Diez años tenía cuando definió que su vida iría por el lado de la música. “Me puse a tocar la batería y soñaba con tener la mejor banda del mundo”, confiesa Fernando Goncalves Lema (32), quien hoy es una de las grandes atracciones de Sex, el transgresor espectáculo que José María Muscari montó en el Gorriti Art Center y que tiene como cabeza de compañía a Diego Ramos y Romina Richi.
Performer, modelo, músico y DJ, Fernando se define como un tipo inquieto por naturaleza y antes ya había sido dirigido por Flavio Mendoza en Taboo y en Stravaganza Water in art. En diálogo con Pronto, el hombre de los mil tatuajes y de una personalidad atractiva y arrolladora, repasó sus inicios, habló de su presente y se puso picante al referirse al sexo, un tema que lo toca muy de cerca por el espectáculo que está haciendo. “Siempre, desde muy chiquito me gustó mucho la música y el primer tema que me flasheó fue Leti t be, de Los Beatles. Tenía ocho años, lo escuché y no podía parar de ponerlo en repeat. Terminaba y lo volvía a poner. En mi casa se escuchaba mucha música de los 80 y recuerdo también un viaje del colegio, en el que descubrí la música electrónica. Andaba con el MP3 todo el día escuchando el mismo tema de electrónica”, arranca Fernando.
-¿Cómo era esa familia de la infancia?
-Hermosa. Nací y me crié en Avellaneda, hasta que me mudé a Capital. Mi mamá, Mabel, siempre laburó como jefa de personal en un hospital para drogadictos, en Parque Patricios. Y mi papá, Jorge, era chofer de colectivo, en la línea 17. Murió hace cinco años, muy joven, de cáncer. Una lástima pero es la vida y cosas que pasan. Tengo una hermana, Morena, que es médica ginecóloga, tres años más chica que yo.
-¿Ya soñabas con dedicarte a esto?
-No, era un juego. Ahí empecé a jugar. Igual a los 10 años ya estaba tocando la batería y soñando con tener la mejor banda del mundo. Con mis amigos del colegio un día nos cansamos de jugar a la playstation y la pelota y nos anotamos en una escuela de música. Éramos tres, cada uno eligió un instrumento y a mí me tocó la batería. Ahí me metí de lleno.
-¿Seguías yendo a la escuela?
-Sí, claro. La música era a la par del colegio. Es más, después de la escuela me metí a estudiar ingeniería industrial en la UTN, duré dos años y me cambié a márketing, como para estudiar algo en paralelo a lo que hacía artísticamente. Desde los 12 años ya estaba tocando en bandas.
-¿De tan chico?
-Sí, arranqué de muy chiquito y me metí de lleno. Tocaba de noche con chicos más grandes y mis viejos me acompañaban. Es más, recuerdo que venían pibes a mi casa a pedirle permiso a mi mamá si me dejaba tocar con ellos. Ya a los 15 tocaba con pibes de más de 25. En paralelo al colegio, estudiaba todo el día la batería.
-¿Ya ganabas plata?
-Sí, pero poco. Eso no me interesaba. A mí me divertía hacerlo. Pasé por un montón de bandas y hasta pensaba en irme afuera a estudiar en la escuela Bekeley, que está en Boston y Nueva York. Estudiaba en la de acá y en ese momento te mandaban becado afuera. Cuando terminé la escuela, me metí a la par en la moda, como modelo.
-¿Ya tenías algún tatuaje ahí?
-Sí: arranqué a tatuarme a los 17 y en ese momento todavía iba al colegio y estaba prohibido. El primero que me hice es uno enorme de una calavera con una guitarra y unas palabras en inglés, que significan: “Alejate de la vida que levas y llevalo al límite”. En ese momento estaba muy rebelde y vivía pensando que era Axl Rose, ¡me sentía una estrella de rock!
-¿Te tildaban de agrandado?
-Era muy diferente al resto, eso sin dudas. No estaban tan bien vistos como ahora los tatuajes y recuerdo que me subía a un colectivo y me miraban como si fuera un asesino. En cierto modo, eso me gustaba. Siempre busqué ser rebelde y diferente.
-¿Cuántos tatuajes tenés?
-Por todo el cuerpo, ¡ya perdí la cuenta! No sé cuántos. Son muchísimos y en cualquier lugar que tengo libre, me tatúo. Todos tienen su significado. El que más me dolió fue el de la nuez. Me hice un diamante con unas rosas y una serpiente y el dolor era insoportable. Tanto la nuez como los pies y las rodillas duelen muchísimo.
-¿Y en la cara?
-Tengo la palabra Dominate, de dominar en inglés y la F de Fernando. Ah, y una cruz invertida. En las orejas unas rosas y unos cuchillos. Tengo un estilo bastante particular, medio carcelario y lo busqué así. Antes a este tipo de tatuajes los tenían los tumberos pero acá están bien hechos. Soy como un tumbero yanqui, americano.
-¿De dónde viene eso?
