"Me despierto con los gritos de Julieta (Ortega) intentando derribar la puerta de mi casa junto con la policía. No entendía qué estaba pasando. Estaba consciente pero mi cuerpo no respondía, incluso mi lengua estaba paralizada, me era imposible decir una palabra. En cuanto pude conectar con la realidad me acordé que en la noche anterior había decidido morir, intenté suicidarme, ya no quería vivir, mi cerebro no estaba funcionando bien, le faltaban químicos pero me crucé con una médica psiquiatra que logró saber lo que necesitaba. No es fácil medicar la depresión, de hecho conmigo tardaron mucho tiempo en darle la tecla a la depresión. Es una enfermedad que nace en el cerebro y poco a poco se va expandiendo por el cuerpo. Llegué a sentirla en mis venas, me quitó la voluntad, la empatía, la creatividad, el deseo, y lo más terrible, las ganas de vivir. Hoy que sé todo esto voy atenta pero disfrutando la vida."
Sincera, descarnada, elocuente. Ana Paula Dutil comenzó así el relato del infierno que vivió durante años. La depresión fue el tema del segundo capitulo de Las pibas dicen, un programa que se emite en el canal de Youtube Blender y que no es más que una reunión de amigas hablando a corazón abierto de distintos temas. El primero fue la sexualidad, este miércoles, la depresión. Junto a Dutil están su amiga y excuñada Julieta Ortega y su hermana Rosario, Andrea Rincón y Fernanda Cohen, la socia de Julieta en su marca de ropa de pijamas.
"Una quiere ser cuidadosa más que nada también por mis hijos, porque sé que hay hay una herida que está, que va a estar toda la vida", dice Ana Paula, quien admite que su sepración de Emanuel Ortega, padre de dos de sus hijos, y dejar Miami para volverse a Buenos Aires fue un fuerte desencadenante del pozo en el que se sumió. Pero que ya el problema era preexistente a esos dolores. "Me mudé, una mudanza internacional, me separé con todo lo que una relación de 20 años era, pero mi depresión venía de antes. Esto fue hace dos años, yo cumplí 50 años internada. Y creo que todo esto que pasó en ese momento lo agravó, y se hizo una depresión muy profunda".
Julieta Ortega fue una de las que más cerca estuvo de Ana Paula durante su enfermedad. Y también aquel dramático día en que Dutil tomó la peor decisión, por suerte sin éxito. "Para la gente que te rodea es frustrante", le dice Julieta a su amiga. "Es triste, vivís en un estado de alerta... Yo me levantaba a la mañana y pensaba 'hay que llamar a Ana Paula para ver que está". Y de hecho la mañana en la que la encuentro yo me levanto, la llamo, no me atiende. La llamo, no atiende. Ya me empezó a latir fuerte el corazón. Tenía una comida con unos amigos, un almuerzo, fui, no le dije nada a nadie, estaba todo el tiempo mirando el teléfono. 'Por qué no contesta, por qué no contesta'. Hasta que llamé a mi hermano y dije, 'no contesta, hay que ir'. Pero así vivís. Así vive la gente que te rodea. Pobrecita, ela se estaba llevando lo peor. Pero para la gente que está alrededor es como que...
En otro tramo de la charla entre amigas, Ana Paula contó un momento muy fuerte que vivió con sus hijos. "Yo tengo cuatro hijos, los dos que vivían conmigo, en ese momento, Bautista se puso una alarma en el teléfono para no olvidarse de llamarme. Yo estuve mucho tiempo de verdad en la cama, no me levantaba. Viste la gente que está mucho tiempo internada, que se le hace en el pelo un nudo. Yo tenía un nudo porque no me bañaba. Me llevaron los dos al baño, me sentaron en el inodoro, me cortaron el nudo y yo lloraba... Sí, horrible. Después de mucha terapia incluso familiar, yo pidiendo disculpas después de un tiempo cuando ya estaba bien, porque que me vean bien les hizo bien... Pero les he pedido disculpas, y uno de ellos me dijo 'todo bien, lo que pasó, pasó, pero eso no se olvida nunca". Después, Dutil, cuenta la tremenda frase que le dijo uno de sus hijos después de aquel día tan triste. "¿Pero, cómo nos ibas a dejar? ¿Como pensaste que nos podías dejar?"
Es dificil entender para un hijo que una madre pueda pensar en quitarse la vida. Un hijo siente que debería ser un amor tan grande como para que una mamá jamás píense en abandonarlo. Pero la depresión tiene sus dimensiones tan propias como profundas a la hora de intoxicar los pensamientos. Julieta fue quien explicó claramente lo que le pasó a su amiga. "El pensamiento de ella era, porque me lo ha dicho, 'yo siento que les hago un favor., necesito sacarles esta carga'. La distorsión es tal"´.
Rosario Ortega dio a pie a que describieran cómo fue el día en el que tuvieron que tirarle la puerta a abajo a Ana Paula porque no respondía."Yo la había trabado para que nadie entrara" , aclara Dutil. Y ahí sigue Julieta: "Llamamos a la policía, a los bomberos y cuando estaban por abrir la puerta, yo le dije a mi hermano, 'me voy, yo no puedo ver esto'. Pero como vivía en el mismo edificio apenas llegué a mi casa, mi hermano me llamó y me dijo 'vení'. Y ahí dije, 'bueno, está viva'. Si no era así el panorama yo no lo quería ver, no lo podía ver. Pero estuve tocándole horas. Cuando mi hermano me llama, ella estaba en la cama, casi no abría los ojos... Estábamos mi hermano, yo creo que ya había llegado el hermano y la policía y una señora de emergencias. Ella decía 'vayanse, quédense tranquilos'.
"Quería que se vayan para seguir en el mismo estado en el que estaba", recuerda Ana Paula. "Es muy fuerte cuando decís que abriste los ojos y pensaste 'no lo logré'", le dice Rosario. Y Dutil admite: "Me frustré". Hoy, claro, ya no piensa así.
Después llegaría una internación que no la ayudó mucho y su estado depresivo continuó por un tiempo. Hacía un tratamiento ambulatorio pero la profesional que la atendía ni siquiera la miraba cuando le hablaba. Fue a Alcohólicos Anónimos porque tomaba mucho alcohol y también a un grupo de narcóticos anónimos. "Ahí empecé a mejorar", reconoce. Hasta que un amigo tuvo la bendición de recomendarle una psiquiatra. "Esa mujer la primera vez que me vio me dijo: 'Estás mal medicada. Cambió la medicación y fue como si hubiera hecho alquimia".
El bienestar fue creciendo. La medicación adecuada, la familia. Volvió a comer, más y mejor. Volvió a trabajar después de que uno de los hermanos Ortega le preguntara si podía decorarle la casa. "Es algo que me gusta", asegura. Costó mucho, pero salió.
"Hoy está mejor que todas nosotras", dice Julieta y todas sonríen. "Pensé que no había luz, y hay luz. Se puede. Ahora miro el cielo, antes miraba para abajo. Veo los diferentes cielos que tiene Buenos Aires para ofrecernos. Hay que hacer caso, empezar a escuchar a los que te quieren y te dicen 'andá a caminar´, 'comé nueces'. Hace todo lo que te dicen, porque salís", afirma Ana Paula.
"Creo que tiene que terminar con un abrazo grupal", sugiere Rosario y las cinco se funden en un emotivo abrazo. Como un grupo de amigas que son.
En las buenas y en las malas.