Jorge Lanata nació en Mar del Plata, 64 años y tres meses antes de este 30 de diciembre de 2024 donde murió tras una larga agonía. Creció en Sarandí, “la parte pobre de Avellaneda", la describió alguna vez. Cuando a su madre, María Angélica Álvarez, le diagnosticaron un tumor cerebral, Ernesto, su padre sin dudarlo dejó su consultorio de odontólogo para cuidarla. Jorge tenía seis años.
"Casi no tengo recuerdos de ella bien, es decir, sana". Su madre no podía hablar y la mitad de su cuerpo estaba paralizada, sin embargo se hacía entender y "a pesar de todo era una mina que se reía", recordaba su hijo que dejó la casa de sus padres para ir a vivir con Nélida, la tía materna.
La relación de padre e hijo era compleja. "Mi viejo era un cabrón, un tipo que estaba mal de la cabeza". Aunque no llegaba a ejercer su furia, la proyectaba en sus gritos. Existía la promesa de que las cosas cambiarían "cuando mamá mejore" pero nunca sucedió.
Hasta hace unos años Jorge Lanata sostenía que su vínculo –o su "necesidad"– con el periodismo estaba ligado con la enfermedad de su madre. Ella no podía hablar, él quería preguntar. Y hubo infinidad de preguntas, pero recién a los 55 años hubo una respuesta puntual. "Mis preguntas intuían un secreto que busqué sin proponérmelo, casi toda mi vida" ¿Cuál era ese secreto? Era adoptado.
A medida que abandonaba el mundo familiar, comenzaba a conquistar otro mundo en el que llegaría a ser rey: el de los medios. Nadie podía vaticinar que ese joven de Sarandí con los años se convertiría en uno de los periodistas más influyentes y creativos de la Argentina. Ese hombre que de adolescente apenas podía comunicarse con su madre cambiaría el lenguaje periodístico, no solo en la gráfica también en la radio y la televisión.
Con solo 14 años, Lanata consiguió trabajo de redactor en el informativo de Radio Nacional. Como era menor le hicieron firmar contrato pero como violinista de la orquesta juvenil. Trabajó en esa radio hasta 1977, de donde según contaba se fue porque le prohibieron pasar un tema de Mercedes Sosa que pronunciaba la palabra “pobre”. Comenzó a realizar distintos trabajos. Fue mozo y encargado de un bar mientras redactaba artículos para la revista Radiolandia y Diario Popular. Como mozo comprendió el valor de las propinas, por eso ya famoso siempre dejaba un monto mayor a lo estipulado.
En el 82 se enteró que buscaban suplentes en radio Belgrano para la cobertura de las elecciones, se presentó y quedó. Formó parte de “Sin anestesia”, el programa conducido por Eduardo Aliverti donde realizaba participaciones especiales.
Su personalidad inquieta, pero también su gran capacidad de trabajo lo llevaron entre los años 1985 y 1993 a formar parte de la Cooperativa de Periodistas Independientes, que editaba la revista El Porteño. En plena apertura democrática, la publicación tocaba temas que no aparecían en ninguna publicación tradicional. En sus páginas, las notas de política se mezclaban con otras en defensa de los derechos humanos y deuda externa, se destacaba lo nuevo de la agenda cultural y mostraba sin prejuicios toda forma de diversidad sexual. Lanata comenzaba a mostrar el periodismo que le gustaba y que marcarían su estilo: notas fuertes, de alto impacto y con un lenguaje llano y directo.
La revista fue la antesala de una de sus grandes creaciones: el diario Página/12. La primera edición, de apenas 16 páginas, apareció el 26 de mayo de 1987. El periodista tenía solo 26 años y estaba al frente de una publicación que mezclaba desenfado, ironía, humor, inteligencia y creatividad. Lanata se convirtió en el héroe y el modelo para una generación de estudiantes de periodismo que anhelaban no solo trabajar con él sino ser él.
Como director de Página/12 Se rodeó de grandes profesionales como Tomás Eloy Martínez y Osvaldo Soriano. Años después contó cuál era la verdadera fortaleza de la publicación “Lo que nos servía era formar nuestra gente, tener nuestros propios equipos de investigación. Además discutíamos cada sección desde cero. Nos planteábamos una estructura de nota que era un híbrido entre revista y diario. Todas debían llevar color al principio y color en el remate. No respetábamos la pirámide. Debía tener también suspense a lo largo del texto, como la trama de un cuento”. El 20 de marzo de 1994, Lanata dejó la conducción del diario. Lo anunció con un texto que tituló “Despedida” y donde aclaraba que “mi decisión no tiene ninguna vinculación con diferencias editoriales, de línea o personales con esta dirección”.
