No bien sale a escena y pronuncia el primer parlamento, Paola Barrientos (50) recibe una ovación del público que noche a noche llena la sala del Teatro Broadway. En Esperando la carroza, con producción de Gustavo Yankelevich, la actriz compone a Elvira Romero de Musicardi, el personaje que en la emblemática película de Jacobo Lagsner hizo la inolvidable China Zorrilla. A la obra, que entre otros tiene en el elenco a Campi, Pablo Rago, Valeria Lois y Mariano Torre, le va tan bien que encabeza el podio de lo más visto en la calle Corrientes.
“Trabajar en este espectáculo es una diversión garantizada; un placer total por lo que sucede en escena, con mis compañeros actores y lo que pasa con el público. Más allá de que tengo experiencia en hacer comedia, acá hay un plus de algo que de cierto modo conocemos todos y hay como una cosa de espíritu celebratorio. Hay algo de volver a visitar ese lugar conocido y que nos suena a todos”, expresa Paola.
-Y que nos interpela porque Esperando la carroza habla de nosotros.
-Absolutamente. Lo que notamos también es que transversal generacionalmente. Hay comedias que son más para jóvenes, otras para adultos, otras para determinado target. Esperando la carroza tiene a una familia completa en escena y tanto el suceso como el humor nos envuelven a todos.
-¿Cuántas veces viste la película?
-En mi vida la había visto unas cuantas veces pero una vez que decidí tomar este personaje, no la volví a ver. Tenía bastante presente la obra de teatro porque en la Escuela Municipal de Arte Dramático, tanto como estudiante como docente, habíamos trabajado muchas veces escenas de Esperando la carroza. Las obras de Jacobo Lagsner son material de trabajo en las escuelas de teatro. A Jacobo lo conocí en persona y me pareció siempre un capo. Cada personaje de esta obra habla de un modo según ya está escrito por Lagsner: qué palabras decide utilizar, dónde puntúa las frases, los tonos, quién habla con frases largas y quién no.
-Elvira tiene unos choclazos de texto.
-Son eternas sus frases porque ella habla sin pensar, entonces dice, dice, dice. Se autointerrumpe con una idea, con otra, salta con otra. Viene, opina de todo, habla con uno, salta con otro, es metiche. Habla de la vecina mientras está el teléfono descolgado y no puede frenar la lengua un minuto. En el velorio, en una parte, la hija le pregunta si puede salir a la calle y ella le responde: “No, no queda bien. Quedate acá y llorá un poquito más”. Empieza a hablar mal de la familia del marido y termina rematando: “Pobrecita, es tan sensible, me da una pena, ¿te parece que haga un café?”. Todo eso sin respirar y salta del dolor de la hija al café sin solución de continuidad.
-China Zorrilla compone un personaje muy fuerte. ¿Te dio un poco de vértigo aceptar ocupar ese lugar?
-Un poco de vértigo no, ¡todo el vértigo del mundo! Tenías todas las dudas juntas pero a la vez muchas ganas y un deseo muy profundo. Mi pregunta era por dónde empezar a abordar todo esto. Me encontré con Ciro Zorzoli, el director, casi un año antes de empezar a ensayar. Tenía mucha ansiedad de empezar a ensayar porque quería ver si era posible. De a ratos me agarraba la adrenalina de querer ensayar y de a momentos me preguntaba: “¿Qué estoy haciendo? ¿En qué me metí? ¡Es imposible hacer esto y salir bien parado!”. Visité todos los estados de ánimo al respecto.
-Tu trabajo es de lo más elogiado de la obra. ¿Qué te provoca saberlo?
-Me emociona. Me da mucha alegría. Y también una cierta tranquilidad, lo cual me da paz para seguir trabajando por ahí. Es como decir: “Bueno, este era el camino”. Cuando uno está haciendo teatro, hay un trabajo que no se termina nunca porque hay que poder sostener con la cosa viva hasta ocho funciones semanales, que es un montón. Hay una ruedita de un trabajo que para mí no se termina nunca. Y cuando veo que se termina, es porque tengo que abandonar el asunto. Elvira es un personaje central en el juego y lo agradezco mucho. Si fuese un partido de vóley, sería el armador, el que está en el medio de todas las jugadas. Es muy divertido hacerlo.
-¿A China Zorrilla la conociste en persona?
-La crucé alguna vez pero no profundicé con ella. El día del estreno, un compañero justo me mandó una foto que tengo con China y con otros amigos más de la época en que hacíamos Un tranvía llamado deseo. Quizás me la debo haber cruzado alguna otra vez pero tengo cierto grado de timidez en ese punto. Cuando mucha gente se acerca a saludar a alguien, prefiero ponerme a un costado.
-¿No sos cholula?
