Detrás de las risas y el personaje famoso que se mostraba divertido, durante años Toti Ciliberto ocultó una lucha silenciosa: la adicción a la cocaína. El actor que murió este 1 de abril de 2025, hace tres años mantuvo una charla profunda con Gastón Pauls para el programa Seres libres, en el que compartió su testimonio sobre cómo su consumo comenzó como una broma y terminó sumiéndolo en una espiral de sufrimiento y pérdida.
El inicio del consumo
"Sentí que arrancó, inclusive antes de empezar Videomatch, como una broma, una cosita, una joda. Uno siente en las primeras instancias que lo puede dominar. Lo primero que se cree es: ‘No, lo manejo, una vez por semana’, después ya son dos, después se empieza a subir", relató Ciliberto.
El éxito y la presión del medio fueron factores que potenciaron su dependencia: "Cuando entro en Videomatch, toda esa presión de contrato full time, de lo que significaba el programa, de lo que creció... era un programa de un punto y pasó a ser 40 de golpe. Toda esa presión, trabajar en vivo, hacer personajes, hacer viajes, estar todo el tiempo trabajando... uno se engaña a sí mismo y dice: ‘No, me ayuda para mantenerme, me ayuda para estar más pila’. Y en realidad no te termina ayudando, en realidad terminás perdiéndote vos".
El precio de la adicción
El humorista reconoció que la droga lo llevó a perder aspectos fundamentales de su vida: "Perdí hasta mi confianza laboral, perdés tu familia, perdés todo, y no te das cuenta. Seguís interiormente justificándote que lo podés manejar".
La intervención de Marcelo Tinelli fue un punto de inflexión en su historia: "En un momento, Marcelo me llama, porque él es uno de los que empieza a ayudarme. Me dice: ‘Yo no voy a juzgarte, pero quisiera cuidarte’. Esto fue lo que él me dijo, y ahí empecé un poco a tomar conciencia".
De la euforia al padecimiento
Toti describió así la primera vez que consumió: "Sentí que la primera vez era fantástico, lo disfruté, me pareció... era, no sé, como disfrutar un habano cubano o tomar un súper whisky o un vino". Sin embargo, la euforia inicial se transformó rápidamente en un calvario: "Lo disfruté solamente la primera vez, después fue todo padecimiento". La dependencia lo llevó a estructurar su vida alrededor del consumo: "Cuando no consumía durante el laburo, iba a laburar, laburar y todo el tiempo estaba pensando: ‘Llego a casa, me siento en la compu y ahí...’. Todo lo hacía como vorágine para llegar a esa situación".
La adicción no solo le arrebató relaciones y oportunidades, sino que también lo sumió en un estado de paranoia y miedo: "Cada vez necesitás más para lograr algo que nunca lo conseguís como la primera vez. Con el padecimiento que es el bajar de eso, la vuelta, las palpitaciones... Porque era contradictorio en mí. Por un lado, cuando venía eso, sentía miedo, pero, uy, me late el corazón".
En términos emocionales, el bajón tras consumir se volvía insoportable: "Es como el tipo que engaña a su mujer porque se calentó con una mina, va y después, cuando termina, se está volviendo a la casa y le agarra todo el cargo de culpa. Bueno, esto era igual, el bajón era: ‘¿Y por qué lo hice? Y soy un salame...’".
El relato de Toti Ciliberto es un testimonio crudo y real sobre la lucha contra la adicción. En su historia, queda en evidencia cómo las drogas pueden destruir incluso a quienes parecen tenerlo todo. Pero también, como él mismo sugiere, existe un camino de salida. "Hay otra vida, hay una vida posible por fuera del consumo de drogas".
La lucha interna y el camino hacia la recuperación
"Es contradictorio. Te vas, el bajón es como que le pedís a Dios, por favor, no lo vuelva a hacer, y al otro día te levantás y te vuelve el demonio de nuevo", confesaba conmovido. "Es triste porque lloraba. Lloraba mucho."
Para Toti, el "click" que lo hizo replantearse su situación fueron sus hijos. "Yo tengo una ayuda de mi exmujer potente, me ayudó todo el tiempo. Pero todo era un estado de inconsciencia. Yo llegué a un momento de llorar y consumir al mismo tiempo. Es una dualidad tremenda", cuenta. "Uno dice: 'Lo voy a hacer por mis hijos', y en el mismo instante tiene que consumir, no lo puede evitar. La adicción es tremenda."
La relación con sus hijos fue clave en su proceso. "Siempre me preocupó cómo contarles. Mi psicóloga y psiquiatra me decían que esperara el momento adecuado. Pero un día hice una nota y hablo de la adicción. Mi hijo mayor lo escucha por internet antes de que yo pudiera decírselo en persona", recuerda. "Me vino a reclamar y tuve que hacerme cargo. Le tuve que explicar que se los quería decir, pero que me pasó eso."
Hoy en día, el diálogo con sus hijos es diferente. "Anoche, que se quedaron en casa, les dije: 'Chicos, mañana me invitan a un programa para hablar del tema de adicción. Quiero que lo sepan antes'. Me dijeron: 'Perfecto, papi'. Lo entendieron. Pero pudo haber sido terrible, pudieron haberme cortado el rostro por siempre."
