Se escribió bastante y se habla mucho -y no solo en terapia- sobre la compleja y maravillosa relación entre hijas y madres y entre suegras y nueras. Pero poco se reflexiona sobre la conexión entre nietas y abuelas, un vínculo que como todo vínculo muestra sus vericuetos y mucho más si tu abuela es una de las mujeres más famosas de la Argentina: Mirtha Legrand.
Para Juana Viale no fue fácil crecer rodeada de una fama que le resultaba ajena. Siempre sostuvo que le gustaba más cuando Mirtha era la abuela que la cuidaba y “no tan Mirtha Legrand”. "De chica tuve grandes crisis porque (Mirtha) me daba mucha vergüenza, sin menospreciar la palabra, o a ella. Pero me venía a buscar al colegio con un autooo, un tapado de pieeel, un peinadooo, un montón de cosas que si me impactan ahora, ¡imaginate de chica! Yo quería una abuela normal", se sinceró hace algunos años en el programa Basta de todo. "Yo iba a la casa de mis amigas donde cocinaban sus abuelas, y yo tenía a Pichu, que cocinaba como los dioses, pero no era mi abuela. Mi abuela tocaba la campana", recordó sin nostalgia en el programa de Matías Martin, y agregó: "Yo quería una abuela normal".
La nieta jamás visitaba a la abuela en sus almuerzos televisivos y menos aceptaba integrar a una de las “mesazas”, pero casi todas las tardes se reunían a tomar el té. Esos té de Mirtha son casi tan legendarios como sus almuerzos, meriendas sin cámaras pero donde la buena charla y las exquisiteces culinarias están garantizadas.
De adolescente, Juana parecía vivir irritada con la fama de las mujeres de su familia. En un país sin monarquía ni monarcas, a muchos les gusta entronizar a Mirtha como una reina criolla y a Marcela, su hija, como una princesa aguerrida. En esa monarquía sin corona, Juana, la nieta, era la heredera rebelde, bella, libre y a veces malhumorada. A la Juana adolescente era complejo convencerla para sumarse a las producciones pautadas con su abuela y su madre. Hasta último momento, ya con fotógrafos y periodistas instalados y con los equipos preparados, Juana rondaba por el lugar sin decidirse a posar o no para las fotos. El contraste entre su abuela vestida impecable y la nieta con su pantalón holgado, la remera común, muchas veces sin corpiño y en zapatillas era tan evidente como atractivo. Una era el glamour, la otra la rebeldía, pero ambas eran dueñas absolutas de una belleza única y un magnetismo con el que solo están benditos los bendecidos.
En esas producciones Mirtha era Mirtha pero también la abuela. Conocedora de que su nieta era más tímida que antipática, lanzaba una broma sobre sí misma con efecto inmediato: todos reían y Juana aceptaba su destino Legrand. Esa chica que detestaba la fama, que rechazaba el maquillaje y las imposiciones sociales terminaba posando para las fotos. Eran los tiempos que aclaraba que ese mundo no le interesaba y que ella estaba en otra.
Aunque la nieta prefería a la Mirtha abuela antes que a la diva, Mirtha no dejaba de ser “genio y figura”. Juanita contó más de una vez que jamás la vio en zapatillas, siempre con tacos “¡hasta sus pantuflas tienen tacos!”, confesó en Estelita en casa, el programa de Jey Mammon y agregó un dato más: jamás la vio eructar. "Hoy me río de ella con ella, de sus mañas y de sus extravagancias".
Mirtha solía repetirle a hijos y nietos una frase/mandato: “Chicos, aprovéchenme, aprovéchenme” y cuando ellos la miraban extrañados, les aclaraba “aprovéchenme en el buen sentido. Sáquenme el jugo. No todo el mundo tiene una abuela coherente, que piensa”. Y Juana le hizo caso. En el 2000 aceptó incorporarse al equipo de producción de los legendarios almuerzos. Participaba en la selección de invitados y aprendía los secretos de la producción. “La decisión de Juana me hace feliz porque mis nietos son la razón de mi vida”, se enorgullecía la conductora.
La nieta de Mirtha vivió como pocos la dualidad de esa fama heredada. Por un lado le molestaba el acoso que sufría por ser “nieta de”, como sacarle fotos sin permiso a la salida del colegio desde que estaba en primer grado o inventarle novios, pero por otro sabía que el apellido Legrand le abría puertas que para la mayoría están cerradas. “No reniego de eso”, admitía.
El contraste Mirtha/Juanita siempre fue notorio en su trato con la prensa. Mientras la primera se detenía -y todavía se detiene- a responder preguntas ante los reporteros o protagonizaba maratónicas producciones de revistas, Juana mantenía una relación difícil con los medios. Si le tomaban fotos en un evento sonreía con profesionalismo, pero si intentaban retratarla en situaciones casuales, no disimulaba su enojo. “Me saca cuando se quieren meter en mi vida privada. No me interesa decir con quién estoy ni de quién me separé. Cuido a mi familia como una leona, elegí este estilo frontal y si a la prensa no le gusta tiene dos caminos. Me altera saber que tengo un auto siguiéndome. No puedo andar libremente por el país donde vivo. No me acostumbré a eso. Es desmedido”, afirmaba en una entrevista en el suplemento Ahora en el 2009. Si le replicaban que su abuela afirmaba “deberle su vida al público”, ella cerraba tajante: “Nunca me interesó”.
