Es uno de los referentes del stand up en la Argentina y desde hace 20 años, Ezequiel Campa (47) hace reír con sus monólogos al público fiel que lo sigue tanto en el teatro como en la televisión. Actualmente, el comediante trabaja como panelista en Bendita, por Canal 9, y está en plena gira con su espectáculo Sí pero no, con el que tiene previsto presentarse en el emblemático Teatro Maipo el próximo 7 de octubre a las 23.30.
Esta es su quinta obra y fue nominado a Mejor show de stand up en los Premios Estrella de Mar 2023, galardón que ya había recibido en 2021 por su show anterior, Cheto y choto. Reconocido dentro de su rubro, Campa grabó tres especiales de stand up para Comedy Central, condujo un late show en la televisión chilena, participó dos veces en el Festival de Comedia de New York y en el Festival Internacional de Humor de Bogotá, Colombia. Como actor, trabajó en ficciones como Pequeñas Victorias, Todos Contra Juan, Ciega a citas, Un año para recordar, Epitafios, Casados con hijos, Guapas y Lalola, entre otras.
En medio de su agitado presente profesional se le suma que está en plena mudanza de casa. “Hoy un día en mi vida es de enloquecimiento total. Tengo una parte de mi cabeza en armar la nueva casa, la otra en las giras con mi espectáculo y otra en la presentación en el Maipo. A eso se suman mi vieja, los perros, las actividades cotidianas. Agosto fue un mes de locos y anduve por Chile, La Plata, Neuquén, Bariloche, Salta, Tucumán y casi no paré”, comenta Campa.
Y agrega: “Es una locura lo que vivo pero tiene que ver con que son muchos años de remo y me da mucha culpa ahora levantar un poco el pie pensando que me está yendo muy bien. Es el mejor momento de mi carrera como standupero y después de muchos años de haber arrancado volanteando y actuando para 10 personas en un sótano, empecé a recoger los frutos del trabajo y el esfuerzo”.
-¿Dónde y cómo arrancó todo?
-Mi debut fue en un lugar que se llama Imaginario cultural y no sé si existe todavía. Quedaba atrás del Abasto y fue en el 2004. Fue una especie de muestra que se convirtió en un pequeño espectáculo. Después estuve muchos años en la calle Corrientes en la época del aluvión de los 200 mil volanteros por vereda. Teníamos que explicarle a la gente qué era el stand up porque no era un género conocido; entonces hacíamos shows grupales porque ningún comediante tenía una hora sólida como para encarar un show solo.
-¿Vos tampoco?
-Ni yo ni nadie, entonces nos juntábamos y hacíamos 15 o 20 minutos cada uno. Con eso armábamos lo que para nosotros era un espectáculo pero ahora, visto a la distancia, era bastante fulero. Estábamos muy verdes. Lleva mucho tiempo ser un buen comediante. Muchas frustraciones, muchas funciones, mucho remo. A la gente prácticamente la metíamos al teatro con la pistola en la cabeza.
-¿Podías vivir de eso en aquel momento?
-Nooo, ni en sueños. Cuando el stand up apareció, estaba muy emparentado con el teatro y estaba solo en la calle Corrientes. Con los años recién se fue armando un circuito en Palermo, en los bares, en el interior y alguna que otra localidad del conurbano. Al principio era solamente calle Corrientes y competíamos con el teatro de toda la vida. Teníamos un precio mucho más barato porque no estábamos a la altura, no se vendían muchas entradas y teníamos que repartir lo poco que entraba entre seis comediantes, dos productores y la sala. No existía, nadie vivía de eso. Salvo Wainraich y los del Paseo La Plaza. El resto lo hacíamos por impulso y por amor al arte. Ni siquiera estaba la certeza de poder vivir de esto en algún momento.
-¿De qué trabajabas a la par?
-Laburé como actor haciendo alguna publicidad y participaciones en tele y a la par trabajé para mi viejo en una empresa de industria. Trabajé de promotor, de camarero, hice absolutamente de todo. De noche me escapaba, me iba a la calle Corrientes a volantear y a actuar para 10, 20, a veces ocho personas.
-¿Cómo llegó el stand up a tu vida? ¿Dónde lo descubriste?