-Del rock, que fue y es mi escuela. Siempre me influencié mucho por las estrellas de rock. Si me preguntás qué quería ser de chiquito, yo te digo que uno de los Guns and Roses. Los veía y quería eso: quilombo, descontrol, minas. Era un juego, después uno va creciendo y cambia pero la estética siempre me fascinó.
-¿Te sentís observado cuando vas por la calle?
-Sí, bastante. Es una suma de cosas y no son solo los tatuajes. Porque hoy en día no es raro ver a alguien tatuado. Mi hermana es médica, súper estructurada y mi polo puesto y sin embargo tiene diez tatuajes, por ejemplo. Ya no es extraño. Pero en mi caso, siempre voy muy cargado por la ropa y los accesorios.
-¿Cómo definirías tu estilo?
-Tengo un poco de dark, bastante más de rock y mucho de glam también. Porque si hablás de rockero, por ahí te imaginás otra cosa y yo soy bastante cheto para ser un rockero. Es gracioso porque siento que soy muy cheto para ser rockero y muy rockero para ser cheto. Me gusta mucho la moda, la alta costura y marcas con estilos poco convencionales. Un Panni Margot, por ejemplo, me encanta e hice mucho con él. Siempre me atrajo la estética de los bad boys, los villanos. El pelo también lo cambio todo el tiempo: ahora está gastado pero lo tenía fucsia y en breve lo haré otra vez hasta que se empiece a lavar. Me gusta tener una imagen impactante.
-Vuelvo a tu carrera. Pasaste por varias bandas ¿y luego qué?
-Toqué en bandas conocidas, como Cabezones y Agama. Estábamos en los mejores lugares del circuito porteño y yo siempre en la batería. A la par, estudiaba teclados, tocaba sintetizadores e iba por más porque el baterista estaba medio escondido y quería sobresalir más. Como un juego me fui metiendo en el mundo de la moda.
-¿Cómo te fuiste metiendo?
-La novia de uno de los chicos de la banda, Ana Devin, estaba laburando mucho como modelo de Vero De la Canal y me dijo que tenía que meterme en una agencia. Siempre entrené, me cuidé y era bastante metrosexual. Entré en una agencia y empecé a modelar. Al día de hoy sigo trabajando mucho como modelo y hasta tuve mi marca de ropa, Nonsense, que es de ropa futurista sin género. Hoy la maneja uno de mis mejores amigos y yo les hago las fotos. Hace ocho años también estoy como modelo y productor de la marca de ropa interior Narciso.
-¿Qué fue lo primero que hiciste a nivel farándula?
-Taboo, con Flavio Mendoza. Lo conocí haciendo fotos para una revista, me sugirió que hiciera una audición y quedé. La mayoría salíamos desnudos a escena y fue un shock al comienzo pero después me acostumbré. Ahí arranqué y no paré: hice Stravaganza Water in art en el Conrad de Punta del Este, ahí me vio Muscari y me convocó para el primer Sex, antes de la pandemia. En el medio, hice otra vez Taboo con Flavio en el Teatro Astor Piazzolla. Pero, sí, en Sex estoy desde el principio y seguimos con un éxito increíble.
-¿A qué atribuís el fenómeno?
-Creo que es un show diferente y que más allá de ver un espectáculo, a la gente le cambia un poco la mentalidad y la manera que tiene de ver las cosas o de descubrir situaciones que no se anima. Lo loco es que muchas personas vuelven todo el tiempo a ver el espectáculo. Te vas con ganas de más: la primera vez que venís es como una primera salida con alguien que te gusta mucho y estás ahí un poco tenso y no te animás demasiado. Pero si te gustó, después querés más. En la segunda estás más libre y lo disfrutás mejor. Además, es un show que cambia todo el tiempo, con figuras nuevas y cuadros diferentes.
-¿Te pasó que alguien del público te espere a la salida o te avance?
-Sí, todo el tiempo. Es habitual. Imaginate que soy uno de los que más en bolas termina y soy el que muestra explícitamente todo porque tengo un desfile al que salgo desnudo. Cuando me lo propuso Muscari, le dije que sí. ¿Por qué no? No siento vergüenza, ya lo había hecho con Flavio y te terminás acostumbrando. Lo complicado es que hay días en los que no tengo tantas ganas pero es mi trabajo y pongo lo mejor. Aparte la gente está tan arriba, que te tira su energía y eso te levanta mucho.
-¿Nadie se sobrepasó?
-Alguna que otra vez, sí. Sex es un espectáculo con mucho contenido erótico y nosotros tratamos de seducir a la gente. Si bien está todo recontra marcado, a mí me gusta intimidar a la gente. No sé si tanto seducir sino más bien intimidar porque juego un papel más rudo. No voy tanto por el lado del mimo; voy más por una postura fuerte. Apenas me acerco, me doy cuenta cuando una mina se inhibe y eso es lo que más me gusta porque siento que tengo yo el control. En cambio, si me acerco y veo que ya se me tira encima, me corro porque eso me la baja. En Sex pasa de todo y son nueve funciones a la semana las que hacemos. Eso uno aprende a manejarlo y no se pasan los límites.
