Su vida cambió por completo el 29 de enero, día en que nacieron las gemelas Laia y Aimé, fruto de su relación con Thiago Medina (20), a quien conoció en Gran Hermano. Pasar por la casa más famosa del país no solo le dio popularidad y poder trabajar de lo que ama sino que también Daniela Celis (27) conoció a su pareja y el papá de sus hijas. Actualmente, la ex GH combina la maternidad con el trabajo y, dice, sus días tienen veinte mil horas. “Arranco súper temprano porque las nenas comen cada tres o cuatro horas y la última mema es a las seis de la mañana. Luego les toca a las 9 pero a veces siguen durmiendo y a veces no. Después van al gimnasio, a interactuar un poco y les hago hacer estimulación para bebés. Se le llama gimnasio a la estimulación de los niños, con los juguetitos blandos para que toquen todo”, cuenta Daniela.
-¿Les hace bien?
-¡Re! Así van descubriendo sus manitos, los piecitos y las mías tienen un piano con luces que al patearlo se prende. Eso las estimula, hace que reconozcan las partes del cuerpo y que formen más los músculos. Eso lo hacemos dos veces por día: por la mañana y a la tarde para mantenerlas estimuladas y entretenidas. Nosotros no queremos que las nenas duerman todo el día y por eso las estimulamos, les cantamos, les hablamos. Les damos mucha atención y en casa hay una política de cero pantallas.
-¿Cómo es eso?
-Claro, en casa decidimos que las nenas no tengan contacto con ninguna pantalla y mínimo queremos respetar este objetivo por todo un año, aunque lo ideal serían dos. Las criamos así y veremos cómo sigue todo después de que cumplan los dos años. Sin pantallas me refiero a que no haya música de videoclips, nada de películas ni televisión ni tablets. Y mucho menos celulares. En casa no se hacen videollamadas con las niñas; es todo cero pantallas.
-¿Los dos se pusieron de acuerdo con Thiago?
-Sí, está todo hablado y consensuado. Les queremos dar una crianza con mucha atención humana, sin máquinas y ni siquiera dejamos que ellas nos vean con el teléfono. Cuando estamos con las nenas, ni siquiera tocamos los teléfonos. No queremos que tengan en su memoria la imagen de los padres metidos en un cuadrado con luces que ellas ni saben lo que es. Fue una decisión que tomamos en conjunto desde que quedé embarazada.
-Ah, fue mucho antes de que nacieran las bebas.
-Sí, muchísimo antes. En ese momento, leíamos un montón y veíamos videos de pediatras que aconsejaban o sugerían cómo criar a los niños y optamos por esa decisión. Cuando mi mamá, Silvia, se mudó a vivir con nosotros, le contamos cómo iba a ser la dinámica de crianza y estuvo súper de acuerdo. Todos los que nos van a visitar a nuestra casa saben que no tienen que estar todo el tiempo con el teléfono si están con las nenas. Eso está prohibido.
-No sabía que tu mamá vivía con ustedes.
-Sí. Cuando nos mudamos, buscamos una casa con tres habitaciones: una para nosotros, otra para las bebas y una tercera para la persona que nos ayudara a cuidarlas. Quería tener a alguien con cama adentro y cuando se lo conté a mi mamá, me dijo: “Me ofendo si no me lo decís a mí para estar ahí con mis nietas y con ustedes”. Lo charlamos con Thiago porque él tenía que estar de acuerdo en convivir con su suegra, y dijo que sí de una. Mamá vive con nosotros y está enamorada de las bebas. Nos ayuda muchísimo.
-¿Está jubilada o dejó su trabajo para ayudarlos a ustedes?
-Está jubilada así que re bien. Aparte de ayudarnos, se entretiene, está con nosotros y lo bueno de mamá es que, además de que tiene cinco hijos, es abierta y escucha la manera en que queremos criar a las nuestras. Nos respeta y da su opinión en algunas cosas pero no en todas. Nos sugiere pero deja abierta la opción de que nosotros decidamos cómo criar a Laia y Aimé. Todo se va actualizando y ella también. Además, nadie es de mayor confianza que mi mamá. Estoy súper tranquila de tenerla y cada vez que me voy a trabajar, sé que se quedan en las mejores manos, que son las de Thiago o las de mami. Puedo respirar y no estoy pensando de que me quiero volver volando a mi casa.
-¿Cómo manejás la culpa tan de madre cuando te vas a trabajar?
