La mansión de Ricardo Fort en Mar del Plata era un emblema de lujo y ostentación que reflejaba a la perfección la personalidad excéntrica y magnética del empresario. A más de una década de su partida, la curiosidad por la vida de Fort sigue viva entre sus seguidores, y su imponente casa en la costa atlántica argentina continúa siendo un tema de fascinación.
Situada en uno de sus destinos favoritos, esta mansión se destacaba no solo por su tamaño y opulencia, sino también por la atención al detalle que caracterizaba cada rincón de la propiedad. Al acercarse a la entrada, lo primero que captaba la atención era el extenso estacionamiento, que albergaba una impresionante flota de vehículos de lujo. Entre ellos se encontraban un Mercedes, un BMW, dos Rolls Royce y tres Harley Davidson, todos símbolos del refinado gusto de Fort y su pasión por los autos de alta gama.
El exterior de la casa, con su ladrillo a la vista, le confería una elegancia atemporal que contrastaba con los detalles más modernos y lujosos del interior. Al atravesar las puertas de la mansión, los visitantes eran recibidos en un luminoso y espacioso living comedor, adornado con amplios sillones de cuero que invitaban al confort y a la convivencia. Este espacio no solo era un lugar para relajarse, sino también un escenario donde Fort y sus invitados compartían momentos inolvidables, rodeados de un ambiente de lujo y sofisticación.
Uno de los aspectos más destacados de la mansión era, sin duda, la habitación principal. Aquí, el empresario había creado un verdadero santuario de elegancia y confort. El amplio guardarropa albergaba su vasta colección de lujosos abrigos, cada uno una pieza única que reflejaba su estilo personal. La cama king size, con un majestuoso respaldo blanco en capitoné, dominaba la habitación, prometiendo noches de descanso en un entorno que irradiaba sofisticación.
Sin embargo, la grandeza de la mansión de Ricardo Fort no se limitaba a su interior. Los extensos jardines y la imponente piscina eran quizás los elementos más impresionantes de la propiedad. Estos espacios al aire libre no solo añadían un toque de exclusividad al conjunto, sino que también servían como el escenario perfecto para los multitudinarios eventos sociales que Fort solía organizar. En estas reuniones, el empresario compartía la belleza y la serenidad de su hogar con amigos y seres queridos, en un entorno que reflejaba su amor por el lujo y la distinción.