En los últimos tiempos se popularizó la frase “es una linda”. El calificativo ya no describe una belleza hegemónica, sino para esos seres angelados que logran que un día tormentoso se sienta como un día de sol. Los que entrevistamos a Carla Conte podemos dar fe de que ella es, sin dudas, “una linda”.
Carla Conte es la prima de Buenos Aires que pasaba las vacaciones en Pigüé con “comidas con mucha gente, fiesta con los primos, paseos, caminatas por el parque y tarde de pileta”. Carla Conte es la joven que estudió de todo —fotoperiodismo, comedia musical— mientras trabajaba para mantenerse, con castings y bailes. Carla Conte es la que descubrimos en la noche en aquel famoso “Call TV”, la morocha que mostraba la dosis exacta de "amiga copada" que la platea femenina supo amar y que encandilaba a la platea masculina con su "belleza natural, sin siliconas".
Carla Conte es la que ganó la tercera edición del Bailando allá por el 2006 y la primera que, en una época donde la cosificación del cuerpo femenino estaba normalizada y el "corte de pollerita" era un recurso recurrente de Tinelli, se plantó y dijo “no”.
Carla Conte es esta mujer de 48 años que como todos siente presiones, miedos y turbulencias pero que, como unos pocos, vive sin traicionarse. En esta entrevista íntima con Susana Ceballos, habla a corazón abierto sobre la inestabilidad laboral, la crianza, la conexión espiritual con su padre fallecido y el detrás de escena de la televisión.
—Hace poco contaste que llevabas "tres años laburando estable... Puedo no laburar uno o dos meses, no más". ¿Cómo manejás la inestabilidad propia del medio y las turbulencias económicas actuales? ¿Tenés algún plan a largo plazo o proyecto personal para asegurarte seguridad económica?
—El tema laboral y la inestabilidad es de toda la vida. Laburo de esto hace 20 años, pero antes era bailarina y siempre estaba en proyectos que empiezan y terminan. La continuidad laboral, como mucho, dos o tres años en el medio, y ya es así para mí. Hay algo de eso que me gusta, que tiene un cambio constante, y eso me agrada. Obviamente, siempre es un vértigo, ¿no? No laburar me deprime y, aparte, está esto de que te sentís increíble, genial, espectacular y a los dos minutos sentís que no servís más. Paso por esas situaciones, por esas cosas, sobre todo pasan los años y, obviamente, es difícil estar sin trabajar.
—¿Qué hacés en esos parates?
—Estoy todo el tiempo pensando en generar cosas por fuera, en otras alternativas. Algunas armé y este año también estoy viendo de hacer alguna otra cosa que no tenga que ver con esto. También para no ponerle toda la carga a que si no estoy en los medios o no tengo este trabajo, no puedo hacer nada, y no. Estoy pensando y proyectando ahí. De hecho, tengo proyectos familiares. Mi familia siempre ha sido sostén. No estoy sola en este mundo y mi familia me ha bancado muchísimo.
—Pero el trabajo es el trabajo.
Obviamente yo lo necesito... Mi laburo es mi nafta. Yo trabajo y puedo con todo; cuando no trabajo es como que me hundo. Laburar me pone productiva. En cambio, cuando no tengo laburo siento que no puedo hacer nada y me cuesta un montón organizarme la vida. Cuando tengo trabajo puedo organizar un millón de cosas. Supongo que es medio normal eso, pero con los años, tengo 48, a veces se pone medio pesado ese asunto. En la inestabilidad necesito pensar otra cosa para no estar pendiente de esta situación y que me queme el bocho.
—¿Sentís que la televisión cambió para bien o para mal en los últimos años?
-Siento que la televisión cambió para bien. Me parece que se hablan de un montón de cosas que antes no se hablaban. Me parece que hay debates que están saldados y me parece también que estamos todo el tiempo construyéndola. Sí extraño que no haya ficción en la televisión, la tira diaria, la de la tarde, la de la noche. Eso me parece que le hace falta a la tele para mí, más allá de las nuevas formas.
