Las series biográficas pueden ser más atractivas que la mejor ficción. Es que algunas vidas son tan intensas y magnéticas que opacan la mejor fantasía. Si alguien duda de esta afirmación alcanza con ver "Cris Miró (Ella)" la serie dirigida por Martín Vatenberg y Javier van de Couter que narra la vida de la primera vedete trans en encabezar una revista y triunfar en una sociedad que hasta ese momento solo les reservaba lugares marginales. La protagonista que la interpreta es Mina Serrano.
Desde chica Cris Miró se sintió una mujer. Nació en una familia de clase media con padre militar, madre ama de casa y hermano tres años mayor. Siempre contó que en esa época no se sintió especialmente discriminada. La atraía todo lo que hasta ese momento se consideraba exclusivo del mundo femenino desde la ropa y los maquillajes, hasta el cuidado de la piel o la decoración del dormitorio. Prefería divertirse con Mechuda, su muñeca favorita, que con el fútbol y pasaba horas confeccionando distintos vestidos para su osa de peluche. Si jugaban a Tarzán era Jane. "A los 12 años por primera vez me vestí de mujer y salí a la calle para encontrarme con un nene del que estaba enamorada. Pero no me animé a verlo, así que a mitad de camino me di la vuelta y regresé a casa" recordaba en PRONTO.
En la adolescencia se enteró que un estadounidense se había operado para cambiar de sexo. "Por un tiempo operarme fue mi meta. Imaginaba que solo así podría ser una mujer y amar plenamente a un hombre. Pero mis experiencias me enseñaron que puedo vivir bien sin necesidad de llegar a eso. Vos te podés operar de todo pero lo femenino está en los sentimientos", decía en una nota de 1995 del diario Clarín.
Fue en esa época que comenzó a llamarse Cris. A los quince años se enamoró de un chico que iba a su misma escuela pero era dos años mayor. No se animó a hablarle personalmente pero comenzó a llamarlo anónimamente por teléfono y como mujer. En una de esas charlas él le preguntó su nombre. En ese momento la novia de su hermano cruzaba frente a su puerta. "Se llamaba Cristina y fue el primer nombre que me se me cruzó de casualidad... Cris quedó para toda la vida". La transformación no se detuvo. A los 18 se dejó el pelo largo y aprovechando la ambiguedad de la ropa informal que le agregaba un toque femenino.
Al final del secundario decidió estudiar odontología, le faltaban solo tres materias para recibirse, sus notas eran brillantes pero lo suyo era el mundo del espectáculo. Compatibilizaba sus clases en la facultad con cursos de danza y teatro. Sus enormes y sugestivos ojos verdes y su metro noventa -con tacos- no pasaban desapercibidos. A los 21 hizo teatro under, siguió con pequeñas participaciones en cine y desfiló para Roberto Piazza y Bea Carabio.
Cris se sentía actriz. De Europa le habían llegado propuestas interesantes y evaluaba radicarse en el Viejo Continente, pero apareció una propuesta: participar para una prueba como vedete en el Maipo. Hizo un show frente al staff de coreógrafos y directores y se encerró en un camarín a esperar el veredicto. Fueron quince minutos pero le parecieron quince horas. "Cuando me dijeron que me tomaban para el elenco casi me desmayo. Ahí se me hizo posible entrar al circuito comercial".
Fue la primera vedete de "Viva la revista en el Maipo" y causó sensación. Cuando se largó el espectáculo solo se decia que "era una presencia inquietante". Ella agradecía a la produccción porque "han repetado que, más allá de mis elecciones personales, simplemente soy una artista que da lo mejor de sí sobre el escenario". Pero la sociedad todavía no estaba preparada para Cris. En las crónicas de época aparecían títulos como "La pequeña diferencia del Maipo", "Nació varon pero eligió la femineidad" y un más progresista "Antes de juzgar... lea".
En todas las entrevistas la mayoría de las preguntas eran sobre su identidad. Al comienzo de un reportaje un periodista le advertía "Cris, no sé bien como tratarlo: si usando el genéro masculino o femenino". El nombre que figuraba en su documento de identidad -Gerardo Virguez- también era un tema recurrente y la respuesta siempre era la misma: "Es un papel, un número algo penosamente insuficiente. Deja constancia del sexo que se ve pero no del que se siente. En los documentos de identidad hay datos pero no hay un poquito de corazón".
