Se llama Jorge Luis Reyes Tassara (52) pero todos lo conocen como El Chino. Cocinero de profesión, acompaña a Ariel Rodríguez Palacios en las mañanas de Telefe en el exitoso ciclo Ariel en su salsa y también estuvo en los 12 años anteriores junto al reconocido conductor culinario en el programa Qué mañana, por Canal 9. Hombre de perfil bajo, poco se conoce de su vida aunque cada tanto Ariel va tirando datos y pistas al aire por televisión. “Esta es mi primera entrevista”, anuncia el Chino antes de repasar su vida y revelar aspectos desconocidos suyos en charla con Pronto. Y arranca contando el origen de su apodo.
-¿Quién te puso el sobrenombre Chino?
-Todo el mundo me llama así, a tal punto de que mi hijo de chiquito también me decía Chino. El apodo surgió cuando estudiaba en la escuela de Ariel, que fue cuando me inicié en la gastronomía más seria. La gente de mi grupo me decía Chino y me quedó.
-¿A qué edad fuiste a estudiar con Ariel?
-Terminé el colegio a los 16 años, en Perú. Me postulé para la escuela militar pero no ingresé y tenía unos amigos que se venían a Córdoba a estudiar Ingeniería aeronáutica. Me prendí con ellos pero me quedé acá, en Buenos Aires. Al comienzo, hacía el CBC y vivía en una residencia de estudiantes, al frente de la UOM y en diagonal a donde vivía Luca Prodan.
-¿Lo conociste?
-No, llegué tarde, no lo llegué a conocer. Era Alsina al 400, en el barrio de Monserrat. Mis amigos se iban a Córdoba y yo me quedé en Buenos Aires porque la UBA y la UTN tenían cupo para extranjeros. Fui al consulado y en el sorteo me salió Buenos Aires mientras que todos mis amigos peruanos se fueron a Córdoba. Traté de hacer el cambio, no pude, me quedé y finalmente Buenos Aires me atrapó.
-¿Cómo era la vida en la residencia universitaria?
-Era una casona antigua, de 1930 y vivía mucha gente. Hacía el CBC por la mañana y trabajaba en gastronomía de 20 a 5 de la mañana. Era un boliche que se llamaba 05 y ahí laburé con un suizo alemán. Yo era un che pibe, nunca había entrado a una cocina grande y entonces comencé en la cafetería y pasé por todos lados: lavacopas, bachero, cafetería, ayudante, todo eso. Como no quería que mis padres me mantuvieran, trabajaba y estudiaba.
-¿Qué estudiabas?
-Ingeniería eléctrica pero solo hice el CBC y dejé porque era difícil hacer esa carrera y trabajar. En Perú, mi padre era jefe de mantenimiento en un hospital y en esa zona del país ha puesto en marcha muchos hospitales. Mi mamá es enfermera jubilada, después tengo mi hermana mayor que es doctora, la que sigue es administradora en un hospital regional, mi hermano es ingeniero mecánico eléctrico con una maestría y yo soy la oveja negra de la familia.
-¿Entonces cuándo te fuiste a anotar a lo de Ariel para estudiar cocina?
-Eso fue así: en la residencia de estudiantes, tenía un compañero que estudiaba Sociología en la UBA y como había muchas habitaciones, un día llegó triste al cuarto porque se había enganchado con una película y la tuvo que apagar porque el resto de los chicos se había ido a dormir. “Mañana voy a comprar una tele para nosotros”, le dije. Haciendo zapping, un día lo descubrí a Ariel Rodríguez Palacios, que estaba en el canal Gems. Lo miraba y decía: “Uy, este pibe está loco, está buenísimo lo que hace”. Me parecía interesante y llegaba a horario a la residencia para ver el programa.
-¿Y lo fuiste a buscar?
-No. Fue pasando el tiempo y lo miraba por la tele hasta que un día, yo ya estaba trabajando en restaurantes y quise buscar una carrera para estudiar bien cocina porque no quería ser un gitano que iba de acá para allá sin mucho rumbo. Como lo veía divertido en el programa a Ariel, haciendo cosas interesantes, me puse a buscar escuelas de gastronomía. Fui a una que quedaba por Corrientes y Riobamba pero mucha bola no me dieron, entonces me fui y caminé hasta Santa Fe y Montevideo, donde está el IAG. Me trataron de diez, parecía que me conocían de siempre, fueron muy agradables y sin pensarlo, dejé la seña para la matrícula.