—La televisión actual presenta una variada oferta de programas estilo Confrontados, donde compartiste conducción con Rodrigo Lussich. ¿Qué recuerdos te dejó ese ciclo?
Confrontados me encantaba, la verdad que fue espectacular, un programa hermoso. Para mí fue la vuelta a conducir después de mucho tiempo y además con Rodri, que es un hermoso amigo.
—¿Y cómo ves hoy la oferta de programas de espectáculos?
Programas de espectáculos es lo que hay. Programas con panel es lo que abunda, es prácticamente lo único. Está buenísimo, me encanta que haya laburo, pero sí, me parece que puede hacer falta más.
—¿Qué es lo que sentís que falta en la televisión actual?
—Yo soy nostálgica… te diría que me falta Feliz Domingo, me faltan cosas que hoy seguramente no funcionarían. Como programadora de televisión me muero de hambre, seguro. Pero soy muy nostálgica: me gustan las cosas de antes, como los programas ómnibus de todo un sábado. Lo que extraño me parece que no es compatible con el mundo en el que vivimos hoy, la verdad.
—Dijiste “soy malísima con la economía y no ahorré un centavo en este tiempo”. ¿Pudiste organizarte un poco?
—Sí, es mi proyecto cambiar eso, la verdad. Me está ayudando mucho Ezequiel Corbo, mi pareja, hay que decirlo, porque yo soy terrible. Siempre gasto más de lo que tengo, gasto adelantado siempre. Pero gracias a mi laburo, tengo mi casa hace muchos años. O seacuando pude, lo hice. Pero después, ahorrar es algo que no sé. Está bien que hoy en día también es re difícil ahorrar con los tiempos que corren. No es que no puedo yo. No puede la mayoría de las personas, pero hay gente que tiene esa capacidad, no importa cómo, y lo hizo toda la vida. La verdad es que no soy buena para eso, nunca fui buena. Me parece un déficit tremendo. Me parece que la gente que es buena con la economía tiene otras tranquilidades y otros proyectos. Guardo esto, me voy de viaje. Guardo esto, cambio el autito. Yo vine fallada en ese sentido. Tengo otros talentos, pero no ese.
—Contaste que alguna vez pensaste en operarte pero que el caso Lotocki te dio miedo. ¿Cómo vivís esa presión estética que hay en la sociedad y en los medios?
La presión estética la vivo bien y no, como todas. Siempre pienso que tengo que estar mejor y me gustaría estar mejor, y nunca sabés si es lo que te gustaría o lo que debería ser. Me cuesta en el sentido que a mí no me gusta pasar horas y horas en el centro de estética haciéndome las uñas o miles de tratamientos…
—Por eso las canas…
—Por eso. Cuando me dejo el cabello natural, me dejo de teñir es porque me parecía una tortura todo el tiempo tener que ir a hacerme las raíces. No es porque si me gusta o no me gusta sino que me niego a estar presa de ese sistema, como el de hacerte las uñas todo el tiempo sin parar y cada tres semanas... No me gusta esa situación. Me gusta hacerme las cosas porque quiero o me gusta. Entonces, tengo ganas, de hecho ahora tengo ganas de hacerme cosas en el pelo, pero no de teñirme y a las tres semanas tener que ir de nuevo. Tengo ganas de cambiar, pero no sé bien cómo para que no sea ese el sistema. Me encantaría estar mejor, pero me cuesta un montón negociar con esas cosas.
—Pero no cuidarse es complejo, ya lo dice Mirtha “Como te ven te tratan”.
—Sí entiendo que el medio también tiene reglas y no da lo mismo si voy hecha pelota a un lugar a si voy impecable. Lo hago y me doy cuenta que no da lo mismo. A mí también me gusta estar bien, pero me cuesta el... "Ah, pero siempre tiene que ser así, vos todo el tiempo tenés que estar así, vos todo el tiempo..." Reniego un poco de eso, pero obviamente como cualquier mujer me encanta estar bien y sí recontra siento la presión también.
