La que pasó fue su temporada número 18 en Carlos Paz, una plaza que lo adoptó como uno de sus artistas predilectos y que verano a verano lo llena de satisfacciones. “La primera vez que vine a trabajar a Córdoba fue con La risa es bella, un programa que tenía en Eltrece y que llevé al teatro con Sebastián Almada. Trabajé mucho con Emilio Disi y con Pedro Alfonso hice al menos diez veranos, además de otras cuatro o cinco con producciones mías”, repasa Fredy Villarreal (54), quien en esta oportunidad encabezó Los mosqueteros del rey, con Nicolás Cabré, Jorge Suárez y Nicolás Scarpino en el Teatro Candilejas 1.
“Esta obra es extraordinaria pero reconozco que no le tenía tanta fe. Es excelente pero me costaba tenerle confianza como a Los 39 escalones, por ejemplo, que fue la que hice el año pasado y que fue un exitazo. Cuando estrenamos Los mosqueteros del rey en Buenos Aires, el año pasado, me di cuenta de que teníamos un diamante en bruto y que solo había que pulirle algunas cositas. En su momento, la interpretaron Darío Grandinetti, Hugo Arana, Juan Leyrado y Miguel Angel Solá y cuenta el creador, Manuel González Gil, que las mujeres de los actores fueron a ver el ensayo previo al debut y en la cena dijeron: ´¿Así van a estrenar?´. Ellos mismos estaban raros, no sabían bien qué estaban haciendo y hasta que entraron en la obra, no la terminaban de entender del todo. Después pasa que la gente se ríe de una manera sensacional y genera eso incluso para quienes la estamos haciendo”, explica Fredy.
-¿Te sorprende?
-Para bien y me encanta. Hacía tiempo que no veía a la gente reírse tanto. El humor es familiar, infantil y sin malas palabras. Te digo más, la obra se la escribió Manuel González Gil a su sobrino para ser interpretada en el colegio y luego decidió dar el papel a estos cuatro monstruos para presentarla en la calle Corrientes un sábado al mediodía. Los productores veían que se llenaba de chicos y también de grandes, por la convocatoria de los actores. Entonces, la pusieron a la noche y fueron cinco años de un éxito rutilante por todo el país.
-¿Habías trabajado antes con Cabré y tus compañeros?
-No, nunca. Con Nico nunca y somos todos como sapitos de otro pozo que conviven en un jardín extraordinario. Al final, te das cuenta de que el pozo o de dónde uno viene es lo de menos. Nos llevamos bárbaro y con Scarpino tengo una sensación de amor profundo como persona. Lo conozco de antes que al resto y lo adoro. Me cautivó desde el primer momento viéndolo actuar. Me parece un actorazo y un gran comediante. A Jorge y a Cabré los conocí trabajando en este proyecto.
-¿Y cómo resultó la convivencia?
-Maravillosa. Todos tienen una facilidad para la comedia que me fascina. Y esto me demuestra que el comediante primero debe ser un actor dramático y después de agotar eso recién ahí puede probar con ser comediante. Es imposible encontrar a un comediante que no sepa hacer drama. Pero es posible encontrar a un actor dramático que no pueda hacer comedia. Hay una verdura que hace llorar, que es la cebolla, pero no conozco ninguna que haga reír. Los cómicos somos muy buenos actores dramáticos, te lo aseguro. Jim Carrey, Guillermo Francella o Luis Sandrini acá son ejemplos sobrados de grandes actores de drama que antes fueron cómicos.
-Vos no solo estás ligado al humor sino también a las imitaciones.
-Imitar es incluso más difícil que hacer reír. Dentro del rubro de la comedia, imitar es mucho más difícil que todo. Los que entendemos de la cocina del drama, sabemos muy bien que el actor cómico siempre fue un actor dramático. Muchos se sorprenden al verme actuar en Los mosqueteros del rey porque dicen que esto es más cool o más obra de teatro que lo que hice antes. Pero siempre sentí que a la hora de salir a un escenario o un set de grabación, mi misión en el mundo es divertir a la gente y hacerla reír. Por eso para mí no cambia nada esta obra de la que hice anteriormente. En todas tengo el mismo compromiso de llevarlos a que crean que el personaje existe. Por eso se suscita la risa.
-Estuviste nominado a los Premios Carlos como Mejor actor.
-Sí y estoy agradecido. Siempre me vieron como un imitador y este año me nominaron a mejor actor. Todos los premios tienen errores y es una mala praxis de hace muchos años. Pero hasta los Premios Nobel son cuestionados. Charles Chaplin se enteró una vez que había un concurso de imitadores de él. ¿Qué hizo? Sin decir nada, él mismo se caracterizó y fue al concurso. ¡Salió cuarto! ¿Podés creerlo? Todos los premios son subjetivos pero cuando se repiten con el mismo patrón de error, son tendenciosos y están en una línea incorrecta. Dios quiera que cambien alguna vez.
-¿Tenés muchos premios? ¿Qué valor les das?