-¿Sabías que era la escuela de Ariel?
-No, nada. Pero mirá lo que es la casualidad: a la semana me llamó un amigo para invitarme a navegar e irnos a la isla La Reunión, que es una colonia francesa en Africa. Ellos se iban en barco, estaban armando la tripulación y yo iba a ir de mozo. “Me anoté en una escuela de cocina y no puedo”, les expliqué. Así que me quedé y ahí comenzó todo. Arranqué de grande: tenía 27 años y ya había vivido mucho; había atorranteado lo suficiente. La cocina me atrapó tanto que nunca más la solté.
-¿A la par de qué trabajabas?
-Estaba en un lugar que hacían minutas y con eso me solventaba la carrera. Te hablo del año 97. Estudié ahí, Ariel fue mi profesor de cocina y también Guillermo Nader, que es el productor gastronómico de Ari. Guillermo daba cocina fría y buffet. También Osvaldo Gross. Un día, lo encaré a Ariel y le dije que me encantaría trabajar en la escuela. En ese momento, no había cupo y me dijo que me iba a tener presente. A los dos meses, se lo repetí y me respondió: “Si querés comenzar ya, vení mañana”.
-¿Qué le respondiste?
-Que no podía porque estaba trabajando en un lugar y necesitaba avisarles con tiempo que dejaba. “Bueno, el mes que viene comenzás a trabajar”, me respondió. Ahí empezó la gran historia en mi vida. En el IAG comencé en mise en place, que es la organización de los ingredientes en la previa. Para los talleres o las clases demostrativas, iba armando canastos y cajones con todo lo necesario para cocinar. Ejemplo: si iban a preparar un pollo a la portuguesa, el docente tenía que tener la cebolla y morrón cortados, más un vegetal en bruto que es con el que muestra los cortes.
-¿Y la tele cómo se cruza en tu historia?
-Ariel tenía un asistente, el coloradito Blazco, que quería ser docente y entonces, Ari le preguntó quién podría acompañarlo a trabajar en la tele y el coloradito me recomendó a mí. Cuando me dijo, acepté y así empezamos, en Utilísima. Salía en cámara pero lo que me interesaba a mí era la gastronomía y aprender de él. Entonces, nos sentábamos a ver la receta, organizábamos todo y yo me quedaba armando. El día anterior a ir a Utilísima, nos juntábamos en un aula de la escuela, preparábamos todo y al día siguiente íbamos al canal y grabábamos cuatro o cinco programas. También viajábamos mucho a hacer clases a beneficio, que es algo que Ariel ama hacer. Ejemplo: dábamos una clase a beneficio en el Tigre para conseguir los aires acondicionados para una escuelita.
-¿Cómo viviste el cambio de Canal 9 a Telefe?
-Es raro para bien: la buena onda que encontramos cuando llegamos a Telefe es de otro planeta. Entramos y sentimos que estábamos en nuestra casa. Desde la gente de limpieza hasta de utilería, los bomberos, los cámaras y los trabajadores, que son los primeros que vemos siempre, nos recibieron con los brazos abiertos. Se siente esa especie de hermandad, esto es una familia y es re lindo trabajar en un lugar así, donde existe la buena onda. En Canal 9 la gente era muy macanuda con nosotros y acá también, entonces en lo emocional no sentimos el cambio. Claro que uno extraña el otro canal porque dejó parte de su vida allá pero el lugar es lindo y estamos felices. La gente en Telefe es muy agradable, servicial y se desviven por conseguir lo que pedís porque saben que es para el programa.
-Al programa le va increíble en rating.
-Sí, muy bien, gracias a Dios. Eso acompaña y está bueno. Los japoneses siempre dicen que uno tiene que buscar una razón para levantarse todos los días y mi razón es venir al canal. Me hace bien, los compañeros son todos macanudos y está Ariel, que es palabra mayor.
-¿Cómo es tu vínculo con Ariel?
