Si la vida de Luis Miguel fue digna de una serie, la de Roberto Carlos no se queda atrás. Nació en Cachoeiro de Itapemirim, en el estado de Espírito Santo, el 19 de abril de 1941 y creció escuchando las grandes voces radiofónicas de la época. Pero además de canciones en su casa se escuchaban oraciones. Su madre era una ferviente católica y su padre además de relojero era catequista. Pero no fueron sus padres sino una tragedia la que detonó su misticismo. A los seis años un tren le amputó parte de su pierna derecha y desde entonces debe usar una prótesis. Hasta hoy es la única parte de su vida que elude responder en sus entrevistas. Sin embargo, desde ese día cree que hay fuerzas que han definido su existencia.
La mezcla de creencias religiosas y supersticiones fueron haciéndolo habitar en una cotidianeidad muy particular que se llenó de manías y toc. Entre sus rituales más conocidos solo viste prendas blancas o celestes. Tanto la ropa de sus asistentes como el cable del micrófono que usa deben ser de esos colores. Detesta el marrón, el rojo y el morado. Si alguna persona vestida con esos colores lo abrazaba, solía ir inmediatamente a ducharse para limpiarse de la energía negativa que creía traían esos colores.
La lista sigue. Siempre sale por la misma puerta por la que entró. Jamás inicia temporadas de recitales o grabaciones de discos en agosto ni firma contratos en luna menguante. Nunca pronuncia las palabras “azar”, “mentira”, “infierno” ni “maldad”. En su camarín todo debe ser blanco y traído de Brasil. El número 13 le provoca pavor. Jamás pauta una entrevista para esa fecha ni para esa hora. En 2008, una presentación en Uruguay se programó para las 23 horas de un viernes 13. El artista decidió salir a escena una hora y 10 minutos de retraso, cuando ya era 14.
Estas conductas no son excentricidades de divo. “Me gustaría no hacer eso. En realidad, el trastorno obsesivo compulsivo es una cosa muy complicada. Porque, los que lo tenemos, sabemos que no tiene sentido, pero lo hacemos simplemente. Hay palabras que no me gusta decir y si las canciones las incluyen, prefiero cambiarlas o no cantarlas", admitió en 2015 a Univisión. Su trastorno no le impidió vender 140 millones de discos en seis décadas. “El TOC me lleva a ser un hombre paciente, exigente y muy detallista con las cosas que hago, corrijo y repito las veces que sean necesarias hasta quedar satisfecho. Por eso creo que ese problema a veces ayuda". Mañana se presentará en el Movistar Arena y volverá a emocionar a su público porque con manías o sin ellas, de blanco siempre y de azul nunca, sigue siendo un artista único.
Roberto Carlos se presentará el 4 de noviembre de 2024 en el Movistar Arena de Buenos Aires. Las entradas arrancan en los $65.000 y se consiguen en la web del estadio.