Solo en un tema abuela y nieta nunca se pudieron poner de acuerdo: el uso de abrigos de piel. Mirtha es parte de una generación que consideraba esas prendas símbolo de elegancia y de estatus. “Yo uso pieles, querido. Ahora en Europa se usan de vuelta, ¿qué voy a hacer? A mí me gustan", admitía la señora de los almuerzos sin tapujos, pero esto enfurecía a su nieta acérrima defensora del ecosistema. "Me daba vergüenza, sin menospreciar la palabra. Pero me iba a buscar al colegio en auto con un tapado de piel y no me gustaba. Por eso prefería no saludarla", reveló "Hoy tampoco la saludo cuando usa alguno, ella lo sabe. De hecho, a mis hijos les cuento que para hacer los tapados que usa mataron a muchos animalitos".
Como “la sangre no es agua”, Juana admite que tiene mucho carácter como su abuelo y su mamá, pero que es soñadora como su abuela. De los papeles que la nieta interpretó en el cine, jamás le preguntó nada a su abuela. Sabe que Mirtha es una experta en la materia, pero con ella no sería objetiva.
Mientras Juana transitaba un camino como actriz protagonizando películas como “La viuda de los jueves” o novelas como “Malparida”, su abuela seguía conduciendo la mesa más famosa y longeva de la televisión. Pero en el 2020, el mundo quedó paralizado con la pandemia. Como indicaban los especialistas, Mirtha se preservó en su casa. Cuando las medidas se flexibilizaron un poco, se decidió continuar con el programa pero cuidar a su conductora. Había que buscar a otra persona capaz de ocupar ese lugar con mucho de trono. Juanita era la heredera natural.
Con todo su glamour y elegancia, con ese magnetismo único que despide ante las cámaras, nadie dudó que era la indicada y eso que Juana admitió que jamás había visto un programa de su abuela al aire.
La heredera no defraudó y en cada emisión deslumbraba con su belleza y elegancia pero también dejaba entrever su temperamento pícaro y libre. A cuentagotas, cuando se olvidaba que estaba en el estudio fue dando detalles de ese vínculo único con su abuela. Cierta vez reveló que en la familia "Nadie se puede resistir a bailar ´Bombón asesino´" y que Mirtha "Se lo pone para que le levante el día. Es fanática", para rematar con un gracioso: "Por suerte no vivo con ella, si no, todos los días....". En otra ocasión admitió que “Mirtha a veces me manda mensajes a las 3 de la madrugada. Ella se queda hasta re tarde” y una vez abrió la emisión con una pregunta. “Les quiero preguntar a ustedes en sus casas: ¿Grité mucho en la entrada? Porque mi abuelita me dijo: ‘Juanita, te voy a decir una cosa, gritás mucho’”, confesó para luego aclarar que “Grito mucho, perdón. Soy así, soy eufórica. Muy arriba. Siempre arriba”.
Sabedora que su abuela estaba del otro lado de la pantalla, también aprovechaba para mandarle cálidos y graciosos mensajes. "Abuelita, podés venir cuando quieras, ésta es tu casa. Te estoy extrañando acá. Es difícil, eh, no es tan fácil. Lo que le voy a proponer a mi abuela es ir al teatro a ver la obra de Soledad Silveyra y Verónica Llinás. ¡Podríamos ir, eh! Hay protocolos para ir al teatro, yo fui la semana pasada a ver a Brandoni, a la obra que se llama 'El acompañamiento'".
Cuando Mirtha atravesó una intervención coronaria, fue Juana la que contó detalles de la internación y cómo su abuela seguía siendo una diva estando internada. “Estaba maquillada, diosa, en unidad coronaria, por supuesto también peinada. Era la más bella de la clínica” reveló entre risas “Estaba recién salida de la operación y me empezó a preguntar por la obra de teatro que yo había ido a ver el viernes. Es admirable su fortaleza, es curiosa”.
Si los comentarios y las infidencias mostraban una gran complicidad, el amor entre ambas se hizo evidente cuando en marzo de 2021, Juana volvió a la conducción en La Noche de Mirtha. Apenas entró al estudio le entregaron un ramo de flores, de parte de su abuela, con una carta amorosa: “Juani, mi princesita, te deseo un regreso triunfal, lo merecés. Nunca sabrás lo mucho que te quiero. Enorme éxito te desea, tu abuelita”. Sin contener la emoción, ella le respondió: “Yo te amo, muchas gracias, esperemos que pronto vuelvas con tu programa especial”.
Hace unas semanas, Juana volvió a mostrar sus dones de princesa aguerrida para defender a su abuela. Después del entredicho entre Mirtha y Milei por el cine Gaumont, la nieta opinó lapidaria: “Me parece que el Presidente es reaccionario cuando algo no es acorde a su pensamiento. Y es raro, porque él es libertario, debería tener más libertad para las posturas”.
Días atrás se supo que Juana abandonará la conducción de su programa temporalmente para realizar una expedición con Yago Lange, su novio y Mirtha la reemplazará en la emisión de los domingos. Opuestas pero similares, parecidas pero diferentes, hoy Juana disfruta de una abuela con la que toma el té y charla de hijos y bisnietos, pero también aceptó que ser nieta de Mirtha Legrand no está nada pero nada mal.