-Tengo varios: Martín Fierro, Premios Carlos, qué se yo cuántos más. Son muchos años y les doy valor, por supuesto. Todos los artistas somos muy narcisistas y nos gusta el aplauso y el mimo. Le doy tanto valor como a la crítica negativa, que me afecta en el mismo nivel contrario que la crítica positiva. Ojalá pudiera tomar un café con cada uno que vio algo que yo creo que puedo refutárselo, pero lamentablemente no puedo. Las redes sociales me han enseñado que las críticas tanto positivas como negativas son injustas.
-¿Les das trascendencia?
-Trato de que no. Es tan injusto el comentario que te dice: “Después de Dios venís vos” y todo tipo de alabanza desmedida como los agravios. No creo ni en uno ni en otro.
-¿Sos creyente?
-Sí. Creo en Dios, aunque no soy de los que tocan la puerta para ir a la iglesia. Medito y a la única persona a la que le hablo en silencio es a Dios. Creo en la Biblia; me parece un libro sensacional. Pero no soy practicante ni tengo el ejercicio de rezar todas las noches. En eso soy medio rebeldón.
-Tenés una cruz colgando del cuello.
-Sí. Es San Benito. Me lo regaló una señora en un aeropuerto. Había perdido una cruz muy linda y así de grande acá en Carlos Paz en un partido de fútbol a beneficio. Como un nabo la dejé en el buche del auto junto con las llaves y cuando me fui manoteé las llaves pero no la cruz y la perdí. A las dos semanas de eso, tuve un viaje, volvía de Holanda y una señora peruana en silla de ruedas, me dijo: “Vení. Hay algo que estás necesitando. Dame la mano”. Me apoyó algo frío y era este San Benito. Me la colgué y nunca más me la saqué. Ahora está re gastada.
-¿Te reconoció o te la dio al azar?
-No lo sé. Me dio la cruz y a mi camarógrafo le dio otra, chiquitita. Yo venía de hacer un revival de Figuretti, por el regreso de Tinelli a la televisión. Siempre tengo la suerte de que Marcelo me llama para hacer las aperturas o algún programa de humor.
-¿Te molesta que te sigan preguntando por Figuretti?
-No, no me molesta nada de lo que hice. Fue en su tiempo y forma justa para hacerse. Nunca me quise casar con un personaje. Hay muchos colegas que cuando encuentran un éxito, no lo sueltan más. Yo traté de diversificarme y aunque el personaje no muere porque siempre está, te cuento que a Figuretti dejé de hacerlo por la necesidad de no viajar más.
-¿Estabas cansado de viajar?
-¡Muerto directamente! Yo vivía en Madrid y en Roma, en ambos lugares. Allá por 2003, tenía que recorrer el mundo para hacer notas con Figuretti porque ya no me quedaban famosos por saludar en la Argentina. El Papa se veía como un candidato, viajamos a Italia y en el medio pasaron desde Schumacher y Michael Jackson a los Rolling Stones y Nelson Mandela. Recuerdo que Mandela se agachó a besarme la mano y no podía creer que estuviera sucediendo eso. Era un éxito arrollador y hacíamos base en Madrid y Roma porque de ahí pivoteábamos a todo el mundo.
-¿Ya eras papá en esa época?
-Mi hijo mayor, Agustín, estaba naciendo. Agarraba la foto de la ecografía de Agustín a veces para pasar en lugares que era casi imposible. Le decía: “Ayudame, hijo, ayudame”. Todavía no había nacido, estaba en la panza de su mamá. En todo ese éxito, llegó un momento en el que me cansé, extrañé mucho y quise volver. Estuve dos días en Buenos Aires y justo hubo reunión de producción de Tinelli después del programa. Miguel Angel Rodríguez, quien hacía las imitaciones de VideoMatch, había dejado de estar para irse a Son amores. No había imitador y Tinelli dijo: “Tenemos que buscar urgente quién reemplace a Miguel”.
-No me digas que te ofreciste.
-Sí. Nunca en mi vida había imitado, levanté la mano y dije: “Yo imito”. ¡Era mentira! Pero pensé: “Como cómico, tengo que saber imitar”. El personaje que hice fue De la Rúa y Tinelli se murió con la imitación que creé. A los cuatro días de haberlo hecho, me surgió viajar pero Marcelo dijo: “No, no. Que se quede”. Figuretti desapareció y no viajé nunca más. Ahí nació el Fredy imitador pero confieso que nunca lo planeé y hasta reconozco que me cuesta mucho imitar.
-¿A quién admirás en ese rubro?
-Tengo compañeros extraordinarios y hay gente que lo hace muy bien, como Fátima Florez, Martín Bossi, Ariel Tarico, Mauricio Jortack. Los admiro y muchos me dicen que hacen la imitación de mi imitación. Me costó mucho sacarme ese mote de imitador. Si lo hacés mal, quedás en evidencia. Como actor, tenés libertad para componer a un carcelero o a un médico. Ahora, si tenés que imitar a Néstor o a Macri, me vas a matar si no los saco igual.
