A lo largo de su vida, fueron muchas las mujeres que pasaron por los brazos de Guillermo Coppola, sin embargo, ninguna logró adueñarse de su corazón como lo hizo Corina Juárez. Ante este amor que sigue latente luego de 17 años, se conoció cómo es su historia de amor.
Yuyito González, Isabel Ferri, Alejandra Pradón, Fernanda Callejón, Analía Franchín y Sonia Brucki son algunas de las relaciones que salieron a la luz de quien supo ser el representante de Diego Armando Maradona. Sin embargo, más allá de sus romances y amores esporádicos, su situación cambió por completo en el 2007.
Es que durante ese año Guillermo Coppola conoció a Corina Juárez, quien le brindó un amor que jamás había sentido. Ambos se conocieron mediante amigos en común y, si bien existe una diferencia de edad de 20 años entre ellos, esto jamás fue un impedimento para quererse de forma genuina.
El romance entre ellos fue tal, que incluso apostaron por criar a una hija juntos, por lo que en el 2008 nació Elisabetta para asentar aún más el amor. Es que la llegada de la pequeña fue fundamental para que ambos se animen a dar un nuevo paso en la relación.
Es que si bien Guillermo Coppola ya había pasado por el altar, la insistencia de su hija por ver a sus padres unidos en matrimonio fue la clave para dar ese paso. “Guille se casó por Iglesia con la mamá de Natalia, su primera hija, cuando tenía veintipico... pero Isabel murió hace dos años y por eso él pudo volver a casarse”, explicó Corina Juárez sobre el casamiento por Civil y por Iglesia.
Sacando a relucir su costado más romántico, Guillote reveló qué fue lo que más lo enamoró de Corina Juárez: “Es un gran piloto de este auto que ya tiene unos grandes kilómetros de recorrido. Supo ponerlo en la ruta, entenderlo y hacerle alguna reparación cuando era necesario. Le pedí perdón delante de todos porque uno a veces comete errores y le dije que me perdonara, que ella tenía para destacar que era una gran piloto”.
Asimismo, en el día de la boda, Guillermo Coppola también le dedicó unas palabras a su pareja, por lo que le reconoció el hecho de haber estado en sus momentos más duros: “Cuando me conoció, ella vino a vivir a un departamento de 300 metros, tenía un par de autos, frente al Rosedal. Y después nos fuimos a uno de 45 metros y a manejarnos en taxi, subte y colectivo. Esto tiene que ver con lo material pero yo no me sentía bien, no era el Guillermo que se levantaba con el ánimo, la actitud y la alegría, y me bancó, y de eso no me olvido. Ella y mis amigos fueron necesarios para que pudiera levantarme”.