invitada especial que la desborda de emoción: su hija, que trae su Bailando con Julieta al escenario.
Hoy, a 23 años de su debut, dialogó con REVISTA PRONTO sobre su historia de vida que incluye los valores de la familia y la diversión desde el amor como emblema para crecer con una sonrisa en el corazón.
- ¿Llevás más de 20 años de carrera ya?
Sí, casi 23 años. Wow, a veces ni yo lo puedo creer cuando veo videos, fotos es como si le pasase a otra persona. Es ver una película. A mí carrera llegué de una manera natural, cero buscada porque no es que siempre quise ser artista. La vida, la gente y las situaciones me fueron llevando. No vengo de la tele, soy una maestra jardinera que tuvo un sueño grande que a pesar de que me decían “estás loca”, “es difícil”, “si querés hacelo”, y fue ir por todo, ir por mis sueños.
- ¿Cuándo te hizo el click por ir por algo más, discos, televisión y demás?
Tengo varios momentos de click. Trabajé muchos años como maestra y animaba fiesta de cumpleaños, paralelamente, para ganarme la vida. Para el jardín de infantes yo había propuesto estos discos. “Hagamosló”, le dije a la directora. Me dijo “pero Adrianita, estás loca, nosotras somos maestras, no sabemos hacerlo”. Me miraban como diciendo “esta chica y sus fantasías”. Para mí era porque amo cantar, estudié canto y comedia musical, llevaba mi guitarra al jardín y se producía algo tan lindo, tan alegre que los papás me pedían que las grabara en los viejos casete TDK porque querían saber lo que los nenes cantaban. Entonces, lo hice. Era una conexión entre el niño y el adulto, entrar al mundo de los niños desde la música. Siempre lo sentí así. Cuando conté que mi proyecto era hacer un CD, un papá de un alumno me dijo “tengo un amigo que tiene una discográfica, si querés te lo presento”. Fue el gran click del disco para el jardín. Volúmen 1, 2 y 3 a pulmón. Era el hecho de que tuvieran el CD en casa, jamás gané un peso.
El otro click fue que en las escuelas donde yo trabajaba iban los hijos de muchos famosos. Yo animaba los cumpleaños. Estaba en la casa de Marcelo Tinelli, cuando estaba con Paula (Robles), en un cumple de Fran y me dice “Adriana, ¿vos tenés idea la cantidad de discos que vos hacés que se vendieron? Acá hay un productor que quiere saber quién es la persona que hizo esto”. Porque no decía mi nombre, llevaban el nombre de la escuela “Jardín Amapola” y se habían vendido más de 200 mil discos. Era disco de Oro, disco de Platino y yo ni idea. A donde iba me decían “sabés que cantás igual a la chica del jardín”, jajaja.
- ¿Y cómo siguió después?
En esos primeros tres discos reversionaba canciones de todos los tiempos que se cantaban en el jardín, junto a docentes y los alumnos. Recién en el tercero me animé a componer un tema, “Cajita de sorpresas”. Después vino la línea de discos de Cantando con Adriana, gracias a una gran frustración que tuve. Aprendí con los años que, aunque no lo entienda, existe un propósito mayor al que vos imaginás. Tenés que aceptarlo, confiar, soltar y entregar. Fue muy mágico. En teatro, elegí grabar el tercer disco con Carlos Gianni, un músico que fue dupla de Hugo Midón en teatro para niños. Eran mis referentes. Carlos me avisó que había una vacante en el elenco de Midón. Yo soñaba con pertenecer. Me invitó a participar de la audición. Era el sueño de mi vida. Mi hija tenía un año. Pero el día en que me levanto para ir a esa audición, me quedo muda. Había pasado dos etapas y faltaba que me vea Hugo.
-Vos marcaste una generación como María Elena Walsh, Julieta Magaña, Carlitos Balá, Piñón Fijo, Panam...