-Desde ese lado no me pasa porque sé que estoy yendo a trabajar para comprarles el techo a mis hijas. Todo lo que hago es para comprar nuestra casa. Entonces, voy con ganas de darlo todo porque sé que es por y para ellas. La culpa la siento en mi casa por una situación puntual que no sabía que me iba a pasar.
-¿De qué situación hablás?
-Cuando estoy con Aimé y me quiero sacar una foto con ella, por ejemplo, siento automáticamente culpa porque no lo hice con Laia. Entonces, salgo disparando a sacarme una foto con Laia. No puedo hacer esa diferencia. Esto me empezó a pasar hace poco, en estas últimas tres semanas. Me da culpa también subir una foto con una sola y no con la otra. La gente me pregunta por qué con una sí y con la otra no, y eso me hace mal porque me empiezo a comer la cabeza. Lo mismo me pasa si tengo a upa a una y la otra quedó durmiendo en el carrito. No lo puedo controlar. Sé que me tengo que relajar pero me cuesta. Y leo mucho sobre historias de madres con bebés múltiples.
-¿Eso te tranquiliza?
-Sí porque todas dicen que cada niño necesita su conexión personal con la mamá solos, más allá del hermanito. Cada uno a su tiempo y si la otra está durmiendo tranquila, sé que la tengo que dejar ahí y aprovechar ese tiempo con la que está despierta y a upa mío. Es mi cabeza y una batalla conmigo mismo. Ya lo voy a superar porque esta culpa que siento en mi casa me destruye. Al punto de que siento que la que está en el cochecito me mira y piensa: “¿Por qué estás con ella y no conmigo?”.
-¿Sos la mamá que imaginabas antes de serlo?
-No me imaginaba así y siento que todo es mucho mejor de lo que fantaseaba o soñaba. Imaginaba caos, llantos, corriendo para todos lados, con ojeras, sin poder dormir. Creo que la gente me hizo mucho la cabeza con todo lo que me decía y estaba preparada para lo peor pero cuando ellas llegaron, no fue ni la mitad de todo eso. Fue algo maravilloso y siento que voy a tener compañía de por vida. Es un amor que no tiene explicación y me cuesta poner en palabras el amor que siento. Se desbloqueó un sentimiento nuevo y es totalmente distinto a todo lo que conocí. Y ahora que las miro, no puedo imaginar ni pensar un día sin Laia y Aimé.
-Qué lindo, Dani.
-Es que es así. Siento que perdí tiempo todos estos años. Eso es lo que me pasa. Siempre decía que quería ser mamá entre los 25 y los 30 años; esa era mi meta. Pero de repente sentía que se me estaba pasando el tiempo. Tengo 27, casi 28 y la fortuna de haber tenido dos hijas juntas antes de los 30. Me siento feliz, siento que toco el cielo con las manos porque soy una madre joven y las quiero disfrutar a full. Me parece que estoy en la edad justa para ser mamá de ellas dos.
-¿Con ellas dos cerrás la fábrica o les darías un hermanito?
-Uy, ¡qué pregunta! Me gustaría buscar el nene a futuro, pero por otro lado cuando recuerdo lo difícil que fue este embarazo, lo dudo. Quedé traumada y no quiero saber más nada. De hecho, en el nacimiento de Laia y Aimé quise ligarme las trompas pero en el hospital no me dejaron. Primero, porque el hospital era religioso y segundo porque era muy joven y al ser mi primer embarazo, no me las podían ligar. El tema es que me tocó ser primeriza y con un embarazo múltiple.
-Con todo potenciado, ¿no?
-Sin dudas. Todo lo que siente una mujer en el embarazo, en mi caso lo sentí por dos. Me sentía súper pesada y era el doble de hormonas, el doble de peso, el doble de líquidos, el doble de todo. Quedé traumada: las últimas semanas ya casi no dormía, lloraba, pasaba las noches sentada, me costaba respirar, no me podía mover ni caminar. Pedía por favor que me las sacaran antes y cada vez que lo pedía, me respondían que corrían el riesgo de ir a neonatología. Deseaba con todo mi corazón que mis nenas no tocaran neo. Entrar al hospital embarazada y salir sin el bebé en brazos debe ser terrible. Admiro a las mamás que pasan por esas situaciones tan difíciles. Se me partía el corazón de solo pensar que me podía llegar a pasar eso.
