El 16 de octubre de 1996 con tres cartas de despedida metidas en los bolsillos de su pantalón, Leonardo Simons se sentó en el borde de la ventana del piso 13 del edificio donde tenía sus oficinas. Con la mirada perdida su corazón latía pero él lo percibía congelado, comenzó a mecerse... Sus dos empleadas adivinaron lo que pensaba hacer y desesperadas intentaron impedir que se arrojara al vacío. Lo tomaron del pantalón y del cinturón pero él se lo desabrochó y se dejó caer. Había cumplido 49 años. Hasta ese sábado había conducido su ciclo por Telefe.
Antes de aquella fatídica decisión Simons había tenido una vida de esas que logran torcer comienzos difíciles. Creció en una familia con carencias económicas y a los once años se consiguió un trabajo de vendedor ambulante. En el secundario se anotó en una escuela industrial y para ganarse el mango, los fines de semana, animaba bailes en los clubes.
En diciembre de 1968 le dieron el título de locutor y dos meses después ya tenía trabajo en televisión. Su primer trabajo fue en la Campana de Cristal por Canal 13. El conductor era Héctor Larrea y lo acompañaban cuatro colaboradores nuevos: Julio Lagos, Fernando Bravo, Norberto Longo y Simons. Al año siguiente lo llamaron de Canal 9 para conducir Música en libertad.
En el canal de Alejandro Romay estuvo por más de 20 años. Después de Romay, su cara era la cara del canal. Condujo Feliz domingo, Sábados de la bondad, Si de rating hablamos y Finalísima, su gran éxito con el que llegó a medir 43 puntos de rating. Simons solía tomarse con humor las críticas que le hacían por su peinado, sus sacos con hombreras y su decir con frases largas y eternas. De sus hombreras aseguraba que solo las había usado en 1986 y diseñadas por Elsa Serrano pero que “había quedado etiquetado por eso”. A los que lo tildaban de gritón les concedía “es la sangre que me lleva a elevar el tono de voz pero hay muchos que gritan más que yo”. Se definía como “Un buen piloto de Fórmula 1, al que le dieron una buena máquina. Hay quien lo estrella en la primera curva, yo lo llevo hasta la llegada”.
Con una vida profesional plena también tuvo tiempo para enamorarse. Su primera pareja fue la locutora Alicia Gorbato de la que nacieron sus hijas Vanesa y B??rbara y una segunda pareja con Ruth Kisielmnicki.
En 1993, Telefe necesitaba un programa de entretenimientos y lo convocaron para conducir Ta te show. Aceptó en algo que en ese momento se vivió como el pase del año. Tres años después el conductor comenzaba su cuarta temporada consecutiva al frente del ciclo, pero ese año, una noticia lo golpeó muy duro. Su hermano, el ex juez Juan Carlos Wowe, fue detenido y derivado a la cárcel de Caseros acusado de haberle pedido una coima al periodista Bernardo Neustadt para favorecerlo en una causa iniciada por Mauricio Macri.
La detención de su hermano le habría provocado un estado depresivo. Por primera vez se encontraba metido en un escándalo. “Una vez él me dijo: ‘Si a mí me llega a pasar lo que te pasó a vos, me mato’. Esto te lo pinta de cuerpo entero”, comentaba en una entrevista con Pronto, Silvio Soldán que recordaba las palabras que Simons le dijo luego de su escandalosa separación de Silvia Suller.
Con las noticias sobre su hermano en todos los noticieros, Simons comenzó a vivir una situación paradójica. Sentía que la gente lo miraba por ser el hermano del cuestionado juez cuando en realidad lo miraban por ser el conductor querido por todos. Se sintió responsable de algo que no le correspondía.
Recurrió a la ayuda de profesionales y comenzó un tratamiento psiquiátrico. Iba dos o tres veces por semana a un psicólogo. Muchas veces lo acompañaba Ruth que sentía que todo el amor que se profesaban no alcanzaba para aliviarlo. La depresión se agravó con la detección de hipertensión ocular, algo perfectamente controlable pero que él asumió como un riesgo inminente de ceguera.
Amado por su familia, acompañado por su terapeuta, nadie pudo impedir que Simons tomara su fatal decisión. Días después se fueron conociendo detalles que intentaban dar respuestas. Según contaba la edición de Pronto, se supo, por ejemplo, que el conductor habría aprovechado sus contactos con personas vinculadas al poder para facilitar el nombramiento como juez de su hermano. Además, trascendió que la investigación sobre la llamada “Aduana Paralela” lo involucraría. Facturas de una empresa que presidía le fueron solicitadas por su hermano, quien las utilizó a espaldas del conductor para ingresar al país en forma ilegal 6.000 videocaseteras y un número no determinado de filmadoras. Por último, la carta que dejó Leonardo a su hermano llegó a la cárcel de Caseros la misma mañana en que se produjo la tragedia. Minutos antes de quitarse la vida, el animador habría recibido una llamada telefónica de su hermano, quien lo habría amenazado con involucrarlo públicamente en el contrabando de mercaderías.
“Pobre Leonardo, creo que nadie se imagina lo que debe haber sufrido. Lo que pasa es que era tan introvertido que vos sabías lo que él decía pero no lo que él pensaba”, reflexionaba Soldán.
Quizá intentando explicar algo que para todos resultaba inexplicable, Simons dejó tres cartas. Una para Ruth, su esposa donde le aseguraba que “las personas que más quiero en mi vida son mis hijas Vanessa y Bárbara y que ella le había dado diez años de felicidad”. A sus hijas les explicó que “Papá prefirió tomar esta actitud que cree valiente porque me reventó la cabeza y es mejor que ser una carga de por vida para ustedes, estando en un manicomio”.
La última estaba dirigida “a todos mis amigos”: “Les pido que no me juzguen y me perdonen. Muchos saben que son como mis hermanos. Ya no podía controlar mi conciencia, pese a que lo venía disimulando desde hacía varios meses. Ya no podía disfrutar de la vida ni de mis seres queridos. Por favor, díganle a Bernardo Neustadt que me disculpe por la indignidad que le hice pasar a alguien de mi misma sangre. Mi cabeza ya no da para más. Siento a cada rato que me va a explotar. No quiero terminar en un manicomio. Ya no soporto más. Ya no doy más. Necesito paz. Adiós y hasta siempre. Los llevo en mi corazón”.