Sigiloso y prudente. Así se podría decir que fue el juego de Bautista Mascia (27) en la última edición de Gran Hermano, que duró siete meses por la pantalla de Telefe y de la que resultó ser el ganador. El muchacho oriundo de Montevideo, Uruguay, también tiene nacionalidad argentina ya que su papá -que falleció cuando él tenía 12 años- era porteño y cuando se inscribió en el reality lo hizo con su DNI con sello argentino.
Fue elegido, ingresó a la casa entre los 22 participantes originales y su estrategia fue silenciosa y cauta. “Para cumplir con los grandes objetivos primero hay que ir paso a paso. En mi caso, me alegraba ir sobreviviendo semana a semana y cuando quise darme cuenta, ya estaba en la final”, dirá más avanzada la charla. Bautista recibió a Pronto con su frescura y simpatía habitual y se entregó a una charla profunda, que se extendió por más de una hora.
Y arrancó hablando de sus días afuera de la casa más famosa del país. “¿Cómo me llevo con la repercusión del afuera? Lo recibo con mucho cariño; me encanta. Fueron siete meses aislado y confieso que al celular no lo extrañé tanto. Laburé mucho para poder dejarlo tranquilo, entonces todos los proyectos en los que venía laburando antes de entrar en la casa, los dejé listos. Solucioné hasta cuestiones personales y tuve conversaciones pendientes con amigos. Dejé mi vida solucionada, como si me fuera a morir te diría. Por eso, pude dejar el celular con tranquilidad”, confió.
-¿Ese sería tu consejo para quien quiera entrar en la casa de Gran Hermano?
-Sí. Les diría que solucionen cuestiones de sus vidas que tengan pendientes. Cuando entrás ahí adentro, te traés con vos un montón de cosas del afuera. Por suerte, yo no tenía tanto pendiente pero sí necesitaba cerrar ciclos de laburo y personales. No estaba peleado con nadie pero sí tenía cositas pendientes con personas que quiero, entonces hablé todo.
-¿No te dio ansiedad no tocar durante siete meses el teléfono?
-No, al revés. Me llevó al presente total. Lo bueno de la casa es que nos sentábamos, nos mirábamos a la cara y lo que el otro me decía era lo único que tenía para escuchar. No estaba mirando de costado ninguna notificación de nada.
-¿Qué fue lo más difícil del encierro?
-Muchas cosas, desde la comida hasta el tiempo muerto. A mí lo que más me costaba era el horario desde la post cena hasta dormirme. Teníamos el micrófono colgando las 24 horas y llevaban cambio de pila cada 8 horas. Entonces, está armado de una manera para que te joda lo menos posible pero un cambio siempre caía a las 3 de la mañana. Desde las 11 de la noche, que es cuando comíamos, hasta las 3 de la mañana no podías irte a dormir y si lo hacías, te despertaban para cambiar las pilas. Había muchos lapsos de cuatro horas muy aburridos y sin descanso.
La entrevista completa con Bautista Mascia está en la edición digital de agosto de revista Pronto, se puede descargar y leer de manera gratuita haciendo click en este link