Leonor Benedetto acaba de finalizar con la tercera temporada de la obra Perdida Mente, de José María Muscari, y a lo largo de estos tres años el espectáculo tuvo distintos elencos. Pero ella siempre estuvo firme en su papel de una jueza que padecía Alzheimer.
Respecto a si le cuesta armar y desarmar "familias laborales" todo el tiempo, Bedenetto fue contundente y esa pregunta que le hizo el periodista Nicolás Peralta derivó en un tema más profundo sobre la maternidad y el vínculo con sus hijos. "Debo reconocer que es complicado armar y desarmar elencos. A mí no me da lo mismo una actriz o un actor que otro", confió Leonor.
Y agregó: "Lo que pasa es que en este momento estoy con cierta posibilidad de opinar al respecto. Antes no. Cuando tu opinión importa, después de muchos años de trabajo, me pueden consultar sugerencias de nombres y los doy. Pero antes no pasaba. Se hace difícil muchas veces. Lo que sí me cuesta es demostrar afecto cuando no lo siento".
Súper sincera sobre el vínculo con sus colegas, explicó: "Es interesante lo que sucede con eso en la vida personal porque aparece inmediatamente el desapego. Es el famoso desapego del que hablan las disciplinas psicológicas espirituales, que es bastante difícil de ejercer en la vida. Nosotros, los actores, lo vivimos haciendo por obligación. De eso se trata el trabajo"
¿Si ella se considera una mujer desapegada? "Sí, bastante. Eso del desapego del trabajo ayuda también mucho en la vida personal afectiva. Siempre fui desapegada: de mis hijos, de mis nietas, de mi trabajo, de todo", justificó. Y reconoció no haber sido una gran madre. "Es real, lo asumo. Tiene que ver con no coincidir con el modelo del suplemento dominical, que te dice cómo tenés que ser como novia, como amante, como esposa, como madre, como ama de casa. No coincido con eso. Si me ponés un papel de calcar, aparece corrida la figura. No soy ese modelo de madre perfecta de los suplementos dominicales. Son ridículos de verdad. Es una imagen no real. Imagen que pudo haber tenido vigencia hace cien años", confió con una sinceridad brutal.
-¿Supiste por qué sos así?
-Supongo lo habré heredado de mi madre, Honoria Leonor, que fue una ama de casa rara para la época. Fue una de las personas más libres que he conocido. Era muy difícil ser libre entonces. Era una libertad especial, no la libertad de salgo a bailar y no vuelvo. La libertad de hacer lo que ella intuía que era para cada una de sus hijas. Lo tenía clarísimo, con una inteligencia llamativa.
-¿Cómo sos como abuela?
-No soy de las abuelas que van con sus nietos a la plaza. Las llevo a las chicas a exposiciones de pintura, al teatro, al cine. Todo eso les gusta. Mis nietas son Olimpia (15) y Matilda (11) y las dos tienen intereses artísticos. La chiquita va al colegio Esnaola, que es un ámbito musical y eso implica cantar, tocar instrumentos y es fantástico. Me gusta que les interese el arte porque estoy convencida de que al mundo lo salvan los artistas o no los salva nadie.