Lejos del bullicio porteño y de los sets de grabación, Juan Minujín encontró su lugar en el mundo en una casa de campo que es mucho más que un lugar de descanso. El actor, reconocido por su talento y su bajo perfil, construyó un verdadero oasis a las afueras de Buenos Aires, donde el diseño, la naturaleza y los detalles personales conviven en armonía. Allí, en un entorno rural pero con toques de sofisticación, se erige su hogar rústico, cálido y lleno de vida, cuyo corazón late al ritmo del agua de su impactante piscina.
Uno de los elementos más destacados de su vivienda es, sin dudas, la pileta, diseñada con una impronta oriental que se integra de forma armónica con el entorno. No es una piscina enorme, pero su tamaño resulta perfecto para relajarse, refrescarse en verano o disfrutar de una tarde soleada. Rodeada de un deck de madera que aporta calidez, y enmarcada por una vegetación prolijamente elegida, la pileta transmite una atmósfera serena, ideal para descansar o compartir con seres queridos.
Este espacio, que conjuga funcionalidad y estética, no está aislado: forma parte de un conjunto más amplio que incluye un quincho también de madera, que sirve como punto de reunión habitual. Allí, Minujín suele agasajar a sus amigos con encuentros al aire libre, lejos de las luces de la fama. Todo está pensado para favorecer la convivencia con la naturaleza, sin renunciar a la comodidad ni al diseño.
El actor ha plasmado en cada rincón de su casa un gusto por lo simple y lo auténtico, evitando lujos superfluos. En su hogar predomina la madera, los tonos cálidos y los materiales nobles, lo que refuerza esa idea de conexión con el paisaje. Pero también hay lugar para lo lúdico y lo inesperado: como muestra de su costado creativo y descontracturado, la propiedad cuenta con un tobogán de madera que conecta el primer piso con la planta baja, una genialidad que sorprende a grandes y chicos por igual.
Más allá de su función recreativa, la pileta en la casa de Juan Minujín es un símbolo. Representa su búsqueda por una vida más pausada, más cercana a lo esencial, donde el atardecer reflejado en el agua o una charla bajo las estrellas tienen un valor profundo. Es un rincón donde el actor puede desconectar del ritmo intenso de su carrera y entregarse a los pequeños placeres: leer, pensar, estar con su familia o, simplemente, no hacer nada.