Subcampeón de la última edición de Gran Hermano, Emmanuel Vich se quedó con el segundo puesto y una enorme popularidad tras haber participado del reality show de Telefe. Hoy, afuera, de la casa, está abocado a su proyecto musical y sueña con poder llevar su música por toda la Argentina.
Aunque divertido y ocurrente, Emmanuel no tuvo una infancia sencilla y por primera vez dio detalles escalofriantes en un díalogo súper íntimo con el periodista Nico Peralta para Pronto. "Nací y me crié en Córdoba Capital, en el barrio Empalme. De chiquito me encantaba bailar las canciones de Xuxa y tuve una infancia dentro de todo linda, hasta que a los 13 años me fui de la casa de mis papás”, arrancó Emma.
-¿Por qué te fuiste? ¿Adónde?
-Fue difícil porque estaba entrando en la preadolescencia y mis viejos se estaban separando. Ahí, a los 13, me fui de mi casa. Antes de eso, la infancia había sido linda: mucho show, coreo, bailes y Xuxa. Lógicamente, al ser diferente a los chicos de mi edad, en el colegio me hacían bullying y me tildaban de “puto”.
-¿Lo sufrías?
-Sí, obvio, como todo el mundo. Ahora ya no es tanto pero antes la discriminación estaba a la orden del día. Te acostumbrabas o te acostumbrabas. Encima yo no hacía deportes y mis amigas eran casi todas chicas. De grande empecé a tener más amigos varones pero de chico vivía rodeado por nenas.
-¿Adónde te fuiste a vivir a los 13?
-Primero a la casa de mis abuelos y luego a lo de unas amigas. Cuando andaba en la calle, me quedaba un día en la casa de una y otro día en la de otra. Ahí, a los 15 o 16 años, la conocí a la Gata Noelia, por amigos en común. La empecé a peinar y nos hicimos amigos.
-¿Ya trabajas de peluquero a esa edad?
-Sí. Ya estaba empezando a peinar y además trabajaba en una zapatería. A la vez, llevaba comida a hospitales y clínicas con un señor que me pagaba re bien para hacer eso. Todos laburos que eran changas.
-¿Y qué hacían tus viejos? ¿No te fueron a buscar?
-No, no. Ellos estaban criando a sus hijas más chicas. Mi papá era chofer de colectivo de larga distancia y mi mamá, ama de casa y trabajaba cuidando ancianos. Se llaman Mariela y Carlos. Tengo cuatro hermanas: Sofi, Flor, Cata y Cami. Soy el único varón y el mayor. Viven todas en Córdoba ellas y mis viejos estaban con mil problemas y el tema de la separación, entonces yo desaparecí. Como era todo el día grito y lío, eso no me gustaba y por eso decidí cambiar el rumbo.
-¿Quedaste enojado con ellos?
-Sí, obvio. Tuve mi tiempo de verlos y mis tiempos de no verlos. Sé que ese enojo no está bueno para mí y para mi salud mental, así que preferí perdonarlos. Como pasó ahora con mi mamá, que apareció para la final de Gran Hermano.
-¿Hacía mucho no la veías?
-Sí. Hacía cuatro años que no nos hablábamos. Ahora está todo bien. Sabía de ella por mis hermanas, que me contaban que estaba todo bien pero no la quería ver. Aparte yo tenía muchas horas de trabajo y no me daban ganas de activar una juntada y tener una buena charla. Por una u otra cosa, no coincidíamos. Para afuera cuatro años puede parecer un montón pero en mi caso, no me pesó ni sentí que hacía tanto. Estaba tan metido en mi trabajo y en terminar de hacer mi casa, que no tenía tiempo para otra cosa.
-¿Terminaste la casa?
-Sí, gracias a Dios, sí. Además, mientras iba a la peluquería a trabajar, construía mi casa y a la par me ponía a grabar música. Siempre estuve muy activo con todo y focalizado en progresar.
-¿Tu papá vive?
-Sí, está vivo y tengo relación a través de mensajes. Ya voy a viajar a Córdoba para que nos encontremos. Y con mi mamá hoy por hoy tenemos relación por videollamada. Ya iré a visitarlos a todos. Gran Hermano me ayudó a reunirme con mi familia y por eso le estoy tan agradecido. Fue lo mejor que me pasó en la vida.
La entrevista completa con Emma Vich está en la edición digital de agosto de revista Pronto, se puede descargar y leer de manera gratuita haciendo click en este link