—Como con tus canas, un tema recurrente en las notas y en los comentarios que te dejan en redes.
—Con el tema de las canas me han dado por todos lados. La verdad es que a mí me gustan, entonces como a mí me gusta no me estresa. Y después, cuando no me gusta o cuando me veo mal, no son las canas el problema. El problema es que por ahí estoy hecha pelota, estoy cansada, dormí mal, estoy triste, estoy angustiada y encima tengo canas, entonces parece que eso fuera como más grave, pero es lo mismo, cuando estás hecha pelota, estás hecha pelota con el color de pelo que tengas.
—¿Las cirugías totalmente descartadas?
—Siempre estoy pensando en la cirugía pero no es por un tema estético sino de mi cuerpo y de mi espalda que ya la tengo toda rota. Siempre estoy pensando que me voy a operar las lolas, pero nunca termino de dar ningún paso. Siempre está ahí, siempre lo tengo en la cabeza.
—Para contactar con tu papá fallecido contaste que recurrís a los “registros akáshicos”. ¿Cómo llegaste a esa experiencia?
—Tengo una amiga muy cercana que abría registros. Yo lo sabía, pero no lo encaraba. Un día abrí registros y conecté con la mamá de mi papá. Él todavía estaba vivo. Lo fui a ver y le dije: “Estuve con la abuela Isabel”. Me escuchó mucho, aunque pensara: “Esta piba está re loca”. Igual charlamos de mi abuela, de quien él no hablaba por la tristeza, porque se fue cuando era chico.
—¿Y qué pasó después de esa primera experiencia?
A los pocos meses, mi viejo murió. Fue algo terrible, inesperado. Lo fui a buscar desesperada a través de los registros, pidiendo explicaciones. Ese día supe que estaba bien, que había llegado bien. Necesitaba esa confirmación, como cuando pedís: “Avisame cuando llegues”. Saber que estaba con su mamá y su hermano me dio tranquilidad.
—¿Te ayudó a atravesar el dolor?
La tristeza no se pasa nunca, pero en ese momento me alivió. Es una terapia que hago mucho y que me ayuda no solo a conectarme con él, sino también conmigo, con mis angustias y mis miedos.
—Y sentís que tu papá te sigue acompañando...
—Siempre está mi viejo. Me ayudó a entender las señales, a tranquilizar a mis hermanos y a mi mamá. Nada te lo devuelve, nunca dejás de extrañarlo, pero saber que está cerca da paz. Para mí es maravilloso, sana mucho el alma.
—Trabajaste con Ángel. ¿Cómo fue la experiencia teniendo en cuenta que en lo político opinan muy distinto?
—Espectacular, la pasé súper bien. Nunca habíamos trabajado juntos y además estábamos co-conduciendo. Fue súper generoso. Cero problemas políticos, tampoco nos pusimos a debatir. Fui por un día y me quedé cinco meses. Disfruté mucho, me encantó el universo del streaming, el grupo con las chicas. Fue todo hermoso. Aprendí un montón, porque cuando trabajás con alguien capo en lo suyo aprendés sí o sí. También ves el espectáculo más relajado, nada es tan grave. La pasé súper bien.
—Volviste a trabajar con Marcelo Tinelli en su stream. ¿Qué te entusiasmó de su propuesta? ¿Volvieron a hablar del famoso corte de pollerita cuando le paraste el carro?
— Estoy laburando con Marcelo otra vez y con un montón de gente con la que trabajé mucho tiempo y quiero mucho, la verdad. Laburé muchos años en Ideas del Sur. Fueron años gloriosos, de mucho trabajo, de laburar bien y a un ritmo elevado. Obviamente cuando tuve a mi hija se me dieron vuelta todos los cables, pero en general es todo reencuentro con gente que quiero y que también me quería. Así que está buenísimo.
— ¿Cómo es volver a trabajar con él, tantos años después?