-Sí, soy cholula pero me quedo mirando de lejos. No sé, no se me dio el cruce con China. Me hubiese encantado porque ella era un personaje hermoso. Así como no volví a mirar la película de Esperando la carroza, hay varias notas de ella que dan vueltas por las redes sociales y esas sí las miro. Está ella sentada contando anécdotas pero a la vez ves a la actriz por todos lados, con los miles de recursos que tenía. Es una de nuestras actrices para estudiar cómo hace lo que hace. Pareciera que ella es así, que es muy China pero no: es una hormiguita trabajadora.
-¿A quién sí le pediste una foto?
-A Julio Bocca. Fue hace muchos años. Era loca de la danza, bailaba todo el tiempo, tomaba mil clases por semana y cuando teníamos 15 años, fuimos con una amiga al Luna Park a verlo a Julio bailar. Todo esto lo hice porque mi amiga me decía: “Vamos”. Sino yo me quedada a un costadito. Nos dijeron que se podía hacer una cola para ir a verlo al camarín. Nos quedamos como locas, teníamos el programa para que no los firmara, esperamos una hora y media en la cola y paralelamente mi vieja estaba llamando a la comisaría porque no volvíamos y no existían los celulares en aquella época.
-¡De película! Tu propia Esperando la carroza, Paola.
-(Risas) Sí, ¡más o menos! A mí no me importaba nada porque estaba esperando para conocerlo a Julio Bocca. En un momento, logramos entrar al camarín, él estaba envuelto en una bata y le estaban haciendo masajes en los pies con espuma. El estaba en la cresta de su carrera. Entramos con mi amiga y nos quedamos mudas, tiesas, sin poder pronunciar sonido. Teníamos el programa para que lo firme y ni se lo dimos. ¡Nada! Fueron 45 segundos y cuando nos estábamos yendo, duras como estatuas, pensé: “No me puedo ir de acá sin decirle nada”. Me di vuelta, lo miré y le dije: “Bailás re bien”. ¡Y salí corriendo! Esa frase me quedó grabada para siempre y con mi amiga, cuando no sabemos qué decirle a alguien, tiramos un “bailás re bien”. Nada más estúpido que decirle eso a Julio Bocca. Me fui avergonzada de hacerle dicho eso, una torpeza total.
-Te quedó la frase.
-Mirá que pasaron 35 años de ese momento y aún recuerdo esa frase, por todo lo que me retumbó en la cabeza. Nunca más me lo crucé; alguna vez podría sucederme y creo que le volvería a decir lo mismo (risas).
-Tenés 50 años. ¿Cómo te pega el número?
-Bien, re bien. Estoy en un momento de mi vida que me gusta mucho. Los 50 me llegaron en un momento personal y laboral muy feliz. “Está bueno esto”, pienso todo el tiempo. Estoy transitando ciertas certezas entre comillas, porque después todo se mueve también. Ningún día es igual al otro pero hay ciertas características del caos que me gustan. Esta es la vida que elijo y en el caos de mi día a día puedo encontrar lo que quiero.
-¿Cómo es un día en tu vida?
-No hay un día igual al otro en mi vida, lo cual hace que todo se vuelva un quilombo pero lo elijo así. La rutina me desespera. Y arrastro a toda la familia a esa locura. Por lo general, me levanto 6.15 y ahí empieza la odisea para tratar que los pibes se levanten. Jano tiene 15 años y Clara, 10. Ella está en quinto grado y él está en la mitad del secundario.
-¿Los llevás vos al colegio?
-Sí, cada vez que puedo, sí. A veces van en tren también. Vivimos en San Fernando y ellos van al cole en Tigre, que no es lejos. Yo nací y me crié en San Fernando. En el medio, viví por los cien barrios porteños en Capital y luego volví a San Fernando cuando nació Clara. La idea era estar cerca del río, sobre todo. Me gusta saber que tengo el río a 15 cuadras, por más que no vaya tanto. Hay algo de la situación barrio que se conserva y que me atrae. Valoro mucho levantarme y que haya silencio, o tener un jardín.
-¿Una crianza más al natural para tus hijos?
-Sí, sí. Ojo: en San Fernando hay edificios, no es que vivo en el campo. Es más, vivo a tres cuadras de la estación de tren de San Fernando. Pero igual es más tranquilo que Capital. Es otro el sonido que hay cuando salís a la calle. Acá vivimos los cuatro, con mi marido y mis hijos.
-¿Cuánto llevás con tu pareja?
-Muchos años, más de 20. Las relaciones entre las personas van y vienen, no son fijas ni inmóviles. Desde que nos elegimos, hace 20 años, somos familia. Es un tiempo considerable y mi familia se re banca mi carrera. Hay algo que nos resulta y nos sale así: cada cual hace lo que le gusta y el resto se acomoda para acompañar eso. Siempre me sentí muy acompañada por mi marido y por mis niños.
