Siempre le gustó la cocina y, según cuenta, desde que se casó con Guillermo Andino mucho más. Carolina Prat disfruta de preparar recetas para los suyos, entre ellos sus hijos Sofía (22), Victoria (16) y Ramón (8), y ahora también lo hace en la tele. Junto con su marido conducen Los Andino en casa, que es un programa de entrevistas a distintos personajes públicos y este año le incorporaron la parte de la cocina al ciclo, que sale por la señal de noticias IP los sábados a las 12 del mediodía.
“Antes era un programa de media hora y desde este año dura una hora y le agregamos la cocina a las entrevistas que hacíamos. Las notas las hacemos con Guille y en la cocina estoy con Agustín Oberto, a quien conocí en la pandemia y es un divino”, cuenta la ex modelo, artista plástica y conductora a Pronto. “Antes lo grabábamos en nuestra casa, pero ahora tenemos un estudio en Martínez y nos armó toda la escenografía Miele, que es quien nos da los artefactos de cocina. Es una marca alemana con los electrodomésticos de mayor tecnología del mundo. La cocina que tenemos con Agustín es como del planeta Marte”, metaforiza Carolina.
-¿Cómo te llevás con las hornallas?
-Muy bien. Soy muy cocinera, amo cocinar y eso fue así desde siempre. Durante la pandemia tuve que transitar la enfermedad terminal y la lamentable muerte de mi hermana Natalia, y para salir de eso el tano Roberto Ottini me ofreció hacer vivos de cocina por zoom. Sabía que uno de mis cables a tierra es cocinar, con el Tano tengo una relación hermosa de amistad y en ese momento me ayudó un montón. Todos los viernes hacíamos recetas en vivo juntos cuando podíamos juntarnos y sino vía videollamada.
-¿Fue tu cable a tierra?
-Sin lugar a dudas. La cocina me distrae, me enamora, me hace bien. Como me gusta el arte, siento que la cocina está súper ligada al arte porque vos podés tener una receta y a la vez crear desde tu intuición lo que vos sentís que puede quedar mejor. O modificarlo y darle tu sello. Al hacer estos vivos, la gente me empezó a conocer en esa faceta que nunca había mostrado más que para mis hijos, Guillermo y mis amigos. Mi gente sabe que para mí es un regalo cocinarles. Así lo vivo y lo siento. Es agasajar a los que quiero.
-¿Disfrutás más cocinar dulce o salado?
-Cocino ambas cosas. Soy de disfrutar más lo dulce porque a mí particularmente me gusta más comer pastelería y cosas dulces. En general, cocino de todo. Lo genial es que Agustín Oberto, a quien adoro, prefiere más lo salado y yo lo dulce, entonces nos complementamos muy bien. Está bueno aclarar que mi cocina es bien hogareña, cotidiana, bien del ama de casa. Mis tips son de cocina rápida, fácil y sencilla. No hay nada rebuscado ni muy gourmet; si le ponés onda y ganas, todo lo que hacemos también lo podés hacer en tu casa.
-¿A Guillermo con qué plato lo conquistás?
-Generalmente, lo que más le gusta a él es cuando hago carne al horno con papas y batatas. Y en mi casa les gusta mucho “la basurita”, que es como llamamos a la mezcla de la cebolla, el morrón, el ají, las zanahorias y las verduras que se caramelizan un poco. Queda más quemadito y con mucho sabor. En casa estamos acostumbrados a comer en lo cotidiano recetas básicas y les encanta mi puré austríaco.
-¿Cómo es el puré austríaco?
-Era una receta de mi abuela María, que era austríaca, y la adopté. A mis hijos les encanta porque es un puré que lo doro un poquito, le agrego queso y ese gratinado les encanta. La mía es cocina muy casera, de bodegón y hogareña.
-¿Qué tal es laburar con tu marido?
-Bien, por suerte nos ensamblamos bárbaro. Las duplas televisivas generalmente necesitan un tiempo para adaptarse, conocerse y vincularse con fluidez. Nosotros somos matrimonio y el desafío era lograr respetar el lugar que le corresponde al otro, no sobrepasar ni quitarle espacio. Si lográs eso, funciona bárbaro. Con Guille por suerte tenemos re buena química para trabajar, que es lo mismo que me pasaba con el tano Ottini cuando hacíamos los vivos. Y es lo que me pasa ahora con Agustín. El me invitó a su programa el año pasado, así lo conocí, tuvimos química inmediata y eso existe o no existe, no se puede fabricar. Con Guille nos llevamos fantástico pero al comienzo debo reconocer que hubo algo que me costó.
-¿Qué fue lo que más te costó?