-¿Tu embarazo no fue de riesgo?
-Al estar embaraza de gemelas, tenía un 80 por ciento de posibilidades de quedar en neo. Es muy complicado que dos pesen lo mismo que un nene normal, entonces casi seguro que podían ir a neonatología. Le pedí tanto al cielo para que eso no pasara, hasta fui a Luján y todo el tiempo pensaba en eso y hacía fuerzas para aguantar y llegar a término. La gestación fue de 36 semanas, es decir, ocho meses y nacieron el 29 de enero. No fueron nunca a neo y las chicas del hospital me decían que les parecía increíble el peso que tuvieron por ser dos. Me felicitaron de tal manera que dije: “Guau, valió la pena”. Te juro que todo el esfuerzo que hice valió la pena. Llegamos siendo dos y a los dos días nos fuimos siendo cuatro. Fue magnífica esa parte pero lo sufrí tanto que me da miedo volver a pasar por lo mismo. Por eso digo que ya está, que no quiero tener otro hijo.
-¿Thiago colabora?
-Estamos los dos muy felices y me acompaña un montón en el posparto y el puerperio. Me daba miedo la depresión posparto y gracias a Dios no caí en eso. Estuvo muy presente conmigo y él estaba re pendiente de mí para que no cayera en eso. Cuando tenía que descansar, se quedaba con las nenas y me permitía descansar, me preparaba la merienda, el té y me abrazaba cuando me invadían las ganas de llorar. Thiago estuvo muy arriba de mí para que no cayera en la depresión y lo logró. Debo haber sido de las pocas mujeres que no la sufrió.
-¿Te sorprende como papá?
-Tiene 20 años, es re chico y le digo siempre que diga que tiene 24, así no se nota tanto la diferencia entre nosotros (risas). Lo que me pasa con Thiago es que me enamoró a mí siendo padre. Siento que me terminé de enamorar completamente de él cuando lo vi en el rol de papá. Dije: “Guau, listo, es acá”.
-¿Cómo es?
-Tenía una idea de padre que ahora me di cuenta de que era completamente diferente a la que es Thiago. Hace poco aprendí lo que es el significado de la palabra paternar y me encantó. Antes yo decía: “Me ayuda, es compañero, está conmigo”. Y me corrigieron. “No, no, no. Lo correcto es que paterna. Es lo que tiene que hacer porque es 50 y 50”, me explicaron. Lamentablemente, en esta sociedad machista no es así y el 90 por ciento de todo lo hace la mujer mientras que el otro 10 lo destina el padre para jugar un ratito y nada más. Entiendo que muchas veces hay padres que tienen que salir a trabajar pero bueno. Nosotros nos dividimos todo bastante bien y Thiago está represente.
-¿Cambia los pañales?
-Sí, obvio. Les cambia los pañales, las baña y lo mismo que hago yo, también lo hace él. Si las bebas quieren comer, por ejemplo, y sabe que estoy cansada, va y les prepara las mamaderas él; no es que viene y me las prende en la teta. Capaz ni me entero y puedo hasta dormir cinco horas de corrido. Nos turnamos y armamos un lindo equipo.
-Hace poco compartiste un video llorando, colapsada totalmente.
-Sí pero lo quiero aclarar porque en las redes sociales malinterpretaron todo. No es que colapsé con las bebas y mucho menos como madre primeriza. Lo que me pasó fue que no daba más como mujer en esa cosa de querer hacer todo al mismo tiempo. Ese día tenía muchísimo trabajo para hacer porque grabo mucho contenido para las redes, tenía que entregar varios pedidos y ese día me salía todo mal. ¿Viste cuando no te sale nada bien? Hacía los videos, de repente el teléfono no me grababa, me quedaba sin memoria, la marca me lo rechazaba cuando lo mandaba a aprobar y varias cosas más. Justo tenía que hacer las compras en el mercado y ni siquiera había podido almorzar.
-Estallaste.
-Sí. Fue un día que salía todo mal y dije: “No puedo más, chau, dejo todo a la mierda”. Tiré el teléfono, me largué a llorar y realmente no podía más. Cuando exploté y entré en llanto, una de las bebas empezó a llorar y dije: “Claro, tengo que estar con ellas, no puedo andar llorando”. Ahí me entraron todas las dudas y pensé: “¿Cómo hace una mamá? ¿En qué momento llora?”. Entendí que es parte de la maternidad también estar mal pero a la vez tenés que estar bien porque las bebas te necesitan. Nunca me había pasado y entendí el lado B de la maternidad. Todavía no sé igual en qué momento lloran las madres, si se descargan en la ducha o dónde; no lo sé, lo estoy encontrando.
