1. Tu papá llegó a la Argentina luego de una huida de Bolivia que si no fuera trágica sería cinematográfica…
Durante la dictadura de Hugo Banzer, mi papá integraba el gremio de los colectiveros. Una mañana le advirtieron que querían matarlo y escapó por la puerta de atrás de la casa que daba frente a un convento. Se escondió en la capilla, en la sacristía donde colgaban las sotanas los curas. Sus perseguidores revisan, mueven todo y uno llegó hasta el cuartito. Mi papá vio que movía la manija de la puerta y se tapó con una de las sotanas. El soldado abrió, no lo vio y se fue. Mi papá salió por atrás del convento, donde estaba el cementerio, corriendo entre las tumbas. Saltó un muro cuando pasaba un tren. Logró subir y se encontró rodeado de cadáveres. Era el tren que trasladaba a los asesinados por la dictadura. Sacaban los cuerpos vía Santa Cruz y los arrojaban en la frontera con Brasil. Así mi papá llegó Brasil y luego vino a la Argentina.
2. Con 15 años a tu mamá….
La trajeron a Buenos Aires para que estudie. Ella quería quedarse con su mamá en Bolivia, pero sus hermanas mayores -una era modista y la otra planchadora vinieron en la segunda presidencia de Perón- le dijeron que viniera a estudiar. Vino y estudió corte y confección que era lo que se estudiaba en esa época y se dedicó a la costura. Pero como añoraba mucho, mis abuelos viajaron con el resto de sus hijos, que eran siete, y se quedaron. Para no extrañar tanto Bolivia armaron un ballet de folclore argentino-boliviano que fue de las primeras diabladas en Buenos Aires. En esa época la comunidad boliviana era muy pequeña.
3. Una “kung fu sion” te llevó al Conservatorio de Arte Dramático.
Dos días antes de terminar el secundario, un compañero me contó que su novia se había anotado en el Conservatorio de Arte Dramático y que era “una facultad de actores”. Le pregunté qué estudiaban y respondió que una materia se llamaba “Acrobacia, Violencia en Escena y Esgrima”. Cuando escuché eso, como yo quería darle un título a mis viejos pensé “se los doy y hago una materia que me sirve para lo que realmente quiero ser que es profesor de Kung Fu”. Con esa confusión fui al conservatorio para ver si esa materia existía. Lo comprobé y la señora que atendía en secretaría, me golpeó con la lapicera del mostrador para llamar mi atención y me dijo “dale nene, anotate que ya me tengo que ir”. Y bueno, me anoté así sin meditar nada.
4. En los 90 la pasaste muy mal…
Porque cerró el sindicato del obrero de la industria del vestido al que pertenecía mi mamá. El trabajo se volvió mucho más precario, no alcanzaba el dinero, todo era muy turbio, muy gris. Estaba en cuarto año del Conservatorio Nacional y nos iban a echar del cuartito de La Boca que alquilábamos. Le pedí una reunión a mis maestros, Julio Baccaro y Myriam Stratt y les dije que tenía que abandonar el estudio para conseguir un trabajo. Ellos se reunieron con los rectores del Conservatorio y platearon mi situación. Resolvieron contratar a mi mamá para realizar el vestuario de una obra de los egresados y así nos ayudaron económicamente.
5. Cuando tus padres se enteraron que te anotaste en el conservatorio…
Mi padre me dejó de hablar durante tres años. Para él fue como una traición, pero mi mamá me vio actuar y me empezó a apoyar y defender en casa con mi papá. Cuando estaba en segundo año encontré un trabajo en el Teatro San Martín, cobré un sueldo durante unos meses y pagué deudas de alquiler. Mi papá preguntó de dónde sacaba la plata y mi mamá le contestó: "Está actuando". Fueron al San Martín a verme y al otro día después de la cena, mi viejo me volvió a hablar. Me pidió perdón, me dijo que me había cagado de la vida, que él quería que yo fuera una persona educada, respetada, querida y que yo nunca le hacía caso y sin embargo, hoy era la persona que él quería que fuera. Le contesté: "mirá papá, no me cagaste la vida, estamos los dos vivos todavía y podemos empezar de nuevo". Desde ese día fue mi mejor amigo hasta el último minuto de su vida.
6. Como estudiante para no generar gastos en tu casa….
Le pedí a mi mamá que me diera plata solo para el boleto de colectivo. Cuando me tocaba quedarme en el conservatorio ensayando escenas me compraba un alfajor y un juguito y con eso zafaba durante todo el día, pero sin plata para el boleto. Así que volvía caminando de Palermo a La Boca recitando El Bululú.
7. Un cartelito en un bar de la Boca cambió tu destino….
Mientras estudiaba conseguí un trabajo en un supermercado que quedaba a unas cuadras del conservatorio. Pero eran los 90 te tomaban un tiempito y después te echaban y al año y medio me despidieron. Por mi barrio, vi un cartelito en un bar que decía que se necesitan actores para un elenco del Teatro Callejero en La Boca. Me presenté, hice la audición y quedé. Estuve con ese elenco durante dos años. Actuábamos en el Rosedal los sábados y en Caminito los domingos. Como para el director nuestra rol social era hacer teatro, no pasábamos la gorra. Así que actuábamos y nos íbamos.
