El romance entre Carlos Monzón y Susana Giménez es una de las historias de amor más recordadas y polémicas de la farándula argentina. Su relación comenzó en 1973, durante el rodaje de la película La Mary, dirigida por Daniel Tinayre. Fue precisamente el marido de Mirtha Legrand quien eligió a Monzón, un boxeador de fama mundial, como protagonista masculino.
Según ha contado Mirtha en más de una ocasión, ella misma fue testigo de cómo surgió el amor entre los dos. En una de sus anécdotas más conocidas, la diva de los almuerzos relató que le preguntó directamente a Monzón si estaba enamorado de Susana, y él, tocándose el corazón, le respondió que sí. “Se golpeaba fuerte, se tocaba el corazón”, recordó Legrand, destacando la pasión que el boxeador sentía por la actriz y conductora.
La relación entre Monzón y Susana no fue solo de pantalla. Como la misma Susana lo confesó años más tarde, la química que se generó entre ellos en las escenas eróticas de La Mary fue el detonante de su romance.
“Era una historia bastante erótica y nos tocaron hacer juntos escenas fuertes. Había un clima propicio como para que en nosotros se despertara lo que finalmente se despertó", admitió Susana. Con su habitual sentido del humor, la diva también reflexionó que si hubieran filmado una película como Manuelita, la tortuguita de María Elena Walsh, tal vez nada de lo que ocurrió entre ellos hubiera pasado.
Sin embargo, la relación entre Monzón y Susana estuvo marcada por altibajos y episodios de violencia. A pesar de que fueron una de las parejas más mediáticas y apasionadas de la época, la relación se deterioró a causa del carácter agresivo de Monzón, exacerbado por su consumo de alcohol. Durante los cuatro años que estuvieron juntos, hubo varios incidentes que revelaron el lado oscuro de la relación.
Uno de los más comentados fue cuando Susana apareció con un ojo negro y justificó el golpe diciendo que se había tropezado con una cómoda. Sin embargo, personas cercanas, como el doctor Paladino, comenzaron a sospechar, y un periodista de la época comentó: "Susana le dice al doctor Paladino que tiene un ojo negro porque se tropezó con una cómoda, pero él después reflexiona y dice ‘pero no hay ninguna cómoda en esa habitación’". Esta declaración fue un indicio de los episodios de violencia que la actriz vivía en privado.
Monzón, que ya era conocido por su temperamento explosivo, comenzó a mostrar señales cada vez más evidentes de su comportamiento abusivo. Años después de la separación, Susana confesó que temía que su destino pudiera haber sido trágico, comparándose con el caso de Alicia Muñiz, la última pareja de Monzón, quien fue asesinada por el boxeador en 1988. “Podría haber terminado como Alicia Muñiz”, llegó a confesar la actriz, reconociendo que la violencia que sufrió pudo haber tenido consecuencias fatales.