-No todo es color de rosa en la maternidad, ¿no?
-Tal cual. Intento demostrar el lado lindo y también el otro costado porque me sigue mucha gente y tal vez muchas madres estén pasando por lo mismo. Se identifican mucho las primerizas, las que tienen bebitos chiquititos y ni hablar las de embarazos múltiples. ¿Por qué romantizar algo que no lo es? Cuando muestro las cosas lindas es porque lo estoy viviendo y con lo malo también. De hecho, había grabado el video llorando en ese momento pero no me dio para subirlo porque realmente estaba re mal. Cuando fueron pasando los días y me puse mejor, dije: “Ahora es tiempo para mostrar esto”. Recién lo subí cuando estuve bien porque si lo hacía cuando me sentía mal, chau. ¡Era un mar de lágrimas!
-¿Tus seguidores cómo reaccionaron?
-La mayoría fueron re empáticos, se solidarizaron y me entendieron. Leí un montón de comentarios de mujeres agradeciéndome y me ponían: “Gracias por mostrar eso también. Gracias porque sos una persona pública y al mostrar este tipo de situaciones nosotras sentimos que no somos las únicas. Estamos pasando todas por lo mismo”. Con que le sirva a alguien, ya está, es suficiente y siento que estoy haciendo las cosas bien.
-¿Cómo son Laia y Aimé? ¿Les encuentran parecidos a ustedes?
-A medida que van creciendo, las bebas se parecen cada vez más entre ellas. Ya igualaron el peso y la altura; están idénticas. Respecto a las personalidades, cuando se van desarrollando, también van desarrollando la neurona espejo y eso significa que copian todo lo que hacen los adultos y entre ellas también se copian. Están todo el tiempo juntas y si una se larga a llorar, la otra también. Si una se ríe, la otra también se ríe. Se duermen juntas y hasta se copian para tener hipo. Eso es inexplicable y ellas están muy iguales. Nos está costando un montón reconocerlas.
-¿Entonces cómo las diferencian?
-Tenemos que mirarles todo el tiempo los aritos y esperemos que nunca se los cambien porque no sabemos cómo vamos a hacer. Es más, tienen una sola manchita detrás de la cabeza y las dos tienen la misma manchita. Son muy iguales y ojalá que el día de mañana, cuando me pregunten quién soy yo y quién es ella, poder responderles bien. Sino me voy a sentir muy defrauda como madre. Me estoy preparando para ese día.
-En cuanto al laburo, ¿en qué andás?
-Estoy todos los viernes en vivo en Telefe en La noche de los ex, dos veces a la semana voy al stream de Fuera de joda y ahora estoy con un nuevo trabajo que me encanta porque es una linda puerta que me abrió el universo: estoy como movilera en La previa de Gran Hermano Uruguay, en el Canal 10 de Montevideo. Es un éxito el programa de ellos, estoy re contenta y salgo todos los días en vivo. Compartimos pantalla y salgo desde el control de la casa de GH. Les cuento las novedades y soy como el ojo que todo lo ve desde este lado de Argentina. Es una puerta internacional enorme y les estoy agradecida a los uruguayos que me eligieron a mí para hacerlo. Voy todas las noches y es la previa antes de que arranque el programa. Y, además, sigo con mis redes sociales a full generando contenido.
-Estás en un lindo momento, Dani.
-Sí, estoy muy feliz, no me puedo quejar y le quiero agradecer a Telefe porque me cuidan mucho y están todos muy pendientes de mí. Si algún día no puedo ir a Fuera de joda, me entienden y lo compenso yendo otro día a otro programa. Eso lo vamos viendo y nos turnamos con Thiago para ir los dos a Fuera de joda. Siento que estoy en un momento espectacular si no en el mejor. Me estoy conociendo de otra manera, no solo como mujer sino como madre. Es distinto, todos los días aprendo cosas nuevas y empatizo con mis hijas desde otro lugar. Es impresionante cómo te cambia la vida y la cabeza el hecho de ser mamá. Es un mundo nuevo, paralelo y hermoso.
Por Nicolás Peralta // Fotos: Album personal de Daniela Celis