-Ariel es como mi hermano mayor, el que nos encamina y nos marca el rumbo. Pasamos Navidades y Año Nuevo en su casa, el Día del Amigo juntos, el cumpleaños de su mujer, conozco a toda su familia, es muy generoso. Cuando lo conocí, supe que él no era ni un jefe ni un amigo sino un hermano. A Felipe, su hijo, lo conozco de chiquito y a Machi, su otro hijo, yo lo llevaba a los castings para que hiciera publicidades de juguetes. Es una relación muy especial y cuando estuve internado en terapia intensiva por el covid, una de las personas que me iba a ver siempre era él. Además de mi señora, él iba casi todos los días. Es un tipo que se involucra mucho y le gusta que la gente que trabaja con él esté cómoda. Si tenés un problema, él siempre va a estar. Yo cruzo el río Rubicón por Ari. En la Antigua Roma, el río Rubicón estaba en una de las fronteras y había que ser un osado para cruzarlo y enfrentarse con la legión romana. Había que tener muchos huevos y por Ariel yo osaría en cruzar el Rubicón. Doy todo, subo al Everest por él.
-En pandemia tuviste covid y no la pasaste bien. ¿Es así?
-Sí, la pasé muy mal. En junio del 2021 me agarró covid y casi no la cuento. Estuve un mes y 20 días intubado e inconsciente en terapia intensiva del sanatorio Anchorena. Les estaré eternamente agradecido al personal médico por lo bien que me trataron. Me estoy recuperando aun porque se me lastimó un nervio ciático y el pie perdió sensibilidad. Después de salir de UTI, pasé dos meses aprendiendo a caminar.
-¿Tuviste que aprender a caminar de cero?
-Sí, de cero. Ahora rengueo un poquito pero de a poco voy ganando sensibilidad. En dos meses intubado perdí 28 kilos. Era todo nuevo hasta para los médicos y quedé así rengo por diversos factores, que no se saben aún. Pudo haber sido la droga que me daban, no sé. Cuando te intuban, te inhiben los músculos y te mantiene vivo el respirador. Te producen una atrofia y sos como una gelatina, un gel. Cuando te fronan o te giran para que pulmón no esté apretado, sos una gelatina y en uno de esos giros, quizás un mal movimiento te puede lastimar. Y antes, por protocolo, el personal médico solo veía que tus signos vitales estuvieran bien pero si estabas doblado, no reparaban en eso. Al haber tanta gente, era todo muy complicado.
-¿Quién te iba a visitar mientras estabas internado? ¿Cómo se compone tu familia?
-La familia mía está en Perú y acá tengo un sobrino, André. Mi señora, Roxana, fue todo. Ahí te das cuenta, en las malas, cuánto vale la persona que tenés al lado. Siempre digo que la tendría que haber conocido 20 años antes. Estuvimos siete años en pareja y tenemos a Rufina, de dos años. También tengo otro hijo de 14 años. Fue algo loco todo porque me fui a acostar una noche y cuando abrí los ojos, habían pasado dos meses.
-¿Pensaste que te morías?
-Nunca porque nunca lo viví. Lo único que recuerdo es que llegó el médico, me preguntó el apellido, le respondí Reyes y me dijo: “Te tenemos que intubar”. Le pregunté si no había otra opción y me contestó: “No. Si no te intubamos, te morís”. Le pedí por favor que me dejaran mandarle un mensaje a mi señora y quedé en el sanatorio. Resulta que me había hecho el testeo de covid el sábado y no recuerdo lo que pasó hasta el jueves. Son cosas medio confusas. Tuve fiebre, llegué al Anchorena y me aislaron en una habitación. No saturaba, me intubaron y no recuerdo nada de ese tiempo.
-¿Tu hija era recién nacida?
-Sí. Tenía dos meses y la podría haber dejado sin su papá. Pero lo más loco de todo era que ni yo me iba a enterar. En la internación, tenía muchos sueños raros. Se ve que el cerebro sigue registrando lo que sucede alrededor pero como te drogan y estás entredormido, lo que escuchás cerca lo vas soñando.
-¿Qué soñaste, por ejemplo?