Luego de la adrenalina del diario, el periodista se puso al frente del programa radial Hora 25 un ciclo de entrevistas intimistas y descontracturadas donde “estaba prohibido hablar de política, leer gacetillas o dar una puta noticia”. Pero al año siguiente volvió al vértigo informativo con Rompecabezas. El programa estuvo al aire tres años y logró imponerse sobre los periodistas más escuchados de la época: Bernardo Neustadt y Magdalena Ruiz Guiñazú.
Exitoso en la gráfica y radio le faltaba incursionar en otro medio: la televisión. Así comenzó por América, Día D y nuevamente revolucionó las formas. Lanata aparecía fumando en cámara, desaliñado y “mandando a la mierda” a los televidentes que le dejaban mensajes que no le gustaban. Su estilo descontracturado rompió los modelos de los periodistas políticos de ese tiempo: Neustadt y Mariano Grondona. El rating lo acompañaba, el éxito nuevamente era parte de su vida.
En 1998 lanzó la revista XXI, “la revista del siglo que viene”. En su oficina colgó carteles que lo identificaban: “¡Peligro!, este trabajo no es seguro vuelva al correo”, “Burócratas, go home”. El primer número agotó sus 80 mil ejemplares. En 1999 cambió su nombre a Veintidós; en el 2000 pasó a ser Veintitrés, que resultó definitivo. El periodista dirigió la publicación hasta el 30 de agosto de 2001.
Aunque la carrera de Lanata se distingue por sus éxitos también cuenta con algunos fracasos. En el año 2001 creó la revista Ego. La publicación en dupla con Miguel Brascó estaba dirigida a una minoría con alto poder adquisitivo. Lanata aseguraba que sería un éxito. El primer número de la revista llevaba a Pampita en su portada, pero la publicación no logró imponerse y al poco tiempo cerró. Un destino similar tuvo el portal de noticias Data 54, la web fue el único formato donde nunca logró ser exitoso. Pero sin duda uno de sus fracasos más fuertes fue el diario Crítica.
Crítica fue creado en 2008 y parecía destinado al éxito. Aunque el mercado ya daba síntomas de agonía, Lanata se lanzó a crear un diario de papel. Le decían que estaba loco por intentarlo, pero respondía riéndose: “soy una falla del sistema”. La redacción se llenó nuevamente con grandes periodistas atraídos por su director, por el proyecto y por los sueldos más altos de la media que se pagaban. Sin embargo, los lectores no lo acompañaron y al poco tiempo Crítica cerró sin pagar indemnizaciones. Tiempo después ensayó una autocrítica: “Con Veintitrés quebré. Desde el punto de vista empresario, mi suerte fue una mierda. No sirvo para eso. No me arrepiento de Crítica. Si hubiera tenido más tiempo se hubiera formado algo, otra cosa que no se llegó a formar”.
Multifacético en 2008, se animó al teatro y debutó en la obra La rotativa del Maipo, donde realizaba un monólogo de actualidad. También participó en un capítulo de la telenovela Vidas Robadas. En 2011 produjo y condujo el documental 26 personas para salvar al mundo que fue también emitido por CNN. En 2004 filmó Deuda, un documental sobre la deuda externa. Pero como si sus días no tuvieran 24 horas, Lanata además tuvo tiempo para escribir las novelas Historia de Teller y Muertos de amor. Además es el autor de Cortinas de Humo una investigación sobre los atentados a las instituciones judías, 10K, la década robada, Enciclopedia Universal del Verso, Polaroids y Argentinos donde narra 200 años de historia argentina
En el año 2012 comenzó a trabajar para el grupo Clarín al que durante años se había enfrentado. "Si a vos te ofrecen el canal más importante de la Argentina, el diario más importante y la radio más importante, ¿vas a decir que no? De ningún modo", explicó su decisión en una entrevista con BBC Mundo. Así comenzó a aparecer cada domingo en las pantallas del Canal 13, en la mañana su voz se escuchaba en Radio Mitre, y lo sábados se lo podía leer en una columna en el diario Clarín, además de verlo como invitado en otros programas del grupo. Su programa Periodismo para Todos llegó a superar los 30 puntos de rating.
