Josefina Pouso dejó de fumar un 1 de enero de 2008. Y pese a que se tentó varias veces no volvió a prender un cigarrillo hasta mayo del 2022. En el medio tuvo dos hijas, Morena (10) y Helena (6), con Diego de quien se separó en 2017. Así le contó su historia a Gastón Pauls en el programa Seres libres.
"Yo empecé a fumar creo que a los 12 años. Me acuerdo ese primer cigarrillo fue con una compañera de la primaria que después en el secundario no estuvo. Fue en una habitación en mi casa, le afanamos a mi vieja puchos porque mis viejos fumaban los dos. Fue la primera vez que probé un cigarrillo, que fue en espanto. Estaba esa cosa social que había, que el que fumaba era canchero, y empezás a fumar por eso, o sea por pertenecer, por querer parecer más grande, más piola."
Como suele pasar con las adicciones, muchas veces la víctima cree tener el control sobre el consumo de la sustancia y no es así. Para Pouso, esa revelación se dio una noche en el que al fin pudo verse antes el espejo de lo que pasaba. "Yo dejé de fumar en el 2007, en realidad el 1 de enero de 2008. Tres meses antes, octubre del 2007, vivía con un novio y estaba con la compu. Eran las tres de la mañana, estaba fumando, me quedé sin puchos y salí a comprar puchos sola hasta una estación de servicio. Ese día dije "este hijo de p... me ganó". Porque hasta ese momento yo creía que la cosa la tenía controlada. Era como una fumadora muy consciente. O sea, no fumaba en el auto, no fumaba la mañana, no me gustaba el olor a pucho. Entonces si venía de bailar me tenía que ir a bañar sí o sí. Había muchas cosas del cigarrillo que no me gustaban pero yo creia que lo tenía dominado. Ese día que salí sola a comprar a las 3 de la mañana, volví con el paquete a mi casa, me senté en la computadora y dije se terminó"
Claro que si bien muchas veces se subestima la adicción al cigarrillo, los fumadores saben muy bien que no es fácil dejar. El poder adictivo de la nicotina es muy poderoso. Josefina contó cómo lo logró. "Empecé a buscar en la compu formas de dejar de fumar. Y me acuerdo que leí un artículo que se repetía bastante que decía que para dejar de fumar había que poner una fecha no inmediata sino mediata. Entonces eso en el inconsciente empieza a trabajar, preparando a tu cerebro que en esa fecha va a tener que liberarse de todas estas toxinas y estas costumbres que está teniendo. Y así fue, dije "bueno 1 de enero dejo de fumar". Pero se me pasó, o sea me olvidé que iba a dejar. Pero ese 1 de enero mi novio me dice "llegó el día de dejar de fumar". Le respondí: "Ah sí, es verdad, hoy dejo de fumar" y me acuerdo que estábamos en la cena de Año Nuevo, todos fumaban, mi vieja, mi viejo, mi cuñado, se me cagaban de risa todos. Hasta las 12 menos dos minutos creo que me prendí ocho puchos. Brindé, me comí mis 12 pasas de uva, fumé mi última pitada, lo tiré y le dije "chau nunca m??s". Y dejé de fumar".
La periodista estuvo 14 años sin fumar. No fue fácil. "Me pasó de estar de vacaciones en el sur con el papá de mis hijas, yendo a pescar y él fumaba en esa época y yo decir 'este momento re da para un pucho' . Y automáticamente decía 'no' pero de esas se me aparecieron miles. Lo que pasa es que cuando dejé fumar automáticamente me conecté con todo lo lindo que me empezó a pasar. Con no tener más olor a pucho en las manos, el empezar a sentir el sabor a las comidas, el tener buen aliento cuando me levantaba la mañana, o sea aliento a dormir pero no ese aliento a muerto que te da el pucho. Entonces me conecté tanto con eso que cualquier otra situación que me generaba ganas de fumar decía 'no'. "
Sin embargo, un día claudicó. "Me fui de viaje con un grupo de amigas a Marruecos, viaje hermoso que tuvo una cuestión con una de mis amigas que viajaba con nosotras... Terminé ese viaje y se terminó la relación con esta amiga con la cual se había generado un vínculo muy, muy cercano. Y estaba viajando con otra amiga mía de hace 20 años y ella fuma pero fuma ciigarrillos armado. Entonces teníamos charlas eternas, nos íbamos a dormir, yo necesitaba descargar, no me alcanzaba con tomarme una cervecita. Y la otra estaba fumando y un día le digo "convidame me uno" y ella tipo "no yo no te voy a dar. Los voy a dejar acá y agárralo vos, o sea es tu responsabilidad". Y agarré. Y lo prendí. No me lo fumé entero porque me caía redonda... Me pegué un mareo... No quiero hacer apología del pucho pero como que ese mareo que sentí en ese momento lo necesitaba, me anestesió..."
Durante ese viaje el hábito volvió con fuerza. "Era todas las noches. Hacíamos catarsis, fumábamos. Y dije, 'llego a Buenos Aires y se termina'. Y no se terminó. Sigo con el armado y compro tabaco orgánico, con el filtro biodegradable porque encima con todo el compromiso ambiental me da culpa tener un filtro común y corriente. Estaré fumando seis cigarrillos, siete, por día. ¿Qué me da? Me baja la ansiedad porque también es como todo el ritual del armado del cigarrillo, no es que sacás del paquete a lo loco. Trato de no tener armados varios salvo cuando salgo que quizás no puedo estar armando. En el día a día los voy armando porque parte de esa carga de ansiedad que sé que tiene el fumar la voy como desquitando al armar. Y lo que tiene es que se apaga todo el tiempo porque no tiene un montón de químicos que tiene el otro que hace que se mantenga encendido. A veces son dos o tres pitadas, lo dejo que se apague y queda ahí, y después lo vuelvo a prender más tarde. ¿Y que me quita? De alguna manera me quita control sobre mí, en este momento él me está ganando otra vez"
En esta nueva etapa de fumadora, sin embargo, algo es distinto. Están sus hijos, su mirada, su juicio tal vez inocente pero muchas veces certero. Y ese desgarro de todo padre al tener que asumir que tarde o temporano nuestros hijos percibirán que somos vulnerables. "Mi hija me hizo sentir la peor madre del mundo. Yo dejo de fumar también por una cuestión de que quería ser mamá y quería tener un cuerpo limpio para poder llevarlas dentro mío. Entonces ella nunca me vio a fumar. Su papá sí fumó hasta hace muy poco tiempo, hasta la pandemia. Con todo lo que se habló en la pandemia, la gente que se moría y que decían que el que fumaba tenía mayor riesgo de muerte, mi hija lloraba a mares porque tenía miedo de que su papá se muriera. Entonces logró que su papá dejara de fumar porque él dejó por miedo porque More insistió un montón. Entonces cuando ella me vio la primera vez con un cigarrillo en la mano se fue a llorar a la habitación y yo me sentí la peor del mundo. Le dije que era algo momentáneo, que esto yo lo iba a dejar, que en este momento necesitaba fumar. Y hace muy poco me dice, porque si no pudo por un lado iba a probar por el otro, "cuando sea grande voy a fumar". Y le dije: "Mirá, amor, cuando vos seas grande vas a hacer lo que vos quieras hacer. Yo si querés te puedo dar toda la información de todo lo que vayas a hacer, pero la decisión va a ser tuya."