-¿Van al teatro con vos?
-Sí, claro. A mi hija le encanta venir conmigo al teatro y antes a Jano también. No sé si le encantaba pero venía igual conmigo porque me lo tenía que llevar y alguien me lo cuidaba en el camarín. A Clara le fascina venir al teatro y cuando hacemos doble función, se queda en maquillaje y es parte del asunto. Te voy a contar una anécdota muy graciosa, que grafica lo que te estoy diciendo.
-Te escucho.
-Cuando Jano era chiquito e iba a segundo grado, fueron a hacer una visita al Teatro Colón. Esto me lo contó la maestra después. Antes de hacer la visita guiada, estuvieron hablando en el colegio sobre los teatros y la maestra les llevó un libro con fotos, mostrándoles las partes que iban a visitar. Les preguntó a los chicos si sabían lo que eran los camarines, entre otras cosas. Jano dijo que sí, que él sabía. “El camarín es el lugar donde los hijos esperan que los padres terminen de actuar”, contestó. ¡Casi me muero de la risa! Desde su visión y su propia experiencia, el camarín era eso.
-Qué bueno que tu trabajo te permite llevar a tus hijos. No todos los padres cuentan con eso.
-Desde ya y eso lo recontra agradezco. Es un lujo, sin dudas. Además, que ellos disfruten de acompañarme también está buenísimo. Ahora que estoy trabajando en Esperando la carroza, los chicos vienen y sobre todo Clara, que es parte ya del asunto.
-¿Estudia teatro la nena?
-Los dos hacen teatro. Jano también estudia música. Clara va a baile. Son varias actividades relacionadas.
-¿Tu marido tiene que ver con el arte?
-Sí, tiene que ver con todo. Es periodista, hace espectáculos de humor, es productor, arquitecto. Conrado es inencasillable. Escribe, tiene muchos años de radio encima, hace de todo. Siempre muy relacionado con la música y el rock nacional desde que laburó en Much Music. Es un todo terreno.
-La publicidad del Banco Galicia te hizo conocida. ¿Te siguen hablando de eso en la calle? ¿Renegás de haber hecho a Claudia?
-No, no. De ningún modo, no reniego para nada. Fue importantísimo y medio mágico lo que sucedió con esa publicidad, que duró nueve años hasta que me fui. Sino no sé cuánto más hubiese durado. Lo loco es que con esa presencia tan fuerte de la publicidad, yo haya podido hacer un montón de otros trabajos en televisión, cine y teatro sin que esa situación me encasillara en un lugar. Eso era inimaginable y sucedió de ese modo. La publi me dio la posibilidad de empezar a transitar otros laburos en tele. Pablo Cullel siempre busca actores de todos lados, se ve todas las obras de teatro, se recorre todos los sótanos y lo conozco hace muchos años pero a mí me daba participaciones. A partir de la publi se abrió una puerta enorme y me ofreció hacer Graduados, que fue un boom.
-Que, además, fue un protagónico para vos.
-Sí, re. La publi me habilitó lugares, en contra de lo que hubiese pensado de una publicidad tan fuerte. En vez de acotarme las posibilidades, me las potenció y me dio la chance de horas de vuelo y de filmación con Juan Taratuto. Soy una actriz que se formó en teatro y que se mantuvo a fuerza de insistir y de estar. Con el audiovisual es diferente, se requiere de una cuestión técnica alrededor, a la cual es mucho más difícil tener acceso. Teatro podés hacer hasta en el living de una casa, qué se yo. Con la tele es distinto y a mí me pasaba que me volvía muy frustrada a mi casa después de grabar una participación porque es muy difícil entrar a una tira, que ya está sucediendo, y hacer lo que podés sin mucha experiencia. No tenés carreteo posible.
-¿La publicidad te dio ese carreteo?
-Sí, claro. Tener la posibilidad de filmar tantas horas me dio un entrenamiento espectacular. Y en publi, que es donde había más plata que en cine y cualquier otro lado. Los tiempos de filmación son distintos y se busca la precisión total en cada escena y remate. Para mí fue todo ganancia y me dio años de vuelo, sumado a la dirección de Taratuto que fue un verdadero lujo. Y con Gonzalo Suárez, con quien teníamos una onda espectacular. Se armó un lugar de interés copado, con los creativos y el equipo. No era una publi más, era como hacer una serie y había un cariño inmenso por los personajes y la historia. Lo fuimos armando en equipo y la vuelta y la gracia se la encontrábamos entre todos. ¿Cómo voy a renegar de haberlo hecho? Fue de lo mejor que me pasó en mi carrera.
Nicolás Peralta // Fotos: Album personal de Paola Barrientos y gentileza prensa Vanesa Bafaro y Juan Gutiérrez