Al teatro le llegaban decenas de cartas de familias, mujeres, hombres, adolescentes pero también de personas que le pedían ayuda: "Me escriben muchas personas de mi misma condición. Hace un tiempo un grupo de 'travestis' me pidieron que sea una especie de abanderada de la causa. Pero ese es un lugar que no quiero ocupar. Prefiero luchar por la libertad sexual de la gente desde el espacio que me he ganado con mi trabajo. Que la sociedad acepte que podemos hacer otra cosa que no sea pararse en la Panamericana a levantar hombres", declaraba en PRONTO.
Después del Maipo siguió cosechando propuestas laborales. Fue parte de "Potras" y "Más locas que una vaca" y viajó a España para una producción en la revista Interviú. Mientras protagonizaba "Banana y media" afianzó su estética con una cirugía que la dotó de busto y le afinó la nariz para suavizar sus rasgos. En PRONTO afirmaba que "Esta decisión responde a sentimientos profundos y no a mi imagen artística. En mi caso la cirugía era la forma de acercarme a la imagen femenina con la que elegí vivir. Tengo bien claro que nací siendo un hombre que se identifica con lo femenino". En esa misma entrevista contaba que la elección del profesional había sido problemática porque primero "fui a la clínica de un cirujano muy famoso que me hizo pasar un momento muy duro y me trató bastante mal. Si se dedica a la estética tiene que ayudar a que las personas se sientan mejor con su imagen".
No solo un médico la sometió a maltrato. Algunas situaciones en ese momento parecían bizarras y hoy se verían como lo que son: discriminación. Según relata una crónica de Cristian Alarcón en Página 12, en un programa Tu Sam, intentó vía hipnosis y sometiéndola a un detector de mentiras, hacerle decir que era un hombre. Y falló. Ella contestó semidormida sobre una camilla: “Soy Crisss”, con una ese tan estirada que al pobre Tu Sam los asistentes al show se le rieron.
Cris detestaba las definiciones porque "cuando se empieza a definir se empieza a marginar. Pero si hace falta una palabra que me ubique digo "soy una persona". Todos los que vivimos en este mundo somos personas. Y como personas únicos. Para mí no tiene importancia si alguien es hombre, mujer, heterosexual, bisexual, gay, lesbiana. Yo tomo a las personas con lo que me dan".
Admiraba a Niní Marshall, a Enrique Pinti "como artista y como ser humano", estaba fascinada con Rita Hayworth "mucho más que Marilyn Monroe, aunque esta tenga el título de diosa" y contaba que le gustaba Guillermo Vilas como "deportista y porque me parece realmente bello, muy bello".
De las tareas hogareñas no le gustaba ni lavar ni planchar, se daba maña en la cocina y su pasión era cortar y coserse la ropa, algo que hacía desde los cinco años en compañía de su mamá. Si le preguntaban sobre la maternidad su respuesta era "casi todas las mujeres desean gestar, pero yo por ahora no siento esa necesidad. No vivo mi situación biológica como una frustración... Pero en algún momento de mi vida es posible que tenga la necesidad de adoptar una criatura. Lo haría si las condiciones de la sociedad se dan para que alguien como yo pueda criar un hijo sin ser perseguido o maltratado", reflexionaba con el periodista Rodolfo Braceli en Gente.
En el pico de su éxito los rumores de romances con famosos arreciaban, pero un nombre opacaba el de todos: Diego Armando Maradona. Cris explicaba en PRONTO que "Con Diego somos solamente amigos. Nos conocimos en Gaysoline, la disco de Moria Casán, un día que fue acompañado por Claudia. A partir de entonces volvimos a hablar algunas veces, pero lo que más valoro es que cuando murió mi padre, me llamó para brindarme su apoyo".
Falleció el 1ro de junio de 1999 a los 31 años. Hacía tres semanas que había comenzado a ensayar "La polvera" un ciclo de entrevistas para un canal de cable, realizado shows en un boliche y evaluaba ir a París para trabajar en el Folie Bergere. Artista única, compañera inolvidable y una persona de una infinita humanidad se fue sin pasar por la vida sino haciendo camino y dejando una huella. Porque como ella misma repetía "A veces soy muy feliz como otras veces desdichada. Pero estoy orgullosa de haberme salido con la mía, mostrándome tal como soy, con honestidad".
Producción periodística, Giselle Billordo