Para algunos Lanata fue el gran beneficiario de la polarización política de los argentinos y de la famosa “grieta” como él la bautizó. "Yo nunca necesité de clima de polarización para que me fuera bien en la profesión. A mí me va bien en la profesión (desde) hace 30 años, el clima de polarización lleva menos de diez”, sostenía.
Luego de conducir Periodismo para todos durante cuatro temporadas regresó a la televisión con una propuesta muy diferente: el programa de entretenimientos El argentino más inteligente, ciclo que terminó de manera abrupta por falta de rating. El periodista manifestó por Radio Mitre: "Voy a hacer algo que nunca viste en los medios, voy a reconocer un fracaso y hacerme cargo de él. Sinceramente no me siento ni menos, ni mal por hacerlo, fue un fracaso. Del otro lado tengo una carrera que lo compensa, gracias a Dios. ¿Sabés por qué yo quería decir esto al aire? Porque pensé en chicos, quiero demostrarles que si fracasás no pasa nada. No por eso lo vas a dejar de intentar...".
Siguió con “Periodismo para todos” y se incorporó a Telenoche y TN Central con una columna de opinión. Además continuó con su ciclo radial Lanata sin filtro. Los premios que recibió ocupan mucho más que un estante. Obtuvo más de 20 Martín Fierro por sus programas ya sean en la radio o en la televisión. Pero además recibió los premios Éter, Konex, Fundtv, Cóndor de Plata entre otras distinciones.
Pero una vida tan intensa en algún momento pasa factura en el cuerpo. Lanata llegó a fumar más de dos atados de cigarrillos por día y pesar 150 kilos. Además según él mismo le relató a Luis Majul, tomó ocho gramos de cocaína durante casi diez años. Todo esto le provocó apneas severas por lo que necesitaba una máquina de presión que le proporcionara aire para dormir. Además una severa insuficiencia renal lo obligaba a 12 horas semanales de diálisis. Como su salud se deterioraba, Lanata se sometió a un trasplante de riñón en un procedimiento cruzado del que participó Sara Brown, su ex esposa y que fue exitoso.
El 2019 fue un año fatídico para su salud. Primero fue internado por un cuadro de fiebre y diarrea. Fiel a su estilo bromeó con la versión de que padecía dengue: "Puede ser una intoxicación con antibióticos, gastroenteritis viral o dengue. Todavía no lo saben. No recuerdo haber estado en la selva, cualquier cosa aviso".
Después vinieron otros virus (conjuntivitis y gripe A). Cuando se recuperó sufrió tres caídas que fueron determinantes para que decidiera frenar en su actividad laboral. “La gente me dice que me cuide, es muy cálido e íntimo que me digan que rezan por mí. Todo el tiempo en la calle me dicen ‘cuidate’, y les quiero decir que les voy a hacer caso, estoy bien del trasplante, ya pasaron cinco años, pero tengo un montón de enfermedades asociadas”.
En los primeros días del 2020 fue operado de una cifoplastía en el Hospital Prebisteriano de Nueva York. Fue una intervención corta y ambulatoria, de anestesia local, y rápidamente recibió el alta y regresó a la Argentina. “Estoy caminando mucho, bajé 35 kilos y quiero bajar diez más, tuve que arreglar toda la ropa. Tenía una vértebra fracturada y se hundió, le metieron cemento donde se fracturó, quedó perfecto. No podía estar sentado”, contó Lanata en Confrontados.
Al año siguiente fue internado por síntomas compatibles con coronavirus, pero fue dado de alto. Tres días después volvió a la Fundación Favaloro para ser tratado por una arritmia cardíaca, y evaluación angiográfica de una enfermedad arterial de miembros inferiores. Todo el tiempo estuvo cuidado por la Elba Marcovecchio, con quien había comenzado una relación sentimental hacía unos meses. El 24 de abril de 2021 el periodista de 61 años, se casó con la abogada de 44.
El 14 de junio, Lanata entró al Hospital Italiano por un estudio programado pero tuvo un paro cardíaco y ya no se recuperó. Cuando las luces se apagaban el periodista solía admitir “Hago lo que hago porque quiero que me quieran”. Amado u odiado, admirado o defenestrado, Jorge Lanata pasó por esta vida dejando sin duda una huella en cada lector, oyente o periodista que lo conoció.