8. El Bululú, de Vilches llegó a tu vida en forma de…
Casetes. El director del elenco del teatro Juan José Citria, estaba enamorado de mi trabajo. Me decía cosas maravillosas, yo no entendía nada, recién empezaba primer año, era muy raro todo para mí. Un día me dijo: "escuchá esto que es mejor que cualquier clase de teatro". Me regaló el casete grabado de El Bululú de José María Vilches. Como cuento en el unipersonal fue tal mi fascinación que metido en un cuartito de chapa y madera que había en la terraza de mi casa, mientras cosía, lo escuchaba, y lo rebobinaba. Lo volvía a escuchar y rebobinar así durante horas, hasta que me lo aprendí de memoria.
9. Ir a verte en El Bululú vale la pena porque…
Te cambia el día. Así al menos me lo asegura mucha gente que me cuenta que venía con problemas y al ver la obra se fue con una sensación de fe, de que las cosas pueden ser mejores. Me han dicho cosas de esa costura que se hace en El Bululú con la memoria, con el siglo de Oro español y ese oro que se llevaron de Bolivia. Ese cuento cultural se recompone, se regenera, se rearma, se reconstruye teniendo la identidad del artista como bandera. Creo que ver El Bululú vale la pena porque es un encuentro con el teatro en estado puro porque es el que sobre todo prima su relación con el espectador. (Quedan cinco funciones para disfrutarlo en el Teatro Metropolitan, los martes a las 20.30)
10. En el 2001 interpretabas El Pelele, al terminar cantaban "El pueblo va a mandar, uy Dios qué gran bolonqui que se les puede armar" y la reacción del público era…
Era una canción que escribió Enrique Pinti, una murguita y mientras la cantábamos en el escenario en plena avenida Corrientes, sonaban las bombas de estruendo de la policía, las corridas, las marchas, la protesta. La sociedad estaba enardecida y el público estallaba de emoción. Recuerdo que mi personaje era un italiano anarquista y en un momento decía "La justicia no se compra ni se vende, se cumple". Y en una función una viejita gritó," eso, eso es tano, muy bien,". El público aplaudía todo de pie y lloraba mucho. Tanto que en un momento empezamos a hacer debates después de la función, porque teníamos la sensación de que había que contener con conversación lo que le pasaba a la gente, porque era un poco lo que pasaba socialmente. Había una explosión terrible, unas ganas de decir cosas. Y empezamos a charlar y de repente había gente que hablaba y lloraba y se planteaban cosas irreconciliables de nuestra historia. Años hermosos donde el teatro se une con el drama social y la comedia y hacer reír es una bendición. Algo de eso pasa ahora con el El Bululú y el poder hacer reír en momentos tan oscuros como este.
11. Tu historia de amor con Leticia Gonzalez De Lellis…
Ella recién entraba al Conservatorio y yo había egresado. Nos conocimos en una fiesta de teatro y empezamos a salir. Primero como un noviazgo así, bien teatrero, nocturno, bohemio. A los tres meses me fui a Francia a representar a la Argentina en un match de improvisación. Eran tres meses pero estuve un mes y medio. Nos extrañábamos un montón, nos escribíamos mails de amor interminables, me volví y no nos separamos nunca más. Empezamos a trabajar juntos y es toda una aventura, un gran viaje de amor. Tenemos a nuestra hijita Nuria. Duramos un montón de tiempo, pero no creo que duramos por durar, nos hemos renovado, hemos discutido un montón también cómo es nuestro amor, de qué se trata, qué es lo que más amamos del amor que sentimos. Ponemos todo en claro y vamos ahí, directamente.
12. Filmando la serie Maradona viajaste a…
Barcelona, a Nápoles y a México. Como fui con Leti y con Nuria, que era una bebita de 8 meses, en el medio viajé a Francia, a Grecia y a Miami. Aprovechamos para visitar amigos que nos consiguieron dar talleres, hacer funciones. De esa la serie tanto yo como el resto del equipo nos hicimos una remera estampada con la frase. "Une, due, tre. Dale, gordo. Accione". Es que así el director de Nápoles, italiano, arrancaba cada escena. Nosotros, los argentinos, teníamos que aguantarnos la risa, porque no entendíamos bien de dónde surgía ese un, due, tre, cuatro. Y cuando decía dale, gordo, miraba al cielo. Y después decía accione.
13. Trabajar con Lizy Tagliani en Los Bonobos fue…
Una revelación. Para mí ella era una persona famosa pero no la había visto mucho en la tele. Algunas cosas me caían bien y me hacía reír. Pero en el teatro fue una revelación porque descubrí un monstruo del escenario, un animal de la escena. Trabajás con ella y te da miedo porque decís, ¿con qué va a salir? Es simplemente una gran profesional. Todas las funciones son perfectas, pero además tiene un nivel de poderío de resolución de escena cómica y de revelación dramática que uno no se lo espera. Es realmente una gran compañera de escenario.