La charla con Toti conmovió a su entrevistador, quien compartió su propia experiencia: "Yo viví esa misma situación, hablé con mis hijos acerca de mi propia adicción. Que mis hijos pudieran saber de mi boca el padecimiento, el dolor, el sufrimiento, la soledad, la esclavitud, me ayudó infinitamente."
La valentía de Toti al hablar sobre su lucha fue destacada: "No te muestra como alguien pobre, sino como alguien absolutamente rico. En este medio que invita a tener éxito, rating, likes y seguidores, que vos puedas ir más allá contando tu sufrimiento y, por ende, invitando a los demás a seguirte en la recuperación, es muy valioso."
El mensaje final es claro: "No es necesario seguir muriendo, no es necesario seguir viviendo como esclavos. Hay ayuda disponible. La libertad es mucho más hermosa que cualquier pase, cualquier pico, cualquier jeringa."
Los primeros pasos hacia la mejoría
"Yo decía, soy un tipo público, puedo vivir de esta profesión, pero estaba yendo a una villa a buscar droga, descaradamente, a cara limpia. Mostrándole al mundo mi bajeza", confiesa Toti. "Quise recuperar a mi familia, la estaba perdiendo, y eso me empezó a hacer clic. Pero cometí un error: quería resolverlo solo."
Su proceso no fue sencillo: "Primero fue el llanto, después la obligación, luego la lucha. Empecé a reducir el consumo poco a poco. Cuando llego a mi psiquiatra y al análisis, ya había resuelto gran parte del tema, pero increíblemente me faltaba lo más importante: tenía que pensar en estar bien yo primero."
El apoyo de su exmujer fue fundamental. "Débora manejó la casa, los números, me asistía. Me vio luchar con la abstinencia, que te pone agrio, amargo, agresivo. Bancó toda esa situación. Pero el desgaste fue tanto que nos tuvimos que separar. Me quiere muchísimo, pero me imagino que padeció una locura y hoy en día le cuesta verme como estoy."
Viviendo con la recuperación
"Tuve que aprender a valorar mis logros, porque así como fue oscuro el comienzo, la salida es placentera", dice. Parte de su recuperación implica evitar situaciones de riesgo: "Hay amigos con los que solo me comunico por teléfono porque sé que si estoy con ellos, temo que me pueda pasar algo. Uno se recupera, pero en cualquier momento puede tener una recaída, así que evito los lugares que puedan tentarme."
Cuando se le pregunta qué perdía cuando consumía, su respuesta es contundente: "No estaba el Toti creativo, el divertido, el que quiere ser buena gente. No estaba el Toti que quería disfrutar su trabajo y su familia. Todo eso desaparecía. Y me atrapaba otra vez."
En la tercera parte de su testimonio, Toti Ciliberto reflexiona sobre la culpa y la redención. "El dolor de la culpa es tremendo, pero ese sacrificio vale la pena, porque ahora, después de 20 años, poderlo contar, poder estar tranquilo con eso, me permite vivir otra vida. Tengo una segunda oportunidad y no la quiero desperdiciar", afirmó con convicción.
Recordó el impacto de la fama y cómo su trabajo con Marcelo Tinelli lo llevó a una exposición mediática intensa. "Cuando me tocó ese momento de popularidad, cuando te sacaban fotos dentro del cine, cuando no podías salir sin que te pidieran autógrafos, era una exposición enorme. Y más aún trabajando con Tinelli, porque su estrella nos iluminaba a todos. Llegué a tener club de fans, algo irrisorio para alguien que solo quería ser actor. La droga, en ese contexto, parecía darme protección, pero no era así", confesó.
El humor, que había sido su herramienta de vida, se convirtió en un desafío. "Trabajaba en Videomatch, un programa de humor, pero yo consumía y no me podía reír. Sobre todo en la etapa final, mi sonrisa no existía. No existía el sueño, no existía el comer, no existía mi alma. Yo no estaba ahí", relató con crudeza.
La recuperación le permitió reencontrarse consigo mismo: "Me volví a encontrar con el tipo que podía leer, disfrutar de la música, tomar clases de canto y actuación, mirar una película, ir a la cancha con mi hijo, compartir mates con mi hija. La luz es superior después. Volví a ser yo". Hoy, en su vida profesional, mantiene una regla estricta: "Hasta después de la función, solo agua mineral. Si vamos a cenar después, una copita de vino, pero antes, nada".
Sobre su experiencia con la cocaína, no duda en calificarla: "Una porquería. Me sacó mucho más de lo que me dio. Lo único bueno fue la primera vez, cuando sentí una apertura en la cabeza. Pero después… nada". Al ver a otros atravesar lo mismo, siente tristeza e impotencia. "Si él no se ayuda, no lo podés ayudar. Me gustaría decirles ‘No, loco, no. No abras esa puerta, ni un cachito para mirar’".
Finalmente, expresó su deseo de que su testimonio sirva para generar conciencia: "Hay niños de 6 años que están consumiendo paco. Acusamos al enfermo y nos hacemos los boludos. ‘Él se droga, yo no tengo nada que ver’. No, muchachos. Si hay un pibe de 6 años consumiendo, la culpa es de todos".