DE AYER A HOY

Jorge Rial, el Día del Padre y el recuerdo de una emotiva carta que le escribió a sus hijas Morena y Rocío cuando eran chicas

Con aquellas palabras intentó definir lo que significaba ser padre. Hoy, el paso del tiempo y los conflictos lo encuentran en una situación distinta: con una relación cercana a Rocío pero tirante con Morena

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Hace 13 años, Jorge Rial escribió una de las reflexiones más íntimas y profundas sobre lo que significaba para él ser padre. En ese entonces, atravesaba un momento de conexión intensa con sus hijas, Morena y Rocío, y compartió un texto en un contexto muy distinto al actual. Mucha agua corrió bajo el puente para llegar a este presente donde sigue teniendo un vínculo fuerte con su hija Rocío e intenta consolidar uno con Morena, con quien ha tenido una relación complicada, jaqueada por los escándalos que provocó la joven en los últimos años. En especial este reciente raid delictivo del que está acusada y por el que enfrenta una causa judicial.    

Pero no fue por esto que comenzaron las diferencias entre padre e hija. Morena nunca tuvo buena relación con las parejas de su papá, salvo Loly Antoniale. A diferencia de su hermana Rocío, nunca logró encontrar estabilidad ni un rumbo claro en su vida, pese a los esfuerzos de su padre por acompañarla. Su historia estuvo marcada por una infancia con comodidades materiales, pero sin el afecto que necesitaba, lo que derivó en una adolescencia conflictiva que, lejos de apaciguarse con el tiempo, fue agravándose hasta desembocar en este presente tan oscuro. Ni siquiera convertirse en madre de Francesco primero y Amadeo después, trajo armonía a su vida.  

Rial , sus hijas y Loly Antoniale

En aquella carta de 2012, meses después de haberse separado de Silvia DÁuro, Rial reflexionaba así sobre la paternidad. “Ser padre no tiene una fórmula”, decía entonces. Y con esa frase iniciaba una carta en la que hablaba del amor, la entrega cotidiana, el orgullo y la vulnerabilidad que implica acompañar el crecimiento de un hijo. “No existe la diferencia entre la sangre y el corazón”, afirmaba, conmovido por lo que vivía como padre adoptivo.

Rial definía la paternidad como un hilo invisible que une a padres e hijos más allá de la biología. Hablaba del milagro de ver crecer a sus hijas, de cambiar pañales, de combatir fiebres, de emocionarse con la primera palabra o una simple tarea escolar.

“Pensar que gasté tantas palabras para decir algo tan simple”, concluía tras relatar una escena familiar en la que escuchaba a sus hijas discutir qué película ver.

Rial con sus hijas de niñas con la madre adoptiva, Silvia D¨Auro. Se . separaron en 2011 y ella nunca tuvo más relación con las nenas.

Pero el tiempo pasó y la vida lo llevó por otros caminos. Hoy, la relación con Morena, una de sus hijas, es compleja, marcada por idas y vueltas, distanciamientos y dolor. A la luz de ese presente, releer aquella carta permite dimensionar aún más el valor del amor expresado, pero también el peso del tiempo, los conflictos y las transformaciones que atraviesan los vínculos familiares.

“Es un acto reflejo de amor eterno”, escribió alguna vez. Tal vez, en el fondo, esa definición todavía lo acompaña.

La carta completa

"A propósito del Día del Padre, hace un tiempo escribí esto que quiero compartir con ustedes. Lo que siento al ser padre, que no es, ni más ni menos, lo que siento aún como hijo que busca aquella voz que me acompañó tanto tiempo y hoy es apenas un eco irreconocible. Juro que la sigo buscando. Ya no en la perfección. Entendí que, a veces, esa voz se refleja en la de Morena y Rocío. Y eso me tranquiliza.

Feliz Día del Padre para todos. Esto es lo que escribí alguna vez:

No hay una fórmula para ser padre. Te pueden vender la cigüeña que viene de París, la semillita, el repollo o el más natural y placentero de hacer el amor con la mujer que elegiste para un compromiso de por vida. Pero ser padre es otra cosa más complicada y maravillosa. Es un hilo invisible que te une a tu hijo más allá de la manera en que la vida los unió. Si lo viste nacer, guarda esa imagen única e irrepetible. Pero tampoco eso se convierte en un certificado de paternidad garantizado.