-Mi hermano vivía en Estados Unidos y lo iba a visitar frecuentemente. En Miami, hace 20 años, veía en la tele mucho stand up. Dije: “Esto está buenísimo”. Me fijé qué había en Buenos Aires y no había nada más que cuatro o cinco comediantes y algunos profesores. Me atraía el género por varios motivos. Veía a los comediantes y sentía que podía hacer eso. igual te aclaro que antes de ser comediante, mi sueño era ser actor y llegar a convertirme en un Marlon Brando. Soñaba con ser un actor dramático, componer personajes y estudiaba actuación a full. Me formé con muchos profesores muy buenos pero la suerte no anduvo por ese lado.
-¿Entonces?
-Hice algunos laburos pero con mucha inestabilidad. En cambio, con el stand up veía que no necesitaba que nadie me llame para laburar. Lo podía armar yo solo, de manera totalmente independiente. Sos tu propio productor, director, guionista, maquillador, vestuarista, iluminador, sonidista: ¡hacés todo! Cuando estudiaba teatro, veía que mis compañeros eran medio vagos o poco profesionales, entonces era muy difícil armar un proyecto independiente. Que todo el elenco se comprometiera a ensayar y de manera totalmente vocacional. Siempre me resultó muy frustrante depender de otros. En el stand up encontré que no dependía de nadie y que podía laburar arriba de un escenario, que era lo que yo soñaba.
-Y ahora volvés al Maipo, donde estuviste por primera vez el mes pasado. ¿Cómo lo palpitás?
-Siento mucha emoción y alegría a la vez. Es un teatro emblemático de Buenos Aires y todavía no caigo. Todos sabemos lo que representa el Maipo. Es un teatro con mucha tradición y además es enorme para lo que es mi envergadura. Lo veía como algo inalcanzable, pensé que nunca me iba a suceder y espero que no me tiemblen las piernas cuando suba a ese escenario.
-¿Qué es Sí pero no?
-Es un show que estrené en noviembre del año pasado y que representa el momento en el que estoy ahora. Tengo 47 años y casi 20 de stand up. Más allá del contenido del espectáculo, hay una lógica y un devenir de llegar en este momento al Maipo. Me siento recontra preparado. Tengo la suerte de cada tanto trabajar en teatros similares o de esa capacidad en el interior o en otros países. Nunca me había pasado así en Capital en particular y hay un laburo, una constancia y un deseo al que nunca le bajé los brazos. Siempre estoy buscando de qué manera puedo hacer que la gente se ría. Son pocos los temas que me interesan y creo que son siempre los mismos: el paso del tiempo, el amor, la muerte, la guita.
-Analicemos los cuatro puntos. ¿Cómo te pega el paso del tiempo?
-Honestamente, me pasa que no lo siento en el cuerpo pero sí me gusta mucho hacer chistes al respecto. Lo siento más en lo social que en el cuerpo. Me refiero a que ya hay música que no entiendo. Por suerte y de pedo creo que pertenezco a la última generación que entró en lo digital con los dos pies. Los que tienen 10 años más que yo, les cuesta mucho más.
-Punto dos: el amor. ¿Estás en pareja?
-Sí, con Julieta. Estamos juntos hace siete años y llevamos cinco conviviendo. Muy bien, por suerte, muy tranquilos. Tenemos una relación hermosa, de compañerismo total y estamos súper bien. No tenemos hijos y no deseamos tampoco. De eso hablo mucho en el espectáculo.
-¿Nunca tuviste el deseo de ser padre?
-No, no. El deseo genuino jamás lo tuve. Nunca en mi vida me encontré pensando en tener hijos ni siquiera en la posibilidad. No ocupa ningún lugar en mi cabeza. Es como que me digas sobre el alpinismo: “¿Estás para ir a escalar?”. ¡En la puta vida lo pensé, cero! Lo mismo me pasa con la paternidad y Julieta piensa igual. Incluso ella menos que yo. No es un tema que nos pesa. Tenemos nuestros amigos, nuestra gente y un hijo nos parece un montón. Es una responsabilidad enorme en este mundo que se cae a pedazos y que además está lleno de personas.
-¿Tu novia a qué se dedica?
-Trabaja en una empresa de desarrollo de software y está en la parte de marketing. Además, tiene un emprendimiento muy lindo de plantas, cactus, suculentas, tips de jardinería y esas cosas.
