Carlos Rottemberg es una rara avis no solo dentro del espectáculo argentino, también dentro del empresariado nacional. Dueño de 7 edificios, 16 salas y 8991 butacas como dice en la página oficial del Multiteatro y con más de 22 millones de entradas vendidas se enorgullece de hacer crecer la empresa con los mismos ingresos que la empresa genera. Aunque más de una vez le ofrecieron asociarse con el Estado prefirió ser -como el mismo se define- "caballo con anteojeras" y negarse. "Nunca hice nada con ningún gobierno. Es una de las cosas que más satisfacción me da después de más de cuatro décadas haciendo lo mismo. Estoy viejo para que me dicten moral. Sobre todo, unos que se dan vuelta: en un momento son capitalistas y pasan de repente a ser socialistas cuando necesitan estatizar deudas o directamente transferirle al erario público el costo de algo que no supieron o no pudieron hacer. Sí me gusta ser capitalista en el éxito no me quiero convertir en socialista en el fracaso. Comprendo mucho más al planero por necesidad que al planero de guante blanco".
Empresario prestigioso y respetado, ciudadano participativo, fija postura en temas incómodos y no le teme al debate ni a las diferencias. "No me gustan aquellos que hicieron una carrera económica acá y con lo ganado en la Argentina cruzan el charco para hablar mal y entre otras cosas, pagar menos impuestos". El productor que se enorgullece de ser "un privado al 100 por ciento, pero al mismo tiempo un defensor acérrimo de la inversión en cultura que debe hacer el Estado”. Hoy celebra sus 50 años con el teatro asombrado que "algunos duden sobre si la cultura debe estar considerada entre las actividades esenciales” .
En un texto publicado en la página de Multiteatro el productor reflexionó: "Nuestra Casa Teatral se encuentra celebrando el año de su 50° Aniversario desde su fundación. A partir de sus inicios como inquilina del cine-teatro Ateneo de la calle Paraguay casi Suipacha, se fue desarrollando un recorrido profesional muy personalizado, basado en una vocación impensada y muy profunda.
De ahí el relato de mi historia; la que intenta reflejar el inicio de este camino, volviendo a repetir hechos y protagonistas una y otra vez. Sin lugar a dudas, por la fuerte huella que imprimieron desde los orígenes".
El productor recordó que "Un viernes de 1965 -a mis ocho años- resultó el día bisagra en mi vida infantil. Mi mamá nos propuso llevarnos, junto a mi hermana, a ver una película al cine Ambassador de la calle Lavalle. No tenía ganas de ir… para empeorar mi falta de interés, dijo que duraba tres horas. Logró convencerme prometiéndome que a la salida iríamos a comer pizza. Fuimos. Comenzó la proyección de “La novicia rebelde», la película que definiría mi historia. Ya en la primera escena, apenas Julie Andrews apareció cantando me largué a llorar. “Quiero ser eso”, le dije a mi mamá. Paradójicamente fue la oscuridad de la sala la que me aclaró el futuro. Volvimos de noche a casa, en Mataderos. Escuché desde mi cama una conversación que mantenían mis padres en la pieza de ellos: mi mamá le contaba a mi papá que lloré durante casi toda la película y que “quería ser eso”. Mi papá le preguntó: “¿Querrá ser cantante, director de cine… o novicia?”.
Esa tarde supe que ‘La novicia rebelde’ ofició de resorte para interesarme por comprender por qué elegimos, o como público elegimos, ver algo. Desde aquella proyección, mirando para atrás al público desde mi butaca, nunca más abandoné el interés en conocer el funcionamiento y la dinámica del espectáculo y su audiencia. En definitiva, el mirar para atrás en el cine resultó mi mirar para adelante profesional y personal.
Como señala "Lo que comenzó por el cine derivó en el teatro. La vocación se transformó en profesión, lo que no impide que desde aquella vez me acompañe la misma curiosidad y la falta de respuestas.
Todos tenemos hechos o personas que nos marcan el camino, que dejan huella en la infancia de cada uno.
«La novicia rebelde» logró destaparme los oídos con su banda de sonido original, al punto de impulsarme a subir sobre una silla para dirigir la imaginaria orquesta que se escuchaba desde el Winco hogareño.
“La novicia rebelde» resetea mi historia y me hace agradecerle a esa película el haberme -sin proponérselo- ayudado a saber qué quería ser cuándo fuese grande.
El ejemplo me hace abrir un paréntesis para decir que me asombra que algunos duden sobre si la cultura debe estar considerada entre las actividades esenciales".
Hoy, a cincuenta años del arranque profesional, con mi hijo Tomás dirigimos esta empresa de espectáculos, mientras los hermanitos más chicos resultaron los mejores electores de títulos familiares: las participaciones en “Matilda” y “School of Rock” fueron pruebas elocuentes. Es preciso señalar que celebramos con orgullo estos cincuenta años gracias a colaboradores eternos como la inefable Sarita y decenas de personas que conforman los equipos estables de trabajo, comandados en el día a día por un profesional todo terreno como lo es José Luis Ciarma, a los que se suman los distintos elencos artísticos que transitoriamente nos visitan.
Nuestra empresa se sostiene en un quehacer colectivo, en el compromiso compartido como enorme activo no tangible, y ha crecido de manera sostenida por la obstinación en devolverle a la actividad los resultados que ha ido generando: nuestras salas de Buenos Aires y Mar del Plata son producto de más de 1.000 estrenos y 22.000.000 de espectadores. Me sobrevuela la emoción de entonces y doy fe de que he intentado honrar aquella vocación a través de cinco décadas de trabajo".