Entre las 10 películas más vistas de Netflix se posicionó “La gran exclusiva”. Con Billie Piper, Gillian Anderson, Rufus Sewell y Keeley Hawes, el film cuenta (alerta spoiler) cómo se logró la entrevista exclusiva que el príncipe Andrés realizó con el programa Newsnight, de la BBC y que terminó con su desplazamiento de las funciones públicas. Se sabe que la familia real británica suele ser foco de atención ya no insular sino mundial. En tiempos de repúblicas esta monarquía es tan atractiva que merecieron una serie, The Crown, un éxito global e impensado si se tratara de otras casas reales como la de Luxemburgo o de Bélgica.
En la saga de los Windsor, el príncipe Andrés es uno de los más mirados. Hijo favorito de su madre, la reina Isabel, héroe de guerra condecorado, bastante pintón, carismático, a fines del siglo XX más de uno lamentaba que no fuera el heredero al trono. Con el cambio de siglo su situación cambió y no por circunstancias históricas o geopolíticas sino por decisiones propias: perdió sus privilegios al ser acusado por abuso sexual contra menores y -como dejó en evidencia la entrevista- jamás mostrar el mínimo arrepentimiento por sus actos ni empatía con las víctimas.
La película retrata muy bien la dualidad de Andrés. Por un lado es ese príncipe seductor que encanta con su simpatía y carisma, pero por otro un hombre caprichoso y autoritario que se enoja si no se obedecen su órdenes. Aunque “La gran exclusiva” no es un documental, sí muestra aspectos comprobados de la vida del príncipe.
Hijo favorito de la Reina
Andrés nació el 19 de febrero de 1960 doce años después que Carlos, su hermano mayor y heredero al trono. Llegó en un momento ideal para disfrutar a su madre. Con los mayores, la monarca británica apenas tuvo tiempo de ejercer su rol materno. Recién terminada la Segunda Guerra Mundial estaba ocupada con largas y protocolares giras por los países de la Commonwealth.
La llegada de Andrés encontró a Isabel más experimentada en su maternidad y aliviada en sus deberes reales, además ese niño demostraba que la crisis con Felipe, su esposo, había sido superada. Apenas nació su tercer hijo, le envió una nota a un primo donde le decía que “El bebé es adorable… En general, todos lo mimaremos terriblemente, estoy segura”. A diferencia de los mayores que pasaron sus primeros años rodeados de institutrices ella misma le contaba cuentos por las noches. Cuando Andrés y Eduardo comenzaron la escuela solía visitarlos, algo que jamás hizo con los mayores. Muchas veces llegaba con sus guardaespaldas pero otras simplemente manejaba su auto y aparecía en jornadas deportivas o algún evento escolar importante.
De chico Andrés ya dio muestras de un temperamento difícil. Le gustaba divertirse haciendo pesadas bromas a su madre o a las personas que lo cuidaban en los cuatro palacios que habitaba su familia. Solía burlarse de sus guardaespaldas y atarles los cordones de los zapatos para que se cayeran. A su madre le puso en la cama un polvo picante que obligó al personal a cambiar las sábanas en un horario insólito y a la Reina a rascarse de un modo muy poco protocolar. Otra vez se trepó al techo del Palacio de Buckingham y apagó la antena de televisión para impedirle ver a su madre las carreras de caballos en Sandown Park. Su carácter podía ser tan complicado que Mabel Anderson, la mujer que había sido niñera de Carlos y Ana, lo apodó Baby Grumpling, algo así como bebé gruñón o bebé caprichoso.
La preferencia de la Reina por este hijo se hizo más notoria cuando él participó en la Guerra de Malvinas como piloto de helicópteros. Aunque tenía un bajo rango de oficial se encargaba de misiones de transporte y rescate. También realizó misiones antisubmarinas para “distraer” a los misiles argentinos. Al terminar el conflicto, Andrés volvió convertido en un héroe para los británicos. Según asegura el biógrafo Andrew Morton desde ese día: “A donde quiera que va, la reina llevaba en su bolso una foto del príncipe Andrés del día que regresó de la guerra”.
Con los años y pese a los escándalos que rodeaban a su tercer hijo, la Reina siguió con su predilección. “Cada vez que se entera de que Andrew está en el Palacio de Buckingham, le envía una nota escrita a mano y él siempre va a verla”, contó un ex asistente del palacio en el Daily Mail . “Si está en jeans, se cambiará a un traje. Y siempre saluda a ‘Mamá’ de la misma manera: inclinándose desde el cuello, besando su mano y luego besándola en ambas mejillas. Es un pequeño ritual que ella adora”.