14. Tres actrices con los que no actuaste y te gustaría compartir escenario…
Marilu Marini, Verónica Llinás y Carla Peterson.
15. Tres actores o actrices con los que te gustaría volver a trabajar…
Un montón. Lorena Vega, Malena Frigo, Roli Serrano, Peto Menahem. Me gustaría volver a trabajar con Anita Gutiérrez, Manuela Pal, Leonor Manso, Joaquín Furriel, Stella Gallazzi y Luis Campos.
16. ¿Qué preferís? Ser Brad Pitt o Messi por un día…
Messi por lo que significa para nuestro pueblo. Es como el líder magnífico y elocuente de lo que nos gustaría que seamos los argentinos siempre. Él es como el último gran héroe de la nueva juventud, de la nueva infancia. Los deportistas siempre suelen ser un modelo a seguir. En mi caso Maradona fue mi modelo, me ayudó un montón y me encantó que sea mi modelo. Lo disfruté muchísimo y hoy por hoy todavía su nombre me emociona. Y lo mismo le debe pasar a los chiquilines, con Leo Messi. Mil veces elegiría ser él, antes que Brad Pitt.
17. El secreto de tu destreza física es…
Que hice de todo: acrobacias, salto de cama elástica, artes marciales, kung fu, taekwondo. Los practiqué porque me gustaban, no porque me obligaban y ese amor que se siente por una actividad hace también que el cuerpo se sienta bien haciéndola y crezca en ella. Ese entrenamiento, más el estudio del canto que también es un entrenamiento físico y vocal muy importante, con mi maestra Mirtha Arrua Lichi, forma un combo importante, que debo mantener entrenado porque si lo abandono se pierde.
18. De las obras en las que participaste una de los textos que más recordás
Lo decía Mike Amigorena, en El niño argentino de Mauricio Kartun"Nada te hace sentir Dios como meterse entre dos que profesan amor puro. Ese deseo implacable, ese designo perjuro de escupir en lo impecable, de volver lo blanco a oscuro, a lo casto, licencioso; lo virgen, libidinoso. Ser el hijo disoluto, descarriado, reprobable".
19. En El Bululú “peleás” contra una cucaracha, en la vida real peleás...
Porque se me escuche, porque se me respete. Y así como en un momento de la obra la quiero a la cucaracha, tenemos una historia de amor, pero luego le hago daño sin querer, en mi vida peleo para que jamás, jamás sea la situación en la que me encuentre, lastimar a la gente que amo. Porque muchas veces uno, como el otro te quiere, das por sentado que te va a perdonar todo lo que hagas, y que va a entender todo lo que digas. Y uno se da licencia para decir cualquier cosa frente a la persona que quiere porque lo va a bancar. Pero esto no es así. A esa persona a la que uno quiere tiene que cuidarla más. Con esa persona, armar y construir lo más hermoso que uno tenga para dar. Lo más lindo que uno tenga para decir, hay que decirlo frente a esa persona que uno quiere. No al revés. Uno piensa como me quiere, entonces se va a bancar todo lo que le diga. Y a veces no es tan así. No hay que lastimar a los que amamos.
20. La situación más insólita que viviste en una función…
De las últimas que recuerdo fue ensayando Los Bonobos. Lizy tenía que tirarme una patada, pero se ve que el zapato le quedaba grande, salió volando y le pegó a una mujer que estaba mirando.
21. Pasan los años y todavía te asombra…
El amor con el que el público sigue recibiendo El Bululú. Me llena de emoción y me asombra. Uno puede decir que es un espectáculo que ya pasó, pero no. Es evidente que todavía es contundente, fuerte.
22. Una manía que pocos te conocen…
Antes de hacer la función, hago mucho ejercicio para entrar cansado al escenario.
23. En días de bajón ¿Sana más la risa o el teatro?
El teatro es el sostén y la risa son las alas de ese sostén. El teatro se sostiene en cuanto a las ideas que plantea, en cuanto al entramado de relaciones de las personas que siempre pone de manifiesto. Y la risa las hace volar a través de la estupidez, del pensamiento, de la tontería, entonces es como una comunión.
24. A ese joven que estudiaba teatro y volvía caminando desde Palermo hasta La Boca porque no tenía un mango le dirías…
De esa caminata no salgas nunca, siempre seguí caminando, siempre. Porque a medida que pasa el tiempo y la profesión se va afianzando y llegan los premios y el reconocimiento, siempre hay que seguir trabajando como si fueras ese joven que no tenía plata. Porque no es por la plata que hay que trabajar sino porque siempre hay que caminar. Hay que ir y venir como si fuera el primer día de teatro, como si recién estuvieras empezando. Le diría eso… siempre estás empezando, Osqui.