-Cosas fuertes, que a veces no me dan ni para contarlas. Son situaciones irreales. Ejemplo: estaba en un reality y tenía que viajar a Perú a grabar con Ariel, que me estaba esperando allá. Pero la locura era que me intubaban despierto. El sueño era que un tipo me agarraba por el cuello con un cuter, me ponía los caños despierto, me llevaban así al aeropuerto y tenía que venir Ariel a buscarme pero no llegaba. Me dejaban tirado en el aeropuerto y siempre, en mis sueños, estaba atado. Y en la internación yo estaba atado para que no me quitara los caños. Se mezclaba la realidad con la ficción; era una pesadilla.
-¿Y qué pasaba cuando te despertabas?
-Cuando desperté fue tremendo porque no recordaba si mi hija había nacido o no. Estaba confundido porque no entendía nada. Me vi híper flaco, con 28 kilos menos, me temblaban las manos, me quería levantar y no podía. Pero mi cerebro me indicaba que la noche anterior me había levantado para ir al baño, cuando en realidad eso había sido dos meses antes.
-¿Cómo está Rufina, tu hija?
-Cumplió dos años y está hermosa. La pandemia nos cambió la vida a todos y a mí, en especial, para siempre. Mis días arrancan a las 5 de la mañana: me levanto, hago bici fija porque necesito recuperarme de las secuelas del covid ya que tengo un ciático que se me aplastó, entonces hago bici, saco a pasear a mi perra Agatha, que es bull terrier y Rufina sigue en su cunita. Ahí subo, le preparo el desayuno a mi hija, rotulo los pañales con su nombre para mandarle en la mochilita del jardín y la llevo a la colonia, que queda cerca de casa. A las 7 Rufi está vestida, tomando su leche y la llevo con un juguete a la escuela. La dejo y me vengo para Martínez, a Telefe.
-¿Se queda bien ella en la escuela?
-Sí, perfecta. Es una bebé de pandemia, que estuvo solo con la mamá y conmigo pero sin mayor contacto con otra gente. Ahora, de repente, comenzó a socializar, tiene amiguitos nuevos y está forjando su personalidad. ¿Si habla? Sí: dice mamá, papá, Tata, tita es galletita, llama a la abuela Lili, dice Agatha. Cuando salgo del canal, a media tarde, la voy a retirar y nos vamos a casa. Tomamos la merienda juntos, sacamos a pasear a la bull y ella quiere siempre pasar por el supermercado chino. ¡A Rufina le encanta entrar al supermercado!
-Qué lindo nombre le pusieron.
-Rufina era el nombre de la abuela de mi señora, Roxana. Le pusimos Rufina Liliane, que es Liliana en francés. Los abuelos eran de los Pirineos atlánticos, vasco franceses.
-¿Estás criando a tu hijita solo?
-Sí. Mi señora falleció el 19 de diciembre pasado, justo el día después de que Argentina saliera campeona del mundo. Murió víctima del cáncer de mama. Uno empieza a aprender lamentablemente cuando le pasan estas cosas pero hay que detectarlo a tiempo, hacerse chequeos periódicos y darle bola porque no es juego. Su abuela tenía y ella era propensa a heredarlo, entonces uno tiene hasta que investigar eso en el árbol genealógico para prevenirlo. Todos los años hay que hacerse los exámenes y prevenir. Es la vida y es un aprendizaje. Y ahora ya no soy más papá: pasé a ser mamá.
-Sos papá y mamá a la vez.
-Sí. Hoy valoro más que nunca el rol de la mujer y el trabajo de ser madre. Rufina tose a la madrugada y me levanto de raje. Eso lo hacen por lo general las madres y yo comencé a adquirir esas cosillas de mamá. Incluso pienso como madre. Nunca imaginé que antes de salir de casa me iba a hacer tan metódico: pañales, que esto, que la mema, que lo otro.
-¿Rufina te pregunta por su mamá?
-Es muy chiquita y al comienzo, el primer mes, se despertaba a la madrugada y decía: “Mamá”. Ahora ya es papá y mi trabajo ahora es mostrarle a su mamá en fotos y videos, así no la olvida. Estoy armando fotos de la familia: de Rufi con su mamá, de los tres, con la abuela, con la perra. Así le queda a ella. Mi señora amaba el color rosa, era todo rosa para ella y yo era reacio al color. Ahora te vas a reír pero yo lo que busco es el rosa por todas partes. Qué se yo, no es fácil.