En el 2012 no se le ocurrió mejor idea que bajar en rapel por el edifico más alto de Europa. Cuando le preguntaron qué opinaba la Reina contestó: “Mamá no está preocupada. Ya conoce mis locuras y está acostumbrada a todo lo que hemos hecho sus hijos durante años”.
Pasión por los peluches
Es una de sus excentricidades o curiosidades: colecciona peluches. Tiene docenas de ellos que ordena colocar de determinada manera sobre su cama. Según reveló uno de sus antiguos ayudantes, Paul Page, en un documental emitido por la cadena británica ITV, en su dormitorio en el Palacio de Buckingham existía un diagrama en el que se leían instrucciones sobre la manera en que debían estar colocados sus muñecos. “Cuando el duque de York se quede a dormir, coloca un osito de peluche pequeño y un cojín sobre la cama. Al hacer la cama, colócalos junto al osito del lado izquierdo”, indicaba la nota. La colección es de 72 muñecos se debían ordenar por tamaño, los más grandes atrás, los más pequeños adelante y sus dos favoritos en un pequeño trono de caoba. Para evitar errores, cada persona que entraba a su servicio personal recibía un día de entrenamiento de “colocación de peluches”.
Charlotte Briggs, trabajó en el palacio de Buckingham en la década de los noventa y contó en el diario The Sun que ordenar los ositos según las instrucciones le implicaba una hora diaria. “Fue muy extraño. Después de todo, él era un hombre adulto que había servido en las Malvinas. Pero amaba absolutamente los peluches y tenía muy claro cómo quería que se arreglaran”, reflexionaba Briggs. Lejos de desmentirla, el príncipe reconoció su pasión por estos muñecos. “Siempre he coleccionado ositos de peluche. Allá donde fuera con la Marina, solía comprar uno, así que tengo una colección de todo el mundo”, admitió en una entrevista de 2010. Su obsesión es tal que cundo se casó con Sarah Ferguson, su hermano, el príncipe Eduardo ató un peluche enorme en la carroza nupcial de la boda.
Andrés “el cachondo”
En una escena de “La gran exclusiva” cuando Sam McAllister (Billie Piper) se dirige al Palacio de Buckingham para gestionar la entrevista, el taxista le pregunta si verá a “Andrés, el cachondo”. Es que por su historial amoroso así lo había apodado la prensa.
Antes de su boda con Sarah Fergunson, Andrés salió con la actriz erótica Koo Stark. Tras el divorcio de su esposa, por rumores de infidelidades mutuas, era habitual verlo en los clubes nocturnos de la Costa Azul siempre acompañado de alguna señorita. Se le atribuyeron innumerables romances con chicas sexys. Se lo vio con la modelo de Playboy, Angie Heverhart, con la croata Monica Jakisik, ex de George Clooney, con la estilista Caroline Stanbury y la cantante Kylie Minogue.
En el libro Sexo, mentiras y dinero sucio de la poderosa élite mundial de Ian Halperin se asegura que el príncipe era un “adicto al sexo” y un “amante atrevido”. La mayoría de las mujeres pintaron a Andrés como un perfecto caballero. Una de ellas contó que era un amante muy audaz y que con él no había límites... Una me dijo: ‘Andrés sacudió mi mundo en el dormitorio’, pero se sintió decepcionada porque después de eso no volvió a saber de él”, contó el autor.
La corona británica callaba la "vida loca" de Andrés, hasta que se supo que uno de sus amigos era Jeffrey Epstein, condenado por violación y tráfico de menores. Trascendieron fotos que demostraron que asistía a fiestas con jóvenes que eran niñas, y Virginia Roberts Giuffre lo acusó de abuso sexual. Andrés negó todo hasta que la presión social hizo que accediera a la entrevista con la BBC. Lejos de mostrarse arrepentido aseguró que su relación con el delincuente sexual Epstein le brindó “resultados muy beneficiosos”, porque le permitió conocer gente y lo preparó para su futuro papel como enviado comercial.
Andrés se mostró arrogante y carente de compasión con las víctimas. La entrevista indignó a los británicos. Una cosa era ser un simpático playboy y otra defender pedófilos. Como madre Isabel lo acompañó, pero como Reina decidió actuar. En una medida histórica, la Casa Real anunció que “con la aprobación de la Reina y su acuerdo, los títulos militares del duque de York y sus patrocinios reales han sido devueltos. Tampoco podrá utilizar más el título de “Su Alteza Real”.
Dos años después llegó a un acuerdo financiero extrajudicial con Giuffre y evitó el juicio con jurado por abuso sexual en una corte de Nueva York. Así se libró de una posible condena a prisión pero no de la condena de los británicos. Esos que lo aclamaron como héroe y hoy sienten que ese príncipe es una gran vergüenza.