Hay tantas maneras de ser padre. De convertirte en alguien indispensable en la vida de una persona que también se va a transformar en indispensable para vos. Un puente que muchos saben cómo se construye, pero pocos cómo se transita. No existe la diferencia entre la sangre y el corazón. Si hasta dicen, y me consta, que los hijos adoptados terminan pareciéndose a uno. Podría contarles la cantidad de gestos que me unen a mis soles. Incluso que me remontan a mi viejo. ¿Cómo les puedo explicar esa herencia que solo yo conozco? No hay manera de encontrarla.

Si a la hora de estar al lado de tu hijo, él no te pide esa diferencia que solo hace la naturaleza con cierta cuota de mezquindad. A ellos no les importa nada de herencias, genes y otras obviedades. Tu hijo solo quiere que le cambies los pañales cuando ya pesan más que él y el peligro de derrumbe es inminente. Que estés a su lado cuando la fiebre parezca un dragón que hay que vencer como si fueras el Príncipe Valiente. Que los sostengas en sus primeros pasos sin saber que estás siendo testigo del comienzo de un camino imposible de parar y que, algún día, los llevará por un desvío que los terminará alejando.

Que intentes, como yo, buscar las palabras justas para decirle que lo amás y te das cuenta que el idioma, tan bien usado por Cervantes, Cortázar o Saramago, a vos no te alcanza para describir la felicidad que te invade. Que su primera palabra, siempre dedicada a mamá, es el sonido más hermoso que ningún compositor pudo imaginar. Sentir que esa bandera idolatrada que iza tu hijo tiene más sabor a Patria de lo que vos te imaginabas. Que cada minuto que tenés que dedicarle a repasar la regla de tres simple te hace sentir que tu paso por el colegio no fue en vano. Que verlas crecer es verte a vos mismo madurar.

Más o menos eso es ser padre. Quedarte ahí cuando muchos solo quieren pasar. Ser padre es maravilloso. No hay mucho más para darle vuelta. Es como pertenecer a un club exclusivo. Por eso, si no lo sos, no te lo pierdas.

Si Dios no te dio la suerte de tenerlo naturalmente, no hay que aflojar. Hay otro acto maravilloso que se llama adoptar. Dejar que un ser maravilloso te elija como padre y no al revés, como muchos creen. Que el amor que él necesita se funda con el que vos tenés para dar. Es tu hijo. Lo sentís en el pecho. En la mirada que se cruza. En el infinito amor que llegás a producir y que nunca imaginaste tener. En las preguntas que alguna vez llegan y vos podés contestar con la misma naturalidad con la que ellos las reciben. En el abrazo que sigue a esas preguntas.

En saber eludir a los que creen que ser padre adoptivo es un motivo de insulto, sin saber que cada cosa que te digan te hace más fuerte y más grande. Y vaya si lo sé. Cada día me lo hacen recordar y cada día me llenan de valor. El mismo que deben tener, seguramente, quienes eligen alquilar un vientre para entregar su felicidad de padres.

¡Qué importa cómo lo hagan! ¡Qué importa la polémica que traiga, como sucedió con Florencia de la V! Solo los que lloran en silencio, los que sienten que la espera es larga, que la soledad no es una opción de vida y que la tenacidad es una herramienta que abre todas las puertas, saben realmente qué es ser padres. Los biológicos, los que pasaron por largas, caras y a veces decepcionantes sesiones de fertilización asistida, los que recorren juzgados con la esperanza en un puño y los que esperan cada noticia de ese hijo que crece en un vientre ajeno.

Me preguntaron qué era ser padre. La verdad, no tengo idea. Te sale naturalmente. Es un acto reflejo de amor eterno. No podría describirlo. Lo que acaban de leer fue solo lo que salió de mis entrañas mientras sentía las risas de mis hijas peleándose para ver qué película ponían en la tele. ¿Ven? Esto último es ser padre. Pensar que gasté tantas palabras para decir algo tan simple."