Y tuve la suerte de conocerlos a todos. Con Carlitos compartí su último día, mirá me da piel de gallina, pero cuando íbamos al cementerio en el colectivo íbamos todos los adultos cantando sus canciones. Él me dijo “te pasé el legado de los chupetes, mis nietos te escuchan”. Wow. Julieta Magaña la paró a mi hija Juli, que canta, y le dijo “te llamás como yo”. Mi hija la homenajea en este show cantando La Batalla del Movimiento. Le damos vida a esas canciones que marcaron tantas infancias. Hay un homenaje a María Elena donde estamos July, mi papá con 88 años y toca el piano y yo. No te puedo explicar la energía de amor que se vive, se irradia y es emoción total. Todos vuelven a ser niños por un instante. Jugando, cantando, bailando, riendo... necesitamos tanta alegría, valores, unirnos y siento que desde nuestro lugarcito como familia llevamos ese mensaje de amor en canciones.
-Y Cantando con Adriana tiene el placer de presentarse con Bailando con Julieta, ¿qué significa eso para vos?
Uff, una emoción... me mata, porque July es un sol, es un ser de una luz tremenda (se emociona y llora)… unos valores, que digo “pucha, que la conozca todo el mundo”, porque tiene su propia luz, su vocación, su brillo. No está porque “es la hija de”. No, tiene condiciones, talento, humildad. Ella dirige las coreografías de mis shows desde que es muy chica. Tenía 15 años y montaba las coreo. Estudia danza desde los 3 y hoy tiene 29. Se formó acá con grandes maestros y en Nueva York, estudió canto, comedia musical, es actriz. Una tipa de un perfil bajo, que dirigía a los bailarines con una claridad y una madurez. Para mí, compartir a la par el show, me muero de amor. Cuando mis hijos eran chiquitos y me venían a ver al teatro, Julieta y Martín (26, docente), hacían la fila para saludar a mamá... ahora verla arriba bailar, wow... brilla. No fue fácil para ellos. Juli ensayaba y tenía funciones, no tenía vacaciones de invierno, pero lo elegía porque es su vocación. Martín trabajó conmigo de chiquito, pero se quedó con la docencia. Ellos eligieron.
-Recibís señales en tus shows...
Recorro los hospitales, desde hace 17 años, y ahí fue la primera vez que vi partir un niño, algo muy fuerte. Fue la primera señal que recibí, se abrió un canal en mí que me cambió la vida. Las primeras señales fueron mariposas, cuando esta pequeña partió. Me llevaba mi mente a ella e investigando vi que en otras culturas simbolizan el alma que se desprende del cuerpo cuando alguien parte. Su mamá me llama y me dice “Adri, vos en tu escenografía tenés un árbol así”. “Pero, ¿cómo sabes si yo todavía no estrené la obra?”, le dije. “Porque yo soñé a mi hija y me dice que está parada ahí, que canta a tu lado, que está con vos”, me respondió. Cuando me aparecieron mariposas naranjas, le cuento a la madre y me dice “mi hija decía ‘yo soy naranja, mamá’”. Aprendí muchas cosas, me contacté con gente medium, que estudió sobre los ángeles y las invité al teatro porque veíamos cosas. Hay luces que me rodean, una luz verde a mi alrededor... "Esa es tu aura, el color verde significa sanación”, me dijeron. He visto chicos en sillas de ruedas que se han parado, chicos con autismo que no hablan y que cantan mis canciones. Me aparecen plumitas. Esta persona me explicó que son las señales de los ángeles y que ella los ve: “Lo que vos hacés es tan sanador y tan alegre que no solo participan quienes están aquí en la tierra”. Bajan y ellos jugando te dan señales, las plumitas son una de ellas. Está quien se detiene como vos y lo puede ver y está quien dice “ah, una pluma, che”. Es un lugar cerrado, imposible de que pueda entrar.
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Fotos: Álbum Cantando con Adriana