-Te emocionaste.
-Sí, pero ya se pasa. Así es la vida y uno no puede renegar, maldecir o enojarse. Agradezco el tiempo que compartimos y sigo para adelante porque sino terminás siendo un infeliz. Y uno tiene que ser una persona feliz porque tenés un hijo atrás. Simplemente eso. Es un aprendizaje constante y es duro, pero le pongo muchas pilas.
-¿Tenés ayuda?
-A veces; soy medio raro en eso. No me gusta desprenderme de Rufina porque si lo hago, empiezo a aflojar y uno no tiene que aflojar jamás. Es como en el laburo: si empezás a depender de alguien, ya no sirve. Claro que necesito ayuda y están los hermanos de Rufina: Cintia (32), Axel (30) vive en Chile e Indiana (27). Son del primer matrimonio de Roxana. Axel está afuera pero las chicas están acá y me ayudan. Mis suegros, Hugo y Marta, me aman y son incondicionales también.
-¿Y a vos qué familia te quedó?
-Toda pero está en Perú, menos mi sobrino que vino a Buenos Aires a hacer un posgrado en Administración y se quedó a laburar acá. Mis viejos, Pedro y Lilian, y mis hermanos están todos en Perú. No viajo desde un año antes de la pandemia; hace bastante ya. Viven en Chiclayo, en la costa norte peruana. Hace mucho calor ahí.
-Viajaste a España con Ariel. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Sí, eso fue una locura hermosa. Fue hace más de 15 años. Recuerdo que estaba vacacionando en Perú, me llamaron al teléfono fijo y mi vieja me dijo que Ariel me iba a hablar más tarde. Esa noche me pegó un tubazo y me invitó a irme a España con él por trabajo. Armé todo, cancelé las vacaciones y me vine. Nos fuimos los dos solos a hacer un programa por Antena 3, en Madrid. Estuvimos seis meses yendo y viniendo y en una semana allá grabábamos todo el mes.
-¿Cómo les fue?
-Espectacular. Era todo abundancia en esa época y las compras de los alimentos para el programa las hacían en El corte inglés, para que te des una idea. Conocimos mucha gente, otra cultura, otra gastronomía. Fue todo aprendizaje, competíamos con Carlos Arguiñano, que tenía su programa en el País Vasco y le ganábamos. Nuestro ciclo se llamaba El toque Ariel, por Antena 3 todos los mediodías. Fue una locura.
-¿Viajaste mucho más con Ariel?
-Un montón. Nuestro primer viaje juntos fue al Tigre, a ayudar a una escuelita. El jamás lo va a contar pero ayuda mucho en silencio y en perfil bajo. Jamás va a alardear con eso. La escuela necesitaba un aire acondicionado, entonces íbamos un domingo a dar clases a beneficio para conseguir la plata para el aire acondicionado. El tenía los chicos muy chicos y no tenía drama en dejar un domingo a la familia para ir a ayudar. El segundo viaje fue a Las Grutas y luego no paramos: España, Francia, Perú, Paraguay y los países que te imagines.
-¿Trabajás en el IAG?
-Laburaba en la escuela, pero cuando comencé en la televisión con Ariel me dediqué full time con él a eso. Lo seguía a todos lados. Era ex alumno del IAG y en la escuela comencé con la parte de mise en place. Ahí se comienza a aprender todo y a relacionarse con los productos. Ganás habilidad y hacés una buena base. Si te llegan 30 salmones para las clases, los tenés que acondicionar para las demostrativas, el taller, filetearlos. Desde Utilísima hasta Fox, pasando por los programas en las estancias, el cable y el aire, hace muchos años que estoy abocado a la tele. Y siempre al lado de Ariel, que está en las buenas pero mucho más firme en las malas. Es incondicional y yo también lo soy con él.
Nicolás Peralta
Fotos: Album personal del Chino Reyes
La entrevista completa con El Chino Reyes y otras más están en la edición digital de abril de revista Pronto, se puede descargar y leer de manera gratuita haciendo click en este link