-Guille viene del palo del noticiero, está acostumbrado a trabajar solo y más serio y yo soy todo lo contrario. Vengo de El garage y lo más divertido de mí era cuando pasaban los bloopers. Soy una mina que se ríe mucho cuando se equivoca y Guillermo, por el contrario, se pone muy nervioso. A mí hasta me hace reír que él se enoje. Si estamos grabando y cometemos un furcio, yo me río y él se enoja. Lo entiendo porque es muy estructurado y necesita que todo esté prolijito y perfecto. Yo vengo de otra escuela, más relajada. Hasta en eso nos complementamos porque él me ayudó a poder llevar adelante una entrevista, tener el timing de la repregunta y aprender a crear climas; y yo a él lo ayudé a descontracturarse y a aflojarse un poco más.
-Hablaste de la partida de tu hermana.
-Sí, Natalia. Tuvo un cáncer terminal, que comenzó como un cáncer de mama pero fue oculto, rarísimo. Si bien fue cáncer de mama, es uno que se da en millones y fue re loco porque el mismo cuerpo reabsorbió el tumor primario, el de la mama, pero luego se ramificó. De hecho, ella tenía una mamografía impecable de hacía cuatro meses y era una persona que se cuidaba mucho y se vivía testeando. El desastre fue que el tumor era muy chiquito pero agresivo y enseguida hizo metástasis.
-¿Dónde?
-En el hígado y en la zona biliar. Lamentablemente, ya estaba avanzada la metástasis ahí. Justo empezaba la pandemia cuando fue todo esto. Cuando Natalia me lo contó, no lo podía creer. Cuando te toca de cerca y con alguien que querés tanto, lo primero que hacés es negarlo. Como un mecanismo de defensa, lo primero que hice fue negarlo. “No, no puede ser, alguna equivocación tiene que haber”, pensaba. Nos llevábamos dos años, súper contemporáneas y amigas. Fue tremendo y sigue siéndolo.
-¿Era irreversible el cuadro?
-Insalvable. Hizo de todo y así y todo, no se pudo. Estuve todo el tiempo con ella, fue en 2020, el mundo estaba cerrado por la pandemia y me tuve que hacer hasta permisos especiales para poder acompañar a mi hermana. Ella sabía que se moría en meses y pedí por favor acompañarla. El último lugar en el que uno quería estar era en clínicas, hospitales y lugares públicos de salud porque ahí te podías contagiar el covid. Tenemos que remontarnos a esa época porque hoy que está todo abierto ya el panorama cambió pero en 2020 fue tremendo lo que vivimos. En ese contexto, a mi hermana le diagnosticaron la enfermedad.
-¿Tuvo que estar internada?
-Sí, mucho tiempo. Fleming tiene la filosofía de que aunque seas un paciente terminal, si el paciente lo autoriza le hacen la quimio igual. Entonces, le hicieron el tratamiento sabiendo que el pronóstico no era bueno y yo la acompañé todo el año. Le agradezco a todos los médicos del Fleming que la atendieron de primera. Natalia estuvo internada desde abril hasta noviembre y recién falleció en marzo de 2021. Fue durísimo todo y tan intenso y triste que no te lo puedo poner en palabras. Ver el deterioro de una persona que amás es tristísimo. No le encuentro explicación a las imágenes que todavía guardo en mi mente y en mi alma.
-¿De qué imágenes hablás?
-De las finales. Ella era bellísima y en la recta final lamentablemente ya no la reconocías. Acudí mucho a terapia para tener herramientas para el duelo. Ahora, gracias al trabajo del terapeuta, puedo recordarla a Nati como era, con su cara de siempre y no con las imágenes del final. Igual es tremendo.
-¿Tus papás cómo lo transitaron?
-Mi papá murió joven, a los 70 años recién cumplidos. Y tengo a mi mamá pero Nati me pidió que no se lo contara. Eso para mí fue tremendo porque encima soy de contar todo y soy tan transparente que se me nota al instante cuándo estoy bien y cuándo estoy mal. Tuve que respetar el pedido de mi hermana y fue muy duro. Se lo conté a mi mamá más llegando casi al final.
-Pobre tu mamá.
-Sí pero por un lado me lo agradeció que la haya resguardado porque fue muy intenso y largo el proceso, que lamentablemente sabíamos que iba a terminar en la muerte. No tengo palabras. Fue terrible.
-Te cambio de tema. ¿Cómo están tus hijos?
-Bien, gracias a Dios. Sofía tiene 22 años y se recibió de Licenciada en Humanidades. Acaba de recibirse y todavía no está trabajando. Está viendo algunas cositas y como hizo la carrera en muy poco tiempo, se abocó de lleno a estudiar. Prefirió no trabajar y dedicarse a terminarla. Por suerte tiene muchas salidas laborales y aunque este país es imprevisible, esperemos que consiga trabajo de lo que tanto le gusta. Después viene Victoria, que tiene 16 y le falta un año y medio para terminar la secundaria. Y Ramón tiene ocho años y está en tercer grado. Es como un preadolescente y se comporta como tal. Dice que está de novio con una compañera del colegio, ¡es un personaje! Tiene unas salidas que te hace matar de risa. Tenemos de tres edades distintas y mucha movida en casa. Te aseguro que aburrirnos no nos aburrimos nunca.
Nicolás Peralta
Fotos: Album personal Carolina Prat