-Sigo por el otro punto que nombraste: la muerte. ¿Le tenés miedo?
-No, miedo no. Le tengo más miedo a la decrepitud. A eso le tengo pavor. Y a la enfermedad. Ojo: tampoco soy un hipocondríaco y estoy todo el día pensando en la posibilidad. No soy ni negativo ni depresivo pero cuando a veces pienso en el tema, claro que me angustia mucho. Una vez, Rolón dijo que cuando uno llega a determinada edad, empieza a mirar al costado y ya hay algunos que no están más, que era algo que no sucedía antes cuando eras más chico. Colegas, parientes, conocidos y seres queridos que no están más y de repente ya viste partir a muchos. Tengo 47 y estoy nuevo pero me parece un acto de cierta madurez e inteligencia pensar el tema y no evadirlo. No puedo escapar de ahí.
-¿Y la plata? ¿Te preocupa?
-No, nada. No porque la tenga y me sobre. No es una cosa resuelta. Pero uno va cambiando, se va aburguesando y se pregunta cómo hacer para sostener todo lo que consiguió hasta acá. Bueno, acá hay otro tema: me costó muchos años de terapia resolverlo porque le tenía mucho miedo a la pobreza y a la indigencia. Tenía muy presente el fantasma de que no me podía ir mal dos meses porque iba a terminar en la calle. Siempre tuve ese temor.
-¿Sabés a qué se debe?
-Mi familia viene de un origen extremadamente humilde aunque nadie lo cree porque todos piensan que soy un cheto de San Isidro. Mi mamá es de Chaco, mi papá del bajo Flores pero en algún momento se mudaron a San Isidro y ahí pasé años de mi infancia. Pero mi vieja se crió en un rancho con piso de tierra en el Chaco profundo. Ella siempre tuvo miedo a perder lo que había conseguido y volver a ese lugar de carencia. Eso me hizo muy cuidadoso con la plata. Soy muy medido con mi guita y no bajo nunca los brazos para seguir ganándome el mango. No soy un relajado en ese sentido.
-¿Después del Maipo qué se viene?
-Seguiré recorriendo el país con la obra. La idea es hacer dos Maipo y volver todos los meses si es que nos va bien. En septiembre tengo shows en Quilmes, Campana, Morón y la agenda sigue.
-¿Cuántas mascotas tenés?
-Dos perros, Roma y Freddie, y dos gatos que se llaman Goneta y Africa. También tengo muchos perros sobrinos porque si bien no soy un rescatista, levanto todo perro que veo en la calle y trato de ubicarlo con mis conocidos. Muchos de mis amigos tienen perros que levanté yo.
-¿Tan fan sos de Freddie Mercury?
-No hay otra cosa en el mundo de la que sea más fanático que de Freddie Mercury y de Queen. Y ahora los fans estamos a full con lo de Mary Austin, que fue la mujer de su vida y a quien le dedicó el tema Love of my life. Ella terminó heredando todo porque Freddie le dejó la casa, los gatos, la fortuna, las regalías de sus canciones y absolutamente todo. En septiembre habrá en Londres una subasta en la que Mary venderá todo: la ropa, el piano, los discos, los adornos, la mesa, las sillas y hasta la puerta de casa.
-¿Te comprarías algo?
-No porque sería una fortuna pero te digo que hay hasta cucharitas. Hay una disputa con el tema porque mucha gente pide que armen un museo y no que lo compre un japonés millonario y lo ponga en su living. ¡Poneme la campera de Freddie del recital del Wembley del 86 en un museo y no que la tenga un australiano en su quincho! Ella sacó un comunicado en el que dice que Freddie no tenía el deseo de un museo personal y si bien Mary vive en esa casa, explicó que 30 años después no puede seguir viviendo en una mansión rodeada de recuerdos. Va a vender desde el vestuario más icónico que usó en sus videoclips hasta las servilletas y las sábanas, ¡todo!
-¿No te gustaría tener algo de tu ídolo?
-Sí pero mi fanatismo tiene un límite. Aparte no tengo un mango porque todo lo estoy poniendo en la mudanza y en la nueva casa. De todos modos, tengo un vecino que es ultra fanático y tiene cosas de Freddie Mercury hace 20 años y se gasta fortunas en eso.
Nicolás Peralta
Fotos: Gentileza agencia AB y Ezequiel Campa