— Es una vuelta de laburar con él en otras condiciones, que nos tiene de alguna manera más emparejados, en el sentido de que estamos todos en una mesa. Obviamente él es él, todos lo seguimos, él dirige, él conduce, él todo. Pero estamos más cabeza a cabeza. Aparte, con Sabri somos las que más lo cuestionamos, le preguntamos, le repreguntamos, le decimos… somos las chusmas de la mesa. Y me gustó, me gustó también porque la propuesta era distinta.
—¿Qué encontraste en el formato streaming que te atrajo tanto?
A mí el streaming me parece fantástico. Conjuga todas las cosas que me gustan de la comunicación: la cámara, lo relajado y el ida y vuelta con la gente. Y eso me parece maravilloso, porque así empecé yo. En Call TV teníamos una camarita estática, nosotros hablando sin parar, súper relajados, sin ningún tipo de estructura y charlando con la gente. Entonces el streaming me trajo eso. Yo empecé así, aprendí así y siempre me gustó. Soy de buscar el ida y vuelta con el que está del otro lado, como sea. Por eso me gustan los vivos, por eso disfruto cuando estoy arriba de un escenario y puedo hablar. Siempre me gusta conectar con la gente.
—¿Y qué significó que la propuesta viniera de Marcelo?
Me pareció espectacular, porque era algo nuevo. Y que fuera nuevo también para él nos ubicaba a todos en la misma situación: “dale, aprendamos a ver cómo es esto”. Entonces me pareció que podía estar buenísimo. Y hablamos de todo, ya de entrada.
—¿Incluso de aquel episodio de la pollerita?
—Sí, también. Lo mismo que le pasó a mucha gente: “¿Qué hacés vos ahí? ¿Vos que dijiste?”. Y yo digo: uy, ¿qué van a…? Pero la verdad es que yo tengo recontra saldadas las cuentas. Volví al Bailando en 2016. Hace rato que no quería que quedara esa escena como único recuerdo de tantos años hermosos en Ideas del Sur. Me encanta poder escribir nuevas hojas con esta gente con la que laburé tanto. La pasé súper bien, seguimos aprendiendo y creciendo. De hecho, esta semana tuvimos un ida y vuelta al aire sobre la pollerita, y me parece súper interesante que pase eso. Que después de tantos años terminemos sentados en una mesa pudiendo hablarlo, me parece maravilloso, sinceramente. Me encanta. Así que estoy re contenta, muy feliz de estar haciendo esto. Me gusta muchísimo.
—Los que alguna vez te entrevistamos notamos que sos una “rara avis” del mundo del espectáculo, en tu vida cotidiana sos igual que como te mostrás en pantalla. Simpática, vital, solidaria, cero “vueltera” ¿Cómo lográs vivir sin caretas en el mundo del espectáculo que es muy careta?
—Debo decirte que esto lo considero mi defecto y mi virtud, mi talento y mi falencia. Está buenísimo cuando estoy radiante, bien, simpática y con buena energía —por supuesto me encanta estar así—, pero soy humana y a veces no lo estoy.
—¿Y cómo te llevás con esa transparencia en el trabajo?
Para laburar es difícil, porque me cuesta caretear; más que costarme caretearla, se me nota. Esa es la realidad: se me nota cuando estoy bajón, cuando estoy triste. Y la verdad es que en estos 20 años de laburo he pasado por todo.
—Entonces, ¿esa transparencia es parte de tu esencia?
Sí, soy, sin querer, bastante transparente, para bien y para mal. Entonces podemos recordar imágenes mías en todos los estados de ánimo posibles. Pero lo que hago me gusta, me encanta, me carga de energía. En general, en casi todos mis trabajos, sobre todo en los últimos años, me hace bien. Me hace bien, soy contenta, soy feliz, soy simpática porque el trabajo me pone bien.
—¿El trabajo siempre fue tu refugio?
En los últimos años pasé momentos re difíciles y el trabajo siempre me puso bien. Siempre. Históricamente, cada vez que tuve algún problema de cualquier tipo, el trabajo me hizo bien. El trabajo siempre te salva cuando hacés lo que te gusta, y en eso soy una afortunada. Así que acá estoy, resistiendo y sosteniendo.