Cris Morena o Cristina De Giácomi, tal su nombre real marcó a toda una generación. Gran descubridora de talentos; Lali, Peter Lanzani, Benjamín Rojas, Luisana Lopilato, los hermanos Fonzi, Agustina Cherri, Marcela Kloosterboer son solo algunos de los que Cris descubrió; sus ficciones y canciones forman parte de la memoria emotiva de miles de personas. Detrás de esa productora exitosa y de esa creativa que compuso más de 700 canciones existe una historia poca conocida: su pasado solidario junto al padre Múgica ayudando en la Villa 31.
La infancia de Cris Morena no tuvo carencias económicas. Creció en una de las zonas más ricas de Buenos Aires, un décimo piso en Barrio Parque, en Figueroa Alcorta al 3000. En el piso de abajo vivía su abuelo materno, fundador de las míticas academias Pitman que enseñaban dactilografía, teneduría de libros y secretariado. El hombre no solo era dueño de su departamento y del de su nieta, también de todo el edificio. El papá de Cris Morena tampoco padecía problemas económicos. Era un ingeniero electrónico que colocó el aire acondicionado del Teatro Colón. La mamá era ama de casa pero cuando Cris era adolescente decidió estudiar Sociología.
Hacia el afuera todo podía parecer idílico pero puertas adentro la realidad no era sencilla. “En mi familia había una descendencia de mujeres muy inteligentes y brillantes que habían vivido todo tipo de problemáticas. Mi bisabuela se suicidó, mi abuela fue lobotomizada y mi mamá tuvo un problema muy grave de salud mental”, reveló en una entrevista en Infobae.
Como Cristina De Giacomi, fue a escuela La Asunción de la Virgen, actual San Martin de Tours en Barrio Parque y en ese momento solo para niñas. Era un universo elitista y cerrado. “Rebelde Way es un sincericidio grotesco y gracioso de lo que fue mi colegio”, reveló en una nota en La Nación. Ese colegio conservador y exclusivo hizo un cambio total a fines de los 60. Inspiradas por el Concilio Vaticano II, las religiosas intentaron, con el apoyo de un grupo de familias y alumnas en el que se encontraba Cris, establecer un fondo de becas para que las hijas de los trabajadores de la zona (kiosqueros, encargados de edificios) pudieran educarse ahí. La propuesta no prosperó. “En tercer año elegí el criterio de esas monjas nuevas. Terminé pésimo en el colegio, no me dieron ni el diploma. Tuve 25 amonestaciones y no me reincorporaron”.
Fue para esa época que conoció a una figura clave de ese tiempo, el padre Carlos Mugica. “No lo conocí por las monjas sino porque pertenecía a un grupo de girls scouts del San Martín de Tours, que íbamos a la Villa 31”, le dijo al periodista Pablo Sirvén. El sacerdote y su compromiso con los más pobres la marcó para siempre. “Si me preguntaran si tuve un ídolo alguna vez creo que fue el padre Carlos Mugica, alguien maravilloso para mí. Trabajé mucho al lado de él en la época en que estaba llena de sueños”, contó en una conmovedora charla con estudiantes de TEAImagen
Comenzó a vivir un tiempo de dualidad. Por un lado había comenzado a trabajar como modelo, era la imagen de los jeans Lee y por otro iba a la Villa a realizar tarea social. Admite que “algo de la superficialidad me ganó, porque me iba con mi tapadito de siempre a la Villa 31 y a la tarde hacia fotos alucinantes para, no sé, una marca de gaseosas.”. No era la única que habitaba dos realidades distintas, por los angostos pasillos del lugar se cruzaba con Chunchuna Villafañe tan bella como comprometida.
La realidad que vivía la interpelaba y comenzó a estudiar Trabajo Social. Pero eran tiempos donde el horror aparecía en cualquier esquina. “Me acuerdo de haber salido de una clase de teatro o de la facultad y estaba la Triple A. De pronto aparece un Falcon verde y tipos con ametralladoras que apuntan. Mirá la inconsciencia mía que abrí los brazos y dije: “Acá estoy, dale, tiren”. Podrían haber tirado y no te estaría contando la historia. Deben haber dicho: “Esta chica, pobre, es una tarada; dejémosla que siga su camino”. Por eso entiendo mucho a la juventud porque viví la mía a pleno”.
Ese vivir la vida a pleno comenzó a ser peligroso. El 11 de mayo de 1974, el padre Mugica terminaba de celebrar la misa cuando fue acribillado en la puerta de la Iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro. La historia indica que fue asesinado por la Triple A, el escuadrón paraestatal de derecha con vértice en el ministro de Bienestar Social, José López Rega.
La violencia no cesaba y con el golpe de estado del 24 de Marzo de 1976, los tiempos se volvieron más oscuros. “El tema de la violencia no me gustaba, y no porque Mugica fuera violento, pero había una parte de la de la gente que sí lo era”. Las desapariciones comenzaron a rondarla. El 15 de octubre de 1976, Marie-Anne Erize una bellísima modelo que también militaba en la Villa 31 fue secuestrada en San Juan y nunca más se supo de ella. Chunchuna Villafañe y su pareja, el realizador y político Pino Solanas, fueron amenazados y partieron al exilio. Recordando esa época Cris Morena le dijo a Sirvén, “Desaparecieron muchas personas. No sé cómo yo no desaparecí. Me parece que el universo dijo: “Mejor dejémosla para que haga Otro Mundo -su escuela de arte-”. Pero podría haber desaparecido”.
En ese ir y venir entre dos mundos, Cris comenzó a bailar en el programa musical Vol Tops. Allí conoció a Gustavo Yankelevich, seis años mayor y uno de los productores. Él la enamoró cuando le envió un chocolate con un mensaje garabateado en el envoltorio. Se casaron por civil el 5 de diciembre de 1973. Al año de casada nació, Romina y tres años después, Tomás.
Comenzó una vida distinta. Dejó de ir a la villa y aunque le faltaban solo dos materias para terminar Trabajo Social decidió abandonar la carrera. “De todos modos, los mejores recuerdos de mi vida y todos los lugares que he visitado han tenido mucho que ver con esa carrera. En fin, fue una época muy difícil y soy una de las pocas sobrevivientes”.
El destino y su propio empuje le tenían reservado una carrera donde la palabra éxito le ganó por nocaut a la de fracaso, pero también el peor dolor, la muerte de su hija. ¿Habrá vuelto alguna vez a la Villa 31? No lo sabemos ya lo dijo el poeta español Felix Grande. “Donde fuiste feliz alguna vez, no debieras volver jamás. El tiempo ha hecho destrozos”.