-¿Saliste con alguien del público?
-Sí, salí un par de veces, sí. Podrían haber sido muchísimas más pero te confieso que me hago bastante el difícil. Soy de hacerme el interesante. Siento que siempre hay que hacer la función para alguien en particular. Por lo menos, así lo vivo yo. Me encanta que me miren, me fascina. Y en las funciones me motiva muchísimo si hay alguien especial, un grupo de amigos, alguien que me atrae e interesa, y eso me motiva para hacerle la función a esa persona especialmente. Me ha pasado hacer todo el show mirando a alguien y después que no pase nada. Pero la otra persona se va re flasheada. O si tengo un momento libre para caminar, voy y encaro a esa persona. Hay situaciones para jugar.
-¿Te referís a chicas o chicos también?
-No, a ver: juego con seducir a todo el mundo. Pero me gustan las chicas. Soy ciento por ciento heterosexual. Pero el juego de seducción es con todos. No me cierro.
-¿Estás en pareja?
-Sí, sí. Me gusta estar en pareja. Soy una persona a la que le gusta la vida de pareja. Llevamos un año y pico con Mili Montero, que es una de las bailarinas de Sex. La conocí ahí y se banca mi laburo porque los dos tenemos el mismo trabajo. Es más, yo soy bastante más celoso que ella. La veo seduciendo chicos todo el tiempo en el espectáculo. Está bueno jugar con eso.
-¿Conviven?
-No. Me encanta estar en pareja pero también conservar mi espacio. Hago muchas cosas, me tomo mis tiempos y cada cual tiene su casa. En Sex vamos a seguir hasta mediados de diciembre, luego tenemos un receso y volvemos en enero. En mis vacaciones, la idea es irme a Europa y pasar música entre Barcelona y Roma. Soy DJ y no puedo viajar si no paso música. Acá en Buenos Aires estoy tocando en los principales lugares: Mandarine, Crobar, Bahrein y el circuito de música electrónica de la ciudad que es buenísimo.
-¿Cuáles son tus metas profesionales?
-Siento que con todo lo que hice, ya la pegué. Conseguí muchas cosas que soñé y ahora mismo estoy haciendo lo que siempre quise: trabajo en mi show preferido y que para mí es uno de los mejores espectáculos de la Argentina, que es Sex. Trabajé con muchas marcas que me copan, toco en los mejores lugares de Buenos Aires y como soy ambicioso, siempre quiero más. Me gustaría hacer todo esto mismo pero en medidas más grandes. En un par de años me gustaría tener un circuito de gira entre Ibiza, Tulum y Buenos Aires.
-¿Cómo te definirías?
-Como un gran performer. No soy bailarín ni actor pero bailo y un poco actúo, aunque en definitiva no compongo un personaje sino que soy yo mismo. Para el teatro, soy un performer. En Sex soy ciento por ciento yo: desfilo, hago fuego, un desnudo, toco la batería y eso soy yo. Hago de rockstar.
-Estás en el video de Jimena Barón, Ya no te extraño.
-Sí, fue genial. Se habló mucho en su momento. Se rumoreó un romance porque ella justo había cortado y el video es bastante fuerte. Me comparaban con Daniel Osvaldo porque él también es súper rocker y usa muchos accesorios. Pegamos re buena onda con Jimena pero no pasó nada.
-Qué desilusión.
-Te lo juro. Hubo mucha onda y nos llevamos súper bien pero no pasó nada más allá de lo que se vio en el videoclip. Ahora tocó hace poco en el Opera y la fui a ver. Es divina y está buenísimo lo que está haciendo. Veo nuestro videoclip y me gusta mucho.
-¿Qué música escuchás?
-Mucha electrónica, que es lo que hago y produzco. Me gusta mucho el rock, el pop y por ahí es donde me muevo. No escucho salsa ni cumbia pero sí cachengue. Eso me divierte para salir a bailar y reírme con amigos.
-¿Y el sexo qué lugar ocupa en tu vida?
-Uno muy importante. Imaginate que trabajo en una obra que se llama Sex y yo vendo muchísimo sexo en todo lo que hago. Toda mi identidad es muy sexual y me encanta venderla. Por eso siempre estoy bastante en bolas. Si pudiera andar en cuero por la calle, lo haría. Soy bastante sexual y en la pareja es fundamental. La química también. Porque el sexo solo como deporte no me interesa; tiene que estar acompañado por una conexión y mucha química. Por eso me gusta estar en pareja.
-¿Cuándo tuviste tu primera vez?
-Fue a los 17. Bastante tarde, para haber arrancado en la noche de tan chico. Fue con una chica con la que salía, no es que fue con cualquiera. Lo lamento pero no tengo una historia super rocker para contarte en este sentido. Soy romántico también y es importante que haya piel y conexión en el sexo.
Por Nicolás Peralta // Fotos: Gentileza Agencia AB