-¿Qué te pasa cuando mirás todo lo que hiciste con Figuretti?
-Entiendo que fue un privilegio y a la vez un sacrificio. Es una sensación adorablemente detestable. Adorable por el privilegio de estar ahí pero detestable porque quizás estuve en La India pero fueron horas y sin poder conocer nada. Capaz estaba en el palacio del príncipe como el orto y tratando de escaparme para intentar hacer una nota con un mandatario. A la noche comía en un restaurante donde no entendía la carta y a la mañana estaba volando a Canadá. No llegué a conocer nada y era como venir a Carlos Paz y no pasar siquiera a ver el Cu-cú.
-Hablando de Carlos Paz, sos más de esta plaza que de Mar del Plata.
-Sí pero no subestimo a Mar del Plata. Mi primera temporada la hice con Nito Artaza en Mardel y se llamó Argentina toda un show, hace ya muchos años. Nito en ese momento me dio tanta participación que parecía que era la revista de Fredy Villarreal. Nito es un gran amigo, un buen tipo, muy solidario y fuera de lo común. El año pasado volví con Los 39 escalones, obra que luego llevamos a Uruguay y fue un suceso que rompió récord de recaudación en los teatros uruguayos, como hacía tiempo no pasaba.
-¿Cómo están tus hijos?
-Enormes. Jazmín, hija de Carolina Oltra, tiene 15 años y Agustín, hijo de Laura Vigliercchio, tiene 22 años. Con las dos madres de mis hijos tengo muy buen vínculo. La mamá de Agustín es menos conocida que Carolina pero también es muy mona y muy emprendedora. En su momento, la conocí como promotora de un shopping en VideoMatch. Luego ella estudió psicología, se recibió y se dedicó a eso. Agus heredó de mí la parte gastronómica, estudió cocina y hoy regentea uno de los bares más lindos de Buenos Aires, Cobra, en el Paseo de la infanta. También maneja el boliche Jet, en la costanera.
-¿Y Jazmín?
-Es súper histriónica, le gusta cantar, bailar, es re tik toker. Es hermosa, le gusta salir a bailar con sus amigas y eso debo decirlo: es muy salidora. No tiene novio ni quiere, según me contó. Soy cero celoso como papá y ya me ha presentado algunos chicos. “Lo que aceptes va a estar bien para mí, aunque yo piense lo contrario. Nunca te voy a hacer pasar un mal momento. Es tu elección y te voy a apoyar”, le digo siempre. Está en el proceso de conocer muchas cosas nuevas. Así es la adolescencia y la acompaño como puedo.
-¿Ellos cómo se llevan con esto de tener un papá conocido?
-Divino, sin rollos, ya está acostumbrados. No fue de un día para el otro y crecieron con eso. Jazmín y Agustín se aman y hasta me puentean, en el sentido de que a veces me entero último las cosas que entre ellos hablan primero. Me encanta que sean tan amigos. Son re compinches.
-¿Viven con vos?
-Siempre fue un poco y un poco, pero de manera libre. Nunca nos regimos por el juez ni abogados. Y si alguna vez sucedió, nunca se cumplió porque es oferta y demanda. “Che, no puedo el miércoles, voy el jueves”, me dicen y está perfecto. Gracias a Dios, en eso nos arreglamos bien y priorizamos mucho a los chicos. Ellos no tienen por qué pagar los platos rotos de lo que los padres no pudieron resolver.
-¿Estás en pareja?
-Estoy bien. Estoy acompañado y eso me pone contento. Siempre estoy bien acompañado pero reconozco que a medida que va pasando el tiempo, me voy poniendo más exquisito en la elección. Como sé que cada vez cuesta más encontrar a alguien afín a uno, trato de ser cauteloso y no salgo a presentar novias por doquier. Ahora estoy en pareja hace un tiempo considerable pero no vivimos juntos. Me encanta la independencia. Es lo que nos mantiene vivos a varios.
-¿Cómo viene tu 2024?
-Tengo el estreno de una película, que se llama El beso de Judas. La grabamos el año pasado y se estrena este. Actúan Alfredo Casero, Campi y el protagonista es Damián De Santo. Es un policial y mi personaje es cínico, bien malvado, de mala yunta. Creo que lo van a llevar a los festivales primero y luego se estrenará en los cines. Además, la idea es seguir con Los mosqueteros del rey en Buenos Aires y hasta se habló de presentarla en Madrid. Le tengo mucha fe a esta obra y de trabajarla el tiempo que sea suficiente y razonable para todos. Por ahora tenemos un éxito muy singular, muy lindo y estamos re contentos con eso.
Por Nicolás Peralta // Fotos: Luis Varela
Agradecimiento: Lake Buenavista Resort, Carlos Paz
La entrevista completa con Fredy Villarreal está en la edición digital de marzo de revista Pronto, se puede descargar y leer de manera gratuita haciendo click en este link