Guillermo Andino, uno de los conductores más reconocidos de la televisión argentina, ha creado en su hogar un espacio único que refleja su pasión por los objetos que marcaron su infancia y su amor por la historia. Este lugar, bautizado como "Andinolandia," es mucho más que una simple habitación; es un santuario personal donde Andino guarda con celo cientos de juguetes y piezas de su vasta colección, transportando a cualquiera que ingrese en él a un viaje a través del tiempo.
La propiedad donde se encuentra Andinolandia es una lujosa mansión ubicada en la localidad de Martínez, en el partido de San Isidro, que comparte con su esposa, Carolina Prat, y sus tres hijos: Sofía, Victoria y Ramón. Con un valor estimado en dos millones de dólares, la casa se extiende a lo largo de 1.500 metros cuadrados, de los cuales 900 m² son cubiertos y 600 m² están dedicados a un extenso parque que incluye una gran pileta rodeada de vegetación. El diseño de la casa sigue los principios del Feng Shui, lo que añade un toque especial a cada rincón de la residencia. Además, la familia adquirió un terreno colindante para asegurarse de que ninguna construcción futura les quite la luz del sol.
Sin embargo, el verdadero tesoro de la casa no es su valor monetario ni su impresionante diseño, sino Andinolandia, un espacio que Guillermo comparte con su hijo Ramón. Este cuarto es un reflejo del espíritu lúdico y coleccionista de Andino, quien desde niño comenzó a atesorar los muñecos de Titanes en el Ring que venían en los chocolates Jack. "Tenía 6 años cuando empecé a guardar en mi repisa los muñecos de Titanes en el Ring que venían en los chocolates Jack. De repente me di cuenta de que tenía a Karadagian al lado del Caballero Rojo, al lado de la Momia, al lado de Pepino", recuerda con nostalgia.
La fascinación de Guillermo por coleccionar no es casualidad. "Probablemente mi gusto por la colección abreva dos fuentes: lo hereditario y el gusto personal", comenta. Su padre, el reconocido periodista Ramón Andino, era un apasionado por el tango y tenía una vasta colección de discos, muchos de ellos autografiados por leyendas como Pugliese y Troilo. Esa influencia, combinada con su amor por la historia –Andino estudió Ciencias Políticas e Historia–, lo llevó a desarrollar un interés particular por atesorar objetos que le traen recuerdos felices.
El cuarto de Andinolandia es un verdadero museo personal. Una gigantesca pista de autos y trenes a control remoto, barcos artesanales, rompecabezas, una alfombra que simula una cancha de fútbol, cuadros y pósters de películas de los años 60, muñecos de Mafalda, Hijitus y los Titanes en el Ring, y casi seis mil soldaditos de plomo que recrean el desembarco de Normandía, son solo algunos de los elementos que lo conforman. Detrás de un viejo televisor se esconde otra joya: la pelota del Mundial 78, que alguna vez formó parte de la escenografía del viejo Canal 7 (hoy Televisión Pública).